Trump, el petrolero incautado y el contexto de sus agresiones a Venezuela
Álvaro Verzi Rangel
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, afirmó que la Guardia Costera de su país incautó frente a las costas de Venezuela “el petrolero más grande jamás confiscado”, aunque, como es habitual en su gobierno, no lo identificó ni especificó el lugar de la intercepción. “Acabamos de incautar un petrolero en la costa de Venezuela, un gran buque, muy grande, el más grande jamás incautado, de hecho”, declaró ante empresarios y funcionarios.
“Fue incautado por una muy buena razón”, afirmó, sin precisar su argumento.

Expresó que “otras cosas están sucediendo”, pero tampoco ofreció detalles. Cuando la prensa le preguntó qué sucedería con el petróleo a bordo del buque, afirmó: “asumo que nos quedaremos con él”. Después del anuncio de la incautación, los futuros del petróleo West Texas Intermediate, de referencia en el continente americano, se ubicaron al cierre de la edición en 58.46 dólares por barril, una alza de 21 centavos. El petrolero Skipper partió de Venezuela alrededor del 2 de diciembre con unos dos millones de barriles de crudo pesado.
Las autoridades estadounidenses no precisaron cuántos tripulantes había en el buque, ni su nacionalidad o si quedaron en calidad de detenidos. Paradójicamente, antes de conocerse la incautación del petrolero, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Volker Turk, pidió una desescalada entre Estados Unidos y Venezuela.
Washington ha acumulado su mayor presencia militar en la región en décadas y lanzó una serie de ataques mortales contra embarcaciones bajo el argumento, sin pruebas, de que transportan drogas en el mar Caribe y el Pacífico oriental. La campaña, en la que han sido asesinadas al menos 87 personas desde septiembre pasado, enfrenta un creciente escrutinio por parte del Congreso estadunidense.
El uso de fuerzas estadounidenses para incautar un buque mercante es inusual y marca el más reciente esfuerzo de la administración Trump para aumentar la presión sobre el presidente venezolano Nicolás Maduro, quien, sin prueba alguna, ha sido acusado de narcoterrorismo, mientras Trump injdultaba al expresidente hondureño J.O. Hernández, sentenciado a 45 años de prisión en EEUU por contrabandear “apenas” 400 toneladas de drogas.

La medida se produjo en medio de una masiva acumulación militar estadunidense en la región, que incluye un portaviones, aeronaves de combate, buques de desembarco y decenas de miles de tropas. Asimismo, el magnate amenazó al presidente de Colombia, Gustavo Petro, con que “podría ser el siguiente”, en referencia a que Washington iría por él tras deponer, por medio de la fuerza militar, al gobierno de Venezuela.
La incautación del barco se realizó en un operativo liderado por la Guardia Costera de Estados Unidos con apoyo de la Marina, según un funcionario estadunidense que no estaba autorizado a comentar públicamente y habló bajo condición de anonimato. El funcionario añadió que el decomiso se llevó a cabo bajo la autoridad de las leyes federales estadounidenses, aunque se produjo en aguas internacionales.
Miembros de la Guardia Costera fueron llevados desde el portaviones Gerald Ford hasta el barco en helicóptero, detalló el funcionario. La embarcación navega en el Caribe después de llegar a la región el mes pasado en una gran demostración de fuerza, uniéndose a una flota de otros buques de guerra.
El ataque contra la principal fuente de ingresos del Estado venezolano hace pensar que el despliegue bélico estadunidense en torno a la nación caribeña no tiene y nunca tuvo la intención de combatir el narcotráfico, sino el de consumar el anhelo compartido por los pasados cinco inquilinos de la Casa Blanca: expulsar al chavismo del poder e instalar en Caracas un régimen títere que entregue a las corporaciones estadounidenses el control sobre las mayores reservas petroleras del planeta.

Esa ansia de hidrocarburos, que debería haberse mitigado conforme el mundo transita hacia fuentes de energía renovables y bajas en emisiones de gases de efecto invernadero, ha vuelto al primer plano con el trumpismo y su determinación de extraer y quemar tanto petróleo como le sea posible. En julio eliminó una norma que limitaba emisiones contaminantes de autos y plantas energéticas y una semana atrás relajó los topes de consumo de mil millones de litros hasta 2050, así como un alza de 5 por ciento en la producción de dióxido de carbono.
Incluso los analistas estadounidenses se preguntan si los embates contra Caracas y Bogotá forman parte de un plan de Washington para apoderarse de las rutas de trasiego de cocaína existentes y abrir nuevas, por ejemplo, a través de Venezuela, por donde en la actualidad no pasa ni la vigésima parte de la que se produce en Colombia.
El periódico mexicano La Jornada recuerda que la Casa Blanca y sus agencias de inteligencia han trabajado una y otra vez con gobiernos que usan un discurso de mano dura contra el crimen a fin de ocultar su carácter delictivo, como ocurrió con el calderonato en México y el narcoparamilitarismo de Álvaro Uribe en Colombia.
Las perspectivas de que Álvaro Uribe vuelva a gobernar Colombia por medio de testaferros tras las elecciones del año entrante s incentivan a Washington a cerrar la pinza en torno a Venezuela, la última ficha que les faltaría para tener un dominio total sobre el lucrativo negocio de los estupefacientes en Centro y Sudamérica, añade.
La secretaria de Justicia de Estados Unidos, Pam Bondi, escribió que “durante varios años, el buque petrolero ha sido objeto de sanciones de Estados Unidos debido a su participación en una red ilícita de envío de crudo que apoya a organizaciones terroristas extranjeras”. Otra siniestra trama de la propaganda trumpista para tapar sus crímenes.
Agresión contra Latinoamérica
Los niveles de agresión contra la soberanía de América Latina y el Caribe reflejan la confianza del trumpismo en su posibilidad de perpetrar cualquier atrocidad con total impunidad, impresión confirmada por la ausencia de consecuencias en el genocidio que lleva dos años ejecutando de la mano de Israel sobre el pueblo palestino.
La presencia de gobiernos de derecha y de ultraderecha alineados con Washington en Argentina, Bolivia, Costa Rica, Ecuador, Panamá, Perú, República Dominicana, El Salvador, Trinidad y Tobago, aunada a la probable llegada al poder de un grupo político abiertamente pinochetista en Chile y la amenaza del uribismo en Colombia, es otro factor que envalentona al trumpismo al mostrarle que la región se encuentra dividida y sin posibilidad alguna de resistir el injerencismo, venga en forma de sanciones ilegales, de actos de piratería como el cometido contra el petrolero o de bombardeos y masacres, añade La Jornada.
La ofensiva militar desplegada por Estados Unidos en el Caribe contradice el discurso del movimiento MAGA, que proclama su rechazo a las “guerras interminables” y al intervencionismo clásico. Pero ese discurso no ha bastado para contener el resurgimiento del viejo reflejo imperial que marca a la política exterior estadounidense más allá de sus variaciones partidistas. señala el analista político Leopoldo Puchi.
de su primera estrategia hacia Venezuela y cálculo energético. “Durante la campaña en Carolina del Sur, el entonces candidato lo expresó abiertamente: “Venezuela podría haber caído en nuestras manos con todo su petróleo durante mi primer mandato”. Esa frase, lo resume todo. Para Trump, el petróleo venezolano es una fuente de poder económico y también una forma de compensación simbólica”, señala.Este miércoles, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, pidió a los campesinos y pescadores del país estar preparados para “partirle los dientes” a Estados Unidos, que mantiene un despliegue militar en el Caribe bajo el argumento de combatir el narcotráfico y que Caracas califica de “amenaza”. Durante la marcha por los 166 años de la Batalla de Santa Inés, el mandatario expresó “las mismas manos productivas que tenemos son las manos que agarran los fusiles, los tanques, los misiles para defender esta tierra sagrada, de cualquier imperio invasor, de cualquier imperio agresor”.
*Sociólogo y analista internacional, Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y analista seniordel Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
