¿Se parecerá la crisis del socialismo venezolano a la crisis del mexicano?
Javier Biardeau R.
Entre los analistas más rigurosos de las recepciones históricas (tanto en sus seguidismos dogmáticos como es sus apropiaciones críticas) del archivo Marx-Engels-Lenin en Nuestra América, podemos contar con los excelentes textos de Michel Löwy, Pablo Guadarrama, José Aricó, Omar Acha, Bolívar Echeverría, Adolfo Sánchez Vásquez; Nestor Kohan, entre muchos otros estudiosos de una comprensión histórico-critica de las transmisiones de los textos y tradiciones marxistas latinoamericanas en su pensamiento y acción histórica.
Pero como ha señalado Pablo Guadarrama existió una época donde las diferentes corrientes del marxismo y el archivo Marx-Engels que se constituyó en su matriz de pensamiento se entroncó activamente con las corrientes nacional-populares que aspiraban a un cuestionamiento de las estructuras de poder y dominio en las sociedades de Nuestra América:
“Esa época coincidió con un incremento en las universidades latinoamericanas del prestigio académico del marxismo y su predominio incluso en muchas áreas de las ciencias sociales. Sin embargo, no siempre este reconocimiento se correspondió con un incremento de la profundidad teórica de los análisis, pues cierta intención divulgativa de la teoría filosófica, económica y política del marxismo se materializó en una simplificación extraordinaria de su enseñanza y la consecuente proliferación de textos docentes en su mayoría de procedencia soviética. El traslado al ámbito intelectual latinoamericano de algunas de las polémicas que desde los años cuarenta y cincuenta se venían produciendo en el seno del llamado “marxismo occidental” -contrapuesto al marxismo-leninismo emanado del bloque soviético- sobre algunos temas filosóficos, éticos y estéticos, conmovieron cada vez más el ambiente en el que se desarrollaría el marxismo en América Latina.” (Bosquejo histórico del marxismo en América Latina Pablo Guadarrama González. Archivo Chile)
Estos fenómenos no se refieren a debates académicos o encerrados en claustros, sino que se vinculan estrechamente (con las todas las especificidades y autonomías relativas de las esferas sociales y culturales) con procesos históricos más inclusivos, sobremanera los referidos a los cambios sociopolíticos que experimentan las sociedades latinoamericanas y la región en su conjunto en su intento de salir de las garras de la larga noche neoliberal en los años 80 (crisis de la deuda externa) y 90 (aplicación masiva de programas de ajuste y estabilización macroeconómica). Simultáneamente, el derrumbe del campo del llamado “socialismo real” permitió un masivo desplome de las ideas y valores de la izquierda, tanto de comunistas tradicionales, como de socialistas, socialdemócratas y anarquistas. El fracaso del modelo soviético fue endosado masivamente a todas las corrientes sociales radicales que luchaban en sus propios términos contra la injusticia, la igualdad, la liberación, la explotación o la opresión.
La ideología del fundamentalismo de mercado y la utopía de la sociedad de la libertad perfecta (léase: neoliberalismo) se convirtieron en un nuevo sentido común legitimador diseminado desde la orquestación política, institucional y mediática de proyecto neoliberal/neoconservador. Un nuevo conformismo y resignación de masas se alinearon a lo que Margaret Thatcher denominó (TINA), es decir, sencillamente no hay alternativas al capitalismo, y desde allí el “arte de lo posible” se limitó solo a variantes de gestión y administración del capitalismo (la ilusión de la alternativa pendular entre monetarismo y keynesianismo no sólo como políticas económicas, sino cosmovisiones sociales del desarrollo).
De modo que los procesos constituyentes latinoamericanos (Venezuela, Bolivia y Ecuador) no sólo movilizaron agendas anti-neoliberales sino prefiguraron algunos temas clásicos de la agenda anti-capitalista, muchos de ellos entremezclados con los tópicos progresistas. Los foros sociales mundiales por una parte, y las articulaciones políticas de la izquierda latinoamericana (Foro de Sao Paulo) parecían revitalizar una ventana de posibilidad para replantarse un horizonte post-capitalista, muchas veces bajo el paraguas de la imagen del Socialismo del siglo XXI. La gran pregunta es: ¿Qué ha quedado de todas esas iniciativas? ¿Cuál es la acumulación de fuerzas objetivas y subjetivas del ciclo anti-neoliberal? ¿Se crearon las condiciones favorables para traspasar un punto de no retorno, es decir, una restauración neoliberal?
Se ha dicho reiteradamente que todo momento de crisis encierra un riesgo o peligro, como un campo de oportunidad. Entre los diferentes campos donde se despliega una crisis, es ostensible decir que en el caso venezolano hay una severa crisis de la ideología bolivariana, expresada en el despilfarro del llamado legado de Chávez, así como de los estratos intelectuales de izquierda que apoyaron el experimentó bolivariano.
Vale la pena quizás revisitar el presente texto de Vargas Lozano para comprender la crisis de coordenadas teóricas en el caso mexicano, y reflexionar de manera paciente sobre los paralelismos que puedan encontrase para el caso venezolano. Que las audiencias y lectores saquen sus propias conclusiones. Todos los créditos intelectuales del presente texto deben ser atribuidos al texto original de Gabriel Vargas Lozano (http://papelesrojos.blogspot.be/2004/05/olvidar-al-marxismo-g-vargas-lozano.html):
¿Olvidar al marxismo?, G. Vargas Lozano
Las causas de su derrumbe en México. Revista Memoria, febrero de 1998
“Es verdaderamen te curioso y digno de estudio lo que ha pasado con el marxismo en nuestro país. Después de un período de brillante ascenso, durante las décadas de los años sesenta y setenta, en las que inclusive llegó a ser hegemónico en algunas Universidades, cayó en una crisis durante los ochenta y se derrumbó en la década de los años noventa hasta llegar a la presente situación en la cual, tanto en los medios políticos como culturales (salvo algunas excepciones como lo son Memoria, Germinal, Vientos del sur o Dialéctica) se guarda un silencio sepulcral sobre todo lo que se refiera a esta teoría o al socialismo. Todavía más, considero que existe una posición represiva hacia todo lo que “huela” a marxismo, en los medios políticos, culturales y universitarios.
¿Por qué ocurre esto? Una primera respuesta podría ser la siguiente: el marxismo como tal, quedó enterrado bajo el “Muro de Berlín” y por tal motivo, ya no puede representar una alternativa realista al capitalismo.
Esta afirmación contiene muchos equívocos. El marxismo tiene dos aspectos: uno teórico y otro práctico. Por el lado teórico, un paradigma no cae por un colapso social (aunque a éste, naturalmente, le obliguen a modificar muchos de sus planteamientos) sino por la aparición de otras teorías que refuten plenamente sus principales tesis.
Además, desde el punto de vista teórico se ha pretendido hacer creer, a quienes no conocen de cerca esta concepción, que solo existió un solo marxismo y éste es el que desemboca en la construcción de la URSS, es decir, el llamado “marxismo-leninismo” aunque, inclusive, bajo ese rubro se esconden otras variantes más. Me refiero, en concreto a la “versión oficial” soviética que se implantó en todas aquellas sociedades como “verdad oficial” o también “verdad de estado”.
Las equivocaciones teóricas son las siguientes:
1.-NO HA EXISTIDO UNO SINO VARIOS MARXISMOS
Una primera equivocación ha sido la de creer que solo existió un marxismo: la versión oficial soviética. La verdad es todo lo contrario, en el siglo XX han existido muy diversas interpretaciones ya que sus fundadores dejaron todo un programa por desarrollar y una serie de problemas teóricos no resueltos. Así, a partir de su obra, se desarrollaron concepciones como las de Lenin, Kautsky, Trotsky, Gramsci, Lukács, Bloch, Brecht, Della Volpe y otros. Por tal motivo, una cosa fue la concepción desarrollada en la URSS y difundida por todo el mundo como “la única y verdadera” y otras son las que surgieron en Occidente, sin la hipoteca de ser la “ideología oficial del Estado”. Así, al derrumbarse el llamado “socialismo real” cae también su ideología, pero no las demás interpretaciones, algunas de las cuales habían sido, inclusive, críticas de aquella “versión oficial”.
2.- MARX Y ENGELS NO FUERON ARTÍFICES DEL “SOCIALISMO REAL”
Otra equivocación fue la de creer que Marx y Engels habían sido los verdaderos artífices de lo que ocurrió en el “socialismo real”. Esta tesis fue difundida aquí en México por los “nuevos filósofos”. A pesar de que las obras de Marx y Engels fueran citadas sin piedad en el llamado “socialismo realmente existente”, fácilmente podemos observar que la mayor parte de su obra está destinada a ser una crítica del capitalismo y que existen tan sólo algunas ideas sobre lo que debería ser el socialismo por una razón fundamental: esta sociedad todavía no surgía como realidad. Los errores o aciertos en la construcción del socialismo fueron responsabilidad exclusiva de quienes emprendieron la tarea de llevarlo a la práctica. Pero además, como veremos, su concreción práctica estuvo muy lejos de lo que Marx y Engels consideraban que debería ser el socialismo.
3.- CREER QUE EXISTÍA UNA CONTINUIDAD SIN PROBLEMAS ENTRE MARX Y SUS CONTINUADORES
La tercera equivocación consistió en creer que existió una identidad casi perfecta entre Marx y sus continuadores. Todo lo contrario, Lenin, Bujarin y Stalin desarrollaron, eso sí, a nombre de Marx y Engels, una nueva concepción muy distinta a la propuesta por sus fundadores. Las diferencias se pueden establecer con toda claridad en torno a: la teoría del partido; la concepción de la filosofía; la división del legado de los clásicos en dos sectores (materialismo dialéctico e histórico); las famosas tres leyes de la dialéctica; la concepción determinista y unicausal de la historia y tantas otras proposiciones que no se encontraban en el pensamiento de Marx. Lo que ocurrió es que los dirigentes soviéticos y en especial Bujarin y Stalin se dieron a la tarea de construir una concepción totalizante del mundo que presentaron como “ciencia de las ciencias” y que no era más que una ideología legitimadora del estado soviético.
4.- EL “SOCIALISMO REALMENTE EXISTENTE” NO ERA UN VERDADERO SOCIALISMO
Otro de los grandes errores cometidos por la izquierda y que aún no acaba de ser asimilado fue el creer que en la URSS se estaba construyendo un auténtico socialismo. Ya en mi libro Más allá del derrumbe (Siglo XXI. México, 1994) he mostrado como de 1917 a 1956 no se había presentado la posibilidad histórica real de construir algo que se asemejara al socialismo; pero aún más, de acuerdo a los estudios que se han hecho posteriormente, como el de Milos Nicolic y otros, podemos decir que lo que se desarrolló en la Unión Soviética no fue una sociedad socialista sino un proceso de modernización bajo el recubrimiento ideológico del socialismo.
5.- MARX Y ENGELS NO ERAN ANTI-DEMÓCRATAS
Se ha acusado a Marx y Engels de haber propiciado una sociedad no democrática. Mi opinión es que, por el contrario, estos autores estaban a favor de la democracia (y esto se puede demostrar con muchas citas) y que le otorgaban a este concepto, el significado de una verdadera forma de autogestión, sin embargo, este concepto todavía tiene que ser profundizado, a la luz de los problemas que han surgido en las sociedades actuales.
A pesar de lo anterior, tanto la derecha como los intelectuales que se decían marxistas, pero que ahora se han reconvertido en neo-liberales vergonzantes, siguen publicando textos y hablando en conferencias como si hubiera existido un solo marxismo o como si no hubiera habido un avance muy importante en el mundo en torno a diversos tópicos. Lo que, a mi juicio ocurrió, fue una gigantesca y monstruosa tergiversación de las concepciones de Marx y Engels tanto por sus enemigos en el capitalismo como por muchos de los que decían seguir sus teorías; pero además digo todo ello sin prejuicio de encontrar problemas o insuficiencias en diversos problemas planteados por los dos autores.
Ahora bien, nadie puede menospreciar lo que ha ocurrido con el marxismo en la teoría y en la práctica durante este siglo, lo que se necesita es seguir analizando, reflexionando, discutiendo toda esta problemática. Así lo han entendido tanto los europeos como los norteamericanos, quienes han proseguido, en forma muy activa, el análisis de todos los problemas contemporáneos desde un marxismo abierto, crítico y autocrítico. Algunas muestras son las siguientes: en Alemania, Wolfgang Haug, dirige la publicación del Diccionario histórico-crítico del marxismo (en 13 volúmenes) con la colaboración de más de 500 investigadores del mundo; en Francia, la revista Actuel Marx, que agrupa a un importante grupo de investigadores como Jacques Bidet (su director), Jacques Texier, Georges Labica, Michel Löwy, Ettiene Balibar, Lucien Seve y muchos otros, realiza una serie de conferencias nacionales e internacionales. La revista ha abordado temas como: el estado del marxismo; el marxismo en Japón; el marxismo italiano; el marxismo anglosajón; América Latina; el imperialismo hoy; el inconsciente social; filosofía y política; Marx y Weber y muchos otros temas. De igual forma, en su colección de libros Actuel Marx Confrontation, se han abordado problemas como: ¿fin del comunismo? ¿Actualidad del marxismo?; La idea de socialismo; los paradigmas de la democracia; la crisis del trabajo, etc.etc. En los Estados Unidos, es decir, en el país más anticomunista del mundo, se organiza anualmente la “Socialist Schollars Conference” en Nueva York y el congreso también anual de la revista Rethinking Marxism en la Universidad de Massachusetts; en Cuba, se ha empezado a publicar la revista Marx Ahora, dirigida por Isabel Monal; en Argentina no sólo existe una edición de Actuel Marx sino otras publicaciones como Tesis 11 y Dialéctika, en Brasil se publica, con mucho éxito, la revista Marx hoy. Todo ello sin mencionar el gran número de libros que se están escribiendo sobre la temática del marxismo en el mundo.
¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que a pesar del derrumbe del llamado “socialismo real” y de la implantación mundial de la política económica y de la ideología neo-liberal, el marxismo sigue siendo parte viva de la cultura política y los intelectuales de los países mencionados siguen trabajando teóricamente, reflexionando y re-pensando la teoría crítica. Naturalmente que no se trata de una versión más del marxismo soviético sino de una profunda renovación del paradigma a raíz de los nuevos fenómenos de la realidad y las nuevas aportaciones de las teorías científicas y filosóficas.
Pero entonces, volvamos a preguntarnos, por qué en nuestro país se ha presentado este fenómeno de represión y olvido del marxismo.3
Intentaré ofrecer varias respuestas:
1.- EFECTOS DEL COLONIALISMO
Una primera respuesta está relacionada con la forma en que se han importado las corrientes filosófico-políticas en México, es decir, en un país que sufrió 300 años de colonialismo y una ruptura profunda con su pasado anterior, ha subsistido un colonialismo mental muy propenso a importar modas teóricas para seguirlas en forma dogmática y luego repudiarlas.
En nuestro país, la vertiente del marxismo que más se difundió entre los obreros, los campesinos y las clases medias fue la versión soviética. Ahora bien, a partir de la década de los sesenta, tanto en la teoría como en la práctica, se inició una crítica hacia esa interpretación. La principal teoría que permitió dicha crítica fue la obra de Louis Althusser y luego el manual de Marta Harnecker que vino a substituir al de Konstantinov. Aquí tendríamos que preguntarnos ¿por qué influyó tanto la obra de Louis Althusser y no, por ejemplo, la de Galvano della Volpe? La respuesta se encuentra en la gran influencia que ha tenido la cultura francesa en nuestro país. Pero además, la concepción de Althusser venía en el “paquete” de la última moda francesa para la literatura y las ciencias sociales, que había promovido, nada menos de Les Temps Modernes: el estructuralismo. Hasta aquí podríamos decir que todo era normal. La versión dogmática soviética era reemplazada por una nueva interpretación que proponía que se leyera El Capital para descubrir que Marx era un científico sin más. Lo negativo no fue leer o debatir esa concepción sino tomarla como la “nueva verdad revelada”. Y así como en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Guerrero, todo el plan de estudios se organizó a partir de la división entre materialismo dialéctico e histórico, así también ahora, en las Facultades de Economía y Ciencias Políticas de la UNAM, se consideró que Das Capital era la passe-partout de la ciencia. Es obvio que en ambas facultades debería estudiarse El Capital pero con todas las transformaciones que ha sufrido el capitalismo en la actualidad; todos los problemas que dejó abiertos para la economía y todas las mediaciones que se requerían para entender el subdesarrollo junto a todas las principales obras de los grandes pensadores sociales. Pero al seguir la interpretación althusseriana en forma ingenua, sus seguidores optaron, sin saberlo, por un camino trágico que los llevó directamente al psicoanálisis. Curiosamente lo mismo ocurrió con Auguste Comte y sus seguidores del fin del siglo XIX y principios del XX. Pero una vez que los seguidores acríticos de Althusser se dieron cuenta de los desvaríos de su maestro, sin decir “agua va”, se cambiaron al gramscismo, que es la moda que sucedió al althusserianismo en 1975 o al postestructuralismo. La moraleja es que nunca debería seguirse a un autor, en forma acrílica. Ahora bien, ya en los ochenta, bajo la influencia del eurocomunismo, la crítica se profundizó en relación con el llamado “socialismo real”. Lo que creo es que la crítica a dicho “socialismo” sólo convenció a un sector intelectual minoritario y no al conjunto de la izquierda que se quedó más bien con un marxismo rústico y desleído, que no le permitió avanzar hacia una recepción más abierta y creativa. Al derrumbarse aquellas sociedades, todos aquellos que no habían profundizado en la crisis del marxismo, se quedaron sin piso y cayeron en una profunda depresión y decepción. La izquierda intelectual no supo o no quiso profundizar el debate entre sus bases y propiciar la construcción de una alternativa como ocurrió en otros lugares.
2.- EL OPORTUNISMO DE LOS INTELECTUALES
Pero aparte de la forma doctrinaria y dogmática como se asimiló el marxismo en México también habría que considerar un segundo elemento como lo ha sido la influencia ideológica del Estado. Como se sabe, nuestro país cayó en una más de sus crisis en 1982 y tres años más tarde, el gobierno decidió adoptar el neoliberalismo como política oficial no declarada. Al observar este acontecimiento, muchos intelectuales se alinearon a dicha política y luego confirmaron su actitud ante el derrumbe, apareciendo, de la noche a la mañana, reconvertidos en feroces críticos del marxismo. En otras palabras, en lugar de darse a la tarea de explicar lo que estaba ocurriendo, se dedicaron a desgarrarse las vestiduras en mesas redondas y conferencias como si ellos hubieran sido los autores inmediatos de los crímenes de Stalin y sin tener el cuidado de no confundir la crítica de la derecha con una crítica de izquierda.
Por el contrario, los intelectuales de la derecha agrupados en la revista Vuelta recogieron el desafío y orquestaron lo que fue el discurso hegemónico conservador y respuesta “única” al derrumbe del “socialismo real”. La forma elegida fue la realización del coloquio televisivo denominado: “El siglo XX. La experiencia de la libertad” en donde celebraron, no sólo los funerales de aquel régimen sino del marxismo y del socialismo, sin distinciones. De nada valió que algunos invitados nacionales se opusieran a dicha interpretación: Octavio Paz y sus invitados conservadores de Europa del Este y la URSS, ya lo había dicho todo y se acabó.4 Y cuando más tarde, el CNCA realizó junto con la UNAM y la revista Nexos, un coloquio más plural debido a la gran molestia que despertó el anterior por su reaccionarismo, el titulado: “Los grandes cambios de nuestro tiempo”, el atrevimiento le costó a uno de sus organizadores, Víctor Flores Olea, su puesto de Presidente del CNCA. El argumento de Octavio Paz fue de un liberalismo inmaculado: “Si yo organizo un coloquio en la empresa privada Televisa, yo puedo hacer lo que quiera, sin embargo, si ustedes realizan en las instituciones públicas uno similar, tienen que tomar en cuenta a mi grupo, de otra manera, aténganse a las consecuencias”. En otras palabras: hágase la democracia en las instituciones oficiales pero no en los bueyes de mi compadre.
Lo penoso en todo esto fue que la izquierda mexicana más lúcida, que hizo en forma temprana la crítica al marxismo soviético; que desarrolló en las ciencias sociales y la filosofía interpretaciones nuevas como la teoría de la dependencia; nuevas interpretaciones de la historia de México o la filosofía de la praxis, no pudo hacer valer, en los medios masivos de comunicación, su explicación alternativa. La izquierda partidaria mostraba su debilidad y su confusión.
3.- CAMBIAR EL MARXISMO Y EL SOCIALISMO POR LA DEMOCRACIA LIBERAL
Pero el problema no se queda allí. Durante la década de los años ochenta y principios de los noventa se presentaron en nuestro país varios procesos políticos de gran importancia. Uno de ellos fue la serie de transfiguraciones que sufrió el Partido Comunista Mexicano, al aliarse con otras fuerzas políticas y quedar convertido en PSUM, luego en PMS y finalmente en PRD. Están todavía por escribirse las causas, las formas y las consecuencias de esos cambios pero, por lo pronto, mencionaría que, a mi juicio, el debate en torno a estos cambios políticos, salvo en la transformación de PCM a PSUM, no fue suficientemente amplio y ello llevó a una gradual pérdida de identidad entre los militantes de esos partidos. Pero por otro lado, en la última transformación de PMS en PRD, se perdieron tanto el socialismo como objetivo como el marxismo teórico. Aquí podría establecerse un paralelismo con lo ocurrido en el PSOE en España que, una vez que se vislumbró la toma del poder, Felipe González propuso y se aceptó que se eliminara el marxismo como teoría central del partido y se adoptara una serie de posiciones que convertían, en los hechos, a la socialdemocracia en gestora del neo-liberalismo.
En nuestro caso, la causa de esta pérdida se encuentra, a mi juicio, en un cambio paradigmático y programático operado en los años ochenta por un sector de la izquierda, que consideró que la única forma de acceder al poder era reconociendo a una corriente heredera de la “Revolución mexicana” y que, por su sola presencia, había convocado a las masas bajo el nombre mágico de Cárdenas. Así, en lugar de plantearse la transformación radical del capitalismo, lo que se convertía en el punto número uno del orden del día era: la disolución del partido-Estado y el establecimiento de la democracia dentro de un nuevo sistema político.
Ahora bien, este objetivo era y es válido. Después de las transformaciones económicas realizadas por el porfiriato, quedó pendiente en nuestro país una modernización política que no logró realizarse ni con la revolución que le siguió y que costó al país un millón de muertos. Las masas que votaron por Cárdenas, en 1988, para Presidente de la República, estaban en contra del despotismo con que una oligarquía había llevado a nuestro país a la bancarrota y por tanto, deseaban instaurar una nueva forma de gestión del poder. No había duda que tenía que acudirse a este llamado, apoyándolo con todas las fuerzas que fueran posibles.
Sin embargo, esto se hizo, a mi juicio, abandonando el debate sobre los problemas del marxismo, del socialismo y de la misma democracia. Se adoptó, entonces, un pragmatismo de corto alcance y un encantamiento con respecto a la democracia.
Ahora bien, alguien podría decirme, si el socialismo no está hoy en el panorama inmediato sino que aparece como muy lejano y además nuestra tarea está en construir la democracia en nuestro país ¿qué objeto tiene el seguir reflexionando sobre el socialismo y el marxismo?
Esta pregunta: o es mal intencionada o está dictada por el candor. Hoy, en los países altamente desarrollados, en los que se ha logrado ya, desde hace muchos años, la democracia a que tanto aspiramos (y cuya necesidad inmediata no niego) es considerada como una forma de dominio que no conduce a la justicia social para las mayorías. Hoy, en aquellos países existe un agotamiento de dicha forma. ¿De qué forma se trata? Sin duda de la democracia liberal y neo-liberal. La pregunta que surge entonces es: ¿nuestra lucha es por instaurar una democracia liberal o neo-liberal que, en otros lugares ya ha mostrado sus dificultades para construir una sociedad justa? Mi respuesta es negativa. No podemos repetir la historia y por tanto, se necesita poner a debate, no sólo los diversos significados de la democracia para construir uno alternativo, sino seguir reflexionando sobre el paradigma marxista para estudiar las consecuencias de la sociedad global capitalista y su alternativa que, hasta hoy sigue llamándose “socialismo” aunque este concepto deba transformarse necesariamente para que pueda convertirse en realidad en el siglo XXI.”
Esperamos que el anterior texto haya estimulado sus neuronas.
Cuando una crisis teórico-ideológica (de sustentación y de legitimación), tarde o temprano se expresa en una crisis de dirección política (de liderazgo intelectual, ético-cultura y político). De este modo se produce una un bloqueo, una interrupción, un proceso de cambio truncado; y del estancamiento, la posibilidad de reversión (Roll-Back), el reflujo y los escenarios de restauración. La acumulación de fuerza morales y materiales comienza a perder cualidad, y en un proceso de desgaste, luego cantidad. La entropía domina frente a la recuperación y nuevas cualidades organizativas. Se trata de un punto crucial.
Ojalá sea advertido a tiempo y cuando ya no sea tan tarde que sólo quede mitigar los daños de la restauración. Todo esto pasa por la conciencia y praxis de un pueblo, de sus trabajadores y trabajadoras, en defensa de sus conquistas históricas.