Stelling: Trampa, pecados y sorpresas/ Puchi: Salir de la cronificación/ Sierra: El dilema opositor

Trampa, pecados y sorpresas

De obligatoria lectura la entrevista realizada a Evo Morales (La Jornada, 16-11-2019), titulada “Caí en la trampa; el golpe se urdió en la embajada de EEUU…”, suerte de mea culpa donde reconoce lo que califica como “sus pecados”.

Autocrítica donde se conjuga sorpresa, dolor, esperanza y cierta ingenuidad. Un Evo sorprendido por el golpe después de 14 años en el Gobierno, cuando “pasamos de un Estado colonial a un Estado plurinacional con una economía plural, donde el Estado encabeza la inversión, acompañado por el sector privado”. Sorpresa ante el golpe “organizado, bien planificado, bien financiado por grupos violentos”.

Asombro frente a unas FFAA que “tenían una buena imagen” pero “que no son garantes y apoyan las políticas neoliberales” y, además, están “con los sectores oligárquicos”. Tímida esperanza de que “no sean todas las fuerzas armadas las que hayan participado, sino los comandantes”. Aflora su desconcierto cuando distingue entre iglesias buenas y malas. “No toda la Iglesia católica es mala” y “algunas iglesias evangélicas, pero también hay buenos, como los metodistas”.

La autoproclamada Áñez, sorprende con el decreto presidencial, por el que moviliza a las FFAA “para el restablecimiento del orden interno y estabilidad pública”, eximiéndolas de responsabilidad cuando actúen “en legítima defensa o estado de necesidad…” Queda Bolivia a merced de la militarización y una fuerte represión. Se impone a los medios una censura político-religiosa.

Aflora el carácter racista del golpe de Estado, suerte de “revanchismo racista” de los radicales con la consiguiente estigmatización, marginación y persecución de los pueblos indígenas.

Los actores opositores se abocan a la construcción de un nuevo enemigo, constituido en una amenaza real o inducida. El miedo al otro y la satanización de ese otro promueven la polarización desde una perspectiva racista, al igual que favorecen la cohesión social en torno al poder. El conflicto se plantea entonces como un enfrentamiento amigo-enemigo en nombre de “la verdad”.

Cuál fundamentalismo religioso se concibe entonces la política como una batalla entre el bien y el mal. Suerte de convicción de la inseparabilidad entre la religión y la política que justifica la violencia.

El fin de la inocencia.

Salir de la cronificación

Leopoldo Puchi

Por supuesto, la frustración que genera el alejamiento de la meta se traduce en menor participación de la porción de la población que sigue a la oposición. Sin embargo, no residía en esa movilización el plan estratégico elaborado, ya que esas movilizaciones tenían asignado un rol complementario.

Sanciones
En el diseño de la política de “cambio de gobierno”, la acción estratégica de profundidad apuntaba a un estallido social, que a su vez estremeciera al estamento militar y provocara un golpe palaciego o un levantamiento.

En ese eje estratégico, el vector principal es el de las sanciones, es decir, el bloqueo petrolero y financiero dirigido a disminuir al máximo el ingreso de divisas a Venezuela, lo que a su vez se ha traducido en una caída drástica de las importaciones de alimentos, medicinas y de insumos para la industria y la agricultura.

Se esperaba que el malestar social que se crearía por el empeoramiento de una situación económica ya muy deteriorada conduciría a un aumento del descontento social, a un punto en que ya no sólo se movilizarían las masas políticamente afectas a la oposición, sino que se produciría un caos social, con sus respectivos motines y desordenes incontrolables.

Cronificación
El flujograma falló y no ocurrió el estallido social. Tampoco se produjo el alzamiento militar. De manera que la situación del país tiende a la cronificación, porque ni la “Operación libertad” dispone de la fuerza para deponer a Nicolás Maduro de la presidencia, ni el Gobierno puede alcanzar una hegemonía que conduzca a la estabilización, ya que en el juego de fuerzas cuenta el peso de la acción directa estadounidense en cuanto a las sanciones y el “poder dual”.

En consecuencia, habría que estudiar, de lado y lado, otras posibilidades de desarrollo de los acontecimientos que permitan salir del estado actual, que puede durar meses o años.

Se trataría de trabajar un entendimiento de mediano y largo plazo, en el que se abra el camino a la alternancia en el Ejecutivo, sin que esto signifique una “ruptura revolucionaria” del sistema. Un acuerdo en el que los poderes públicos sean compartidos, se preserve la independencia nacional y se adopten de forma común los parámetros de un modelo económico y social.

Los pasos a dar en lo inmediato incluyen dejar de lado el “poder dual”, acordar elecciones parlamentarias y garantías para que a mitad de período se celebre efectivamente la consulta del referendo, que pudiera dar lugar a elecciones presidenciales. Todo esto en el marco de un acuerdo global.

 Los partidos opositores se enfrentarán de nuevo al dilema de participar o abstenerse en los próximos eventos electorales, el primero de los cuales serían la convocatoria el próximo año para la elección de la nueva Asamblea Nacional (AN). En el seno del G4 (Voluntad Popular, Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo y Acción Democrática) que asumió la línea abstencionista en las últimas consultas, discute la conveniencia o no de acudir a las urnas.

Mientras, en la Mesa de Diálogo Nacional (Avanzada Progresista, MAS, Cambiemos y Soluciones), con organizaciones de la sociedad civil se trabaja, no solo en la integración de un nuevo Consejo Nacional Electoral (CNE) sino también en la confección de planchas con los aspirantes a formar parte del Poder Legislativo. La propuesta abstencionista se sustentaba en la desconfianza sobre la imparcialidad del ente electoral y la existencia de condiciones que en buena medida conforman un cuadro de ventajismo.

Si, como se espera, en los próximos días se nombrará un nuevo CNE y se reemplazarán las condiciones mínimas que garantizan la imparcialidad necesaria en unas elecciones, la tesis mantenida hasta ahora carecería de sentido. Como se sabe, el mecanismo de la abstención es aplicado de manera puntual en situaciones determinadas, porque su adopción como estrategia implica la negación del propio ejercicio político y la función básica de los partidos y organizaciones políticas.

Pero más allá de ello, lo ocurrido en Venezuela en los últimos años al dejar aspectos esenciales de la discusión democrática como la AN en 2005; alcaldías, concejos regionales y municipales en 2017 y la ausencia en el evento de la reelección presidencial en 2018 -en que esto se corresponde con una expectativa real de cambio político-, se traduce ahora en un control abusivo de estas instancias por el oficialismo y lógicamente en el debilitamiento del propio ejercicio opositor que es consustancial a la convivencia democrática.
De imponerse finalmente la tesis sostenida hasta ahora por el G4, la oposición abandonada su principal baluarte de la lucha contra el madurismo y en defensa de los valores democráticos, por cuanto es justamente la actual Asamblea Nacional el escenario principal de la causa opositora; más aún cuando todo indica (ya no solo el resultado de los sondeos) que existe una opinión significativamente mayoritaria a favor de un cambio en una cantidad mayor, incluso que la se registraba en vísperas de la contundente victoria obtenida en diciembre de 2015.
Otro factor a considerar es que en esta oportunidad el oficialismo ha contraído el compromiso avalado a los principios de la semana por la reunión entre Nicolás Maduro y voceros de partidos opositores de facilitar la designación de un nuevo CNE, lo que responda a lo que ha sido la principal exigencia de las fuerzas que asumieron el camino de la no participación en recientes oportunidades.
Al mismo tiempo en sectores de la oposición que resientan la falta de resultados concretos con la aplicación de la “Operación Libertad” que encabeza Juan Guaidó, luego de diez meses de ser anunciada, crece la convicción de que solo el camino electoral, ahora aparentemente despejado , asegura el cambio de gobierno y las condiciones para la reconstrucción democrática en medio de una crisis nacional que se agrava dramáticamente al correr de los días.
Ello sin tomar en cuenta el efecto de la experiencia latinoamericana en la cual la crisis de gobernabilidad que enfrenta Chile, Bolivia, Ecuador y Perú, conduce como mecanismo final a la realización de elecciones en un marco de transparencia. De esta manera, la abstención se convertiría también en una especie de “suicidio” de las fuerzas opositoras que carecerían ya no solo de argumentación convincente, sino en términos prácticos, de la estructura mínima para ejercer en la calle la victoria de sus propuestas.