Una dicotomía que inmoviliza… y saltos al vacío que se repiten y aburren
Aram Aharonian |
Es difícil obviar el estado (¿será terminal?) del diálogo entre gobierno y oposición en Venezuela. El divorcio político parece oficializarse con el retiro opositor, que en un comunicado desechó la propuesta de los mediadores y lo calificó de “experimento cerrado que no se volverá a abrir”, y abogó por una nueva negociación (¿con lo que llaman la comunidad internacional?) y más protestas para exigir la realización de elecciones.
La socióloga y analista de medios Maryclén Stelling afirma que el país requiere recontextualizadores, suerte de anfibios políticos que interpreten desapasionadamente la compleja realidad nacional; faciliten la comunicación y el entendimiento recíproco entre los bandos políticos; promuevan la construcción y el acatamiento de reglas comunes y el reconocimiento de estructuras políticas subyacentes en oposición a la dicotomía prevaleciente: amigo-enemigo.
Para el politólogo Leopoldo Puchi, los eventos de mayor importancia previstos para este año, desde el punto de vista político, son las elecciones de gobernadores y las de alcaldes. En lo económico, se anuncia una recuperación de los precios del petróleo, lo que aliviaría la situación del país, pero se desconoce si se concretarán cambios en las políticas macroeconómicas.
Y, en el plano internacional, está todavía por despejarse la incógnita sobre la línea que adoptará Donald Trump con relación a Venezuela, y viceversa.
Mientras, monseñor Diego Padrón, presidente de la Conferencia Episcopal de Venezuela (CEV), totalmente alineada con la oposición, denunció un intento de “amedrentamiento” para afectar a los sacerdotes por su posición frente al gobierno. “Pareciera que se trata de eventos preparados para causar amedrentamiento a la Iglesia Católica, que ha tenido una posición muy clara frente al gobierno señalando las dificultades y problemas y la crisis que vive el país”, afirmó durante una entrevista radial concedida al secretario ejecutivo de la MUD, Jesús Torrealba.
¿Qué dirá el Santo Padre que vive en Roma, y que sigue exigiendo diálogo, pese a la posición de la CEV, partidaria de una rebelión social que conduzca a un derrocamiento militar del gobierno, bajo el modelo de insurgencia utilizado el 23 de enero de 1958?
¿Preparando la sucesión?
Todo hace indicar que el presidente Nicolás Maduro comenzará a compartir funciones con Tarek El Aissami, de 42 años, designado por él como vicepresidente ejecutivo el 4 de enero pasado. Para los analistas, es una forma de ir preparando a su –al menos candidato a- sucesor.
Por decreto, Maduro, pasó 14 de las atribuciones presidenciales a El Aissami: efectuar traspasos presupuestarios entre ministerios, rectificar presupuestos ministeriales, prorrogar la supresión o liquidación de entidades estatales, designar viceministros, dictar decretos de expropiación, liquidar entes descentralizados, aprobar puntos de cuenta ministeriales y dictar decretos autorizados previamente por Maduro.
También quedó facultado para aprobar jubilaciones especiales, responder a puntos de cuenta de entes descentralizados, declarar la insubsistencia de presupuestos ministeriales y exonerar parcialmente el Impuesto al Valor Agregado o el Impuesto sobre la Renta a sectores estratégicos.
El frente económico
La prensa hegemónica internacional insistía hace un año en la inminente caída chavismo, después de un 2015 con 185% de inflación y una estrepitosa derrota electoral en el que la oposición se adueñó casi por completo del poder legislativo, lo que los estimuló a subir la apuesta de sacar de la presidencia a Nicolás Maduro en los primeros seis meses del año por cualquier vía: golpe de estado clásico, insurrección civil, reforma constitucional.
Pero nada de eso pasó, en buena parte por las torpezas de la derecha, entre ellas la no activación del referéndum revocatorio en los lapsos establecidos en la Constitución. Y así, con anuncios sobre la “inminente” caída del “régimen”, 2016 cerró con Maduro en el poder y una MUD desgastada entre su militancia, sin credibilidad ante el resto del país y sin unidad real visible entre su dirigencia.
Para el sociólogo y exministro de Economía Luis Salas, el principal frente de disputa política en el año 2017 seguirá siendo el económico, pues aún quedan batallas que desde el gobierno no se han ganado (abastecimiento, precios, tipo de cambio, entre otras). “El oposicionismo repetirá en 2017 la receta de 2016, ayudada por el metabolismo social de puja distributiva y la inercia especulativa tras los cuatro años de guerra económica”, señala.
Mientras, el gobierno anuncia que profundizará su plan de 2016: activar los llamados Motores Productivos, pero contando ahora con la ayuda de la recuperación del ingreso petrolero tras los acuerdos de reducción de cuotas entre los países productores. Obviamente, la activación productiva depende necesariamente de la existencia de un mercado dinámico con suficiente capacidad de absorción por la vía de la demanda, que actualmente no existe.
Si bien el gobierno comprende que debe activar y recuperar el mercado interno, lo que está en duda es si tendrá capacidad para convencer de ello a los empresarios, “prisioneros de sus prejuicios políticos, cálculo egoísta y expectativas negativas, así como del peso de los monopolios y oligopolios trasnacionalizados que aprovechan la coyuntura para fortalecer sus posiciones de dominio, aplastando la competencia de la pequeña y mediana empresa así como cualquier otra forma de emprendimiento económico alternativo social, comunal, socialista o popular”, señala Salas..
Y deberá armonizar la política económica, ya que la política de precios no puede reñirse con la cambiaria, ni la productiva, ni la fiscal, y ver hasta qué punto será efectivo en atacar las bases sobre las cuales se monta la llamada guerra económica. “No es suficiente defenderse de la misma, es el momento de contraatacar. Del desenlace de estos dilemas dependerá la suerte del chavismo, y sin duda, la del país hacia el futuro”, dice el exministro.
Dialogar es de a dos
Hay muchos ejemplos de diálogos más complejos en el mundo, como la paz en Vietnam, en Irlanda de del Norte o en Colombia. “El problema de Venezuela es que hay una oposición que no entiende, en realidad no quiere entender. Los políticos sabios aprendemos de nuestras derrotas, los políticos escasos no aprenden de sus victorias”, señala el excanciller venezolano Roy Chaderton.
La variopinta coalición opositora consideró necesario elaborar otro texto, en el que las organizaciones políticas y la sociedad civil planteen a la comunidad internacional sus demandas y propuestas para “la restitución del hilo constitucional y el retorno de la democracia”.
La autollamada Mesa de Unidad Democrática (MUD) señaló que la estrategia de calentar la calle busca que los venezolanos puedan ejercer el voto en las elecciones de gobernadores y alcaldes y concertar el necesario adelanto de elecciones presidenciales. Lo extraño es que la presidenta del Consejo Nacional Electoral hace más de dos meses informó que habría elecciones de gobernadores a finales del primer semestre de 2017 y de alcaldes para finales de este mismo año.
El solo hecho de que a estas alturas estemos discutiendo si habrá o no elecciones regionales, o si éstas convienen como estrategia política es una barbaridad, señala el director de la encuestadora Datanálisis y guionista de la oposición. “Las elecciones no son un comodín que se realiza cuando conviene a alguna de las partes. Son la expresión básica de la democracia y están concebidas como un derecho y una obligación”, añade.
Para León, quien viene fallando desde hace más de una década en sus predicciones, resulta evidente que, independientemente de la fractura severa en el liderazgo opositor y la desmotivación causada por las sobreexpectativas de cambio incumplidas el año pasado, el gobierno perdería en este momento cualquier elección, “pues desmotivación y desconexión no tienen nada que ver con el deseo mayoritario de cambio que tiene la población venezolana y que se expresaría, sin duda, en cualquier proceso electoral”.
Ernesto Samper, secretario general saliente de Unasur, destaca que los actores políticos de Venezuela están negociando sin dialogar: “Los espacios de confianza que abrió el diálogo, y sobre todo la erradicación de la violencia como una forma de lucha política, fueron un avance. Las dos cosas permitieron una mayor convivencia”.
“La oposición venezolana tiene una sucesión de ejemplos de grandes victorias locales y regionales a los largo de 17 años con este CNE, sin embargo, confunden sus objetivos, discutibles y negociables, con la necesidad del diálogo. Le ponen condiciones al diálogo, que normalmente no las tienen, ya que las partes acuerdan sentarse en torno a una mesa y de allí evolucionan hacia negaciones y finalmente hacia acuerdos. Esa es la experiencia histórica universal”, recuerda Chaderton.
“Todo lo niegan de antemano y sin embargo se sentaron en la mesa de diálogo más de una vez. La oposición no tiene otra salida, salvo la violenta y en eso también han fracaso repetidamente”, advierte el excanciller, y sigue: “salvo alguna excepción, la oposición en Venezuela está dirigida por novatos. Entonces la polémica o las políticas se dividen entre las posiciones de Maduro y las de los inmaduros”.
¿Y a mi quién me defiende?
Venezuela no cuenta con una verdadera oposición. En la crisis, hay una responsabilidad evidente de parte de la oposición: no ha cumplido con su función específica de control, de la denuncia institucional, de crear condiciones para competir en el terreno electoral.
“La venezolana es una oposición que se organizó -a partir de la derrota que le infligió Hugo Chávez en 1998- en torno a la revancha, al odio, al rechazo a ultranza del proyecto que logró amplio apoyo popular en comicios que se efectuaron con las reglas del puntofijismo. Durante 18 años su mensaje persiste en exaltar, no los valores de la lucha cívica y democrática, sino los antivalores del golpismo, de la asonada en connivencia con factores internacionales”, señala el ex vicepresidente José Vicente Rangel.
En la otra vereda, el “bolivarianismo” compite homologando irracionales conductas de la oposición: sectarismo, desviaciones ultristas, e, incluso, perversas prácticas corruptas. Allí siempre se debatieron tendencias de la apertura y las que se oponen, hay quienes consideran que la existencia de la oposición es un riesgo, y los que plantean que es urgente para el proyecto una oposición colocada a derecho, crítica, pero respetuosa de la institucionalidad democrática.
Hoy, los facilitadores extranjeros del diálogo parecieran estar estimulando a los factores democráticos de la oposición a organizarse y a actuar, lo que equivale a generar estabilidad, a garantizar que la gestión de gobierno cuente con críticos que impidan funestas desviaciones.
En Venezuela, y a pesar de lo que recite del papa Francisco, la Iglesia Católica funciona como partido político, estimulando tensiones en el seno de una sociedad plural, multirreligiosa, y convirtiéndose en guionista de la oposición. Mientras, los medios de comunicación, que también operan como partidos políticos, desorientan a la opinión pública tratando de crear imaginarios colectivos que le han hecho perder credibilidad ante la ciudadanía
Los saltos al vacío y sin red de la dirigencia opositora hace perder credibilidad al sector. El 6 de enero de 2016, como regalo de Reyes, el entonces presidente de la Asamblea Nacional, Henry Ramos Allup anunció que en seis meses Maduro sería desalojado de la presidencia. Un año después el nuevo presidente, Julio Borges, anunció el abandono del cargo de Maduro, sin base constitucional ni posibilidad de ejecutar tal decisión.
Y la unidad sigue resquebrajándose, ante las apetencias personales de los dirigentes. Henrique Capriles Radonski, dos veces frustrado candidato presidencial y aún gobernador del estado Miranda, dejará atrás el partido conservador Primero Justicia –ante sus divergencias con Julio Borges- para conformar una nueva agrupación, “La fuerza del cambio”.
Luis Vicente León advirtió que “la Asamblea Nacional no está en capacidad de ejecutar sus acciones. Se equivocan quienes creen que el presidente Maduro no gobierna”.
Otros dos factores: una, la oposición ha demostrado que carece de capacidad para convocar el pueblo a la calle (la marcha del 23 de enero también fue un fracaso). Esta fue la primera protesta opositora de 2017, pues en octubre del año pasado se suspendieron las actividades de calle al activarse el diálogo con el gobierno, con los mediadores internacionales. Y, además, no cuenta con la Fuerza Armada Nacional Bolivariana para aventuras golpistas, después de la experiencia del golpe del 2002, donde varios oficiales perdieron sus carreras.
En el ámbito político, la correlación de fuerzas continúa siendo de un equilibrio inclinado hacia el gobierno. No es fácil que prospere la estrategia de rebelión de calle y alzamiento militar y es difícil que el Presidente sea eyectado del poder antes de finalizar el período constitucional. El terreno en el que sí se ha debilitado el gobierno es el electoral, como consecuencia de la escasez, la inflación y la inseguridad, lo que brinda oportunidades a la oposición, que por su parte tiene miedo a aprovecharlas.
Maryclén Stelling dice que como en aquel bolero del desamor, la oposición canta: “la puerta se cerró detrás de ti y nunca más volviste a aparecer, dejaste abandonada la ilusión, que había en mi corazón por ti”.