¿Provocará la capitalidad de Jerusalén una nueva guerra? / EEUU y la demolición de la legalidad internacional

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El reconocimiento del presidente estadounidense, Donald Trump, de Jerusalén como capital de Israel constituye un estímulo para que este país continúe su política de ocupación, apartheid y limpieza étnica, aseguró el presidente palestino, Mahmoud Abbas, quien agregó que Estados Unidos ya no es mediador en la construcción de la paz en Medio Oriente. En tanto, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, celebró este “hito histórico”.

La comunidad internacional y la ONU reconocen a Tel Aviv como la capital de Israel precisamente porque Jerusalén, ciudad que alberga los lugares sagrados de las tres grandes religiones monoteístas, también es reclamada por los palestinos como su capital histórica. La solución de dos estados que durante años ha defendido la comunidad internacional prevé que la parte este de la ciudad sea la capital de un futuro Estado palestino independiente.

¿Provocará la capitalidad de Jerusalén una nueva guerra en Medio Oriente?

Germán Gorraiz Lopez|

El actual sistema dominante o establishment estadounidense utilizaría la dictadura invisible del consumismo compulsivo de bienes materiales para anular los ideales del individuo primigenio y transformarlo en un ser acrítico, miedoso y conformista que pasará a engrosar ineludiblemente las filas de una sociedad homogénea, uniforme y fácilmente manipulable mediante las técnicas de manipulación de masas, teniendo como pilar de su sistema político la sucesiva alternancia en el Poder del Partido Demócrata y del Republicano (ambos fagocitados por el lobby judío), con lo que la sorpresiva victoria de Donald Trump ante Hillary Clinton representó para Israel “perder una valiosa amiga para ganar un amigo mejor”, Donald Trump, el tapado de la AIPAC.

EEUU y la AIPAC

El Magnicidio de Kennedy tuvo como daño colateral el nacimiento de un sistema político tutelado por el “Poder en la sombra”, quedando desde entonces como rehenes todos lo sucesivos Presidentes electos de EEUU, según la confesión realizada por el primer Ministro israelí Ariel Sharon al entonces Ministro del Exteriores Shimon Peres en octubre del 2001: “Nosotros, el pueblo judío, controlamos Estados Unidos y los estadounidenses los saben”, teniendo como fuente la radio israelí “Kol Israel”, sirviéndose de lobbys de presión entre los que descollaría la American Israel Public Affairs Committee (AIPAC).

La AIPAC sería el más influyente grupo de presión pro-ísraelí en EEUU pues cuenta con más de 100.000 miembros (150 de ellos dedicados exclusivamente a presionar al Congreso, a la Casa Blanca y todos los organismos administrativos en la toma de decisiones políticas que puedan afectar a los intereses del Estado de Israel) y aunque siempre se ha creído que la AIPAC sería un “gobierno virtual” que teledirigiría la política exterior de EEUU en función de los intereses israelíes, la realidad sería que el lobby pro-israelí tiene verdadero peso en los ámbitos del poder porque EE.UU. e Israel casi siempre han compartido idénticos intereses geopolíticos desde la fundación del Estado de Israel en 1.948.

Así, EE.UU. contaría con Israel para mantener a los Estados árabes de Oriente Próximo bajo la amenaza constante de ataque, (asegurándose de paso que se mantengan serviles ante Washington) e Israel no podría seguir existiendo en su forma actual sin el fuerte apoyo político y material que recibe de EE.UU. ( unos 3.800 millones de dólares anuales en ayuda militar).

Sin embargo, durante el segundo mandato de Obama, asistimos a la escenificación de un “desencuentro en las formas” Israelí- EEUU debido al concepto geopolítico imperante en la Administración Obama y cuyo cerebro sería el ex-Consejero de Seguridad Nacional del presidente Carter, Zbigniew Brzezinski. Así, Brzezinski en un discurso ante al Consejo Nacional Irano-estadounidense (NIAC), afirmó que “creo que los EE.UU. tiene derecho a decidir su propia política de seguridad nacional y no seguir cual mula estúpida lo que hagan los israelíes”.

Además, Brzezinski, estaría enfrentado con los lobbys neocon republicano y judío de EEUU y con su habitual mordacidad habría desacreditado la miopía geoestratégica de ambos grupos de presión al afirmar que “están tan obsesionados con Israel, el Golfo Pérsico, Irak e Irán que han perdido de vista el cuadro global: la verdadera potencia en el mundo es Rusia y China, los únicos países con una verdadera capacidad de resistir a Estados Unidos e Inglaterra y sobre los cuales tendrían que fijar su atención”.

Jerusalém, ¿capital del Estado de Israel?

Theodor Herzl es considerado el Padre del actual Estado de Israel y fundador del sionismo y en su libro “El Estado judío: ensayo de una solución moderna de la cuestión judía”, propuso la creación de un Estado judío independiente y soberano para todos los judíos del mundo al tiempo que promovió la creación de la OSM (Organización Sionista Mundial) y en su obra “La vieja Nueva Tierra”(1902), sienta las bases del actual Estado judío como una utopía de nación moderna, democrática y próspera en la que se proyectaba al pueblo judío dentro del contexto de la búsqueda de derechos para las minorías nacionales de la época que carecían de estado, como los armenios y los árabes.

Sin embargo, aurora-israel.co/il, denuncia que “ la política aislacionista del primer ministro, Biniamín Netanyahu, parece estar en las antípodas de los fundadores del sionismo, tales como Teodoro Herzl y Chaim Weizmman, que incluyeron al movimiento dentro del espectro progresista en el campo de la diplomacia, con lo que la pregunta es si puede revertirse peligroso el aislamiento diplomático de Israel con una política que sea contraria al inmovilismo y el encerramiento”.

Así, el gobierno de Netanyahu aspira a resucitar el endemismo del Gran Israel (Eretz Israel), ente que intentaría aunar los conceptos antitéticos del atavismo del Gran Israel (Eretz Israel), que bebería de las fuentes de Génesis 15:18, que señala que “ hace 4.000 años, el título de propiedad de toda la tierra existente entre el Río Nilo de Egipto y el Río Eúfrates fue legado al patriarca hebreo Abraham y trasferida posteriormente a sus descendientes”, doctrina que tendría como principal adalid a Isaac Shamir al defender que “Judea y Samaria (términos bíblicos de la actual Cisjordania) son parte integral de la tierra de Israel.

No han sido capturadas ni van a ser devueltas a nadie”. En dicha doctrina se basarían los postulados actuales del partido Likud liderado por Netanyahu quien aspira a convertir a Jerusalén en la “capital indivisible del nuevo Israel”, tras la invasión de su parte oriental tras la Guerra de los Seis Días (1.967) y que según Wall Street Journal, “la Administración Trump podría hacer en breve realidad al trasladar la Embajada Estadounidense a Jerusalem”, lo que podría conllevar una nueva intifada palestina y el repudio de la comunidad internacional.

¿Nueva Guerra en Oriente Medio?

Nos encontraríamos pues en un momento crucial para definir el futuro mediato de Oriente Próximo y Medio (Oriente PROME), pues tras la salida de Obama de la Casa Blanca estaría aumentando la presión del lobby pro-israelí de EEUU ( AIPAC) para proceder a la desestabilización de Irán por métodos expeditivos, momento que será utilizado por EEUU, Gran Bretaña e Israel para proceder a rediseñar la cartografía del puzzle inconexo formado por dichos países y así lograr unas fronteras estratégicamente ventajosas para Israel, siguiendo el plan orquestado hace 60 años de forma conjunta por los gobiernos de Gran Bretaña, Estados Unidos e Israel y que contaría con el respaldo de los principales aliados occidentales.

Así, tras la aprobación por el Congreso y Senado de EEUU de una declaración preparada por el senador republicano Lindsey Graham y el democráta Robert Menéndez que señala con rotundidad que “si Israel se ve obligado a defenderse y emprender una acción (contra Irán), EEUU estará a su lado para apoyarlo de forma militar y diplomáticamente”, con la Administración Trump asistiremos al aumento de la presión del lobby pro-israelí de EEUU (AIPAC) para proceder a la desestabilización de Irán por métodos expeditivos.

En una primera fase de dicho plan, el Senado de EE.UU. renovó de forma unánime hasta el 2.026 la Ley de Sanciones contra Irán (ISA por sus siglas en inglés) y tras el lanzamiento de un nuevo misil balístico por Irán, Trump amplió las sanciones contra varias empresas iraníes relacionadas con los misiles balísticos sin violar el Acuerdo Nuclear firmado entre el G+5 e Irán en 2.015 , conocido como Plan Integral de Acción Conjunta (JCPOA por sus siglas en inglés) y que tan sólo serían fuegos de artificio para distraer la atención del maquiavélico Plan esbozado por la Alianza anglo-judía en 1960 que incluiría del balcanización de Irán. Así, EEUU e Israel habrían empezado a teledirigir al DAESH para mediante atentados mediáticos y selectivos desestabilizar el régimen del Líder Supremo, ayatollah Ali Khamenei y cuyo primer paradigma sería el reciente doble atentado en el corazón de Teherán

Dicha guerra será un nuevo episodio local que se enmarcaría en el retorno al endemismo recurrente de la Guerra Fría EEUU-Rusia e involucrará a ambas superpotencias teniendo como colabores necesarios a las potencias regionales (Israel, Egipto, Arabia Saudí e Irán), abarcando el espacio geográfico que se extiende desde el arco mediterráneo (Libia , Siria y Líbano) hasta Yemen y Somalia y teniendo a Irak como epicentro ( rememorando la Guerra de Vietnam con Lindon B. Johnson (1963-1.969).Así, Siria, Líbano e Irak serían tan sólo el cebo para atraer tanto a Rusia como a China y tras desencadenar una concatenación de conflictos locales (Siria, Irak y Líbano), desembocar en un gran conflicto regional que marcará el devenir de la zona en los próximos años y cuyo desenlace podría tener como efectos colaterales el diseño de una nueva cartografía favorable a los intereses geopolíticos de EEUU, Gran Bretaña e Israel con la implementación del Gran Israel (“ Eretz Israel”).

EEUU y la demolición de la legalidad internacional

Editorial de La Jornada, México|

El presidente estadounidense, Donald Trump, confirmó ayer su determinación de trasladar a Jerusalén la representación diplomática de Washington en Israel, a contrapelo de los señalamientos de estadistas y líderes del mundo sobre los peligros que conlleva semejante medida. Hasta el rey saudiárabe, Salmán bin Abdulaziz, gobernante del principal aliado histórico de Estados Unidos en la región, advirtió que esa mudanza podría desatar la cólera de los musulmanes en todo el mundo, en tanto que el turco Recep Tayyip Erdogan, presidente de otro régimen amigo de Washington, le dijo al republicano que el estatuto de Jerusalén es una línea roja para los musulmanes, y amagó con romper las relaciones diplomáticas de Ankara con Tel Aviv.

Por su parte, el secretario general de la Liga Árabe, Ahmed Abul Gheit, recalcó que el gesto de la Casa Blanca tendría consecuencias negativas para la situación de Palestina y para la región árabe e islámica. Por descontado, todas las instituciones y facciones palestinas, que representan a la parte más directamente agraviada por la medida, expresaron su repudio a lo que sería un reconocimiento oficial de Estados Unidos al reclamo unilateral israelí de Jerusalén como su capital.

Debe recordarse que en 1947 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) determinó, en el contexto de la separación artificial del hasta entonces mandato británico de Palestina, la conformación de dos estados, uno palestino y otro judío, y un estatuto de corpus separatum para Jerusalén, que sería administrada por la propia ONU. Esa división provocó la primera guerra entre árabes e israelíes y ésta se saldó con el armisticio de 1949, que dejaba la porción occidental de la urbe (84 por ciento de su territorio) en manos de Israel y la oriental bajo control de Jordania; pese a ello, la ONU reafirmó el estatuto internacional de la ciudad.

En 1967 el régimen israelí invadió Jerusalén Este, Cisjordania y Gaza, y de inmediato se anexó decenas de pueblos palestinos aledaños, destruyó barrios árabes y dio a sus habitantes tres horas de plazo para que salieran de sus viviendas antes de que fueran demolidas. En años posteriores prohibió la residencia a los no judíos en extensas zonas de la ciudad y emprendió una política de limpieza étnica (como lo han documentado diversos investigadores y académicos, entre ellos Ilán Pappé) que se mantiene hasta la fecha.

La comunidad internacional en su conjunto se ha negado en forma sostenida a reconocer la pretensión del gobierno israelí de considerar a Jerusalén como su capital eterna e indivisible y en agosto de 1980 el Consejo de Seguridad de la ONU decretó, mediante la Resolución 478, la nulidad de semejante pretensión y exhortó a sus integrantes que situaran sus representaciones diplomáticas en Tel Aviv. La excepción fue Estados Unidos, cuyo Congreso aprobó en 1995 el reconocimiento de la capitalidad israelí en Jerusalén, lo que derivó en controversias institucionales que han imposibilitado hasta ahora el traslado de la sede diplomática de Washington a territorio jerosolimitano.

La razón para negar el reconocimiento a la pretensión israelí es simple: la anexión de Jerusalén fue un acto de fuerza que conllevó actos de desplazamiento forzado de población, despojo, violencia y barbarie. Cualquier país que sitúe su embajada ante el gobierno de Israel en esa ciudad legitima, en consecuencia, tales métodos, y lesiona, con ello, los principios básicos de la legislación internacional. Así pues, el anuncio de Trump constituye un ataque frontal en contra de las normas elementales de convivencia, representa una irresponsable y torpe ofensa para palestinos, árabes y musulmanes, y se traduce en un nuevo atropello a las causas de la paz, la estabilidad y la vigencia del derecho en el mundo.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2017/12/06/opinion/002a1edi