Stelling: Hiperciudadanía / Díaz Rangel: El desastre de Santa Marta
Maryclen Stelling |
Hoy día, la propia cotidianidad conmina a convivir y juzgar constantemente la conflictividad política, la situación económica, la desinstitucionalización, el entramado corrupto, el cerco internacional…
En cuanto al escenario económico, expertos nacionales e internacionales afirman que el país ha entrado en una espiral “hiperinflacionaria” y predicen un futuro negativo. Durante un largo período de tiempo -sometidos a una creciente crisis de desabastecimiento, a un aumento sostenido y generalizado de precios y a una acelerada pérdida del poder adquisitivo y por tanto del consumo- comprobamos en carne propia la relación entre economía, comportamiento, emociones y actitudes.
Enfrentamos el día a día bajo la desconfianza, ansiedad, miedo, sensación de engaño y una fuerte aversión hacia una situación fuera de nuestro control.
En ningún momento nos asumimos como parte de un problema que se nos impone. Impotentes e indefensos y con la sensación subjetiva de no poder hacer nada, aprendemos a comportarnos pasivamente. Surge entonces el fenómeno de la indefensión ante una situación inflacionaria en la que, a pesar de la prudencia y austeridad en los gastos, es imposible calcular qué se puede adquirir con el dinero que se percibe. A la hiperinflación la ciudadanía responde con hiperindefensión.
En términos “atribucionales”, el manejo de la causalidad ha estado sujeto a la realidad política del país, o sea, a las medias verdades que manejan Gobierno y oposición. Sin embargo, la crítica situación ha comenzado a horadar las argumentaciones “polarizadas” de la ciudadanía y se generalizan las dudas sobre la justificación del sistema político y social. Acontece igual con los cuestionamientos sobre el manejo de la crisis, la conducción y gestión de gobierno. ¿Podrá la situación económica actuar como puente de unión entre las dos fuerzas políticas?
Se impone el descontento generalizado conjuntamente con el gradual deterioro evaluativo de la institucionalidad y de actores políticos. La ciudadanía demanda instituciones fuertes y un claro marco normativo. Sin embargo, ante la creciente desinstitucionalización y deslegitimación, la sociedad responde con hiperanomia.
En un contexto hiperinflacionario -víctimas de una fuerte aversión a la crisis política, económica e institucional que nos sobrepasa y escapa a nuestro control- nos hemos convertido en ciudadanos hipercríticos, hiperanómicos, hipersensibles e hiperindefensos.
¿Quién podrá defendernos?
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El desastre de Santa Marta
Eleazar Díaz Rangel ÚN|
Los Juegos Deportivos Bolivarianos se iniciaron en Bogotá en 1938. Ese año Venezuela debutó en competencias multidisciplinarias, pues igualmente participó en la cuarta edición de los Centroamericanos en Panamá. En ambos, con resultados menos que discretos. Desde entonces nuestros atletas estuvieron en todos los Bolivarianos. Perú los dominó en el 38 y en 1947, cuando fue posible organizar los segundos, en Lima. Correspondió a Caracas la sede de los III en 1951, que también los ganaron los peruanos con Venezuela muy cerca. En atletismo, con triunfo panameño, apenas ganó siete de oro, cuatro de ellas con Devonish y Davis Bell.
Los Juegos se demoraron 10 años para reaparecer en Barranquilla en 1961, y desde entonces fue una hilera de victorias que parecía interminable. Venezuela se impuso en los trece juegos siguientes, siempre seguida por los colombianos, a pesar de que en los Centroamericanos y Panamericanos el desempeño fue más bien irregular, con altas y bajas. Victorias hasta las competencias en Sucre, Bolivia, (2009) cuando se ganaron por última vez.
Comenzó en Trujillo (2013) un contradictorio período, porque cuando se hizo mayor la asistencia del Estado, más altos los presupuestos al deporte, y hasta en la Constitución bolivariana es reconocido (Art. 111: “Todas las personas tienen derecho al deporte…” etc.) como no sucedió en ninguna de las anteriores, y tuvimos un presidente como Hugo Chávez que estimuló como nunca su promoción, no obstante ello las victorias se alejaron. Colombia superó a Venezuela, que ocupó el segundo lugar. Escribí en esa ocasión, y nunca hubo explicaciones satisfactorias.
Lo ocurrido en Santa Marta en los hace poco clausurados JDB, no tiene nombre. Colombia nos duplicó con ventaja ¡de más de cien medallas de oro! (213 a 94).
¿Cómo fue posible esa abismal diferencia? ¿Cómo creció el deporte colombiano mientras el de Venezuela se estancaba? ¿Quiénes son los responsables de esa situación? ¿Y cómo explicarán lo ocurrido? ¿Cómo fue posible, por ejemplo, que el esgrimista olímpico dorado perdiera en ese nivel? ¿Sorprendió esa derrota a sus entrenadores en Polonia?
Recibieron todos los recursos necesarios, se financió el entrenamiento de muchos atletas en el exterior, y todas las necesidades en la preparación de centenares de atletas preseleccionados fueron atendidas oportuna y hasta generosamente. No hubo gasto que no se atendiera debidamente.
¿Qué explicación escucharemos? Es cierto que Colombia se valió de la sede para obtener ligeras ventajas, incluidas las pesas, donde resucitó el sistema de 3 medallas por cada movimiento, o descartar deportes donde no eran fuertes. Pero esas tretas apenas marcaron diferencia. También se dirá que la delegación fue renovada, con gente joven, lo que es cierto, pero ellos (los menores de 23 años) aportaron la mitad de las medallas.
Si tuvieron todos los recursos que necesitaron, todo cuanto pidieron las federaciones, y si con Maduro se ha continuado esa política de desarrollo del deporte, no se explica cómo pudo ocurrir en Santa Marta tan desastroso desempeño. ¡Que nos superaran por más de 100 medallas de oro no tiene perdón de Dios!