Un progresismo sin timoneles navega en la tormenta perfecta
Antonio Elías |
Se intensifica la ofensiva del capital contra el trabajo, aumentando la base de explotación, buscando mercantilizar todas las actividades posibles y reduciendo sustancialmente los ámbitos de acción del Estado como productor de bienes y servicios y generando marcos regulatorios cada vez más favorables a la penetración trasnacional.
La sobrexplotación y la pandemia empeoraron las condiciones de vida en el mundo. Para evitar la propagación del virus disminuyendo el contagio se recurrió al confinamiento de la población, con la consecuencia de fuerte disminución de la actividad económica. Se redujo el comercio internacional, el turismo, las exportaciones de productos básicos y el financiamiento externo; se destruyeron empleos, los niveles de informalidad laboral se multiplicaron, la desigualdad aumentó y la pobreza y la indigencia crecieron.
En el Informe anual de Oxfam[1], se señala que: “Desde 2020, el 1% más rico ha acaparado casi dos terceras partes de la nueva riqueza generada en el mundo. (…) Por cada dólar recaudado en impuestos a nivel global, tan sólo 4 centavos se recaudan sobre la riqueza. (…) En 2022, las empresas energéticas y de alimentación duplicaron con creces sus beneficios (…) mientras más de 800 millones de personas se iban a la cama con hambre cada noche.”
Por su parte, la OIT[2], afirma que: “Las perspectivas mundiales de los mercados de trabajo se deterioraron considerablemente durante el año 2022. Las nuevas tensiones geopolíticas, el conflicto en Ucrania, una recuperación desigual tras la pandemia y la obstrucción de las cadenas de suministro han creado las condiciones propias de un episodio de estanflación, el primer periodo de inflación alta y bajo crecimiento simultáneos desde la década de 1970.”
Al respecto, la UNCTAD[3] plantea que: “Las medidas de política monetaria y fiscal en las economías avanzadas amenazan con poner freno al crecimiento de la economía mundial y prolongar su estancamiento, causando un daño aún peor que la crisis financiera de 2008 y la pandemia en 2020 (…) Las subidas de los tipos de interés y el endurecimiento de la política fiscal en las economías avanzadas, junto con las crisis en cadena derivadas de la pandemia del Covid-19 y la guerra en Ucrania, ya han convertido la desaceleración mundial en un retroceso.”
El conflicto bélico inter capitalista que se desarrolla en Ucrania, entre Rusia y la OTAN, agudiza los problemas de la economía mundial: inflación, estancamiento, aumento de los costos financieros, revalorización del dólar como moneda de refugio, todo lo cual impacta en la reducción de la demanda externa de América Latina y en la caída de las inversiones extranjeras.
Un factor fundamental de la tormenta perfecta es la guerra entre Rusia y la OTAN, que es una confrontación inter capitalista, no es entre países con modelos de sociedades contrapuestos. El enfrentamiento de difícil pronóstico y amenaza a la humanidad al considerarse el uso de armas nucleares.
Las guerras siempre favorecen al gran capital, la fabricación de armas dinamiza la economía de los países donde se las produce, generan empleo y, además de matar, destruyen la infraestructura de los territorios enemigos. Después de la batalla, vendrá la reconstrucción de lo destruido que dinamizará la economía de los países que se encarguen de ella.
Continúan y se profundizan las políticas imperialistas de intervenciones militares, directas o inducidas en el mundo. En nuestro continente se profundizaron, a pesar de la pandemia, las agresiones de todo tipo contra los países que defienden su soberanía, en particular los bloqueos contra Cuba y Venezuela.
La ultraderecha sigue avanzando -a pesar de las derrotas electorales de Donald Trump y sus candidatos en los Estados Unidos- y se extiende, entre otros, en Gran Bretaña, Austria, España, Italia, India y Brasil (Bolsonaro tuvo 58 millones de votos). No es un tema menor, que su base social sea un número muy significativo de trabajadores, lo que muestra las limitaciones que tiene la socialdemocracia y la izquierda anticapitalista en la lucha ideológica.
La acumulación del capital conlleva la acumulación creciente de problemas insolubles dentro del sistema, la desigualdad, el deterioro del medio ambiente, el descuido de los sistemas de salud y educación, la polarización de la sociedad. Estos solamente tienen vías de solución saliendo de la lógica capitalista que transforma todo lo necesario en una mercancía que busca que todo acto produzca beneficio, que evoluciona basado en la maximización de las ganancias y en la competencia.
Uno de los principales cambios que apareja esta ofensiva del capital, profundizada por la pandemia y la guerra, es la búsqueda de nuevas formas de acumulación que implican aumento de la explotación de la clase trabajadora. A esto se suma la innovación tecnológica reconfigurando las condiciones económicas y políticas de dominación.
La confrontación comercial entre Estados Unidos y China avanza hacia una regionalización del mundo y hacia un acortamiento de las cadenas de valor donde se relocalizarán empresas transnacionales. América Latina es un territorio en disputa en dicha confrontación.
Los procesos de digitalización son aprovechados para reducir la cantidad de trabajadores socialmente necesarios y abaratar el costo de la fuerza de trabajo. Las empresas transnacionales aprovechan el trabajo remoto en sus cadenas de valor y los trabajadores pierden los sistemas de seguridad social tradicionales y el contacto con los sindicatos se reduce sustancialmente. Se reconfiguran las condiciones económicas y políticas de dominación.
Se viven tiempos de cambios profundos, en la relación social laboral y sus mecanismos de explotación, como en el ámbito estatal, modificando la funcionalidad del Estado capitalista para favorecer, aún más, el objetivo de la ganancia y la acumulación, militarización y ampliación del delito económico y la violencia; tanto como las relaciones internacionales y el propio orden económico global.
Todo confluye en un cuadro de persistente crisis que trasciende la economía y se proyecta sobre variados ámbitos sociales, constituyendo una integralidad que afecta al conjunto y a la propia naturaleza, amenazada por el cambio climático y el carácter depredador del modelo productivo capitalista. Se trata de un tiempo de reflexión y acción sobre caminos alternativos al orden económico y social.
Un segundo ciclo progresista sin proyecto histórico
La tormenta perfecta llega cuando en múltiples países del continente gobiernan fuerzas progresistas “moderadas” en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Honduras y México. Estos gobiernos no tienen propuestas de cambios profundos -como las que, en su momento, tuvieron Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador y Hugo Chávez en Venezuela- para enfrentar la ofensiva del capital, en particular el avance ideológico y político de la derecha, la ultraderecha y los partidos militares.
No tienen, tampoco, condiciones económicas para repetir lo que hicieron los gobiernos “moderados” del primer ciclo progresista que realizaron políticas de conciliación de clases, tomando simultáneamente medidas favorables a los trabajadores y al gran capital, apostando a la inversión extranjera como motor del crecimiento económico. Obviamente, dichos gobiernos, con todas sus carencias, eran mucho mejores que los gobiernos de derecha al servicio del capital.
Si vemos la situación desde el punto de vista de los intereses de las grandes mayorías explotadas y de las numerosas minorías excluidas y discriminadas, no se ha avanzado con una propuesta alternativa a este sistema, una salida diferente, en el cual el mundo no debe luchar simplemente por tener mejores condiciones de vida dentro del capitalismo, sino a todo lo retrocedido.
Parece ser el peor momento para la izquierda revolucionaria desde la implosión de la URSS. Se podrá sostener lo contrario, fundamentando que la alianza entre China y Rusia ponen freno al imperialismo y que están apoyando a Venezuela y Cuba. Pero no se puede ignorar que los gobiernos rusos, desde la disolución de la URSS, asumieron el capitalismo como sistema, en tanto China participa en el comercio mundial con la misma lógica de los países capitalistas, tratando de desplazar a los Estados Unidos en la búsqueda de reservas de materias primas para sostener y acrecentar su desarrollo productivo. El aumento del comercio y de las inversiones chinas no permitirá que se supere nuestro patrón exportador basado fundamentalmente en unos pocos productos primarios, como ha señalado la teoría de la dependencia.
La acumulación creciente del capital conlleva la acumulación de problemas sin solución dentro del sistema: la desigualdad, el deterioro del medio ambiente, el descuido de los sistemas de salud y educación, la polarización social. Estos problemas tienen vías de solución únicamente saliendo de la lógica capitalista.
El progresismo no tiene alternativas
Ante esta situación tan grave la pregunta es ¿cuáles son las alternativas que plantean los gobiernos progresistas para enfrentar esta situación?
Una alternativa claramente contraria al enfrentamiento a la ofensiva del capital es la “Declaración conjunta sobre la alianza para la prosperidad económica en las Américas”[4], firmada el 27/01/2023, por los gobiernos progresistas de Chile, Colombia y México. Los otros firmanes son Barbados, Canadá, Costa Rica, Ecuador, Estados Unidos, Panamá, Perú, República Dominicana y Uruguay.
Los que afirman que: “compartimos áreas geográficas, idiomas, historia, cultura y lazos familiares, así como nuestros vínculos económicos de larga data. Como democracias, nos une el propósito común de responder a las necesidades de nuestros pueblos a través de la buena gobernanza que conduce a oportunidades económicas robustas y a un crecimiento económico sostenible e integrador. (…) pretendemos generar una mayor integración económica en la región y buscamos aumentar la colaboración en materia de aduanas, facilitación del comercio, logística y buenas prácticas reglamentarias; abordar los obstáculos no arancelarios; y promover inversiones sostenibles de calidad (…) Es nuestra intención que la Alianza sea una iniciativa abierta e integradora que integre en el futuro a otros socios del hemisferio que compartan nuestra visión, objetivos y compromiso respecto a un ambicioso programa de crecimiento económico sostenible y de resiliencia hemisférica.”
Una nueva “Alianza para el Progreso” como la que impulsó John F. Kennedy en 1961, después que Cuba se declarara socialista, ahora para enfrentar a la penetración china. Paso previo a impulsar una nueva Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) que fue rechazada y detenida por los gobiernos progresistas en 2005.
Al respecto de las debilidades del progresismo Rubén Montedónico señala[5] que “Lula y el expresidente José Mujica sugirieron este primero de marzo en Brasil promover un modelo de integración que rescate los derechos laborales ‘secuestrados’ por el ‘gran capital’. Según el exmandatario, la integración no pasa ‘por la izquierda ni por la derecha’, sino que debe ser una ‘unión real’ en defensa del comercio, las empresas y los asalariados de la región.”
Cuestiona, también, lo que dijo Lula en su toma de posesión presidencial: “Podremos reconstruir el diálogo altivo y activo con EE.UU., la Comunidad Europea, China, los países de Oriente y otros actores globales, fortaleciendo los BRICS y la cooperación con los países de África, rompiendo el aislamiento al que fue relegado Brasil”.
Cuestiona lo de Mujica “una quijotada que no pasará de algún aplauso -bienvenido por quien es un aficionado a transitar los proscenios iluminados- y algún encendido discurso” y lo de Lula “amable con el imperialismo injerencista occidental dominante, pero en descenso, y facilidades para el oriental.” Y concluye: “De anticapitalismo y cambio social revolucionario, solo queda para pocos discursos.”
América Latina enfrenta una de las peores crisis. Las perspectivas económicas, políticas y sociales son sumamente inciertas y los gobiernos progresistas no tienen ni proyecto histórico, ni alternativas de cambios profundos dentro del sistema. Para superar esta situación es imprescindible que los trabajadores, considerados en sentido amplio, sean el sujeto principal y fundamental de los procesos de resistencia y cambio.
Notas
[1] OXFAM. (2023). La ley del más rico. Gravar la riqueza extrema para acabar con la desigualdad.
https://oi-files-d8-prod.s3.eu-west-2.amazonaws.com/s3fs-public/2023-01/Survival%20of%20the%20richest-Spanish%20report.pdf
[2] OIT, Perspectivas Sociales y del Empleo en el Mundo. Tendencias 2023,
https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/—dgreports/—inst/documents/publication/wcms_865368.pdf
[3] UNCTAD, 2022, La UNCTAD advierte de una recesión mundial provocada por los ajustes de políticas económicas
https://unctad.org/es/news/la-unctad-advierte-de-una-recesion-mundial-provocada-por-los-ajustes-de-politicas-economicas
[4] https://www.state.gov/translations/spanish/declaracion-conjunta-sobre-la-alianza-para-la-prosperidad-economica-en-las-americas/
[5] “Propuestas para un maquillaje”, Semanario Voces, 9/03/23, p. 21.
* Magíster en Administración Pública (CIDE, México) y en Desarrollo Económico para América Latina (UIA, España). Fue director del Instituto Fernando Otorgués (IFO) e integró la dirección del Centro de Estudios Estratégicos 1815. Fue Profesor de Economía y Finanzas Públicas y de Economía Institucional y de las Organizaciones en la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración (Universidad de la República).Integra Red de Economistas de Izquierda de Uruguay. Colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)