¿Por qué Netflix?/ La codicia de Netflix

¿Por qué Netflix?

 Leonardo Murolo|

“Porque en televisión no hay nada, porque lo veo cuando quiero, porque no se corta, porque lo retomás desde donde dejaste, porque de esas series habla todo el mundo”. Lo cierto es que Netflix, con 117 millones de suscriptores en el mundo, no solo es una marca importante dentro de la cultura pop de principios del siglo XXI. Además supone una serie de rituales disruptivos que reconfiguran la relación entre la ficción y las audiencias.

La forma Netflix del consumo audiovisual sintetiza prácticas que ya existían en internet con pantallas piratas –como Cuevana o SeriesYonkis- y les imprime su marca. Maratonear, spoilear, descargar, filtrar, crear teorías y debatir con otros el devenir de la serie preferida, son formas de apropiación social de la ficción, distantes a la de solamente hacer zapping desde el sillón de casa. Resultado de imagen para House of Cards
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Ante la competencia de Hulu o Amazon Prime Video –con notables producciones como The Handmaid’s Tale o The Man in the High Castle– la plataforma responde con más producción propia. Y ese es quizás el futuro de su marca, proponernos ver solamente realizaciones originales que lleguen a ser tan ansiadas como las de Universal, Warner o HBO. De hecho, de haber obtenido premios como el Golden Globe y el Emmy llega este año a su primera candidatura al Oscar a Mejor Película con Roma.

Este ascenso de sus producciones originales se afirma cuando la empresa enfrenta riesgos de los que sale airosa. Primero resistir las constantes amenazas de que Disney, Marvel y Fox retiren sus producciones de la plataforma. Luego sortear el escándalo con el protagonista de su nave insignia, House of Cards, y darse el lujo de terminarla como sea. Finalmente, animarse a producir la continuidad de series de culto como Black Mirror –innovando en su lectura interactiva con Bandersnatch– o Breaking Bad –apostando a su precuela con Better Call Saul–.

Netflix supone también una construcción del gusto algorítmica y envolvente, de la cual es difícil escapar si nos dejamos llevar. Los algoritmos advierten constantes de preferencias que se traducen finalmente en recurrencias narrativas. Series de suspenso, antihéroes, distopías, historias que suceden en los años ochenta y noventa, son elementos vistos hasta el hartazgo en la receta de la serie ideal contemporánea.

Suscribirse a Netflix por lo que vale una entrada de cine abre la puerta a ver horas de producciones. Sin embargo, para quienes no son sibaritas del arte audiovisual, oficia como un almacén de historias que en cierto modo obstruye la curiosidad de ver qué se produce fuera de esa pantalla.

La curaduría de Netflix es en general la del cine pochoclero y a la vez no están todas las películas más marketineras. Aunque abre la maravillosa posibilidad de ver series de Croacia, Finlandia, Australia, Brasil o Corea, hay que advertir que eligió previamente cuáles series y por lo tanto cuáles imaginarios sobre esos países mostrarnos.Resultado de imagen para netflix codicia

Hace unos días corrió el rumor de que Netflix programaría Codicia, una serie de ficción contra los gobiernos kirchneristas creada por Jorge Lanata. Ante cierto enojo social con que la plataforma se inmiscuyera en la campaña electoral, en las redes sociales apareció el hashtag #ChauNetflix. La empresa no tardó en tuitear y aclarar que “Netflix no estuvo ni está involucrado de ninguna forma en Codicia del Sr. Lanata. No crean todo lo que leen”. Creamos o no en conspiraciones y en intempestivos tweets que las desmienten, Netflix es la misma empresa que no deja disponible en Argentina su documental The Panama Papers y que produjo en Brasil la serie O Mecanismo, en la que intervenía generando representaciones sobre la Operación Lava Jato, contra Lula da Silva y Dilma Rousseff. La ficción ocupa un lugar trascendental a la hora de proponer representaciones sociales. Desde sus diégesis, por ejemplo, personajes como Rambo o James Bond también fueron signos de la Guerra Fría.

Como sujetos sociales necesitamos que nos cuenten historias. Desde las pinturas rupestres, la cultura oral, la escrita y el cine, hasta la industria digital actual, estamos construidos por relatos que nos identifican. Subestimar los usos que el poder realiza de la cultura masiva es uno de los grandes problemas del análisis de medios de comunicación. Finalmente la pelota también pasa al campo de las audiencias, quienes en busca de entretenimiento consumen productos en los que siempre hay que dimensionar el sustancial valor simbólico de las representaciones del mundo que proponen.

* Doctor en comunicación / docente-investigador UNQ @leonardomurolo


La codicia de Netflix

 Ezequiel A. Rivero|

(…) Netflix es una empresa de medios que toma decisiones editoriales e influye en la formación de opinión pública y, además, aboga por una agenda de políticas públicas ampliada, que contenga intereses de las audiencias y de la industria local de contenidos.

Netflix es todavía el mayor exponente global de la televisión distribuida por internet. Quizás una de sus mayores disrupciones sea la forma tradicional de monetizar la producción audiovisual. Si los estudios de Hollywood hacían negocios vendiendo los contenidos en la mayor cantidad de ventanas posibles (Cine, DVD, TV), a Netflix no le interesan tanto las ventanas de exhibición sino más bien tener contenidos propios y derechos de distribución global por la mayor cantidad de tiempo, para alcanzar audiencias lo más amplias posibles durante periodos prolongados. A su vez, a diferencia de la televisión paga que se orientaba cada vez más a nichos de audiencia específicos, Netflix decide tomarlo todo y tener en su catálogo algo atractivo para cada uno.

La tecnología también hizo su parte y le permitió a la empresa alojar y distribuir a nivel global cantidades superlativas de contenido. Durante 2017, los cinco canales de aire con sede en la CABA emitieron en conjunto 292 programas diferentes, en todos sus géneros y formatos. A febrero de este año solo el catálogo de series en Netflix Argentina (excluyendo películas) cuadruplicaba esa cifra. Por su parte, la librería de contenidos en países como Japón, Estados Unidos, Canadá y Reino Unido superó el año pasado los 5000 títulos.Hijo de Pablo Escobar  molesto por serie “Narcos”

Según un relevamiento propio, aun en desarrollo, Netflix ofrece en Argentina 1228 series y más de 1500 películas, en ambos casos se trata de contenidos de ficción, animados y documentales. Del total de series relevadas, casi la mitad corresponde a ficción (48%), seguido por animadas (17,2%); especiales de stand up (13,3%); documentales (11,6%); reality shows (6,4%) y variedades (3,5%). En cuanto a su origen, el catálogo de series se muestra diverso y reúne títulos de 42 países, aunque el 80% se concentra en apenas 7 de ellos: Estados Unidos (46%); Inglaterra (10%); Corea (8%); Japón (7,3%) y México, Australia y Canadá con cifras cercanas al 3% cada uno. Los contenidos argentinos, un poco más lejos, alcanzan apenas el 2,3% del total.

La alta promoción de contenidos originales como Narcos, El Chapo o El Mecanismo, generó suspicacias en relación a la línea editorial que la empresa estaba gestando en su retrato de América Latina. En efecto, de acuerdo con el relevamiento de series realizado, de los 90 títulos que aportan los siete países de América Latina y el Caribe que integran el catálogo, 30 abordan temáticas vinculadas con el crimen organizado, el narcotráfico, la corrupción política y la violencia social. Estos números no revelan demasiado si no se tiene en cuenta además que son los contenidos más publicitados y con mayor prominencia o visibilidad dentro del catálogo.

En medio de su inmensa vastedad y fragmentación, lo que le otorga a Netflix una personalidad es precisamente la personalización, es decir la formación de silos culturales que trascienden nacionalidades y que la empresa consigue crear con la ayuda de un fenomenal y opaco trabajo de automatización en su funcionamiento. Así, logra ser muchos servicios al mismo tiempo y cada usuario tendrá más posibilidades de ver “su Netflix” por lo que en general se tiene una experiencia muy estrecha del catálogo total disponible.

Parafraseando a la mamá de Forest Gump, para un usuario distraído, Netflix es una caja de bombones: nunca sabes lo que te va a tocar. Aunque se muestre impredecible, azaroso y logre enredarnos por horas en su amigable interfaz en la búsqueda o visionado de contenidos, Netflix sí sabe lo que te va a tocar. Cada vez es más claro que tras la pretendida asepsia de llamarse “plataforma”, “aplicación” o “empresa de tecnología”, Netflix es una empresa de medios audiovisuales que toma decisiones editoriales, tiene ideología e influye en la formación de opinión pública.

En las controversias espasmódicas que se generan sobre los contenidos que por allí circulan radica una oportunidad para pensar más allá de las chicanas o la mera imposición de tributos, y plantear una necesaria agenda de políticas públicas ampliada, que contenga además los intereses de las audiencias y de la industria local de contenidos.

* Becario Conicet. UNQ y CEA-UNC @skielrivero