Y ahora, el Mercosur: ¿Ganó Venezuela o EEUU?

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RODRIGO SILVA| Pareciera que Venezuela está a punto de ingresar al Mercosur como socio pleno. Pertenecer al Mercosur ha sido un deseo constante del Presidente Chávez, especialmente desde que decidió que Venezuela no continuara en la Comunidad Andina de Naciones porque Colombia y Perú querían firmar tratados de libre comercio con los Estados Unidos de América del Norte, como en efecto lo hicieron.
Pero, ¿cuáles son las consecuencias de esto para Venezuela? El Mercosur es un acuerdo que pretende crear un mercado común en América del Sur, es decir, que haya libre circulación de bien, servicios y personas entre los Estados miembros, y que además se cree un arancel externo común, entre otras metas macroeconómica y microeconómicas. En otras palabras, los países socios plenos buscan estar unidos hacia afuera y abiertos hacia adentro.

La libre circulación de bienes, servicios y personas persigue que los productos manufacturados en Uruguay puedan ser vendidos en Venezuela sin que tengan que pagar ningún impuesto adicional, es decir, que se venda ese queso uruguayo en una panadería como si fuera queso guayanés. Y si un ingeniero venezolano quiere trabajar en Brasil, no debería necesitar ningún visado especial para ello. Solo con presentar la cédula de identidad podría ser contratado sin problemas. Este es el motivo por el cual los países firman esta clase de tratados. Es lo que llaman integración económica.

Ahora bien, ¿esto le conviene realmente a Venezuela en este momento histórico?, ¿es cierto lo que dijo Chávez, en el sentido de que el ingreso de Venezuela al Mercosur era una derrota para los Estados Unidos de América del Norte?

Durante los años cincuenta a los años setenta del siglo pasado, las economías latinoamericanas en general, creían que alcanzarían mayores niveles de desarrollo económico en un marco proteccionista, es decir, estableciendo impuestos bajos a la importación de insumos, maquinarias y materias primas, mientras que se establecían altos aranceles a las importaciones de productos finales, para que el consumidor local prefiriera en los estantes del supermercado el producto nacional. Pero en los ochenta el Consenso de Washington impuso la idea de que los países latinoamericanos debían integrarse al mercado mundia, abrir sus economías para dejar entrar sin mayores trabas los productos importados.

En teoría, el consumidor “escogería” entre varias opciones, la más barata o la de mejor calidad, mientras que los productores se esforzarían en enamorar a dichos consumidores mejorando la calidad y/o bajando los precios. En este contexto los Estados Unidos de América del Norte impulsaron el ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas).

El resultado de todo esto fue la “década perdida” de los ochenta y continuada en los noventa. Miles de pequeñas y medianas empresas manufactureras y empresas agroindustriales quebraron o fueron absorbidas ante la imposibilidad de competir con las grandes multinacionales. Aumentó el desempleo, la pobreza, la precariedad laboral, la desigualdad y la dependencia económica, condenando a los países productores de materias primas a seguir en la misma línea. Total, es lo único en que pueden “competir” u “ofrecer” en el orden económico mundial injusto. En este contexto se aprobó, por ejemplo, la reforma laboral de Caldera, buscando abaratar el despido y flexibilizar el marcado laboral, así ser más “competitivos” frente a los productos extranjeros.

Los Estados Unidos de América del Norte no pudieron crear el ALCA, pero igualmente lo están construyendo a baja intensidad mediante los TLC con Centroamérica, Chile, Colombia, Perú, y algún día se sentarán con Mercosur. Con o sin ALCA, ellos quieren que sigamos siendo el mercado de sus productos y que les sigamos vendiendo de manera segura y barata nuestras materias primas, como en la colonia. Cualquiera que haya leído bien “Las Venas Abiertas de América Latina” lo podrá entender.  Y a ese proyecto imperial Venezuela ha venido siendo funcional (importando más que nunca y vendiendo petróleo crudo más que nunca), y esto no cambiará con la entrada al Mercosur. (Aparte de que Mercosur tiene un tratado de libre comercio con Israel, país con el no tenemos ni queremos tener relaciones, supongo).

Por otro lado, uno de los argumentos para oponerse al ALCA era que, siguiendo la lógica capitalista de libre mercado, la competencia entre los productores de Estados Unidos de América del Norte y los de la América del Sur iba a ser desigual. Ese mismo argumento es extrapolable al Mercosur. Brasil y Argentina tienen una capacidad industrial y agrícola muy superior a la venezolana. Lula se quejaba en su día de que el problema de Venezuela es que no podía ofrecer nada, salvo petróleo, y por eso las empresas constructoras brasileñas son tan activas en los proyectos de infraestructura venezolanos, para ver si eventualmente se empezaban a producir cosas distintas en Venezuela que pudieran ser compradas por los brasileños.

Yo hubiera preferido que en estos últimos 13 años se hubiera configurado una red de pequeñas y medianas empresas manufactureras (en su mayoría de propiedad social) a lo largo de toda Venezuela, protegida de los productos importados con aranceles al 50%, para luego ir a aventurarse a competir con productos argentinos o brasileños en nuestro país y en esos países. Me parece que no estamos preparados y que con la competencia extranjera se hará muy cuesta arriba conformar una economía productiva en la que en Venezuela se consuma lo que se produzca, y se produzca lo que se consuma. Si Venezuela no es capaz de construir una economía productiva, no podrá llegar a ser nunca el “país-potencia” que aparece en el programa de gobierno del GPP. Ojalá me equivoque.