Triunfo del FA: lo que pasó y lo que viene en Uruguay
Algunas sorpresas y varias presunciones confirmadas han dejado las elecciones del domingo en Uruguay. En principio, la ratificación, tal como todo indicaba, de que será necesario un segundo turno para que los dos candidatos más votados en la primera vuelta, Tabaré Vázquez por el oficialista Frente Amplio (FA) y Luis Lacalle Pou por el Partido Nacional (PN), diriman mano a mano quién ocupará la presidencia oriental por el próximo quinquenio.
Contrariando pronósticos –incluso del propio FA– que vaticinaban una sangría de votos con respecto a la elección pasada, Tabaré Vázquez logró superar la barrera del 47 por ciento –muy cerca del porcentaje obtenido por Mujica cinco años atrás–, aventajando por casi 17 puntos a su contrincante más próximo, una brecha que, aunque no definitiva, parece difícil de revertir.
La buena performance del candidato oficialista, asimismo, logró reunir más votos que la segunda y tercera fuerza juntas, evidenciando la condición del Frente de partido mayoritario.
Por su parte, el discurso modernista y renovador de Lacalle Pou, si bien sumó adhesiones de un 30,9 por ciento de los votantes, fue apenas superior al porcentaje logrado por sus correligionarios en las elecciones de 2009. La estrategia discursiva renovadora del candidato blanco, en ese sentido, no ha surtido los efectos esperados que buscaba mejorar el desempeño de su partido a partir de la interpelación de nuevos sectores.
Por otro lado, el claro perdedor de las elecciones del domingo sin dudas fue Pedro Bordaberry –y su Partido Colorado (PC) en general–, el cual quedó tercero en todos los distritos departamentales, salvo en Salto, donde salió segundo. Su modesto 13 por ciento se ubica como la segunda peor marca presidencial de esa tradicional fuerza política, sólo superada por el 10 por ciento obtenido en 2004. Desde un plano más general, las recientes elecciones confirman el persistente declive del PC, quien viene perdiendo posición desde hace poco más de una década, situación que desde hoy se cristalizará en una menor presencia parlamentaria al perder un senador y cuatro diputados. Como si fuera poco, el rechazo mayoritario al plebiscito que buscaba bajar la edad de imputabilidad no puede sino ser leído como un fracaso puntual de Bordaberry, puesto que fue una iniciativa votada a instancia suya y un pilar central de su campaña.
El recuento definitivo de los sufragios mostró una expansión territorial del voto frenteamplista, en tanto logró imponerse en catorce de los diecinueve departamentos, tres más respecto a las elecciones de 2009. Entre los triunfos departamentales del FA, se destacan el de Cerro Largo, hasta entonces histórico bastión blanco, y el logrado con contundencia en la capital, Montevideo, con un soberbio 53,5%. Por el contrario, el PN retrajo su presencia geográfica a nivel nacional, al pasar de ocho a cinco departamentos bajo su dominio.
Reacomodando las fichas
Con respecto a los reposicionamientos de cara al ballottage, se espera que la casi totalidad del voto colorado –a excepción de un reducido núcleo duro– migre hacia la candidatura de Lacalle Pou. En ese sentido fue contundente el respaldo de Bordaberry al candidato blanco apenas un par de horas después de cerrados los comicios, donde aclaró que trabajará para él “cada hora de los próximos 34 días” para que logre vencer a Tabaré Vázquez. De esa manera, ha dejado en evidencia una vez más los fuertes lazos que unen a ambos partidos, expresiones distintas de un mismo campo ideológico.
Por el lado del FA, lo que se avizora es que el número obtenido en el primer turno sea apuntalado por un sector de frenteamplistas –orgánicos o no– que no votaron por Tabaré en una primera instancia, pero que, con el escenario tensionado por la disputa con la centroderecha, sí lo harán. A ello se agregará, aunque parece difícil un acuerdo partidario, una porción importante de aquellos que inclinaron su voto hacia el Partido Independiente (PI) –una fuerza moderada, pero en crecimiento, que logró colocar un senador– y otras fracciones menores de la izquierda. Todo lo cual abre buenas perspectivas para que el Frente Amplio, de la mano del ex presidente, acceda sin mayores sobresaltos a su tercer mandato consecutivo.
El FA continúa su dominio parlamentario
El otro gran dato significativo del domingo, que había generado numerosas especulaciones durante la previa, es que el oficialismo logró retener, tal como sucedió en las dos gestiones anteriores, la mayoría parlamentaria en ambas Cámaras, lo cual constituye un hecho importante en virtud de fortalecer el muy factible próximo período presidencial. Por lo demás, hacía sesenta años que un partido no lograba la hazaña de mantener por tres períodos consecutivos el control legislativo, situación que denota más aun las transformaciones que el Frente Amplio le está imprimiendo a la escena política uruguaya. En contraste con los dos períodos anteriores, la bancada oficialista presentará una inclinación más volcada hacia la izquierda, comandada por el ahora presidente José Mujica, próximo senador.
En referencia a la conformación del futuro Parlamento, es de destacar también la llegada al mismo de Asamblea Popular (AP), una fuerza que su ubica a la izquierda del FA y que, aunque cuente con un solo escaño, tendrá la posibilidad de utilizar el recinto legislativo como caja de resonancia de su agenda política.
Así las cosas, el escenario político uruguayo deberá esperar al segundo turno para terminar de configurarse. Hasta entonces, se esperan semanas movidas, donde los candidatos buscarán diferenciarse tanto como atraer a nuevos votantes. La tensión central, una vez superada la primera vuelta, aparece con mayor claridad: la continuidad del rumbo posneoliberal abierto por el FA en 2004, con sus largas señales de recomposición social a cuestas, o el retorno de un partido conservador ligado a los históricos sectores de poder nacionales y extranjeros.
Por lo pronto, hasta la resolución de dicha disputa, queda la certeza de que el Frente Amplio sigue siendo la principal fuerza política uruguaya, la que despierta mayores adhesiones en las urnas, la que moviliza a la mayor cantidad de gente en las calles y la que cuenta con los líderes políticos más populares. Nada de azar, entonces, en el triunfo de Tabaré.