Sader: La hora y la vez de Venezuela/ Almeyra: Hora 0

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La hora y la vez de Venezuela

 Emir Sader|

Estar a favor del gobierno de Venezuela no es solo una cuestión política, pero también de carácter. Es vergonzoso como gente que pretende estar en el campo de la izquierda, instituciones con tradición de izquierda, partidos que en principio pertenecen al campo popular, quedan silenciosos o se valen de críticas al gobierno para justificar la falta de solidaridad con el gobierno de Venezuela.

Uno de los argumentos de mala fe es el de que habría que sortear la polarización entre gobierno y oposición, como forma de contornar la radicalización, que sería no estar de ningún lado. Es pretexto para no solidarizarse con un gobierno asediado por la derecha local y por el gobierno de los EEUU. Intelectuales suman críticas al gobierno para pronunciarse por la solidaridad “con el pueblo de Venezuela”, como si el pueblo del país no estuviera involucrado en la polarización.

Se puede no estar de acuerdo con aspectos de las políticas del gobierno de Maduro, pero ninguna crítica justifica una posición de equidistancia, porque nadie tiene dudas de que, caso se lograra la caída del gobierno, sería sustituido por un gobierno de derecha e incluso de extrema derecha, con durísimas medidas para los derechos de la masa de la población venezolana y para los intereses nacionales del país.

Hay todavía el argumento de que la izquierda latinoamericana no debiera estar solidaria con el gobierno de Maduro, que le daría legitimidad en toda la región, comprometiendo la imagen de las fuerzas progresistas latinoamericanas. Los que hablan de esa forma tiene un imagen particular de la izquierda, que no es de la izquierda realmente existente.

Una parte de esas posturas es reflejo de una ideología liberal. Lo único que hay para esa visión son democracia y dictadura. Y como el gobierno de Maduro no cabe en la concepción que tienen de democracia, lo clasifica inmediatamente de dictadura y centran su fuego en contra del gobierno, supuestamente aislado por una “sociedad civil” en rebelión contra la “tiranía”.

Para esos, aunque se digan de izquierda no existen ni capitalismo, ni imperialismo. No hay tampoco derecha, ni neoliberalismo. Las clases sociales desaparecen, disueltas en la tal “sociedad civil”, que pelea en contra del Estado. No toman en cuenta que se trata de un proyecto histórico anticapitalista y antimperialista.

Parece que no se dan cuenta que no se trata de defender un gobierno, sino un régimen y un proyecto histórico. Que si llegara a caer ese gobierno, cae todo el proyecto histórico iniciado por Hugo Chávez y Venezuela se sumaría a la recomposición neoliberal que hoy victimiza a Argentina y a Brasil.

Se puede ser de izquierda y ser crítico, pero peleando dentro de la izquierda, de las fuerzas antineoliberales, por el avance de esos procesos, nunca por su derrota. Porque la alternativa a esos gobiernos está siempre en la derecha, como Argentina y Brasil lo confirman, nunca en la extrema izquierda. Derrotar a gobiernos antineoliberales es abrir el camino a la restauración neoliberal, que es la única bandera de la derecha.

Lo que está en juego hoy no solo en Venezuela, sino también en Bolivia, en Ecuador, en Uruguay, en Argentina, en Brasil, es el destino de los más importantes gobiernos que América Latina ha tenido en este siglo: si se afirman y avanzan, si recuperan el camino donde la derecha ha retomado el gobierno o si la contraofensiva neoliberal vuelve a imponer la década nefasta en que imperó en nuestra región.

Esa es una razón más para que la izquierda exprese su apoyo y solidaridad con Venezuela. Hay horas en que el silencio es criminal, sea de dirigentes, sea de militantes, sea de intelectuales, sea de partidos, sea de instituciones, sea de gobiernos, sea de quien sea.


Venezuela, hora 0

Guillermo Almeyra|La situación es muy fluida, aunque el gobierno ha retomado la iniciativa que había perdido desde el fallido intento de clausura del Parlamento (Asamblea Nacional, AN). Los datos, cuando escribo este jueves mi artículo para el domingo, son los siguientes:

1. La votación fue muy masiva y los sectores populares más pobres desafiaron todos los peligros (barricadas, atentados, asesinatos) y las dificultades (desorganización, poco transporte, distancias) para ir a votar. El gobierno anuncia que votaron 8 millones de personas. En un hecho sin precedentes, la empresa británica que vendió un sistema antifraude dice ahora, sin embargo, que hubo una manipulación oficial de esa cifra y, sin prueba alguna, sostiene que probablemente votaron sólo 7 millones de personas. El gobierno niega y llevó el problema a la justicia.

Pero, tanto 8 millones como 7 millones son siempre más que los 5 millones sin comprobación alguna y sumamente inflados que –dice la MUD– votaron en la elección ilegal organizada por ésta el 16 de julio último. También, es cierto, son bastante menos que los que figuran en el padrón electoral (19 millones). Pero queda el hecho de que el gobierno de Nicolás Maduro, sin ser mayoritario, cuenta que un núcleo duro de unos 5 millones de votantes a los que agrega algunos millones de simpatizantes y tiene mayor apoyo que la oposición, la cual también mueve multitudes, pero cuyo principal apoyo son los países imperialistas y sus seguidores de la OEA.

2. La Unión Europea, la OEA y Estados Unidos desconocen las elecciones constituyentes, que reconocen en cambio Ecuador, Cuba y Bolivia, además de China. El secretario de Estado yanqui declaró por su parte el 1º de agosto: estamos evaluando también nuestras opciones políticas para ver qué podemos hacer para crear un cambio de condiciones (en Venezuela), donde o bien Maduro decida que no tiene futuro y quiera marcharse por voluntad propia o nosotros podamos hacer que el gobierno (venezolano) vuelva a su Constitución. Es decir, reafirma la injerencia imperialista en Venezuela y reitera que Estados Unidos busca derribar a Maduro y, al mismo tiempo, intenta cubrirse con un ficticio manto legal al reconocer la Constitución de Hugo Chávez. De este modo la MUD, con la dirección estadunidense, declara abiertamente que lo que le queda es un golpe apenas disfrazado.

3. Pero la MUD está dividida. Dentro de 10 días vence el plazo para inscribirse para participar en las próximas elecciones regionales del 10 de diciembre. Acción Democrática, uno de los partidos integrantes de la MUD, acaba de anunciar que inscribirá su lista propia mientras la extrema derecha fascista, como siempre, es partidaria del boicot, ya que lo que busca es un golpe de Estado.

La oposición se dividirá y debilitará aún más ante esas futuras elecciones y la decisión del gobierno de mandar a cárceles militares a los dirigentes de la extrema derecha culpables de crímenes aumentará todavía más esa impotencia. La clave, desde el punto de vista de la oposición, de lo que ésta haga o deje de hacer en Venezuela está en manos de Trump.

4. La MUD anuló su manifestación del jueves y la postergó hasta el viernes, cuando el gobierno cierre la AN y la desaloje para instaurar allí la Asamblea Constituyente. La clausura de la AN dejará sin centro ni tribuna a la oposición y sin inmunidad parlamentaria a sus jefes. Incidentalmente, anulará también la de tres parlamentarios chavistas que, rompiendo con el PSUV formaron un bloque socialista opositor en la AN. Es posible que la AC esté presidida por Ci­lia Flores, esposa de Maduro, o por Diosdado Cabello, militar, jefe de la boliburguesía.

5. Los miembros de la Constituyente no surgieron de la iniciativa popular sino que fueron propuestos y elegidos por los aparatos sindicales y del partido, burocráticamente, y de modo de dar cargos a los burócratas maduristas. Salvo excepcionalmente, entre los constituyentes no hay ninguno de la izquierda chavista o revolucionaria.

Para Estados Unidos y los grupos fascistas el afianzamiento del gobierno de Maduro y la tendencia a la disgregación de la MUD ante la falta de opciones, Maduro será un nuevo Bachir el Assad.

A pesar de las menores posibilidades internas del golpe –ante el apoyo a Maduro de las fuerzas armadas– aumenta la posibilidad de una intervención militar extranjera cubierta quizás por Colombia o la OEA o disfrazada de sublevación fronteriza. Eso podría fortalecer a Maduro en el seno de las fuerzas armadas, pues a la defensa de los privilegios se añadiría el repudio a una invasión pro imperialista.

Estamos ante un golpe burocrático asestado por la burocracia bolivariana a sus adversarios de derecha y de extrema derecha, pero también al verdadero poder comunal y a la izquierda chavista. Asistimos también a la preparación abierta y en condiciones de creciente debilidad de la MUD de un golpe de Estado pro imperialista que podría radicalizar mucho a los millones de venezolanos que participaron en las elecciones constituyentes y que esperan de las mismas paz y orden en el actual caos económico. Conscientes de la nueva relación de fuerzas, empiezan ya a exiliarse en las embajadas algunos dirigentes de la MUD.

Hay socialdemócratas que en la prensa internacional hablan de estalinismo al referirse al bonapartismo de Maduro, sin tener en cuenta ni las condiciones absolutamente diferentes ni la realidad latinoamericana. Maduro, sin embargo, se parece mucho más al general peruano Juan Velazco Alvarado, presidente de facto de Perú entre 1968 y 1975, quien adoptó reformas sociales importantes pero apoyándose en las fuerzas armadas, en una verdadera revolución pasiva.

Como éste, debe ser defendido de la derecha y del imperialismo, pero también criticado porque frena y combate la autorganización y la participación decisiva de los trabajadores y el poder de éstos.