Tehotonio Dos Santos, científico social brasileño: “Dilma negoció demasiado porque se vio muy amenazada por el impeachment”

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Paola Bianco – Nodal Economía

Brasil atraviesa una situación económica y política compleja tanto por las medidas de ajuste que viene tomando el gobierno en el último tiempo -que han horadado la legitimidad del mismo- como por los numerosos intentos de juicio político que impulsa la oposición contra la presidenta Dilma Rousseff. En ocasión del I Congreso del Pensamiento Económico Latinoamericano, que se realizó en Argentina hace unos días, Nodal Economía entrevistó al prestigioso intelectual Tehotonio Dos Santos, uno de los referentes de la Teoría de la Dependencia, con el propósito de comprender la complejidad de este proceso, dilucidar las tensiones que existen al interior de la escena política brasileña y evidenciar los intereses geopolíticos y económicos que subyacen a esta etapa que –al menos tentativamente- parecieran ser el anverso de un proyecto que busca poner límites a las transformaciones de los últimos años.

– Si analizamos la actual coyuntura de Brasil, la lectura que se está haciendo es que en el segundo mandato de Dilma Rousseff -y cuarto del PT- la presidenta ha pegado un giro hacia la ortodoxia. Primero con la designación de Joaquim Levy en el Ministerio de Hacienda y luego con la implementación de una serie de políticas de ajuste. ¿Cómo explica esto? ¿Se produjo efectivamente un cambio en la política económica del PT?

– En realidad, el retroceso de la política económica se inicia a fines de 2012 y comienzos de 2013. Se trataba de un momento próximo a una elección presidencial y aparecieron entonces muchas noticias acerca de que EEUU iba a elevar la tasa de interés. La gente comenzó a meter esto en sus cálculos y a tener miedo del impacto que iba a tener. Se suponía que con esta medida caería el capital que venía a invertir en el país. Las autoridades del Banco Central empezaron a decir que había un peligro inflacionario muy grande, aunque esto no era así, había un control de la inflación. Entonces se tomó la tesis de que era necesario elevar la tasa de interés. A partir de ese momento empieza una recesión económica -porque nosotros estábamos creciendo al 7%- y ahí empieza a caer el crecimiento, es decir, sobre el final del mandato anterior de Dilma.

– O sea, ¿los problemas de la economía de Brasil empiezan con una política de austeridad, que fue la de subir la tasa de interés?

– Sí. El crecimiento cae, entonces Dilma, que estaba con 60 o 70 por ciento de apoyo, va a una elección más disputable. Es decir, ella ya entra en esta lógica y empieza a subir la tasa de interés y también sube la inflación.

– Pero el mercado siempre propone recetas ortodoxas. Sin embargo, Brasil fue parte del proceso regional de los últimos años que logró ir en contra de esos principios y poner la política por encima de la economía, con medidas –por ejemplo- orientadas a la reconstrucción del mercado interno y a la distribución del ingreso. ¿Qué intereses influyeron entonces en este cambio?

– En realidad, cuando entró al gobierno en enero de 2003, Lula asume una posición muy próxima a la ortodoxia. El director del Banco Central era miembro del partido recién derrotado (PSDB) y también entró un equipo bastante conservador al Ministerio de Economía que trabajaba con el Banco Mundial. De hecho, Lula lanza una política muy conservadora, que eleva la tasa de interés en forma extraordinaria. Hay que tener en cuenta que cuando llegó Lula, la tasa ya se encontraba en un nivel elevado -un 18 %- y él la lleva a 23 %, una cosa absurda, que ningún manual de economía recomendaría. Pero se consigue bajar la inflación, que ya era muy alta, estaba cerca del 12 %, y la medida va permitiendo al gobierno recuperarse políticamente y asegurar el control. Luego viene la crisis de 2008 y Lula mantiene la política anticíclica. Entonces, en los primeros años de gobierno hace todo lo maquiavélico y, en la segunda parte, toma las medidas más populares. Esto quedó como una máxima en Brasil, que se usa en realidad en todo el mundo: la “política de zigzag”; esa es la concepción estratégica de Lula.

En el caso de Dilma, como ella empezó una política de contención de la oposición, entonces se fue generando una situación de mucha inestabilidad y fue cayendo su prestigio del 70 por ciento a menos del 50 por ciento. Pero al final se agarró a una política de izquierda para poder sostener el apoyo dentro del PT, sino hubiera perdido sus propias bases.

– Sin embargo, en la política exterior también se observan cambios. Por ejemplo, Brasil es uno de los países de la región que más impulsó en el último tiempo el acuerdo de libre comercio del Mercosur con la Unión Europea (UE) a diferencia, por ejemplo, de Argentina, que busca un acuerdo más equilibrado que proteja la industria. ¿Qué piensa de esto?

– Acuerdo, pero en parte. Porque Dilma, por ejemplo, también participó en la estructuración de los BRICS, que no existían como grupo. Además, ha mantenido la línea fundamental de la política del PT en cuanto a la integración regional, aunque con menos ímpetu. En relación a Europa, el acuerdo ya existía. Lo que pasó es que la UE presionó más por un tratado en el último tiempo, ahora que Dilma no quería. Los europeos, en realidad, pretendían un acuerdo con toda Latinoamérica, pero eso no avanzó y, solo el Mercosur quedó como referencia para un entendimiento. Los europeos quedaron un poco preocupados porque EEUU estaba forzando la idea de la Alianza del Pacífico, que es una tontería absurda que no tiene ninguna consistencia. Pensemos que Colombia está ahí, pero también firmó todos los acuerdos de Unasur y Celac, y Chile y Perú también. Por eso esta estrategia del Pacífico no tiene ninguna posibilidad. Pero como EEUU no tiene en este momento ningún instrumento efectivo de participación en la región, está jugando con estas cosas idealizadas para presionar, pero no puede crear un movimiento anti-chino en el Pacífico. Es la primera vez que lo digo en público, si Estados Unidos continúa en esta política, California se va separar del país, porque California es el Pacífico y el Pacífico es China. Por eso, esta es una política muy peligrosa.
Pero acá, muchos diplomáticos vieron en la Alianza del Pacífico la posibilidad de desequilibrar la integración. Esto, unido a la proyección de que EEUU iba a aumentar la tasa de interés a 3 %, fue creando un clima a partir de una cantidad de noticias, todas falsas, y, ciertamente, los diplomáticos tuvieron algo que ver con el temor de Dilma en ese momento.

– ¿Cree que estas presiones que se expresan a través de los medios influyeron sobre la presidenta?

– Dilma estuvo muy influenciada por estas jugadas, pero no se puede decir que ella haya cambiado. En el caso de la política económica tampoco, aunque fue más lejos de lo necesario para llegar a una negociación, porque realmente se vio muy amenazada por el tema del impeachment y, todo esto evidentemente trajo al señor Levy.

– ¿Cómo se resuelve entonces la gobernabilidad?

Se fueron haciendo algunos acuerdos entre las fuerzas progresistas de Brasil para superar la situación. Además hay otro problema, EEUU está en retroceso. La idea es cercar China porque está avanzando mucho, entonces tiene que bajar su participación en Oriente Medio y sacar las tropas. En ese momento decide que no vale la pena continuar estas presiones en Brasil, porque sería abrir un frente muy grande, extremadamente difícil de manejar.

– ¿Usted dice que EEUU operó el impeachment?

No el gobierno, sino la inteligencia norteamericana. Ahora no y por eso también se dividió la cuestión. El PSDB que está en el mismo barco: también bajó y ahora se está llegando a una situación de cierto equilibrio. Ya hay un compromiso casi mayoritario y estable de apoyo al gobierno y en el parlamento también. Con un poquito más de apoyo, defendiendo la ley, etc., quizá se pueda garantizar que el gobierno tenga victorias. La situación está llegando a un punto en que hay incluso mucha presión de los conservadores contra Levy en el Congreso, porque corta recursos y ellos no quieren exponerse a perder votos. La situación estaba desestabilizando a la élite, entonces él empezó a ceder muchas cosas, aunque la verdad es que nada de esto funciona sino baja la tasa de interés, porque todos esos recursos son para pagar interés. Con un tasa del 14 %, el país está debiendo ya -con esta política absurda- casi el 60 % del PIB. Esto disminuiría la presión sobre el presupuesto, porque no hay un problema del presupuesto.

– ¿Cree que habría que darle más importancia a la inserción de Brasil en el bloque de los BRICS y a la relación con China?

Bueno, se avanzó mucho. Se formalizó el Banco de los BRICS en la última reunión y todo indica que el próximo año va a estar en funcionamiento. Pero esto ya debería haber avanzado, porque esto permitiría una ofensiva. Pero, tanto dentro de la burocracia económica como de la diplomática, la gente no piensa así. Los chinos están ofreciendo apoyos muy generosos, no en préstamos, sino en inversión directa.

– Algunos analistas sostienen que la relación de América Latina y China se inscribe en una neodependencia. ¿Qué piensa usted -que explicó la relación de la región con el mundo a partir de la Teórica de la Dependencia- sobre esta tesis?

Es una cosa un poco mecánica. Porque evidentemente China no está apostando a una hegemonía mundial en la misma dimensión que EEUU o en la que Inglaterra tuvo en otro momento del sistema mundial. Ellos saben que el costo de eso sería muy elevado. Por lo tanto, nosotros en la negociación con China tenemos condiciones para hacer muchas cosas, y si no lo hacemos, no es culpa de los chinos sino de nuestra visión colonizada, no independiente. Nuestra clase dominante está extremadamente colonizada. La prensa también refleja esta visión. Esto debilita mucho nuestra capacidad de negociación, porque evidentemente nosotros no podemos producir diferenciaciones en nuestra sociedad, formular una política más independiente basada en nuestros intereses. Esta visión se suma al asedio financiero. El año pasado, con la recesión, el sector financiero tuvo 28 por ciento de ganancia. En síntesis, no hay crisis, hay políticas comprometidas con intereses económicos. Si cambia la política, el país puede volver a crecer, no al 7 u 8 por ciento, pero si al 5 por ciento.