Uribe, la guerra, y el silencio atronador de los “demócratas”
Marcos Salgado
Luego del rotundo fracaso de la ¿estrategia? de María Corina Machado y Edmundo González de regresar, juramentarse, o algo, en Venezuela, sobrevoló las filas de la ultraderecha continental y sus medios afines una suerte de desesperanza que, por cierto, no es nueva. Sucede cada vez que fracasan las ultra publicitadas movidas para terminar con Nicolás Maduro.
Los intentos no fueron pocos (bloqueos, gobiernos paralelos, atentado con drones, incursiones mercenarias) pero parece que los escribas y el público se renuevan. Si no, no se entiende cómo se puede tropezar tantas veces con la misma piedra.
La desesperanza se expresó en forma de reclamo, por ejemplo, entre los calenturientos tuiteros libertarios que rodean al presidente argentino Javier Milei. Tal vez intentaban defender a su jefe (iba a pasar, Javier) de su primer ridículo en la guerra de micrófonos con los bolivarianos.
Mientras tanto, los medios “serios” de occidente escondían la evidente derrota de Edmundo y MCM detrás de dizque notas de contexto, para analizar futuros tras la juramentación sin contratiempos de Maduro para su tercer mandato. Lo hacían en el mismo tono sesudo con el que, hasta el 9 de enero a la noche postulaban “escenarios” que incluían -como no- la juramentación de González en el Palacio Federal Legislativo de Caracas.
Así las cosas, tal vez por la necesidad urgente de dar vuelta la página y abastecer a la entente mediática anti Maduro con nuevos titulares, el ex presidente soldado a fuego con el narcotráfico y el paramilitarismo colombiano, Álvaro Uribe, pidió en un acto en Cúcuta (cerquita de la frontera con Venezuela) “una intervención internacional, preferentemente avalada por las Naciones Unidas” para sacar a Maduro del poder.
No es el reclamo de un loco suelto, quien en su momento aseguró que le faltó tiempo en el gobierno de Colombia para realizar una intervención militar en Venezuela. Una bravata desbaratada en un minuto por Hugo Chávez, ya enfermo y en los que serían sus últimos meses de gobierno, quien en una noche fresca en la explanada del Palacio de Miraflores aclaró: “no es que le faltó tiempo (…) le faltaron cojones al caballero”.
Y siguió Chávez esa noche, visiblemente molesto, ante los periodistas que lo escuchábamos: “estaba detrás de él la mano de la extrema derecha imperial tratando de generar una guerra, pero no se atrevió, bastante tiempo tuvo”. Aquellas palabras del Comandante siguen vigentes, para enmarcar lo que ocurre hoy, más de una década después. Porque ahora, de nuevo, es Uribe el que toca tambores de guerra. Y no es, insistimos, otra bravata del loco suelto.
No lo es porque el desafío de Uribe no fue lo suficientemente repudiado a nivel continental. Ni por lejos. No debería ser poca cosa que en un continente que casi no conoce de guerras fraticidas un ex presidente llame a una intervención militar en un país vecino. Además de Cuba, siempre atenta a señalar declaraciones destempladas y peligrosas, y del presidente Gustavo Petro, en necesario y coherente deslinde, faltaron muchas voces de condena.
¿Qué pasa con el presidente de Brasil, Luis Inacio Lula da Silva? ¿Que pasa con otros “progres” en modo gobierno, como el presidente de Chile, Gabriel Boric? ¿Por qué no condenan un llamado a una guerra en el subcontinente? Alguien podría buscar razones en la realpolitik y cosas por el estilo, pero lo cierto es que ante el silencio atronador de las “democracias” del Cono Sur, la bravuconada uribista se crece.
Hoy en Caracas llovió un poquito. Una llovizna que refresca después de días de sol pertinaz. La ciudad terminó de sacudirse la modorra de fin de año. Los niños y las niñas vuelven a la escuela. En hermosa inocencia, no saben que hay quienes pregonan bombas sobre sus cabezas.