¿Será que nos tomamos en serio el plan clandestino de María Corina?

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Clodovaldo Hernández – La Iguana TV

Cuando alguien de la clase social y de la ideología de Machado revela públicamente que se propone llevar a cabo un plan insurreccional para tomar el poder y pide a sus partidarios estar pendientes de las instrucciones que ella gire, ¿en qué podemos pensar? ¿Qué se supone que va a hacer esta persona o, al menos, qué tiene en mente, tomando en cuenta los antecedentes de las acciones de este sector de la oposición venezolana y de sus aliados del poder imperial?

Mi conjetura es que sería de esperar que ese plan esté signado por la presencia de los siguientes venenosos ingredientes: a) paramilitares colombianos; b) organizaciones mercenarias integradas por rambos estadounidenses y de nacionalidades afines, financiadas por alguna agencia del poder imperial; c) exmilitares y expolicías venezolanos pertenecientes al sector de la ultraderecha; y d) grupos delincuenciales venezolanos.

¿Y el pueblo propiamente dicho, es decir, las masas obreras y campesinas y la pequeña burguesía? Pues, al menos en mi hipótesis, estarían ausentes o, yendo más lejos en la premonición, saldrían a plantarle cara a la rebelión maricorinista.

Machado con George Bush, en la Casa Blanca en 2005.
Punto por punto

Bueno, ya que estamos en onda de pintar escenarios, desglosemos lo anterior punto por punto. Expliquemos por qué participarían los primeros y no los segundos.

Paramilitares colombianos. Este viene a ser uno de los recursos de más antigua data en las maquinaciones de toma violenta del poder de la ultraderecha venezolana. Recordemos que, en 2004, los paracos fueron los protagonistas de aquel plan de simular una insurrección militar para detonar un golpe de Estado, una guerra civil o algo por ese estilo.

Más recientemente, una banda paramilitar sobresaliente en materia de desguace de personas (regentaban famosas casas de pique), Los Rastrojos, fungió como “guardia de deshonor” de Juan Guaidó, cuando estaba de moda como supuesto presidente interino.

Otro indicio: los lazos de los principales líderes políticos de la extrema derecha venezolana con el condenado Álvaro Uribe Vélez son tan oscuros y retorcidos como sólo pueden serlo los nexos entre seres desalmados y ruines.

Con el gran capo privado de libertad (aunque sea en las 1.500 hectáreas de El Ubérrimo), debe estar a punto de ebullición su afán de participar en eventos desestabilizadores contra sus archienemigos de la Revolución Bolivariana.

Fuerzas mercenarias. Tampoco sería la primera vez que intervendrían por estos lados. En el pasado reciente lo han hecho, incluso con un contrato firmado, como si en lugar de matar gente a diestra y siniestra, se hubiera solicitado sus servicios para alguna tarea noble. Fue en el caso de la chambona Operación Gedeón.

En EEUU y algunos de sus satélites abundan las empresas a las que designan con el eufemismo de contratistas militares. Son, en realidad, corporaciones cuya especialidad es asesinar sin el más mínimo respeto al derecho internacional ni a las normas que, en teoría, rigen en situaciones de conflicto o guerra. Debe haber más de una de esas compañías pendientes del llamado de la clandestina Machado, siempre y cuando esta vez les paguen por adelantado.

Exmilitares y expolicías venezolanos. En el golpe de Estado de 2002 fueron un componente fundamental porque para ese entonces todavía muchos de ellos estaban activos. Luego tuvieron un rol estelar en el circo de la plaza Altamira, ese mismo año.

Sus propias torpezas a lo largo del tiempo transcurrido a partir de esos episodios, han ido dejando al descubierto a estos personajes que, cada uno en su momento, sacaron a relucir su casta de oficiales formados en la Escuela de las Américas o de agentes civiles entrenados en los programas gringos de contrainsurgencia. Muchos fueron a parar a los hervideros de odio opositor de Miami, Bogotá y Madrid y desde allí siguen hablando como si todavía tuvieran al mando tropas y armas.

Algunos son asesinos por naturaleza y como llevan mucho tiempo reprimidos es posible que aparezcan disfrazados de comando el día que Machado autocumpla su profecía de que “¡va a pasar!”. De allí a que realmente se pongan en modo combatiente hay un trecho grande, pero, como dice el refrán, “uno nunca sabe cuándo el pez bebe agua”.

Grupos criminales venezolanos. Tampoco hay que ser demasiado perspicaz para vaticinar que, en un movimiento contrarrevolucionario armado, convocado por la ultraderecha, tendrían participación delincuente organizados en bandas y también malandros silvestres locales.

María Corina Machado y Edmundo González, durante la campaña electoral. (Xinhua)

Una vez más, la principal razón para presumir eso es tanto la historia remota como la experiencia reciente. Eso que un marxista ortodoxo llamaría el lumpenproletariado siempre sirve de aliado de oportunidad para las luchas antipopulares adelantadas por la burguesía y los poderes imperiales.

Ha sido así históricamente, en todas partes, pero podemos encontrar trazas de ello en nuestra propia guerra de Independencia, sobre todo en la sangrienta etapa en la que José Tomás Boves reunió un ejército de bandoleros y salteadores, para ponerlos al servicio del rey de España.

Pero por supuesto que nos interesa más lo reciente. La ultra ha usado al malandraje organizado o cimarrón en sus disturbios foquistas de 2004, 2013, 2014, 2017 y 2024. Pongamos apenas tres ejemplos, para no hacer de este artículo un gordo expediente. En 2020, la banda de “el Wilexis”, azote de Petare, montó una operación distractiva durante varios días para obligar a los cuerpos de seguridad a moverse hacia esa zona del área metropolitana de Caracas, con la finalidad de facilitar el ingreso de los mercenarios de la Operación Gedeón; en 2021, esa y otras bandas de la capital estaban cocinando, junto a la dirigencia de Voluntad Popular, algo llamado “la Fiesta de Caracas”, que, en cuatro palabras, puede llamarse un baño de sangre; y, en julio de 2024, la acción de los mentados “comanditos” estuvo aliñada con la mala energía de los criminales comunes. Cualquiera que haya presenciado una de esas escaramuzas puede confirmarlo.

¿Tendría apoyo desde abajo?

Revisemos ahora los factores que no atenderían el llamado de Machado, siempre en el plano hipotético, claro.

Masas campesinas y obreras. Sin desestimar ni un poco el caudal de votos obtenido por la oposición en las elecciones presidenciales de 2024, parece evidente que ese segmento de las masas urbanas y rurales de gente pobre han demostrado que quieren un cambio en la conducción del país, siempre que sea por la vía electoral. Sólo una mínima fracción de ese sector opositor está dispuesta a procurarlo por los atajos no constitucionales.

Por otro lado, la imagen de Machado, pese a los grandes esfuerzos marketineros efectuados por sus asesores, no logra proyectarse como popular.  Y es natural que así sea porque ella es, en el sentido más estricto, una oligarca. Pero, adicionalmente, sus ejecutorias posteriores a la campaña electoral de 2024 han sido nefastas para su nivel de aceptación general.

En primer lugar, ha sido adverbial su falta de solidaridad con los detenidos de julio de 2024. Quienes salieron a protestar contra el supuesto fraude electoral y resultaron privados de libertad quedaron olvidados por la proclamada jefa de las células de los disturbios.  ¿Bajo esas condiciones, quién querrá atreverse a intentar de nuevo una salida violenta?

Edmundo González y María Corina Machado en Chacao. (Captura de video)

Machado mucho menos se hizo responsable de los desmanes cometidos por sus huestes encolerizadas. En los dos días posteriores a las elecciones hubo 25 asesinatos, algunos de ellos cometidos con gran saña. Los fallecidos eran militantes del chavismo que fueron linchados; efectivos de cuerpos de seguridad y transeúntes. Ninguno era manifestante opositor. La dirigente ultraderechista, igual que la maquinaria mediática que la respalda, intentó atribuirle la culpa al gobierno y nunca cuestionó la violencia desbordada de sus partidarios.

Por otro lado, ella ha optado durante todo este tiempo por la carta de la supuesta clandestinidad, tratando de configurarse como heroína. Pero mantiene una constante presencia mediática y de redes, que hace ver su ubicación secreta como un chiste. Es obvio que las autoridades saben dónde se encuentra y si no van a detenerla es porque no lo consideran conveniente en las actuales circunstancias.

En una publicación en redes sociales, una dama que se reconoce “escuálida militante”, ironizó diciendo que está dispuesta a sumarse a la organización clandestina, siempre y cuando la comandanta la reciba en el cuartel general, es decir, en su mansión.

También pesa en contra de su capacidad de convocatoria la actitud que asumió ante los problemas de los migrantes venezolanos en Estados Unidos. Su apoyo al arbitrario secuestro de los 252 connacionales que fueron encarcelados arbitrariamente en El Salvador fue un gesto hostil, no sólo para los familiares de esas personas, sino para los de toda la colectividad migrante del país.

Expresarse a favor de la denigrante política de Donald Trump sobre los migrantes ha sido, además, una flagrante contradicción con su promesa central de campaña, que fue lograr el retorno de los venezolanos que se encuentran en el exterior. Quedaron descalificadas como perversos engaños aquellas escenas plañideras en las que una persona del pueblo lograba acercársele para rogarle que trajera de vuelta a su familiar, y ella, entre gimoteos, le aseguraba que así sería.

Esa promesa incumplida no es la única. Las frases sonoras sobre ganar y cobrar, llegar hasta el final o pronosticar que algo va a pasar han perfilado a Machado como una figura que ofrece mucho y cumple poco… o nada.

La pequeña burguesía. La clase media (real o aspiracional) ha sido el gran bastión de las luchas contrarrevolucionarias de la extrema derecha venezolana desde principios de siglo. Pero resulta claro que ha perdido gran parte de su fuerza debido a los errores y los delitos cometidos por la dirigencia opositora.

Sabe esa pequeña burguesía que el clima de violencia e incertidumbre sembrado por la oposición durante la década pasada fue particularmente negativo para los miembros de esta clase social. El bloqueo y las sanciones que han pedido los dirigentes de la ultraderecha condujeron a la ruina a miles de pequeños y medianos empresarios y a trabajadores calificados. Y esa es la misma gente que ahora, cuando se respiran aires de recuperación, están llamando a una insurrección.

Tanto en el coto de las grandes masas como en este sector medio, el gobierno y el Partido Socialista Unido de Venezuela han desarrollado sistemas complejos de organización e inteligencia, razón por la cual es de suponer que, ante un brote violento, al menos una parte de ellos, antes que sumarse a la algarada, estarían prestos a defender la paz y la estabilidad.

¿Representa un peligro esta declaración de Machado?

Pudiera ser. Obviamente no se trata de algo descartable porque estamos hablando de una persona que representa los intereses de sectores muy poderosos, tanto del país como de la escala geopolítica. Y es alguien que está consciente de que sólo por esa vía puede llegar al poder.

Se podría alegar en contra que Machado no tiene ya un liderazgo importante como para que sea tomada en serio por estas instancias nacionales e internacionales, pero aquí volvemos a hacer una retrospectiva. Podemos ir de nuevo hacia el pasado reciente y vemos que esos sectores internos y externos se atrevieron a respaldar a una figura incluso mucho menos proyectada como lo fue Guaidó, con mucho menos poder real, no perteneciente en ese momento a la clase social rica (ahora sí lo es, gracias a sus fabulosas “ganancias” como presidente interino).

Guaidó acumuló un caudal importante de poder, tuvo el respaldo de gobiernos, de empresas, de personalidades. Entonces, no es descartable que también pueda tenerlo Machado para una iniciativa violenta, en un momento dado y a pesar de todos sus errores y descalabros.

El gobierno está claro en esto. Los cuerpos de seguridad del Estado están monitoreando muy de cerca todos estos movimientos; saben que no es cuestión de tomárselo a la ligera; entienden que perfectamente pueden estar en marcha operaciones tan oscuras como las que ocurrieron en 2014, 2017, 2019, 2020 y 2024, y eso pudiera significar una amenaza nada despreciable para la estabilidad política del país y para la tranquilidad en general de la sociedad venezolana, que viene disfrutando de paz prácticamente desde el día 31 de julio de 2024, luego de los acontecimientos violentos de los días 29 y 30 de julio de ese año.

Y comprenden que el fracaso de la estrategia abstencionista y de máxima presión, con el consecuente surgimiento de una nueva camada de líderes opositores, agudizan los planes del sector maricorinista, que se ha encerrado a sí mismo en la agenda violenta. Después de todo, es un principio general de la naturaleza, de la política —y de la guerra— que nunca es tan peligrosa la fiera como cuando está acorralada.