Uruguay, una elección sin izquierda
Julio A. Louis
A escasos días de las elecciones nacionales puede decirse que esta ha sido una de las campañas más mediocres y apáticas. Se sabe que habrá un ganador, porque nadie lo cuestiona: el sistema capitalista, que con los factibles presidentes no corre peligro. Para poner un ejemplo foráneo- es una elección entre Sarkozy y Holande, entre la derecha conservadora y la tibieza social-liberal de la socialdemocracia hundida en el fangal del sistema. Con el agravante que en Uruguay no hay siquiera un Mélenchon, una izquierda emergente inteligente y creíble.
A la izquierda del Frente Amplio (FA). se sitúan minúsculas expresiones sin capacidad de distinguir entre la reacción y el progresismo adscripto al sistema, expresiones de bloques político-sociales diferentes; y que yerran en su estrategia, propuestas y discursos enfilados solo contra el Frente Amplio y su gobierno.
Cuando el Frente Amplio ha optado por la candidatura del Dr. Tabaré Vázquez, y se ha acomodado previamente el programa a su perfil, se ha producido un corrimiento al centro con relación al programa del Congreso del 2008 y a la candidatura de José Pepe Mujica. Cuando el F.A. – aceptado como la izquierda por las masas populares- se desplaza al centro y no hay otra izquierda creíble con peso de masas, los demás contendores se afirman en sus posiciones retrógradas, y hasta pueden darse el lujo de aparecer como anti-imperialistas.
¿Cuál es la diferencia con la elección del 2009? La derecha estaba representada por un oligarca de “pura cepa”: Lacalle Herrera, padre. Hoy, lo está por su hijo, Lacalle Pou. Los intereses de clase y sus fundamentos ideológico-políticos no difieren. La propuesta de blancos y colorados apenas modificada con matices, será la de siempre, la de expresar los intereses del bloque del gran capital dominante y descargar el peso de eventuales retrocesos económicos sobre las clases, capas y sectores populares.
Serán lacayos eficientes del imperialismo norteamericano o europeo, romperán los atisbos de unidad sudamericana, abrirán más el país a las trasnacionales, a las fuerzas armadas estadounidenses, a la penetración cultural degradante. Sin embargo, las estrategias electorales de Lacalle padre e hijo son distintas. El hijo “olvida” y prescinde de la historia, hace “nacer” el proceso político en el 2005 y se cuida de exponer su orientación retrógrada y pro imperialista. Para ello cuenta a su favor con su contendor principal, Tabaré Vázquez, que ha puesto en duda la existencia del imperialismo, que asesora al FMI y que se ha relacionado como aliado con George Bush.
La diferencia mayor –por consiguiente- radica en el programa y las candidaturas del FA. Hace un lustro, el hoy candidato y entonces presidente Vázquez, había pretendido imponer la candidatura de Danilo Astori; sin embargo, surgió victorioso otra figura con una actitud de clase y pasado militante que el pretendido sucesor no lograba: Mujica. Por consiguiente, Mujica y Lacalle representaban el Sur y el Norte, el pueblo y la oligarquía. En 2014 vuelve a escena Vázquez, rodeado de los derrotados en el Congreso del FA del 2008 más el Grupo de los Ocho con Mujica a la cabeza, que ayer punteó por la izquierda y hoy reengancha detrás de quien lo denostara expresando que decía estupideces.
Un Mujica que calificó a aquel programa emanado del Congreso de “pos-socialdemócrata”, mientras hoy su hombre de confianza Bonomi, califica al actual de “socialdemócrata”. Pero aquel paso a la izquierda forzó a que la fórmula la completara Astori, para expresar la heterogénea realidad del Frente Amplio. Mientras hoy, Vázquez se dio el lujo de designar de hecho a un acompañante sin trayectoria destacable, pero con ilustre apellido.
¿Quedan actores relevantes de pensamiento anti-capitalista en el Frente Amplio? Sí, pocos. Lo son los primeros candidatos a diputados por Montevideo del Partido Socialista, en abierta pugna con la mayoría de su Partido, que desplazó a una figura de la talla del ex vice-canciller Roberto Conde. Y sobre todo queda en la heterogénea coalición liderada por Constanza Moreira, más enfocada a resaltar las cuestiones de género, de edades, de diversidad sexual, que a destacar la lucha de clases y la confrontación con el imperialismo.
Si el Frente Amplio nació como fruto de las luchas del movimiento obrero-popular, hoy este ha sido constreñido de hecho, a actuar en los límites “de lo posible” definido por la fuerza política. Sin dudas ha habido avances considerables: consejos de salarios, ley de 8 horas para el trabajador rural, leyes protectoras de las trabajadoras domésticas, descenso de los índices de indigencia y pobreza, ley de responsabilidad penal empresarial, etc. Se refleja en el involucramiento del PIT-CNT llamando a recordar conductas reaccionarias, la activa defensa del SUNCA de la ley de responsabilidad penal empresarial, la lucha básicamente juvenil defendiendo el “No a la baja” para impedir que se castigue como adultos a menores de edad (sin que paralelamente se les haya ocurrido a los gestores de la iniciativa, permitir la ciudadanía a los 16 años con todos los derechos y deberes inherentes), o de expresiones menos conocidas del movimiento cooperativo, de reclamos barriales, etc. De todos modos, lejos, muy lejos, de aquel “lucha, lucha, lucha/no dejes de luchar/ por un gobierno obrero/obrero y popular” del 71. Y lejos de la incidencia política de movimientos sociales de otros países, caso de Bolivia, donde ellos son la base del Movimiento al Socialismo y del gobierno de Evo Morales.
Vázquez y Astori en el primer gobierno, tomaron de ejemplo a la Concertación chilena, la que luego fue desplazada por Piñera, y ahora ha devenido -con la presencia del Partido Comunista- en la Nueva Mayoría. Un gobierno de perfil similar al de Bachelet parece vislumbrarse en Uruguay, en el mejor de los casos. Y un desafío similar a la de la izquierda chilena, tendrá la dispersa y desorientada izquierda uruguaya: la de su resurgimiento, cualquiera sea el resultado de las elecciones.