Perú. Victoria (provisoria) para Castillo
Marcos Salgado |
Por una mayoría importante, el Congreso del Perú le dio el voto de confianza al gabinete de Guido Bellido, el primer ministro designado por el presidente Pedro Castillo.
Fueron 73 votos a favor, donde se sumaron los congresistas del partido de Castillo, Perú Libre; junto a otros partidos menores que los respaldan y sectores de centroderecha que prefirieron, al menos por ahora, no confrontar. Enfrente quedaron 50 en contra, capitaneados por el partido Fuerza Popular, de Keiko Fujimori.
Esta es la primera gran victoria política que se anota Castillo, una victoria necesaria, porque si no se hubiera logrado este voto de confianza el presidente tendría que haber conformado un nuevo gabinete, que si volvía a ser rechazado abría el proceso de muerte cruzada: Castillo hubiera podido disolver el congreso, para entrar así en otra crisis política, como las que se repitieron en los últimos años, y que las peruanas y los peruanos rechazaron en las calles. Cansados y cansadas de que dominara la política de los intereses sectoriales y personales, y no la del tantas veces invocado pero nunca practicado bien común.
De cualquier forma, este punto que se anota Castillo no parece que vaya a cambiar lo central del momento político en Perú, en donde la hegemonía está en abierta disputa, y el ataque contra el nuevo gobierno desde la ultraderecha y los medios hegemónicos logró su primera víctima, nada menos que el designado canciller por Castillo, Héctor Béjar, un reconocido dirigente de la izquierda peruana.
A Béjar los medios le sacaron de contexto una declaración anterior sobre el rol de la marina de guerra peruana en el surgimiento del terrorismo en el Perú, pero fue la misma marina, la que se subió a esta operación, con un comunicado de rechazo a Béjar que es una señal preocupante: se supone que las Fuerzas Armadas no opinan sobre política. Pero lo hicieron y Béjar no completó ni un mes en el cargo. Y en Perú la marina es sinónimo de Vladimiro Montesinos, el monje negro de la dictadura de Fujimori, así que todas las alarmas tienen que seguir encendidas.
Tampoco se puede olvidar que el parlamento está sustancialmente en manos de los factores tradicionales de la oligarquía local, especialmente en el control de las comisiones, como la Constitucional, que es fundamental para la promesa de campaña de Castillo de una Asamblea Nacional Constituyente.
Castillo tiene a su favor el voto de los sectores más postergados de las ciudades y el voto mayoritario en el campo. Lo respalda así la aparición en la vida política a través del voto de estos sectores postergados por décadas y décadas. Pero ese apoyo siempre es complejo de expresar en la puja política diaria, donde los tiempos los suelen marcar los medios de comunicación y los factores tradicionales de poder, que fueron los que coquetearon con la posibilidad hasta de evitar la toma de posesión de Castillo.
Los voceros del gobierno empezando por el mismo presidente valoraron el voto de confianza en el parlamento, pero esto no pone a salvo al gabinete, ni mucho menos. La presidenta del parlamento le dio letra a la derecha mediática, al declarar que el de Castillo es “un gabinete de confrontación”. Esta estrategia no es nueva, la usa la derecha en toda América Latina: acusar a la izquierda o al progresismo de propiciar una brecha en la sociedad, cuando en realidad las mismas derechas suelen ser las responsables principales de la verdadera brecha: la de la desigualdad de oportunidades y la distribución de la riqueza de cada país.
Esa es la pelea en Perú y en toda América Latina. Todavía es pronto para saber si el asediado gobierno de Castillo tendrá el impulso suficiente en este combate de fondo, que de una u otra manera, y más temprano que tarde, necesitará de un apoyo popular que no puede ceder y deberá expresarse en las calles.