¿Quiénes ganan y quiénes pierden con el derrumbe de Siria?
Misión Verdad
La caída de Siria y del gobierno de Bashar Al Assad fue consumada mediante el avance de grupos armados, aglutinados en torno a la organización terrorista Hayat Tahrir al Sham (HTS), hacia la capital Damasco, luego de una ofensiva sorpresa desde el noroeste del país, donde Alepo y otras ciudades claves fueron capturadas en un lapso de dos semanas.
Con poca o nula resistencia por parte de las fuerzas militares sirias fueron tomadas las ciudades de Alepo, Hama y Homs, abriendo el paso hacia la captura definitiva de Damasco.
Luego de esto, el primer ministro sirio, Mohammed Ghazi al Jalali, expresó que permanecería al mando del país con vistas a facilitar una transición, lo que marcó el fin del gobierno de Al Assad.
Al Jalali destacó que la mayoría de los ministros permaneció en Damasco para garantizar el funcionamiento continuo de las instituciones estatales y evitar el caos durante el período de cambio de poder. También reveló que se había llegado a un acuerdo con el líder del HTS, Abu Mohammed Al Jolani, para minimizar la destrucción en la capital.
Entretanto, el depuesto presidente, Bashar Al Assad, desaparecía de la escena para reaparecer en Moscú, según comunicó el gobierno ruso, que le ha dado asilo político.
La guerra en Siria, que mutó rápidamente desde una revolución de colores en 2011 hacia un levantamiento armado en el que se involucraron agrupaciones terroristas, evolucionó hasta convertirse en un conflicto prolongado y alimentado por un complejo mosaico de intereses locales, regionales e internacionales.
Actores regionales como Türkiye, Arabia Saudita e Israel vieron el debilitamiento de Siria como una oportunidad para reforzar y expandir su propia influencia en Asia Occidental. Estos intereses fueron contenidos durante años debido al sólido apoyo que el país recibió de Rusia e Irán.
Tensiones y movimientos geopolíticos ahora se están volviendo más evidentes en un diseño enfocado en lograr el reseteo de aquellos Estados que, durante mucho tiempo, resistieron la influencia y expansión occidentales.
Türkiye e Israel dan pasos a su favor
Fuentes de análisis sugieren que el país euroasiático ha jugado sus cartas antes de que el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, asuma el cargo, con el objetivo de tomar ventajas geopolíticas y militares frente a las posiciones kurdas en el norte de Siria, que cuentan con la protección de Washington.
Como indica el ex diplomático M. K. Bhadrakumar: “Türkiye tiene intereses especiales en Siria en relación con el problema kurdo. El debilitamiento del Estado, especialmente del nuevo aparato de seguridad en Damasco, les proporciona por primera vez vía libre en las provincias fronterizas del norte, donde operan los grupos separatistas kurdos. La presencia militar y de inteligencia turca se ampliará a pasos agigantados”.
En las primeras de cambi,o Türkiye logra expandir su influencia geopolítica en Asia Occidental, a lo interno del propio —y complicado— tablero sirio y amplía su perspectiva de convertirse en el gran árbitro en la región.
Proyecta poder y capacidad de modificar el equilibrio estratégico, tal como estaba planteado: un gobierno laico, en el corazón de oriente próximo, favorable al Eje de la Resistencia, sale de escena para abrir paso a versiones extremistas del sunismo, próximas a colaborar con Occidente.
Sin embargo, el colapso del gobierno sirio también supone riesgos para Ankara.
Una eventual balcanización podría potenciar los deseos de emancipación en la región kurda y complicar las relaciones con Moscú en un contexto donde se da por hecho que ambos compartirán lugar en los Brics.
Después del año 2015, Rusia había fortalecido su influencia en el Levante tras participar, a solicitud de Al Assad, en operaciones de apoyo aéreo contra agrupaciones terroristas.
Por otra parte, una vez consumado el fin del gobierno sirio, Israel desplegó una agresiva ofensiva militar en la zona de amortiguación de los Altos del Golán para ampliar su ocupación territorial, con el objetivo de socavar la profundidad estratégica regional de Irán a través de Hezbolá, una conexión esencial tanto para la resistencia en Líbano como en Gaza.
Como sponsor de primera línea y beneficiario geopolítico último de las acciones de Tel Aviv, Washington también saca provecho de la caída de Al Assad, enemigo acérrimo de la élite de poder estadounidense, visto desde siempre como un obstáculo para remodelar la región conforme a sus intereses, a través del ente israelí.
Explotando el vacío de poder, Israel ha atacado alrededor de 250 activos estratégicos, incluidas docenas de aviones de combate MiG-29, helicópteros, aeropuertos militares e infraestructura vital en Damasco.
Lo que se entendía por una fuerza aérea y una armada del Estado sirio sencillamente fue borrado del mapa.
Según el corresponsal de guerra Elijah Magnier, las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) atacan territorios claves como Quneitra y Damasco por tierra (donde ya se encuentran en los contornos de la provincia), destruyendo el puerto de Latakia por aire,
Su primer ministro, Benjamín Netanyahu, declaró que el histórico Acuerdo de Separación firmado con Siria en 1974 “colapsó” y ha ordenado la entrada de tropas en la llamada “zona de amortiguación” en los Altos del Golán.
Es probable que el caos en Siria también pueda tener un lado negativo para Israel, como en el caso de Türkiye.
Atizar la inestabilidad para obtener ganancias geopolíticas rápidas puede generar complicaciones en los cálculos a mediano y largo plazo. Tel Aviv está abriendo un tercer frente y puede estar sobreestimando su capacidad, de cara a Hezbolá y la resistencia palestina.
Irán y Rusia ante la pérdida de un gobierno aliado
Siria ha funcionado como un eslabón importante en las cadenas de suministro de armas y equipamiento del Eje de la Resistencia.
Sin Al Assad, Teherán ahora se verá obligado a reconsiderar sus próximos pasos dado que su capacidad para sostener su arquitectura de operaciones en Asia Occidental se ha visto restringida, lo que implica que deberá reformular su política de defensa regional.
Volviendo a Bhadrakumar, “Irán sufre un serio revés, del que es difícil recuperarse en un futuro próximo, ya que el ascenso de los grupos extremistas sunitas que se adhieren a la ideología de Al Qaeda conducirá a un nuevo cálculo de poder en Siria, que es visceralmente hostil a Teherán”, escribe.
Y prosigue: “El quid de la cuestión es que la influencia regional de Irán disminuye significativamente. Esto no solo beneficia a Israel sino que también desencadena un profundo cambio en el equilibrio de fuerzas, a escala regional, que tendrá resonancias para los conflictos actuales en el Gran Oriente Medio en su conjunto en una perspectiva de largo plazo: Gaza, Líbano e incluso lugares tan lejanos como Asia central y meridional. El resultado final es que el genio de Al Qaeda ha salido finalmente de la botella y ya no hay forma de detener su agenda panislámica”.
Por otra parte, los logros de Rusia en la esfera militar y diplomática del tablero sirio derivaron en una creciente influencia de Moscú en la región durante la última década.
Su papel en la mediación y en un nuevo modelo de cooperación con naciones como Türkiye, Irán y las monarquías del Golfo para estabilizar el cuadro interno de Siria generaron, cuando menos, descontento en Estados Unidos y sus vasallos.
Si bien la influencia regional de Rusia se ha deblitado, la base aérea de Hmeimim y el puerto naval de Tartus en Latakia, ambos operativos en las costas del Mediterráneo oriental, representan una vía de compensación ya que a través de ellos mantienen su proyección de poder hacia África y en la misma Asia Occidental.
Rusia, como indica Bhadrakumar, ha optado por un enfoque más pragmático para sostener su presencia militar. En tal sentdo, ha reajustado su narrativa para matizar su postura y establecer líneas de contacto con los factores armados que han tomado el poder en Siria.
Esto, a juicio del ex embajador, responde a una orientación geoestratégica de peso: “La declaración [de Rusia] evitó escrupulosamente utilizar la palabra ‘terrorista’, que los funcionarios rusos habían estado utilizando libremente en su estridente retórica para caracterizar los grupos sirios que han tomado Damasco. Moscú tiene motivos para temer la resonancia del Islam político como una ideología seductora en sus inquietas repúblicas musulmanas del Cáucaso Norte”.
Por último, Siria seguramente permanecerá dividida entre facciones rivales con intereses contrapuestos, y expuesta cada vez más a la fragmentación territorial definitiva.
De cómo se desarrolle la situación de ahora en adelante dependerán las acciones de Irán y Rusia, pero también las de Türkiye e Israel.
Es imposible no pensar en el funesto devenir de Libia. Este país, intervenido y devastado en 2011 por la OTAN, cuyo principal líder, Muamar Qadaffi, fue asesinado a la vista de todos, no alcanzó a lograr la paz y más bien se hundió en un entramado de guerras sangrientas y conflictos entre facciones que desembreraron por completo el territorio.
Y nada indica que Siria no siga por ese camino, acorde a la lógica balcanizadora tan asentada en los círculos de poder occidentales.