Petro ya no es mamerto: crónica de un viaje
María Jimena Duzán – Cambio Colombia |
Desde 1970, cuando en cuestionado escrutinio resultó elegido presidente Misael Pastrana, no había tanta crispación por unos resultados electorales. El registrador Alexander Vega logró lo impensable: que la derecha del Centro Democrático se declare víctima de un fraude mientras que la izquierda llama a cuidar la institucionalidad, a pesar de que los primeros datos les quitaban más de medio millón de votos.
La primera elección en la historia de Colombia en la que un partido de izquierda logra la mayor votación en consultas y en Senado, será recordada también como la más controvertida de los últimos 50 años. El registrador Alexander Vega se convirtió en blanco de críticas de la prensa y prácticamente de todos los partidos políticos antes de las elecciones. El preconteo de los votos en los que Colombia siempre ha sido un ejemplo de velocidad y relativa precisión se transformó esta vez en la primera estación de un viacrucis en el que el Pacto Histórico pasó de un resultado bueno a uno excelente y el Centro Democrático de uno muy malo a otro aún peor.
Muchas voces desde diferentes orillas señalan al registrador Vega como el responsable político de la situación. Aunque muchos han pedido su cabeza no es previsible que salga del cargo, y menos en vísperas de la primera vuelta presidencial.
Este desbarajuste había tenido antecedentes previos a la elección. Gustavo Petro, favorito en las encuestas, había empezado a decir cada vez en tono más alto que desconfiaba de la transparencia del sistema electoral y que temía que pudieran robarle las elecciones. Incluso llegó a insinuar que desconocería un resultado que contradijera los sondeos. La declaración de Petro fue respondida enérgicamente por el gobierno a la hora del cierre de las urnas. Iván Duque declaró: “Quienes hablaron de fraude han sido derrotados por la fuerza de las instituciones y por esta gran capacidad para dar la información a nuestro país”. Lejos estaba de imaginarse que con esa frase no iba a contradecir a Petro sino a su jefe y mentor Álvaro Uribe.
Lo normal en Colombia ha sido que la derecha defienda la transparencia del sistema electoral y la izquierda manifieste reservas. Lo verdaderamente increíble es que esta semana, de manera dramática y casi cómica, el partido de gobierno, Centro Democrático, tildaba los resultados como “sospechosos” mientras que el Pacto Histórico hablaba prudentemente de errores subsanables a pesar de que esos errores, le estaban quitando más de 500.000 y al menos tres curules en el Senado, la noche de las elecciones.
Expertos electorales como la MOE han señalado que faltó mayor preparación para las personas que participaron en los preconteosExpertos electorales como la MOE han señalado que faltó mayor preparación para las personas que participaron en los preconteos.
La crisis que empezó la noche del domingo hizo erupción seis días después. Este fin de semana empezó con un beligerante trino de Álvaro Uribe llamando a desconocer los resultados electorales. El expresidente y jefe del partido de gobierno mezcló verdades, con interpretaciones sesgadas y una que otra mentira. Es innegable que los resultados electorales y sobretodo la forma gradual en la que se han conocido, generan desconfianza.
Es cierto que hay múltiples formularios E-14 con tachones pero no parecen ser síntoma de un fraude sino más bien de un pobre entrenamiento de los jurados. Lo que resulta falso es sugerir que la ventaja de Petro se dio por la votación en las áreas que tienen influencia del narcotráfico. La verdad es que el Pacto Histórico se impuso en lugares como Bogotá, donde duplicó al Centro Democrático y es prácticamente imposible señalar que fue por la influencia del narcotráfico. En cambio, en el departamento del Caquetá, donde es fácilmente identificable la presencia del narcotráfico, el Pacto Histórico fue la quinta fuerza. Lo más grave del mensaje de Twitter de la poderosa cuenta de Álvaro Uribe es la frase final. «no se puede aceptar el resultado»
Que un expresidente de la República invite al desconocimiento de un resultado electoral es algo inédito en Colombia. Sin embargo, este sábado no fue solamente un exmandatario quien hizo el incendiario llamado. Andrés Pastrana también hizo lo suyo. Para muchos resultó llamativo que el hijo de Misael Pastrana, cuya cuestionada elección en 1970 ocasionó el nacimiento de la guerrilla del M.19 en la cual militó Gustavo Petro, tache ahora de fraude la elección que encabeza la coalición de izquierda. Por lo demás su partido, el Conservador, obtuvo la segunda votación gracias a las grandes tajadas burocráticas que ha recibido durante el gobierno de Iván Duque.
La reacción de Gustavo Petro no se hizo esperar. En contraste con los expresidentes de la derecha, Petro escribió un trino ponderado reclamando unidad nacional y llamando al inicio de un «cambio tranquilo».
Mientras en el país político y las redes sociales crecía la pugnacidad, la tensión iba en aumento en la Casa de Nariño. Muy temprano empezó a hablarse de la posibilidad de que el presidente Iván Duque hiciera una intervención televisada. Como la independencia no es lo que ha caracterizado al mandatario, muchos empezaron a imaginarse que se trataría de una alocución para respaldar la postura de su jefe y mentor el expresidente Álvaro Uribe.
Los teléfonos de la Casa de Nariño no paraban de sonar con llamadas de periodistas averiguando por la hora del discurso presidencial que finalmente no se dio. Al mismo tiempo fuentes cercanas a la sede presidencial señalaron que altos dignatarios había adelantado un proceso de consultas con constitucionalistas afines al gobierno y muchos especularon que se estaba estudiando la declaración de la conmoción interior por los resultados del escrutinio que le entregaban 19 escaños del Senado a Petro.
Hay una enorme crispación en el país y que el discurso del fraude ahora se lo turnan políticos del actual partido de gobierno con los voceros de la izquierda que será mayoría en el Senado. No es un buen precedente porque en una democracia la credibilidad de las elecciones no reposa en los ganadores sino en la aceptación pronta y clara de los derrotados.
Hacia el medio día los jefes políticos de varias colectividades recibieron llamada del ministro del Interior, Daniel Palacio, para invitarlos a una reunión de la Comisión de Seguimiento Electoral que tendrá lugar el próximo martes a las 10 de la mañana. El ministro les dijo a todos que consideraran la sesión como urgente. Sin embargo, una cosa es una reunión multipartidista, que incluya al Pacto Histórico, y otra un llamado a desconocer el resultado electoral.
La salida sensata, después de tantas especulaciones, trajo un aire fresco a la Casa de Nariño y en la tarde se informó extraoficialmente que el presidente Iván Duque estaba dedicado a la celebración del cumpleaños de su hija. El incendio no estaba apagado pero al menos el jefe de Estado no le había agregado gasolina. Es posible que el tema se vuelva a encender el primer día hábil de la semana pero la pausa del puente festivo, sin duda, ayudó a que las cabezas se enfriaran.
La debacle empezó con un tema relativamente menor. Cada cuatro años se hace un sorteo para definir el orden en el que los partidos aparecen en el tarjetón. Ese orden se lleva también a los formularios E14 de reporte de votación. Este año el Pacto Histórico, que ya se vislumbraba como el favorito en las encuestas, se ganó el último lugar en la boleta electoral. Sería el 16 con su lista cerrada, antecedido del Partido de la U, número 15 con una lista abierta. La diferencia es importante porque mientras las listas abiertas deben llevar los 100 números para que el elector escoja al candidato de su preferencia, las listas cerradas solo llevan el logo del partido, ya que es lo único que tiene que marcar el votante.
El absurdo diseño que resultó de la interpretación de la ley hecha por un diagramador derivó en un tarjetón en el que el 90 por ciento de la hoja está ocupada por el Partido de la U y al Pacto Histórico le quedó un pequeño pie de página que podía pasar desapercibido. Para muchos este solo fue un evento desafortunado que desató el problema y para otros un acto deliberado para afectar la votación de Petro.
Examinando el tema con serenidad la confusión parece más resultado de la torpeza que de la malicia. Como sea la Misión de Observación Electoral (MOE), asegura que advirtió sobre la potencial confusión. El registrador Alexander Vega, en conversación con Cambio, aseguró que cuando la MOE advirtió los tarjetones y los E-14 ya estaba impresos y era imposible volverlos a hacer.
La torpe decisión de la Registraduría desembocó en consecuencias enormes sobre el proceso de reporte de los resultados. Cuando se cierran las urnas los jurados cuentan los votos y llenan presurosamente los formularios E14 que entregan a los claveros para que los números sean transmitidos telefónicamente a la Registraduría Nacional. En Bogotá se efectúa la suma y se producen los boletines de preconteo, que es la información que conoce el país inmediatamente después del cierre de las urnas. Con culpa o sin ella, lo cierto es que en esa veloz transmisión de datos le embolataron medio millón de votos al Pacto Histórico.
Esa discrepancia fue advertida por el abogado Álvaro Echeverry, un cruce de jurista e ingeniero de procesos de conteo, quien comandaba un verdadero ejército de expertos en derecho electoral y testigos al servicio del Pacto Histórico. Echeverry fue el primero que alertó sobre la insólita existencia de 29.000 mesas sin un solo voto por el partido líder. Hoy todo el mundo se pregunta qué hubiera pasado si los de Petro no hubieran tenido ese enorme dispositivo de verificadores. Buena parte de los fondos de campaña del Pacto Histórico fueron destinados a esta operación por iniciativa del senador Roy Barreras, quien llevaba al menos tres meses preparándola con el abogado Echeverry, quien antes de ser del Pacto trabajaba en esa misma labor, pero en menor escala, para el Partido de la U cuando Barreras acampaba en esas toldas.
¡Qué hubiera pasado si los de Petro no hubieran tenido ese enorme dispositivo de verificadores?
El cabezazo de Roy Barreras le permitió recuperar en el escrutinio tres escaños del Senado y de paso causó un pequeño sismo en otros partidos. Empezando por el Centro Democrático, ya sumido en la tragedia, porque pasó de tener los actuales 19 senadores a quedar con 14 y luego perder uno más. La bancada que era la principal del Senado quedó reducida al modesto quinto lugar en el ranking de los partidos.
Para colmo de amarguras, la más reciente quemada es la joven arquitecta María Angélica Guerra López, por muchas razones cercana al corazón del fundador del Centro Democrático. María Angélica es hija de uno de los mejores amigos de Álvaro Uribe, el exsenador Joselito Guerra de la Espriella, sobrina de la actual senadora María del Rosario Guerra y nieta de José María López Gómez, conocido como el mono López, el hombre que le vendió la primera tierra en Córdoba a Uribe para armar el Ubérrimo, que hoy ya va en 1500 hectáreas.
El Partido Conservador también perdió una curul. El escrutinio en primera instancia saca de la bancada a la senadora huilense Esperanza Andrade. El Liberal inicialmente conserva las 15 del preconteo pero está en un puesto de riesgo la cristiana Sara Jimena Castellanos, quien logró entrar con una votación muy apretada. También resultó damnificada la Coalición Alianza Verde Centro Esperanza que perdería al último elegido Leon Fredy Muñoz, cercano al Pacto Histórico y cercado por tres peligros. Primero, porque la supervivencia de su escaño depende de superar a Sara Castellanos del Partido Liberal. Segundo, porque internamente podría quedarse atrás de Iván Name. Y en tercer lugar porque está llamado a juicio por la Corte Suprema de Justicia por narcotráfico.
Si bien el desconcierto que ha traído la discrepancia entre el preconteo y el escrutinio ha sido lo que más ha llamado la atención, no es lo único que ha puesto bajo el fuego al registrador. Alexander Vega tiene la lupa encima desde que logró patinar una ambiciosa reforma al código electoral, mostrando dotes más propios de un manzanillo que de un funcionario imparcial. Creó más de 1.000 cargos nuevos en su entidad que acabaron en manos de políticos.
También tuvo problemas con la inscripción de las cédulas de los votantes, discrepancias con el DANE respecto al censo electoral, cuestionamientos sobre los software contratados para la realización de los escrutinios, se le cayó la página el día de las elecciones, inventó un ataque cibernético desmentido por la Fiscalía, y es evidente que muchos jurados no estaban suficientemente capacitados, entre otras irregularidades. Cuando el registrador fue cuestionado por quienes no confiaban en su imparcialidad, Vega se limitó a decir: “El que no sienta garantías, no debería presentarse”.
Como si le faltaran problemas, el uribismo ve a Alexander Vega como un santista porque siendo magistrado del CNE encabezó la investigación a la campaña de Juan Manuel Santos por entrada de un millón de dólares de Odebrecht. Esa investigación no terminó en nada. Como tampoco llegó a ninguna parte la investigación contra Óscar Iván Zuluaga por los pagos que hizo la corrupta multinacional brasilera a su campaña. En el caso de Zuluaga la investigación la encabezó Carlos Camargo Assis. La única casualidad llamativa de las dos investigaciones es que a los instructores le ha ido de maravilla: Vega es el registrador y Camargo es el defensor del pueblo.
En una conversación con Cambio el registrador Alexander Vega señaló que la entidad se ha esforzado por cumplir eficientemente y dar garantías a todos y no reconoció responsabilidad alguna en el caos. Sin embargo, los resultados no lo acompañan. Muchas voces desde diferentes orillas lo señalan como el responsable político de la situación. Aunque muchos han pedido la cabeza de Vega no es previsible que salga del cargo, y menos en vísperas de la primera vuelta presidencial.
Alejandra Barrios, directora de la Misión de Observación Electoral, dijo que todo lo que ha pasado es la consecuencia de no haber contado con la organizaciones políticas en la preparación del proceso. Según la MOE estos se puede corregir a través de mesas técnicas, que incluyan observadores internacionales para garantizar tanto la credibilidad de las elecciones como la gobernabilidad de las autoridades electorales.
Esta comedia de equivocaciones tiene un increíble colofón. El Consejo Nacional Electoral, que es la máxima autoridad en la materia, está divido por la elección de su presidente. Al final de la semana, mientras el país discutía los escrutinios, la corporación se dividía en 4 votos iguales entre Pedro Felipe Gutierrez, el candidato del gobierno Duque y del Centro Democrático, por un lado, y Jaime Luis Lacouture, el candidato del Partido Conservador. El voto que puede desempatar es el del magistrado Luis Guillermo Perez, abogado de derechos humanos y el único miembro del CNE afín a la izquierda.
Es evidente que hay una enorme crispación en el país y que el discurso del fraude ahora se lo turnan políticos del actual partido de gobierno con los voceros de la izquierda que será mayoría en el Senado. No es un buen precedente porque en una democracia la credibilidad de las elecciones no reposa en los ganadores sino en la aceptación pronta y clara de los derrotados. Un fundamento republicano que se ha cumplido siempre en Colombia, pero que difícilmente se dará en los próximos comicios presidenciales.