Sociedad civil busca salvar la cumbre Río+20
MARIO OSAVA| Una amplia movilización social, con expresiones callejeras y actividades paralelas, es el único factor que puede evitar una nueva frustración en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible (Río+20), advierten activistas y analistas.
Parece inevitable la repetición del fracaso que pautó las últimas citas anuales en las que se negoció un acuerdo mundial para mitigar el cambio climático, dijo a Tierramérica el director general del Instituto Brasileño de Análisis Sociales y Económicos (Ibase), Cândido Grzybowski, uno de los fundadores del Foro Social Mundial, el mayor encuentro mundial de la sociedad civil.
Grzybowski fundamentó su postura negativa en la crisis económico-financiera del mundo rico, en que este es un año de muchas elecciones, incluso en Francia y Estados Unidos, lo cual aleja a los gobernantes influyentes de los compromisos internacionales, y al débil poder de convocatoria de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, en especial en cuestiones ambientales.
Solo una fuerte presión de la sociedad civil, como “una expresión unitaria” en los eventos paralelos de Río+20, podrá “arrancar compromisos más claros” de los gobiernos contra los desequilibrios globales, que empiezan por la “hegemonía financiera”, acotó. El Foro Social Temático, que reunirá del 24 al 29 de este mes a representantes de movimientos y organizaciones sociales en la meridional ciudad brasileña de Porto Alegre, preparará la participación de sus activistas en la conferencia mundial climática que tendrá lugar del 20 al 22 de junio en Río de Janeiro.
La cita de Porto Alegre es uno de los muchos encuentros locales o sobre temas específicos que tienen lugar en los años pares, vinculados al Foro Social Mundial (FSM), que ahora tiene su edición global cada dos años.
Pero los referentes del FSM “perdieron fuerza” y no lograrían convocar una marcha tan masiva como la que se necesita para hacer que Río+20 no sea solo “un megaencuentro declarativo” y tenga “un impacto importante en Brasil” en términos de conciencia ambiental, opinó Eduardo Viola, profesor de la Universidad de Brasilia que analiza las consecuencias del cambio climático en las relaciones internacionales.
Juntar “un millón de manifestantes en las calles”, una hazaña “poco probable pero no imposible”, renovaría los efectos de la Cumbre de la Tierra de 1992 (Río 92), la primera reunión que hizo que la sociedad brasileña tuviera un alto nivel de adhesión a los asuntos ambientales, dijo Viola.
Este catedrático descartó que la cumbre de Río vaya a tener un impacto mundial relevante. Será una conferencia “reiterativa”, de objetivos “difusos”, en un momento de “gigantescos impases internacionales”, apuntó.
Pero los actos populares no deben limitarse a Río de Janeiro. El Foro Brasileño de ONG (organizaciones no gubernamentales) y Movimientos Sociales para el Medio Ambiente y el Desarrollo (FBOMS) piensa impulsar manifestaciones en muchas otras ciudades del mundo, utilizando para ello Internet y las redes sociales.
“Río tiene un significado global” y ya se acumuló experiencia exitosa en movilizaciones vía redes sociales, sostuvo Rubens Born, del FBOMS.
El Foro Social Temático de Porto Alegre ayudará a articular esas iniciativas, con la presencia de representantes de movimientos civiles como los indignados de España y los Ocupa estadounidenses, acotó a Tierramérica.
La presencia de la sociedad civil en Río+20 debe beneficiarse de las facilidades que el gobierno brasileño pretende ofrecer, interesado en contar por lo menos con una fuerte participación popular ante la probable ausencia de jefes de gobierno y de Estado en las actividades oficiales de la conferencia.
La Cumbre de los Pueblos, como se denomina el encuentro paralelo que se realizará del 15 al 23 de junio, convocará al triple de participantes de la conferencia intergubernamental, estiman observadores. La consigna es “Justicia social y ambiental”, la misma del Foro Social Temático de este mes.
“Proponer una nueva forma de vivir, en solidaridad, contra la mercantilización de la naturaleza y en defensa de los bienes comunes” es el objetivo, según el Comité Facilitador de la Sociedad Civil Brasileña para Río+20, que organiza ese gran encuentro.
El encuentro, que tendrá como foro central una Asamblea Permanente de los Pueblos, busca “reinventar el mundo” como convergencia de diversificadas luchas contra el capitalismo, la división de clases, el racismo, el ‘patriarcalismo’ y la homofobia. Por ello, considera “insatisfactoria” la agenda de la conferencia oficial, concentrada en la economía verde y en la institucionalidad global.
Pero ese discurso no es consensual. Born, fundador de Vitae Civilis, una organización no gubernamental activa en el tema climático, se queja de divisiones ideológicas con los que consideran “soluciones falsas” a las acciones ambientales que no contemplen primero el derrocamiento del capitalismo.
Grzybowski identifica enfoques divergentes entre los que priorizan la justicia ambiental o la social, ubicando a su organización Ibase entre los segundos.
Chico Whitaker, otro fundador del Foro Social Mundial y un radical defensor de sus principios igualitarios y participativos, se molesta con el nombre. “Cumbre de los Pueblos” mantiene la visión jerarquizada tradicional, negando la horizontalidad defendida desde sus inicios por el FSM, criticó.
Pero todos coinciden en rechazar el orden mundial actual, que es el “modelo industrial de gran producción” para Whitaker, que es el capitalismo para los miembros del Comité Facilitador, y que es la hegemonía financiera para Grzybowski, quien le suma “desórdenes” acumulados como transportar millones de toneladas de mineral de hierro brasileño a Asia y traerlos de vuelta en forma de acero.
Todos están de acuerdo también en criticar a la conferencia Río+20 oficial y a su “borrador cero”, divulgado recientemente como punto de partida para el documento final, porque entienden que elude los verdaderos desafíos.
El formato de las grandes cumbres de la Organización de las Naciones Unidas “está agotado”, sentenció Viola. Es imposible que más de 190 países que tienen “distintas percepciones de la vulnerabilidad” e intereses diversos lleguen a un consenso en relación al tema climático, explicó.
En otra vertiente, los indígenas se proponen expresar su identidad cultural y ética en Río+20 con la convocatoria de representantes de todo el mundo, en lo que llaman una Aldea Carioca a instalarse en Río de Janeiro.
En la Aldea Carioca se concentrarán unos 350 aborígenes procedentes de distintas zonas de Brasil y 700 del exterior en cuatro “ocas” (casas típicas), una de las cuales servirá para reuniones plenarias y otra con equipos electrónicos que permitirán videoconferencias con indígenas ubicados en otros países o continentes, adelantó a Tierramérica Marcos Terena, uno de los organizadores de la participación indígena de Río+20, repitiendo el papel de 20 años atrás en Río 92.
* Colaborador de IPS. Este artículo fue publicado originalmente el 21 de enero por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.