Seguridad: Entre la política de estado y la manipulación política
JESSE CHACÓN| Hemos visto como la manipulación política de la inseguridad intenta mostrar el incremento de los homicidios como un elemento propio del ciclo de revolución Bolivariana; sin embargo podemos ver como la violencia se incrementa dramáticamente desde ciclos anteriores en que la oposición de hoy era gobierno.
Según datos del Centro de Estudios para la Paz de la UCV, en la década de los 90 la tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes aumentó 153% al pasar de 13 homicidios por cada 100.000 habitantes en 1991, a 33 homicidios por cada 100.000 habitantes en 2000.
El juego político de la manipulación consiste en leer el fenómeno desligándolo de su desarrollo histórico, dado que el problema de la inseguridad como lo indican los datos anteriores, es un fenómeno social que tiene su génesis en el marco de los gobiernos de la cuarta republica de finales del 80 y toda la década del 90. La inseguridad es producto de la ruptura de los vínculos básicos de socialización expresados en la familia. Familia desestructurada como producto de la política neoliberal de ajuste y la eliminación de la política social, lo cual condenó a miles de ellas a la pobreza y la pobreza extrema.
Como consecuencia de estas políticas neoliberales, irrumpe un nuevo protagonismo juvenil en lo social mediado por la violencia y la visibilización de expresiones delictivas, que no son más que la materialización de la pérdida del futuro y la esperanza, especialmente en los sectores D y E.
La manipulación también consiste en la construcción de una sensación social de caos y peligro, cuyo único responsable por su ocurrencia y por su superación es el gobierno nacional, presentándose ellos como los portadores de todas las soluciones y los únicos salvadores. Pero este intento no se posiciona en la opinión nacional, si bien la ciudadanía reconoce la inseguridad como el principal problema del país, la mayoría piensa que todos por igual debemos encargarnos de luchar contra ella; de la misma forma, la institución mejor valorada por su actuación ante el problema de la seguridad es el presidente Hugo Chávez con un 51%.
La opinión ciudadana expresa un acertado criterio, el cual deberían entender todas las parcialidades políticas, la inseguridad no puede ser un tema para utilizar como trampolín o como arma de desgaste, pues la inseguridad es un fuego en el que todos nos podemos quemar.
Sobre el artificio de diversos actores políticos de presentarse como los portadores de la alternativa correcta al problema de la inseguridad, es importante destacar como tratan de borrar las huellas de su mala gestión en materia de seguridad cuando han sido gobierno, o de hacer olvidar que hoy son gobierno y resposables de la inseguridad en varios estados y municipios.
Una observación de dos municipios como Baruta y Chacao y dos estados como Nueva Esparta y Zulia (Ver en vínculo http://www.gisxxi.org/wp-content/uploads/2011/10/Art%C3%ACculo-Seguridad-Pol%C3%ACtica-de-Estado-o-Manipulaci%C3%B2n-Pol%C3%ACtica.jpg) en donde la oposición ha sido gobierno durante casi toda la última década, colocan en cuestionamiento la supuesta experticia para contener la violencia. Una mirada rápida de los datos nos permite concluir que la tasa de homicidios se ha incrementado del 2000 al 2008 en estos territorios, mientras, en municipios como libertador gobernado por el chavismo, la tasa ha descendido.
Buscando mostrarse como alternativa, la oposición venezolana ha presentado su propuesta de seguridad denominada “Todo el nuevo Gobierno contra la criminalidad, la violencia y la impunidad”, destacan como cabeza del grupo de asesores la figura de Lolita Aniyar de Castro, la cual ocupa un destacado lugar entre los criminólogos mundiales; sin embargo la propuesta copia en lo fundamental las premisas del proceso de CONAREPOL y el Sistema Nacional de Policía, sin reconocer ni valorar dicho esfuerzo; por el contrario lo minimizan y estigmatizan como politizado.
Es de destacar que en su desempeño como gobernadora del estado Zulia (1993-1995) la Dra Lolita Aniyar no hizo nada por detener los altos índices de delitos a nivel nacional que llegaron en 1993 a 1276 y 1994 a 1270; los dos años con las tasas de delitos más altas de la historia contemporánea de Venezuela, ni lo hizo tampoco con el aumento de la tasa nacional de homicidios que paso de 8 homicidios por cada 100.000 habitantes en 1986 a 21 homicidios por cada 100.000 habitantes en 1995. De igual manera la tasa de delitos en el estado Zulia para el año 1995 ascendía a 829 (la tasa más alta entre 1995 y 2009).
La reflexión que hemos desarrollado hasta aquí, no pretende minimizar la magnitud de la inseguridad hoy en Venezuela y la complejidad multifactorial del problema, pretendemos eso sí, desenmascarar las manipulaciones e invitar a la totalidad de actores nacionales a pensar en conjunto el problema y las alternativas para su solución.
Una revolución que ha logrado en 12 años mejoras significativas en la calidad de vida de su población especialmente en los sectores menos favorecidos, tiene por delante el gran reto de dar una solución estructural a esta espiral de violencia heredada de la cuarta república, para ello se hace necesario:
La construcción de un plan nacional de seguridad ciudadana como un acuerdo nacional donde participen todos los sectores de la vida nacional.
Transformar y optimizar el funcionamiento de todo el sistema de justicia penal: investigación (CICPC), acusación (FISCALIA) y juicio (TSJ). Es imprescindible detener la sensación de impunidad que hoy está presente en la sociedad venezolana.
La adecuación sincera de todas las policías regionales y municipales creadas anárquicamente durante la cuarta república, a los estándares del nuevo sistema policial venezolano.
La construcción de una política dirigida hacia la erradicación de los circuitos de violencia territoriales existentes hoy en vastos sectores de la sociedad venezolana, buscando privilegiar a los jóvenes de estos sectores para avanzar en sustituir su simbología de la violencia y el consumismo de hoy, por una nueva simbología basada en la esperanza, el respeto propio y la solidaridad.
La tarea es de todos, muchos más cuando la inseguridad y la violencia es un problema que surgido en América Latina a finales de la década de los 80 como consecuencia de las medidas de ajuste que destruyeron el frágil contrato social vigente para la época, ha llegado a superar la frontera de lo nacional y se escala como un problema propio de las sociedades y procesos de urbanización del tercer mundo y las nuevas tipologías del crimen organizado global.