Pepe Mujica, siempre hay otra historia

Rolando Pereira

Que Pepe Mujica era un personaje controvertido nadie puede dudarlo, aunque ahora, en el marco de esta avalancha masiva de admiradores de su pensamiento, de sus dichos, de sus accionares, se opte por querer mirar para un costado u omitirlo, y solo quedarse con la imagen del caudillo uruguayo “super héroe”

Reflexionemos sobre algunas verdades, hablemos de los dos perfiles de un mismo Mujica: el “Pepe” fue guerrillero, sin duda, un hombre de “llevar la pistola 45 en el cinto” como a él le gustaba recordar en ciertas ocasiones, y con ella enfrentarse a balazos con los milicos y salir averiado en esos choques.

Sí. también es cierto. Pero hubo un antes y un después, y eso ocurrió en el mismo cuartel del Batallón Florida donde la dictadura los tenía prisioneros a varios militantes tupamaros. Hubo negociaciones y “pacto cívico-militar”, se sabe, hay mil testimonios, diálogo estrecho con los militares, con esos famosos “tenientes de Artigas”, que proponían que los Tupamaros se rindieran y entregaran las armas.

Y para ello necesitaban la anuencia del máximo comandante “tupa” que fue Raúl “Bebe” Sendic, un insobornable, un combatiente de la primera línea. Esa componenda de convencer al Bebe aprobada por Mujica, estuvo a cargo quien durante su presidencia fue “el mejor ministro de Defensa de toda nuestra historia” (al decir de los militares genocidas), el dirigente tupamaro Eleuterio Fernández Huidobro.

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Pero Sendic, quien fue convocado para que entrara en el cuartel (con la condición de que no iba a ser detenido) para que agachara la cabeza y tirara por la borda toda una lucha heroica como fue la que dieron cientos de militantes tupamaros, dijo un potente “no” y decidió seguir en la clandestinidad y combatir como siempre.

Pocos días después de aquel encuentro era apresado, después de una resistencia a balazos, hasta que un proyectil le dio en el rostro, penetrando en el mismo y arrancándole paste de su lengua. Minutos antes, en el fragor del combate había gritado, desafiante: “soy Rufo (su apodo de guerra), y no me entrego”.

Desde ese momento hasta el presente empezó a jugar “su partido” el otro Mujica. Bajó sus decibeles combativos de antaño, hizo carrera utilizando su estilo dicharachero, simpático para algunos, envolvedor según otros. Un día lanzando cuatro máximas sobre como deben comportarse las nuevas generaciones para “no cometer nuestros errores”, y otro halagando a “los mandamases que vienen del pueblo”, como cantara el inolvidable Jorge Cafrune. Entronizó su frase que fue toda una definición de su nuevo andar: “como te digo una cosa te digo la otra”. Y así, pasito a pasito llegó a la presidencia “el viejo guerrillero”.

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Luego vino un acumulado de agachadas de todo tipo, que no alcanzarían mil notas para detallarlas, pero hay hechos importantes que no pueden soslayarse: despreció a Hugo Chávez, al que consideraba “un loco”, e igual suerte corrió el actual presidente Maduro. No titubeó en descalificarlos públicamente, con esa soberbia que suelen tener los que se creen intocables e indiscutibles.

Tampoco Fidel se salvó de sus críticas indolentes. Amigo de Luis Almagro, dio fe de que sería el mejor secretario de la OEA, y así convenció a quienes dudaban de ese sujeto que terminó siendo el mejor soldado de Washington en Nuestramérica. Cuando la rebelión oligárquica agrícola-ganadera en Argentina, que intentó desestabilizar al gobierno de Néstor Kirchner, el “Pepe” también metió las narices.

Ocurría que los Kirchner querían cobrarle retenciones a los capitostes del campo, y como bien se sabe, esos sujetos se consideran intocables. Aprovechando el conflicto, fue Mujica presidente quien convocó a esos empresarios golpistas a reunirse en Uruguay (en el coqueto hotel Radison) para proponerles que fueran a invertir allí, ya que “nosotros no cobraremos retenciones como otros, les pondremos la alfombra roja, vean y vengan”, dijo, y no fueron pocos los dinosaurios de la derecha argentina los que compraron la propuesta.

También es muy recordada su invitación a comer un asado de cordero en la residencia presidencial al terrorista de estado yanqui George Bush cuando este visitaba Montevideo y las calles estallaban en consignas antiimperialistas y anticapitalistas, mientras otro tupamaro con mayúsculas, Jorge “Tambero” Zabalza, marchaba junto a cientos de manifestantes hacia esa residencia para repudiar al genocida Bush y a sus anfitriones. Esto se dio en el mismo momento que decenas de miles de argentinos recibían en un acto popular en Buenos Aires al comandante Hugo Chávez.

Chávez y Mujica firman acuerdos petroleros y de seguridad alimentaria |  Noticias | elmundo.esY así, Mujica era muy hablador y entre chiste y chiste siempre aprovechaba para crucificar a quienes siguen defendiendo principios revolucionarios que él abandonó. Ni que decir de sus últimos dichos alertando sobre el “fraude” en las últimas elecciones en Venezuela, o su permanente consigna de alabar al capitalismo, confesando que “somos sus administradores”, como aparece en el documental de su enamorado cineasta Kusturica.

Pero hay, entre todas sus actitudes involucionistas, una que es la más dolorosa y es el hecho de no querer, tanto él como el “Ñato” Fernández Huidobro, juzgar a los militares asesinos de su pueblo. Se opuso antes de ser presidente, boicoteando el plebiscito popular que así lo exigía, y lo ratificó después que asumiera el gobierno, ya que “no vale la pena porque son unos viejitos”, dijeron él y el “Ñato”, y así consagraron la impunidad que reina hasta estos días. Incluso, Huidobro, que siguió con sus relaciones con los militares que conoció estando en prisión, se negó a pedir la extradición de un genocida apresado en Chile. Más complicidad que esa, imposible.

En ese mismo escenario se puede recordar ese día nefasto cuando Mujica presidente nombró comandante en jefe del Ejército al fascista Manini Rios, de Cabildo Abierto, al que caracterizó como “un nacionalista progresista”.

Mujica y el general Manini Ríos, comandante en jefe del ejército durante su presidencia, hoy lidera el ultraderechista Cabildo Abierto.

Claro que estas actitudes le costaron más de un disgusto, como cuando uno de los tupas que también pasaron por prisión, Sergio Lamanna, se plantara junto a él a la salida de una actividad como mandatario, y le gritó adelante de todos sus amanuenses: “Pepe, mirame, vos y el Ñato nos traicionaron a todos”. Mujica observó de reojo y se fue caminando rápido junto a su custodia.

No sorprende que todos estos detalles hoy sean pasados por alto por esta avalancha de elogios acríticos producida ante el fallecimiento de Mujica, tampoco sorprende que cuando se cuenta “la otra historia” (siempre hay otra historia) no solo no quieren escucharla sino que tratan de linchar al mensajero. No extraña eso para nada ya que en el mundo en que vivimos es muy habitual. A veces parecieran pecar de cierta ingenuidad o desinformación a la hora de elogios extremos o descalificaciones según de quien se trate, pero casi siempre se trata de oportunismo liso y llano.

Final: Como otros luchadores que en el mundo emprendieron caminos insurgentes y con el tiempo defeccionaron, José “Pepe” Mujica Cordano ha logrado en vida y mucho más a partir de su fallecimiento un indudable alto nivel de reconocimiento, de alabanza a sus virtudes como “filósofo popular” y otras exageraciones, pero guste o no guste hay dos Mujica y uno de ellos no tiene nada que ver con el primero.

En cambio Raúl “Bebe” Sendic, Jorge “Tambero” Zabalza y una larga lista de tupas anónimos vivieron y murieron sin necesidad de duplicar sus personalidades. Amaron la Revolución, fueron derrotados en un pasaje de la misma, pero jamás -como las palestinas y palestinos de este oscuro presente- pudieron ser vencidos. Son, como el árbol de Guernica, un ejemplo de memoria de lucha para las nuevas generaciones.

  • Periodista uruguayo, residente en México.