Venezuela: El descontento interno como excusa
Leopoldo Puchi
Los distintos sectores políticos actuaron para que el descontento no fuera puesto al servicio del agresor común.
En muchas ocasiones se intenta justificar el respaldo a una intervención extranjera apelando al descontento interno de un país, ya sea económico, social o político, como si la agresión externa fuera la respuesta natural, casi inevitable, a los problemas de la nación. La Venezuela de hoy no escapa a esa lógica.
Lo que dentro de una nación puede ser un conflicto legítimo, complejo y con causas reales, es simplificado y utilizado como justificación por quienes, en realidad, lo que buscan es controlar recursos, cambiar gobiernos no alineados o expandir su esfera de influencia. A lo largo de la historia, las potencias han aprovechado los problemas internos de un país para facilitar su conquista o dominación. La historia está llena de ejemplos. Uno de ellos fue la invasión napoleónica de España, cuando el país se encontraba atravesado por rivalidades políticas y un profundo descontento social que Napoleón quiso convertir en punto de apoyo para expandir su hegemonía europea.
Kosovo 1999, Vietnam
A finales de los años noventa, Kosovo estaba marcado por una fuerte tensión social y étnica, mientras los serbios veían la región como un elemento esencial de su identidad nacional. Las divisiones generaban resentimiento, protestas y violencia. La OTAN aprovechó ese clima de descontento y polarización para lanzar una campaña de bombardeos sobre Serbia de 78 días, presentada como una operación humanitaria, pero que en la práctica iba contra el gobierno de Belgrado para consolidar la fragmentación de Yugoslavia.
A finales de los años noventa, Kosovo estaba marcado por una fuerte tensión social y étnica, mientras los serbios veían la región como un elemento esencial de su identidad nacional. Las divisiones generaban resentimiento, protestas y violencia. La OTAN aprovechó ese clima de descontento y polarización para lanzar una campaña de bombardeos sobre Serbia de 78 días, presentada como una operación humanitaria, pero que en la práctica iba contra el gobierno de Belgrado para consolidar la fragmentación de Yugoslavia.
Incluso en Vietnam, Estados Unidos intentó aprovechar las divisiones internas entre vietnamitas del norte y del sur, así como las tensiones políticas, económicas y sociales. Aunque el Norte estaba gobernado de manera centralizada y disciplinada, existían fuentes de malestar, como la resistencia a la reforma agraria, el control político duro, dificultades económicas y sacrificios de guerra. Washington actuó para capitalizar ese descontento mediante propaganda y apoyo a desertores, con el objetivo de debilitar al gobierno de Hanoi.
Venezuela
En la etapa inicial de la independencia, el Imperio español aprovechó el descontento social frente a los gobiernos de república naciente, así como las tensiones políticas y regionales para frenar el movimiento republicano. Rivalidades entre criollos blancos, mestizos, pardos, llaneros y esclavos, así como fracturas entre provincias y líderes patriotas, sirvieron de terreno fértil para la estrategia del divide y vencerás.

¿Cómo han respondido históricamente los países agredidos cuando potencias extranjeras intentan instrumentalizar su malestar interno? En muchos casos, los países y sus dirigentes han logrado resistir la manipulación y poner el interés nacional por encima de las divisiones. No siempre lo lograron, pero cuando lo han logrado ha sido gracias a una combinación de conciencia histórica, unidad estratégica y reafirmación de la identidad nacional.
Estas respuestas no fueron espontáneas ni mágicas. Los distintos sectores políticos actuaron para que el descontento no fuera puesto al servicio del agresor común.
Condición previa
En los tiempos en que España financiaba y armaba a sectores de la población venezolana para frenar la independencia, Simón Bolívar tomó una decisión fundamental, el Decreto de Guerra a Muerte, un cortafuego dirigido a señalar que se combatía no a la disidencia, sino la sumisión al imperio.
En los tiempos en que España financiaba y armaba a sectores de la población venezolana para frenar la independencia, Simón Bolívar tomó una decisión fundamental, el Decreto de Guerra a Muerte, un cortafuego dirigido a señalar que se combatía no a la disidencia, sino la sumisión al imperio.

Esa medida no buscaba la unanimidad ideológica, sino la cohesión frente al enemigo externo. No se trataba de absolver a los quintacolumnas, sino de trazar una frontera entre quienes pertenecían a la nación y quienes servían a la potencia invasora.
No hay razón para renunciar a la defensa de la soberanía invocando el descontento o diferencias sobre la política interna. Defenderla no implica ignorar las diferencias, sino reconocer que sin soberanía nacional ninguna contienda política interna tiene sentido ni piso firme. Como señalaba el líder socialdemócrata sueco Olof Palme, la soberanía nacional es condición previa para que la democracia pueda existir.
* Politólogo y analista poíitico venezolano. Cofundador del Movimiento al Socialismo, fue ministro de Trabajo