Trump en la cuenta regresiva…y Macri haciendo cola
Juan Guahán-Question latinoamérica|
Donald Trump y Mauricio Macri, con todas las diferencias que lo separan, tienen varias similitudes, entre ellas el origen de su poder, contrario a las tradiciones de sus respectivos países. Pero también tienen un oscuro futuro común, uno en el corto plazo, otro bastante más lejos. Macri acaba de regresar de un viaje relámpago a los Estados Unidos. No vio a Donald Trump. No obstante lo cual no caben dudas que existen varios puntos en común entre los mismos.
Aquí destacaremos dos de esos aspectos compartidos. Uno está referido al hecho que el origen del poder que ambos detentan tiene características no tradicionales. El segundo elemento en común, desde el aspecto político, son aquellas cuestiones que hermanan su oscuro y vislumbrado destino, aunque ello seguramente ocurrirá en plazos bastante diferentes. En las próximas líneas le quitaremos misterio a estas afirmaciones y se verá la razonabilidad que las sustenta.
Trump inició su cuenta regresiva
Antes de explicar esta afirmación cabe recordar que Trump llegó al gobierno desde fuera del sistema político. No solo no es un reconocido dirigente del histórico Partido Republicano, con el que ganó las elecciones, sino que –durante bastante tiempo- no ocultó sus simpatías por el Partido Demócrata.
Lo anterior es bastante fácil de explicar si tenemos en cuenta que Trump no es un político, sino un gran empresario para quien lo más importante son sus negocios. Su mayor interés estaba y está puesto en esa dirección.
Su presunto proteccionismo lo que encubre es la necesidad que la economía norteamericana recupere vitalidad, para beneficio del sector que representa. En ese sentido las cosas no le van tan mal. La tasa de desocupación, al mes de octubre, es del 4,1% la más baja de los últimos 17 años. Mientras tanto los salarios están estancados, con una leve tendencia a la baja. Los empresarios festejan.
Pero, al revés de lo que estos datos pueden insinuar, la situación del gobierno es cada vez más endeble. Falta un año para las próximas elecciones parlamentarias y es muy probable que para ese momento Trump ya no sea el Presidente de los Estados Unidos. Los republicanos, el partido de gobierno, están que trinan. Sienten que con Trump no gobiernan, ni tendrán posibilidades futuras de hacerlo, ante el desprestigio y rechazo que Trump genera en grandes franjas de la población, al ser rechazado por la oposición demócrata y con escaso apoyo entre las estructuras republicanas.
Una prueba de lo anterior se dio esta semana en las elecciones para elegir gobernador en los Estados de Virginia y Nueva Jersey, junto a las autoridades municipales de Nueva York. Los resultados fueron contundentes. Los demócratas barrieron en Nueva York, por más de 30 puntos de diferencia, mantuvieron el gobierno en Virginia y le birlaron la gobernación a los republicanos en Nueva Jersey.
Los republicanos están preocupados. De mantenerse esta situación, un tsunami electoral podría quitarles el poder legislativo -que hoy tienen- en las elecciones de noviembre 2018. Esta rodada barranca debajo de Trump parece que está terminando por definir su futuro. En más de un círculo de la política norteamericana se opina que Trump no llegará, manteniendo su actual cargo de Presidente, a las elecciones de noviembre de 2018. Norteamérica tiene vasta experiencia en deshacerse de gobernantes que no son del agrado de círculos de poder. Los casos, relativamente recientes, de John Kennedy y Richard Nixon son más que elocuentes.
Macri se pone en la cola
Macri, no obstante su reciente triunfo electoral y las perspectivas ciertas de reeditarlo en el 2019, está percibiendo que la situación va derivando en un camino en cuyo final hay feos nubarrones. Al igual que Trump, Macri no proviene de un tradicional aparato político. De hecho es el primer Presidente, desde 1983, que no forma parte del staff de dirigentes peronistas o radicales. También tiene similitudes en el sentido de ser un empresario, que gobierna con -y para- empresarios amigos.
A pesar de la glamorosa victoria electoral del 22 de octubre comparte temores futuros con Trump. En este caso el motivo de la preocupación es otro. Se trata de la situación económica y particularmente del sobre endeudamiento que está contrayendo. El mismo está destinado a cubrir el rojo de Caja, el crecimiento de los intereses de la deuda y la fuga de capitales. Macri sabe que el mantenimiento de esta tendencia conlleva graves riesgos futuros. No puede sacarse de la cabeza lo ocurrido con Domingo Cavallo, cuando le dijeron ¡basta! a los créditos que pedía, se acabó el gobierno de la Alianza y estalló la rebeldía en calles y plazas del país. No es para nada casual el reciente viaje a los Estados Unidos, inmediatamente después de su victoria electoral. Quiso aprovechar ese espaldarazo para asegurarse recursos por un tiempo más.
Hay economistas opositores, pero también otros que simpatizan con el gobierno, que ven con preocupación el futuro. Todos consideran que el tema financiero hoy encabeza los problemas estructurales del país y ello tiene que ver con la cuestión que el capital financiero internacional hoy conduce al Estado argentino. El endeudamiento argentino del año 2016, de 43 mil millones de dólares, es el más alto desde 1976. Buena parte de esos recursos fueron a parar al pago de deudas con los buitres (16 mil millones) e intereses de la deuda (en 2016 significaron el 9% del gasto público, contra el 4% en el 2015). No faltan economistas, algunos oficialistas, que consideran que el mantenimiento del pago de los actuales niveles de intereses de la deuda es insostenible.
El sacrificio que tuvieron que asumir los argentinos con el incremento de las tarifas, destinado a reducir el subsidio estatal, no fue suficiente para compensar los mayores intereses de la deuda. En el mismo sentido la gigantesca fuga de capitales sigue funcionando a pleno. Durante los años del kirchnerismo el promedio de fuga fue de 11.600 millones de dólares anuales, en el 2016 fue de 11.700 millones de dólares.
El modelo económico del macrismo da por supuesto que todos estos problemas se solucionan con más endeudamiento externo. Para garantizarlo es que viajó el Presidente a los Estados Unidos. Es probable que, bajo las actuales condiciones económicas nacionales y la actual liquidez internacional, estos financiamientos todavía sigan llegando, hasta las elecciones del 2019. Lo que vendrá después es otro cantar. De todos modos, el nivel de endeudamiento existente y la dependencia del financiamiento externo hacen que nuestra economía esté muy expuesta ante cualquier crisis internacional.
La reciente situación planteada con la confirmación del freno a nuestras exportaciones de biodiesel a los Estados Unidos, por unos 1.200 millones de dólares, fortalece aún más nuestras dificultades externas y deja en claro que la adhesión y “amistad ideológica” de Macri con los Estados Unidos no es retribuida de la misma manera por el gobierno de Trump. El posible reclamo argentino a la Organización Mundial de Comercio (OMC) no tendrá efectos inmediatos.
La tierra…¡siempre el problema de la tierra!
Vamos a tomar tres cuestiones relacionadas con la tierra que tienen vínculos entre sí. Por un lado la prórroga de la Ley 26.160, que suspende los desalojos de los pueblos originarios. Por otro, algunos detalles sobre la concentración de la tierra y por último datos sobre la extranjerización de la misma.
La Cámara de Diputados aprobó esta semana la propuesta que venía del Senado con la resolución favorable a la prórroga, de la Ley 26.160, que vencía el 23 de noviembre. Dicha norma suspende por otros 4 años los desalojos de pueblos originarios. Por ella se prohíben tales desalojos hasta que se termine un relevamiento territorial. Dicha norma se viene prorrogando en forma sucesiva dado que el Estado no cumple con su responsabilidad de terminar esos procedimientos de índole catastral.
Durante los 11 años de vigencia de esta norma solo se relevaron 459 comunidades. Esa cifra es apenas el 30% del total de 1532 comunidades identificadas en el Programa Nacional de Relevamiento Territorial Indígena. Allí tenemos una prueba de cómo el Estado nacional viene siendo, desde su origen, un promotor de la discriminación que padecen los pueblos originarios. Tal situación se ha puesto trágicamente de manifiesto en todo lo que rodea a la desaparición y muerte de Santiago Maldonado.
En materia de concentración de la tierra, ella se ha profundizado en los últimos años. Entre sus causas están las grandes ganancias de la economía virtual. Sus ganadores prefieren transformar los valores inmateriales que ganan a través de sus pantallas informáticas, comprando y vendiendo cereales y oleaginosas que no tienen, en algo tan concreto como sigue siendo la tierra. En ese sentido América Latina es la región más desigual del planeta. Un trabajo publicado este año ha constatado que más del 50% de las tierras de la región están en manos del 1% de propietarios. En nuestro país ese 1% de terratenientes es dueño del 35,93% del total de tierras. Con un promedio de más de 22 mil hectáreas por dueño.
El fenómeno sojero tampoco se puede separar de esta tendencia. Entre 1990 y 2014, nuestro país ha triplicado el área de cultivo de ese producto, multiplicando por 5 su producción. Al calor de este fenómeno de fiebre sojera ha crecido el interés de muchos inversores para meterse en este negocio. En nuestro país, eso empuja hacia una gigantesca concentración de tierras que apunta a una modalidad de monocultivo desconocida en tiempos anteriores.
Por último, todo lo dicho se completa con el persistente y creciente proceso de extranjerización de la tierra. Este que viene de larga data ahora se ha legalizado con la aprobación macrista de una nueva reglamentación de la Ley 26.737. Por esta reciente reglamentación se eliminan las restricciones a la compra de tierras por parte de extranjeros. El argumento es el de siempre, con ello se espera promover las inversiones extranjeras.
Los resultados del Primer Censo de Tierras Rurales en la Argentina, realizado en el año 2014, dan resultados –para el 2013- que son bastante rotundos. Según las constancias de dicho Censo Oficial el promedio nacional de tierras rurales en manos de extranjeros, nos da un 5,93% del total de tierras. Cuando se lo analiza por región nos encontramos que la zona del NEA es donde el proceso de extranjerización es el más alto, le sigue región del NOA y luego el resto. En materia provincial los datos indican que las provincias con mayor porcentaje de extranjerización de sus tierras son: Misiones (13,87%); Corrientes (13,65%); Catamarca (12,08%); Salta (10,94%); La Rioja (10,92%) y Santa Cruz (10,28%). Más del 80% del total de tierras en manos extranjeras reconocen tener solo 260 titulares.