Trump y Venezuela. Todas las miradas sobre Washington
Marcos Salgado |
Fracasados los planes opositores el 10 de enero, todas las miradas para entender qué sigue en Venezuela y su laberinto opositor están puestas en Washington. Y esto no es casual, por el contrario, demuestra la centralidad de los Estados Unidos como director de las políticas contra el presidente venezolano Nicolás Maduro. También resume el centro de la disputa: el control de la principal reserva de crudo del planeta.
Venezuela está cerca de producir un millón de barriles de petróleo diarios. Si bien está lejos de la cifra de algo más de tres millones de hace unos 12 años atrás, la cifra actual habla de una recuperación importante, que explica en buena medida la reactivación económica, la caída de los índices inflacionarios y la relativa estabilidad cambiaria, y por ende también de precios.
Una parte importante de esa producción petrolera se va a Estados Unidos. Unos 280 mil barriles diarios obtiene Chevron de sus operaciones en el Lago de Maracaibo y en la Faja Petrolífera del Orinoco. Venezuela en los últimos meses superó a Brasil y Ecuador como proveedor de petróleo a Estados Unidos. Aporta alrededor de un 5 por ciento de las importaciones de crudo de EEUU.
Esto fue posible por las excepciones al bloqueo comercial y financiero contra Venezuela, dispuestas por el gobierno de Joe Biden. Esos permisos especiales se mantienen y el gran interrogante inicial es qué hará con esta relación de ganar-ganar el gobierno de Donald Trump. También se recorta como importante la política anti-migrante del de nuevo presidente, que puede tener en Nicolás Maduro una suerte de aliado inesperado.
Es que Venezuela, a diferencia de otros países de la región, tiene una política activa para el regreso de los migrantes, el Plan Vuelta a la Patria, que ahora quedó en manos de la diligente vicepresidenta, Delcy Rodríguez. Maduro hizo mención a este plan en su primer mensaje anual de su tercer período presidencial. Recordó que a través de Vuelta a la Patria retornaron un millón 200 mil venezolanas y venezolanos.
El plan incluye la incorporación de los repatriados a los planes sociales y bonos especiales, la garantía de matrícula escolar para los menores de edad y otros beneficios. El pase a la órbita de la vicepresidencia de este plan no parece casual. En todo caso, parece un guiño velado a Donald Trump: usted no quiere a nuestros connacionales, y nosotros sí los queremos de vuelta.
Así las cosas, en dos temas centrales, petróleo y migrantes, los gobiernos de Venezuela y Estados Unidos tienen más para coincidir que para pelear. ¿Primará algún tipo de pragmatismo trumpista sobre las voces de los halcones (antes Bolton, ahora Marco Rubio)? Puede ser. A juzgar por lo visto hasta ahora, Trump está más que cauto respecto a Venezuela.
Analistas coinciden en que círculos políticos estadounidenses alertan que Trump busca evitar vínculo con figuras devaluadas, como Edmundo González, sucesor burlesco de Juan Guaidó, a quien apoyó durante su primer mandato. Trump admitió en su momento que respaldar a un “gobierno en el exilio” fue un error que no está dispuesto a repetir y, quizás por eso, no recibió a González como sí lo hizo Biden justo antes del 10E.
Mi vida por un ticket
A Edmundo no solo no lo recibió Trump antes del 10 de enero, el día de la toma de posesión presidencial de Nicolás Maduro en Venezuela, que con pelos y señales González y su ¿líder? María Corina Machado prometían impedir. Tampoco se le conocieron reuniones con personajes influyentes en la próxima administración Trump. El siempre locuaz y antibolivariano Marco Rubio, futuro secretario de Estado, brilló por su ausencia.
Aún así, después de anodinas reuniones con personajes muy poco gravitantes en la región, como el presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo, y el de Costa Rica, Rodrigo Chaves, el equipo de prensa de González festejó en redes la supuesta invitación del “Gobierno de los Estados Unidos” para la juramentación de Trump, el 20 de enero en Washington.
El comunicado fue replicado rápidamente por voceros emocionados, quienes no notaron que, antes que inmediatamente, la noticia fue cambiada. Ya no figuraba el “gobierno” de EE.UU. ¿El entrante, el saliente? como cursante de la pomposa invitación. Ahora en cambio, se decía simplemente que Edmundo estaría presente en la ceremonia.
Con el correr de las horas se supo que la invitación al ex candidato de la ultraderecha venezolana era del senador republicano Rick Scott, un parlamentario de influencia en plena mengua. Para peor, la amenaza de condiciones climáticas severas en Washington el 20E hizo que la ceremonia se programara en el interior del Capitolio y no en la amplia explanada habitual.
Los voceros emocionados confirmaron en redes sociales que, aún así, el senador Scott mantendría su único ticket de invitado para Edmundo. Incluso partidarios feroces del antimadurismo extremo matizaron en redes la módica invitación. Pasar de un 10E pletórico de promesas definitivas a tratar de confirmar si de alguna manera Edmundo estará o no los interiores del Capitolio deja un acabado gusto a poco.
No parece tenerla fácil el ex candidato Edmundo en Washington. El silencio atronador de los dizque halcones de la nueva administración respecto a Venezuela es una señal de alarma en los cuarteles de la variopinta oposición a Nicolás Maduro, tal vez por eso allí prima el silencio. Una cosa está clara: nada emergerá ni nada terminará de morir en la oposición venezolana hasta que Trump decida. Déjà vu.