Venezuela, Trump y la pandilla de Mike & Mike

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José Steinsleger|
De sur a norte, de este a oeste, por arriba y por abajo, todas las voces se preguntan si Estados Unidos intervendrá militarmente en Venezuela. ¿Podrá? La mesa está servida. Pero una agresión de tal magnitud podría acabar con la geopolítica de Washington en América del Sur desde su constitución como nación, junto con sus propios intereses en el país bolivariano.

Liderada por Donald Trump (con amplio currículo en los bajos fondos de Nueva York), la pandilla de Mike & Mike (Pence y Pompeo), más John Bolton y Elliot Abrams, ya empezó con el saqueo. Sin embargo, la Venezuela del presidente Nicolás Maduro no es la del presidente Cipriano Castro (1901-08) ni el imperialismo a la ofensiva de Teodoro Roosevelt (1901-09), es igual al que Trump conduce a la defensiva.

Hace unos días, Maduro declaró que hizo un viaje al futuro (sic), viendo que todo iba a salir bien. Le creí, a pesar de aquel prócer de la independencia argentina que minutos antes de estirar la pata dijo: Si ves el futuro, dile que no venga (Juan José Castelli). Viajemos mejor al pasado, a ver en qué nos alecciona.

La epopeya del Libertador, sabido es, acabó en agua de borrajas. Fue cuando en 1830 se disolvió la Patria Grande, que hace exactamente 200 años Bolívar caracterizó así: Tengamos presente que nuestro pueblo no es el europeo ni el americano del norte, que más bien es un compuesto de África y América, que una emanación de la Europa (Congreso de Angostura, 15/2/1819).

Creyendo que todo iría sobre ruedas, las oligarquías cantaron victoria. No obstante, algunos se animaron a pensar por nosotros. Por ejemplo, el pedagogo Simón Rodríguez (al que la historia sólo consiente en legitimarle como preceptor de Bolívar), se preguntaba: ¿Dónde iremos a buscar modelos? La América española es original. Originales han de ser sus instituciones y su gobierno. Y originales, los medios de fundar uno y otro. O inventamos o erramos ( Sociedades americanas, 1842).

Más tarde, otro venezolano se alzó en armas contra los conservadores, evocando “la memoria de los patriotas de nuestra independencia, de los hombres del 5 de julio de 1811…” (Ezequiel Zamora, 23/2/1859). Y el llamado del citado Cipriano Castro a la conciencia nacional (la planta insolente del extranjero ha profanado el suelo sagrado de la patria), luego que en 1903 una escuadra de potencias europeas bloqueó y bombardeó puertos de Venezuela, con la pretensión de cobrar a cañonazos una deuda exterior, aumentada mediante manipulaciones contables y financieras.

Invocando la doctrina Monroe (1823), Roosevelt intervino y el bloqueo fue levantado. Pero el voluble Cipriano suscribió un acuerdo lesivo para Venezuela, causando la protesta popular, la ruptura de relaciones diplomáticas con Estados Unidos (1908), y poco después su remplazo por el sátrapa Juan Vicente Gómez. Y el primer acto político de Gómez fue pedir la protección militar del imperio, para el sostén de su gobierno (1909).

De allí la doctrina Drago (del canciller argentino Luis María Drago), declarando la ilegalidad del cobro violento de deuda por las potencias en detrimento de la soberanía, estabilidad y dignidad de los estados (1902). Y de allí el corolario Roosevelt, enmienda a la doctrina Monroe en la que se afirma que si un país bajo la influencia de Estados Unidos amenazaba o ponía en peligro los derechos o propiedades de ciudadanos o empresas yanquis, Washington quedaba obligado a intervenir.

Regreso del pasado, y veo que el presidente de Ecuador, Lenín Moreno, acaba de sugerir la caza de venezolanos. ¿Sabrá el miserable que José Antonio de Sucre, prócer de su país, y Juan José Flores (1800-1864, tres veces presidente de Ecuador) eran venezolanos? Y esto, por no hablar de Iván Duque, quien en Cartagena agradeció al rufián Mike Pompeo el apoyo de los padres fundadores de Estados Unidos a la independencia de Colombia (sic). O Mauricio Macri, cuando con motivo del bicentenario de la independencia argentina (2016), manifestó frente al rey de España que los libertadores sintieron angustia (sic) por haber luchado contra la madre patria. O Jair Bolsonaro, quien en el foro de Davos manifestó: No queremos una América bolivariana, como hace poco existía en Brasil.

Nadie (en sus cabales) puede sostener la legitimidad del imbécil que Trump y la pandilla de Mike & Mike nombraron presidente de Venezuela. Pues si este disparate alza vuelo, un Carlos Fernando Chamorro podría ser nombrado presidente de Nicaragua, y un terrorista como Carlos Alberto Montaner, presidente de Cuba.

La premura de Trump y la banda de Mike & Mike para acabar con Maduro y la revolución bolivariana sólo tiene una explicación. Intuyen, en el fondo, que la espada desenvainada por Hugo Chávez hace 20 años podría resultar, a la postre, más filosa que la alzada por los fieles del Islam.