Realpolitik entre los 16 motivos de la Liga Árabe para readmitir a Siria
Nazanin Armanian
Doce años después de ser expulsado de la Liga Árabe, Bashar al Assad regresa a ocupar su escaño en la familia árabe. La Liga cortó sus relaciones con Siria en 2011, acusándole de oprimir a los manifestantes y luego de la muerte de cerca de medio millón de sirios, como si sus socios fuesen la cuna de las libertades y derechos humanos. En la tragedia de Siria, que tuvo tres dimensiones, cierto que el propio gobierno capitalista y autoritario de los Assad instalado en 1971 tuvo mucho que ver, pero convertir un conflicto interno en una brutal guerra a nivel regional y mundial fue un plan de EE. UU. con el objetivo de seguir reconfigurando el mapa de Oriente Próximo, iniciado tras el fin de la unión Soviética.
La organización fundada en 1945 y compuesta por Estados árabes del oeste de Asia y parte de África tuvo el objetivo de promover la cooperación regional entre sus miembros, aunque luego, unos no escatimaron esfuerzos para destruir a otros en Irak, Yemen, Libia o Siria. Esta fecha oculta una realidad: que el Panarabismo es anterior al Panislamismo; la Organización de Cooperación Islámica se crea veinte años después, en medio de la Guerra Fría, cuando un EEUU-creyente empieza a reclutar a las extremas derechas de todas las religiones contra la una URSS-atea.
La lectura de la declaración final de la Liga celebrada el 19 de mayo en la cumbre de Jeddah, con Assad como invitado, repleta del adjetivo “árabe”, que no “islámico”, el “enfoque árabe”, “los intereses comunes de la nación árabe”, etc.
El nacionalismo árabe vuelve con fuerza tras la derrota del espejismo del islamismo, al igual que el paniranismo, resurgido con la reciente revolución en marcha contra la Teocracia Chiita de Irán (TCI).
Si bien, el Líbano, Irak, Argelia y Omán nunca cortaron sus lazos diplomáticos con Assad, Túnez en 2015 reabrió su embajada en Damasco; le siguió Egipto en 2016, Emiratos árabes Unidos (EAU) en 2018, Jordania un año después, y les siguieron Bahréin (sede de la Sexta flota de EEUU), Omán y, el más importante, el Reino de Arabia Saudí (RAS) en el abril del 2023. A pesar de sus discrepancias con la readmisión de Siria, Qatar y Kuwait cedieron firmando la declaración final para impedir que Riad tomara demasiado protagonismo.
La oportunidad de anunciar el regreso de Siria al grupo se le ofreció el devastador terremoto del 6 de febrero, cuando los ministros de Exteriores de Egipto, Jordania y el RAS visitaron a Assad con aviones cargados de ayuda humanitaria: hubo varios miles de muertos y cientos de miles que perdieron su hogar.
¿Por qué ahora?
– La Liga ha llegado a la conclusión de que pierde más boicoteando a Assad que volviendo a tenerle controlado, sobre todo, mediante los petrodólares que tanto necesita para la reconstrucción del país: la actual situación sólo beneficia a Turquía e Irán, y deberían cambiar de táctica.
– No consiguieron imponer la voluntad de EE. UU. para que derrocase al mandatario sirio. Los motivos principales de la negativa de Barak Obama al iniciar la crisis-guerra eran tres: cambiar la doctrina Carter de dominar Oriente Próximo con la del Regreso a Asia para contener a China; la ausencia de una oposición viable capaz de dirigir un país que es vecino de la niña de los ojos de EE. UU.: Israel; y la condición impuesta por la TCI para firmar el acuerdo nuclear: ¿qué es más importante para la superpotencia?, se preguntó Obama, ¿un Irán nuclear o acabar con un régimen y un Estado destruido que dejará, por décadas, ser un incordio para los intereses de Washington en la región? El enfado del RAS, uno de los patrocinadores del Estado Islámico en Siria, con Obama fue monumental, tanto que inició una relación pasional con Rusia.
– En la Siria desintegrada ya hay cierta estabilidad: las principales ciudades están bajo el control del gobierno, el norte está ocupada por EEUU y la provincia Idlib la administra el ejército turco y los grupos terroristas vinculados, mientras el cielo de la nación lo domina Israel. Debido a que no hay perspectiva de que esta situación cambie, ofrece a los inversores la posibilidad de reanudar los negocios en el país euroasiático.
– La mediación de China que, en vez de recuperar el internacionalismo obrero en su política exterior, se está volcando con rebajar las tensiones entre los estados en guerra. La superpotencia oriental, que desde 2016 tiene un enviado especial para Siria y facilita una solución política al conflicto, el 5 de mayo envió a su titularZhai Jun a Damasco, ultimando el proceso del reingreso de Siria en la Liga Árabe. De hecho, la paz con Siria es una de las consecuencias del acercamiento entre el RAS y la TCI negociado por China. La Liga se dio cuenta de que EE. UU. tampoco va a derrocar a los ayatolás de Irán (otra cosa es la “propaganda de guerra” para vender más armas e instalar más bases militares), por lo que “es mejor besar la mano que no vas a cortar”.
– Mohamed Ben Salman, que se estrenó como príncipe saudí, lanzando guerras contra Siria y Yemen, y continuó como Jack el Destripador para convertirse en el símbolo de crueldad y estupidez, ahora que va a subir al trono se da cuenta que para reinar conviene un entorno tranquilo que vivir rodeado de enemigos que apuestan por tu cabeza.
– Los EAU y su príncipe de las Tinieblas Mohámed bin Zayed, que es quien manda incluso en el RAS, siempre ha preferido un gobierno panárabe en Siria que uno extremista religioso y está feliz porque el plan del eje Turquía-Qatar, patrocinadores de la organización de extrema derecha sunnita, la Hermandad Musulmana (HM, una especie de Opus Dei) -que buscaba derrocar al régimen de Assad y reemplazarlo con uno teocrático-, haya fracasado.
– Sacar a Siria de un artificial arco del chiismo diseñado por la TCI (con Irak, Siria y el Líbano como miembros), y así frenar la influencia de los ayatolás en la región.
– Participar en “la resolución del conflicto”, desactivando el foro de Astana dirigido por Rusia, Turquía e Irán.
– Contrarrestar la influencia de Turquía en Siria. EAU choca con este país también en Libia.
– Allanar el camino del reconocimiento de Israel por parte del RAS: el mundo “musulmán” no entendería cómo Riad intenta establecer relaciones con Israel, pero no Siria.
– Facilitar el regreso de varios millones de refugiados sirios desde el Líbano, Jordania y Egipto.
– Acabar con la producción de las píldoras captagón, una droga altamente adictiva que inunde la región. La Liga acusa a Damasco de proteger su fabricación y exportación a todo Oriente Próximo, recaudando miles de millones de dólares al año. Los saudíes informaron haber incautado el año pasado 46 millones de esas pastillas en un cargamento de harina. Los defensores de Assad afirman que el captagón es producido y distribuido en la provincia turca de Hatay por ISIS y en Idlib por los Cascos Blancos, grupo vinculado con el MI6 británico. Un día después de que el presidente sirio asistiera a la cumbre, Jordania mató en un ataque aéreo a un supuesto traficante de drogas y a su familia en el sur de Siria.
– Poder, en un futuro, enviar una fuerza de paz árabe para garantizar la actividad de la oposición derechista.
– Marruecos, en particular, quiere presionar a Assad para que deje de apoyar al Frente Polisario.
– Jordania, en concreto, necesita recuperar el transporte terrestre a través de Siria en la ruta hacia Turquía y Europa para reanimar su economía.
– A pesar de las declaraciones estridentes de EE. UU. en contra de este acercamiento dirigidas al consumo interno, la subsecretaria de Estado de la Administración Biden para Asuntos de Oriente Próximo Barbara Leaf le ha dado luz verde a la Liga Árabe, aconsejándole que debía “obtener algo” de Siria a cambio. UU.-Israel, que han desmantelado a Irak, Libia y Siria, como poderosos estados árabes que eran, les da igual quien administre las tierras quemadas que han dejado a su paso. Lo importante para ellos es que dichos países no sólo dejarán de ser un obstáculo para el avance de su poder, sino que estarán bajo su dominio absoluto (como lo siguen estando Japón y Alemania, ocho décadas después del fin de la Segunda Guerra Mundial).
El Pentágono cuenta con 33 instalaciones militares en cuatro gobernaciones de Siria, sin olvidar que Israel mantiene anexionados los Altos de Golán o su socio de la OTAN, Turquía, tiene ocupada la provincia de Idlib. Los que consideran esta iniciativa de la Liga Árabe como una manifestación de la “independencia” de dichos países de EE. UU. por la debilidad del imperialismo, no tienen en cuenta los mil lazos financieros, políticos, militares y de seguridad con los que están atados a la superpotencia: casi todos albergan a miles de tropas de EEE. UU. A Washington, ahora le interesa el restablecimiento de las instituciones, como en cualquier otra colonia, para garantizar la seguridad de Israel, de sus propias tropas, con la “gente viviendo su vida con normalidad” (modelo Irak).
Assad recuperar su dimensión árabe
La situación con la que hoy se enfrenta el presidente sirio es infinitamente peor que la de 2011 cuando hubo masivas protestas sociales contra sus políticas neoliberales (luego aprovechadas y desviadas por la intervención de los países de la región y de EE. UU.), convirtiéndolas en una guerra, con 1+12 objetivos: medio millón de muertos, millones de heridos, 8 millones de desplazados, 15. 3 millones necesitados de algún tipo de asistencia humanitaria y cerca de 6 millones de refugiados en la diáspora, cuyos países de acogida planean repatriarlos a aquel país destruido, y cuyos principales recursos -petróleo y granos-, son robados por EEUU, y trasladados descaradamente en camiones a sus bases en Irak.
¿Se aleja Assad de los ayatolás? Su padre, Hafiz, declaró en 1981 el alavismo como una ramificación del chiismo para conseguir el apoyo de Jomeini contra su enemigo árabe-sunnita Sadam Husein. La situación ha cambiado.
Assad busca, primero, la legitimidad para su persona y protegerse de un juicio internacional en su contra, -como el del tribunal alemán que juzga a dos desertores del régimen sirio por crímenes de guerra-, y luego, financiación para reconstruir el país para el que requiere unos 400 mil millones de dólares. Conseguida la primera, la segunda no se presenta tan fácil: la Ley César de EE. UU., que sanciones a Siria, impedirá a los jeques realizar inversiones relevantes en el país; además, las condiciones impuestas por la propia Liga a Damasco no van a ser cumplidas: acoger a millones de sirios refugiados, muchos de ellos críticos con la dictadura del clan Assad, o permitir a la oposición participar en la política (demanda de Qatar).
La guerra contra Siria terminó con la victoria de EE. UU., Israel y Rusia, y la derrota de su pueblo, su Estado, el eje Turquía-Qatar y también de la TCI, aunque la lucha despiadada de las potencias regionales y mundiales por los recursos “de otros”, en esta región que alberga la primera reserva del petróleo y gas del mundo, continuará. Hay una nueva redistribución de las zonas de influencia, en la que los pueblos seguirán siendo sometidos a las dictaduras capitalista de corte medieval y a las amenazas de las guerras imperialista, con las fuerzas progresista en busca y captura.