Supremacismo 2.0: miedo, migrantes y manipulación

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Leopoldo Puchi

 

El supremacismo no es nuevo. Ha adoptado distintas formas a lo largo de la historia desde los imperios coloniales hasta las leyes de segregación racial, pasando por el nazismo en Europa. Pero, aunque su origen sea antiguo, en la actualidad sigue cumpliendo funciones semejantes.  En un mundo marcado por la interconexión digital y un capitalismo en transformación, el supremacismo se presenta de nuevo como una herramienta política que permite reconfigurar las estructuras de poder. Ya no es un simple recuerdo del pasado, sino una realidad que podría adquirir formas extremas.
La migración tampoco es un fenómeno nuevo. En cada momento de la historia ha cumplido una función. Los migrantes, aunque son vistos como una amenaza económica o cultural, cumplen un rol práctico dentro del sistema productivo. Hoy en día son mano de obra abundante, desprotegida, casi siempre con empleos mal pagados, sin contratos, lo que mantiene los salarios bajos y debilita los sindicatos.20 Memes About Florida's New 'Alligator Alcatraz' ICE Detention Center
Los inmigrantes cuidan ancianos, recolectan en el campo, limpian hoteles. aceptan condiciones que otros rechazan porque su permanencia está en peligro. Y, al mismo tiempo, refuerzan una jerarquía simbólica, porque si hay alguien que está “por debajo”, muchos pueden sentirse “por arriba”, aunque sus propias condiciones de vida sean igual de malas.
Trump no inventó el supremacismo, pero lo captó intuitivamente, ha sabido venderlo y ha construido un mensaje político eficaz. Trump repite de forma permanente la idea de que la inmigración representa una “invasión” que “envenena la sangre de la nación”. Este tipo de retórica busca tocar las fibras del ciudadano que es —o se cree— blanco y anglosajón.
Se trata de una estrategia de poder basada en la activación de miedos incrustados en el imaginario colectivo. El muro, las deportaciones sumarias y la prisión “Alligator Alcatraz” no son en realidad medidas de seguridad, sino una forma de reafirmar el poder, la superioridad.

La historia

Trump no es el primer líder que utiliza el supremacismo como respuesta a problemas de una sociedad. En Europa del siglo XX, el nazismo lo utilizó, aunque con un plan diferente y consecuencias más desastrosas. Históricamente, cuando las sociedades enfrentan cambios profundos, se busca culpar a un grupo específico por los males generales.
Is Trump's America a new reich?Alemania atravesaba una situación extrema tras la Primera Guerra Mundial y la Gran Depresión de 1929. Se había creado un clima de desesperanza y un sentimiento de humillación en la población. En ese contexto, se construyó un discurso que caló en las clases medias y populares. Se culpaba a los judíos, a los comunistas y a otros grupos minoritarios de todos los males del país.
Pero el nazismo no solo fue un movimiento popular. También fue asumido por las clases altas y empresarios alemanes. Estaban convencidos de que era la mejor forma de contener el avance del comunismo y garantizar un orden económico estable. Ya en 1921, desde Italia, Benito Mussolini había proclamado: “El mundo de mañana será capitalista. El socialismo no tiene ninguna posibilidad de imponerse”.

La pulsión

El trumpismo no es los mismo que el nazismo, ni es útil hacer una analogía. Pero en ambos casos se ha utilizado una particular pulsión: el supremacismo. Se trata de una dinámica que se utiliza en tiempos de crisis, porque el supremacismo ofrece una respuesta inmediata y superficial: el problema no está en el sistema, está en el otro, en el diferente. Incluso entre los propios migrantes, se desprecia al que llegó después.
El supremacismo tiene una cara interna y otra externa. Con cada una hay que lidiar de forma específica. The New York Times, en un editorial de mayo, abogó por una resistencia “sobria y estratégica” frente a lo que describe como una amenaza real de Trump a la democracia estadounidense.USA: El presidente Trump debe condenar la violencia racista y de supremacía blanca
En el plano internacional, el panorama es más confuso. El ataque en curso contra la población civil de Gaza ha mostrados la debilidad de las resistencias frente a la barbarie. En América Latina, la respuesta es dispersa, desarticulada, y en muchos casos neutralizada porque algunos países privilegian su particular interés geopolítico regional. También está la atracción fatal del estilo trumpista.
Todavía hay tiempo para reaccionar, pero no mucho. Frente al supremacismo actual, es necesaria una política de integración y de reforzamiento del respeto a las soberanías nacionales.
*Politólogo y analista poíitico. Cofundador del Movimiento al Socialismo, fue ministro de Trabajo