Sin debates de fondo, Argentina llega a unas elecciones ya definidas

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Juan Guahán-Question Latinoamérica

Continuando con esta tradición, muy instalada en la sociedad argentina, de llamar a las cosas de una manera que poco y nada tiene que ver con lo que ellas significan, se realizó el Debate Presidencial en el que participaron los seis candidatos que superaron, en las elecciones internas del 11 de agosto, el 1,5% de los votos.

El valor fundamental es que se mostraron todos juntos y el pueblo pudo escuchar como cada uno recitaba lo que le parecía. Pero, de dialogar, ni hablemos.Resultado de imagen para argentina debate electoral

Los problemas más graves e inmediatos: deuda, estanflación, trabajo, producción, economías regionales, seguridad y defensa no tuvieran espacio en el “debate”. Y así, el interés público se concentró en las pocas cosas que llamaban su atención, como lo fueron las anécdotas y los gestos.

Alberto Fernández prefirió mostrarse legítima e inesperadamente duro y agresivo pero no hablar de un futuro incierto y complejo. Tampoco nadie pudo saber cuáles son las razones por las cuales Mauricio Macri pretende ser reelecto, y cuando uno  las imagina, dan miedo y vergüenza ajena.

Es por eso que la chicana sobre “narco-capacitación” ensayada por Macri y el “dedo” de Alberto ocuparon el centro de la atención y los comentarios “ciudadanos”.

Macri y sus objetivos en esta campaña

Ya las elecciones internas PASO definieron la incertidumbre electoral. Aquello no fue una “votación”, sino el atajo usado por el pueblo para echar a este presidente. De allí la sorpresa de las diferentes dirigencias y los generalizados errores de las encuestadoras.

Macri y su gobierno quedaron sumidos en una profunda confusión. Primero intentaron negar o dar por inexistente ese resultado. Luego comprendieron que eso los dejaba sin salida y –muy posiblemente- sin gobierno y sin capacidad de “arreglar” su salida del mismo. Aunque no lo pueda reconocer, Macri sabe que el voto del domingo 27 ya tiene dueño y no es él. Allí sobrevino la etapa de la reflexión, la necesidad de “acomodar” los zapallos dentro del carro y pensar en otras tareas.

Entre ellas se destacan, lograr un resultado general y una cantidad de legisladores que le permita a su corriente quedar como alternativa opositora; ordenar y limpiar, todo lo que puedan, las “suciedades” que dejó su paso por el gobierno, esto a los efectos de estar en mejores condiciones para responder a los próximos sinsabores legales.

A los mismos fines quieren garantizar una justicia amiga, y en este sentido están soñando con un vendaval de designaciones de jueces y fiscales. También deben dirimir la interna que determine quién o quienes pagan viejas facturas y quienes tendrán a su cargo dirigir la oposición conservadora al próximo gobierno.

En este sentido Macri se parece al zángano que se resiste a ser arrojado fuera del panal por las abejas que lo alimentaron. Allí afuera lo espera el aislamiento y el fin, en este caso, de los privilegios del poder.

Estos son sus objetivos actuales, allí están las razones que obligan al candidato Macri a cambiar el rumbo en esta parte de la campaña electoral. Eso también explica su actitud en el “debate” del domingo pasado donde, resignado a su suerte,  se limitó a diluir su responsabilidad en comparaciones históricas y reivindicar su accionar.

Ya no puede pensar en ganar nuevos y masivos adeptos, (como lo imaginaba el gurú ecuatoriano Jaime Durán Barba): ahora necesita mantener fidelidades y despertar una mística para sostener el liderazgo de su espacio y aguantar los chubascos que se le vienen.

El primero de ellos es el desplazamiento del gobierno, al cual acompañan (como la sombra al caminante) los riesgos penales. Pero tampoco es menor su preocupación por evitar que sea declarado “responsable” por sus viejos socios y amigos, siempre dispuestos a ponerse la camiseta de líderes de la futura negociación/oposición con el “albertismo”.

Por allí andan merodeando Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal, Martín Lousteau, el mendocino Alfredo Cornejo y el jujeño Gerardo Morales.

Alberto Fernández: victoria y un futuro cargado de acechanzas

Mientras lo que hoy se conoce como macrismo se prepara para un futuro sin el paraguas protector del Estado, el “albertismo” construye su propia perspectiva, llena de acechanzas. Éstas tienen que ver con la situación interna de un gobierno al que va acceder y no por mérito propio, sino por delegación de quien lo “acompaña” en la fórmula.

También deberá enfrentar una situación del país que transita por una de sus momentos más críticos desde el fin de la dictadura. A todo ello se le agrega una perspectiva internacional complejizada por la confrontación desatada a partir del cambio que se está produciendo en la hegemonía mundial.

Estos son los temas que una y otra vez aparecerán durante su mandato al frente de la próxima administración del Estado.

Respecto a la cuestión interna, no se trata de un problema de buenas o malas intenciones sino de una lógica tensión que está más allá de la voluntad de sus principales protagonistas. Ella tiene que ver con distintas cuestiones que, con el paso del tiempo, aparecerán de diversas maneras.

Irán desfilando las contradicciones de un peronismo que alberga a sectores social y abiertamente contrapuestos; de lo anterior y las cuestiones personales surgirán naturales diferencias sobre el modo de abordar los problemas y construir los respectivos espacios de poder.

La existencia de una conducción institucional (Alberto) y otra política (Cristina), ambas absolutamente evidentes, deja al descubierto que el liderazgo futuro del espacio triunfante está por construirse. Los gobernadores peronistas, la CGT junto a otras estructuras sindicales oficialistas y la juventud, masivamente acaudillada por el cristinismo, serán los principales actores de esa construcción.

En cuanto a los problemas del país allí hay dos dimensiones de temas que muy probablemente sean contradictorios. Uno tiene que ver con la moral del movimiento popular. En ese sentido si las luchas populares hubieran sido suficientes para que Macri se hubiera ido otro sería el cantar…

Ello le hubiera dado mucho mayor poder político al nuevo gobierno y al movimiento popular, como aconteciera con Néstor Kirchner luego de la crisis del 2001/2002. Ahora la situación es distinta, mucho más si logra mantenerse hasta el 10 de diciembre.

La continuidad de Macri, contabilizadas todas las desgracias que desató, debilitó al pueblo en lo económico y simbólico. Por un lado el cotidiano estropicio de sus medidas de gobierno y por el otro el hecho simbólico que el pueblo siente que su decisión expresada en la elección de agosto quedó sujeta a los marcos legales de una institucionalidad que es importante en las formas pero que le quitó fuerzas a la voluntad soberana de pueblo.

Porque no es lo mismo que Macri se hubiera ido hace meses atrás, o después de agosto, que se vaya ya! o el 10 de diciembre, mal que les pese a quienes están apegados más a las formas que a los contenidos reales. Quien tenga dudas que le pregunte a su vecino…

La otra cuestión tiene que ver con las expectativas planteadas y las posibilidades reales de darle una respuesta en los tiempos y términos que gran parte del pueblo espera. El ocultamiento de los problemas, al servicio de la recolección de votos, multiplicó esperanzas pero es peligroso a la hora de gobernar esta realidad.

En cuanto a la situación internacional el futuro gobierno deberá moverse, tal como viene ocurriendo en los últimos años, entre las demandas políticas de EEUU -de cuya área de influencia formamos parte- y de la emergente China y su creciente poder económico. Todo ello será parte de un futuro que nos ocupará a los analistas de un modo recurrente y que será una de las claves del gobierno de los Fernández.

 *Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)