Tierra de (des) gracia: la derecha en el gobierno
William Castillo
Somos lo que decimos.
Recientemente, el señor Edmundo González Urrutia, candidato-afiche del sector más extremista de la oposición, dijo en una entrevista que su programa de gobierno era literalmente “el mismo de María Corina Machado”.
Dada esta insólita revelación, le tomé la palabra a EGU y fui a buscar el plan Machado. Lo hallé en línea y descargable como “Programa de gobierno de la candidata presidencial” (¿?).
Y esto fue lo que encontré.
Desde la óptica del lenguaje, el texto es una suerte de reiteración de la visión neoliberal de las derechas en el mundo. El documento titulado “Tierra de Gracia” –que Judith Valencia rebautiza como “tierra de desgracia”, porque sería una verdadera tragedia si se aplicase lo que allí dice– abre con una trillada mezcla de nociones que se ubican entre “El gran viraje” de Carlos Andrés Pérez, una clase en el IESA y una cierta atenuada retórica a lo Javier Milei. Una perorata sobre las bondades aparentes de la libertad individual, la economía de mercado y la meritocracia, como pilares de una transición que –prometen– será el paraíso 3.0 en la tierra.
El lector queda abrumado al comienzo con un montón de datos falsos sobre la economía venezolana. Eso es comprensible, si tomamos en cuenta que sus principales ideólogos son Gustavo García y Carlos Blanco, dos náufragos de la estirpe CAP que aspiran -de la mano de Machado- a una segunda oportunidad sobre la tierra.
El tufo a “oenegé”, a USAID, a tanque de pensamiento gringo, transpira por todos los poros del texto. La Venezuela de 2024 es descrita como un infierno. La famosa crisis humanitaria compleja: la gente no come, no vive, no respira, no baila pegao, ni siquiera puede hablar, y por ello es necesario acabar con ese modelo. La idea de “cambio de régimen” es la columna vertebral que sostiene –entre mimos discursivos– la oferta electoral de la MUD.
Pero… qué se propone hacer la derecha si llega al Gobierno. Veamos algunas perlas.
Reestructurar el Estado y reorganizar el gobierno eliminando ministerios (una motosierra importada de Argentina) y crear una “cultura meritocrática” en la administración pública. Por cierto, la administración pública dejaría de ser tal y se convertiría, en un gobierno de EGU-Machado, en “servicio civil”. El documento admite –sin decirlo– que los despedidos de la administración pública pasarán a programas de capacitación para que se integren a la avalancha de nuevas empresas que se crearán.
En lo político, promete la MUD que la Asamblea Nacional “será legitimada por vía electoral”. Se la raspan de un plumazo, sin decir cómo. Lo que esto supone es que Machado-EGU no les reconocen legitimidad alguna a la AN elegida en 2020, ante la cual tendrá que juramentarse quien resulte electo el 28 de julio. Puede ser un “lapsus brutus”, quizá porque ellos siguen creyendo que existe algo llamado AN 2015.
Anuncian que privatizarán Pdvsa (en todos sus procesos) y las empresas del Estado. Este es el corazón discursivo del plan. La palabra “privatización” es la que más se menciona en el documento: 11 veces. Se enaltece la gestión privada en oposición a la “burocracia”, que se supone fea, corrupta y llena de chavistas mendicantes. Es el retorno de la más ramplona propaganda del Consenso de Washington. Se propone una sociedad idílica, próspera y privatizada, que producirá una inmensa riqueza, cuidándose de mencionar cómo será repartida.
En la misma onda, se propone privatizar el sistema de pensiones. El documento de la MUD plantea un nuevo “paquete chileno” en materia de seguridad social: capitalización individual y financierización del sistema de pensiones entregándoselo a los bancos. Lo que Caldera quería hacer y Chávez detuvo, es lo que ahora anuncian Machado y EGU.
Sin explicar cómo lo lograrán, el plan EGU anuncia una lluvia de inversiones privadas, y asegura que reestructurarán la deuda pública sin explicar cómo eliminarán el bloqueo y las sanciones a la deuda, al petróleo y al comercio exterior. Anuncian cambio de deuda por activos, vieja idea de los 90. No es sólo que paguemos con petróleo, oro o activos públicos, sino con patrimonio: ¿el Orinoco, la selva amazónica… el Esequibo?
Pero es mucho más –y revela más profundamente las intenciones de sus redactores– lo que no dice que lo que dice el plan de la derecha. En la futura “Tierra de Gracia”, el pueblo sencillamente no existe. La palabra “pueblo” se menciona una sola vez en el documento, y apenas como complemento de una oración vacía. Y si no existe el pueblo, no existe la realidad donde el pueblo se realiza.
Las expresiones “justicia social”, “misiones” “derechos sociales” o “comunas” se nombran cero veces. Milicia aparece una vez, y es para prometer que será eliminada. El pueblo, las mayorías tumultuosas, ese actor incómodo de la historia que le produce repulsión a los apellidos, no asoma por ninguna parte en el programa de la derecha.
Cuesta creer que un grupo de venezolanos que aspira a ser gobierno, sea capaz de escribir un documento tan disparatado, tan burbuja, aislado por completo de la realidad nacional. Sin reconocer ni una sola de las profundas transformaciones sociopolíticas, culturales y económicas que se han producido al interior de la sociedad venezolana en los últimos 25 años. Es un programa para votantes extremistas de derecha, ni siquiera para la oposición moderada.
Texto plagado de mentiras, datos falsos y promesas incumplibles, pero, sobre todo, ajeno por completo a las esperanzas y aspiraciones populares, y plegado por completo a las ambiciones foráneas.
¿Qué harían con las misiones si gobernaran?, ¿qué harían con las comunas?
En la “Tierra de Gracia”, la derecha se revela de cuerpo entero. Mentiras y engaños. Platón diría que sus mentiras son verdaderas porque la ignorancia (y la desconexión respecto a Venezuela) vive genuinamente en su alma. Es ese engaño del alma, esa manera de estar de espaldas a la historia y a su país, lo que lleva a la oposición a creer que engaña a los votantes.
¿Los engañará el 28J? No lo creo.