¿Sobrevivirá la OMC?
Eduardo Camín
Como sabemos la Organización Mundial del Comercio (OMC), basada en Ginebra, – fundada en 1995 bajo el liderazgo de Estados Unidos y Europa – tiene por misión facilitar el comercio mundial y ser un foro de resolución de controversias económicas. En aquel momento, sustituyó al Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT).
El actual periodo de fuertes tensiones comerciales entre las principales economías del mundo parecería el mejor momento para que la OMC pudiera brillar y cumplir con la misión que le fue encomendada. Pero ¿qué tanto puede hacer?
Es indudable que las tensiones comerciales globales se han incrementado desde la toma de posesión del presidente estadounidense Donald Trump. El presidente de Estados Unidos, continua su estrategia de demolición de la OMC, – iniciada bajo su primer mandato – ahora con el despliegue aranceles generalizados para ejercer presión sobre los países vecinos, los aliados trasatlánticos y las naciones rivales. Canadá, México, la Unión Europea (UE) China, y en realidad todo el resto del mundo, que no se someta.
Estas medidas de retorsión se venden bien en materia política, en opinión de algunos analistas, pero tendrán un gran coste para todas las partes en lo económico, al utilizar la ley del Talión solo está abonando el camino para iniciar una gran guerra comercial.
Mientras tanto, entre declaraciones y prorrogas las bolsas un día se desploman, y al otro aquí no paso nada, Trump ha admitido que la economía estadounidense podría conocer lo que ha llamado un «periodo de transición». Sin dudas que en todo esto la semántica desempeña un rol importante en la minimización o dramatización de los hechos, de lo que realmente ocurre: para eso se emplean eufemismos con los cuales se pretenden ocultar la realidad. La negación que evidencian estos hechos es un exponente genuino de una mentira vital. Si la fuerza de los hechos es demasiado brutal como para poder ser ignorada, siempre es posible alterar su significado, en esto anda el capitalismo.
Los aranceles de Trump
A la administración Trump no le gusta estar en déficit comercial. Así que ha recurrido una vez más a los aranceles como herramienta para reducir este desequilibrio, argumentando la necesidad de proteger a la industria estadounidense, pero también de paso lograr objetivos tan dispares como controlar la migración, asociándola a la delincuencia, detener el flujo de fentanilo, una droga que mata a cientos de miles de personas cada año.
El gran riesgo de poner en marcha una política de «ojo por ojo» es desatar – entre otras cosas– una gran guerra comercial que afecte a múltiples países y sectores económicos. En este contexto, poco puede hacer la OMC para obligar a Estados Unidos a respetar las reglas del comercio internacional. La OMC está dirigida por sus miembros y en principio no puede actuar por cuenta propia.
En este momento, la mayoría de los países miembros está a la expectativa de la agenda de Trump, que cambia cada día. Pero está claro que Washington hoy no es un aliado de la OMC ya que ha ignorado – y esto no es nuevo – varias de sus resoluciones.
Por su parte la directora general de la OMC, Ngozi Okonjo-Iweala, recordó recientemente, a los miembros de esta organización reunidos en Ginebra que «La OMC se creó precisamente para gestionar momentos como este, promoviendo espacios de diálogo, evitando la agravación de conflictos y apoyando la existencia de un entorno comercial abierto y confiable»,
Pero la pregunta es: ¿podrá la OMC lograr estos objetivos? No es probable, en opinión de algunos expertos. «A Trump le tienen sin cuidado las reglas de la OMC», afirmo hace algún tiempo Cédric Dupont, profesor del Instituto Universitario de Altos Estudios Internacionales y del Desarrollo de Ginebra (Graduate Institute). «Para él, todo es transaccional. Es bilateral. Y realmente no quiere perder su tiempo con la OMC». En el mismo sentido el exembajador suizo Didier Chambovey coincide con esta visión. «Estados Unidos actúa como si no fuera miembro de la OMC en materia de aranceles», dice.
Por lo tanto, ser parte de la OMC supone acceder a una serie de privilegios, pero también implica obligaciones. La clave del esquema es tener acceso a los mercados globales bajo condiciones justas y predecibles, ya que las naciones gozan de un trato comercial no discriminatorio. Pero se comprometen, en contrapartida, a reducir aranceles, evitar el cobro de cuotas y facilitar un comercio fluido a través de procedimientos aduaneros eficaces.
Es evidente, que la OMC no está en su mejor momento, pero no es obsoleta. Ha seguido ayudando a resolver controversias comerciales entre las naciones que la integran, incluso en ausencia de un órgano de apelación realmente operativo, pero el alcance de su trabajo actual es mucho más modesto.
Durante los últimos años se han celebrado consultas relacionadas con disputas sobre temas que van desde la propiedad intelectual y el comercio de productos agrícolas hasta las medidas antidumping. No obstante, debe reconocerse que sin un órgano de apelación que funcione de una manera eficaz, la OMC es incapaz de tomar decisiones jurídicamente vinculantes.
La preferencia por la celebración de procesos plurilaterales se ha hecho patente pues vía la decisión de algunas naciones de crear en 2020 el Acuerdo Multipartito de Arbitraje de Apelación Interino (MPIA, por sus siglas en inglés) como alternativa ante el debilitamiento y posterior destrucción de la parte del Gobierno de D. Trump en su primer mandato del órgano de apelación de la OMC el núcleo central donde se dirimen las controversias comerciales.
El MPIA está proporcionando el espacio para que China y la UE resuelvan sus problemas, aunque no lo hagan con Estados Unidos. Pero las decisiones del MPIA, a diferencia del órgano de apelación, no son jurídicamente vinculantes. En realidad, si no es posible recurrir al órgano de apelación (de la OMC), ninguna conclusión de los paneles de expertos va a tener peso, porque Estados Unidos no forma parte de la MPIA.
A modo de conclusión diremos que la OMC ha alcanzado pocos acuerdos multilaterales en su historia y es de rigor una reforma ya que hoy, carece del poder para desempeñar de forma trascendente el rol del arbitraje de conflictos en los que esté implicado Estados Unidos. Pese a estas limitantes, puede seguir siendo una institución relevante, incluso en la era de Trump. Ya que existe una interacción comercial considerable en la que no participan los Estados Unidos.
Muchas otras naciones siguen interesadas en la OMC, los propios países que forman los BRICS así lo destacan al cumplir sus compromisos y preservar lo que queda de ese sistema.
La mentira vital, escondida, protegida por el silencio, la coartada y la negación no se revela de forma ecuménica. Los indicios son minimizados, cuando no ridiculizados o explicados de una u otra manera. En este sentido hemos visto muchos líderes mundiales, manifestar su enojo cuando se hace referencia a esta problemática. La connivencia se sostiene desviando la atención del hecho concreto (la crisis) o reformulando su significado a fin de que resulte aceptable.
A través de estos ejemplos, podemos observar la fuerza que tiene una atención desviada para ocultar una realidad histórica, que no es más que la profunda crisis del capitalismo. Las lagunas de la experiencia disimuladas por los huecos en el vocabulario, se hace legión en algunos organismos internacionales. De hecho, podemos afirmar paradojalmente que los Estados Unidos está jugando un juego muy peligroso porque el mundo se organizará cada vez más sin este país.
*Periodista uruguayo residente en Ginebra, exmiembro de la Asociación de Corresponsales de Prensa de Naciones Unidas (ACANU) en Ginebra. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)