Pedro Páez: Banco del Sur, puntal de la integración regional
OSVALDO LEÓN| El Consejo Suramericano de Economía y Finanzas de la Unasur, en reunión celebrada en Buenos Aires el viernes 25 de noviembre, anunció la inminente puesta en marcha del Banco del Sur. Entre los principales impulsores de esta iniciativa integracionista se encuentra Pedro Páez Pérez, ex-Presidente de la Comisión Presidencial Ecuatoriana para el diseño de la Nueva Arquitectura Financiera, quien en diálogo con ALAI se refirió a las ideas fuerza y a las oportunidades que se abren cuando este banco inicie sus operaciones, pero también a los riesgos de una eventual desnaturalización. Esto fue lo nos dijo.
ALAI
– Anuncios oficiales hablan de una inminente puesta en marcha del Banco del Sur. ¿A qué se debe el dinamismo que ha tomado en los últimos tiempos este proceso, cuando parecía más bien estar estancado o casi?
En realidad lo que ha habido es un proceso muy activo, sobre todo de parte de Ecuador que convocó a los sectores populares, a las organizaciones de base, a los intelectuales, a que no solamente participen en la movilización en torno al proyecto, sino a que construyan el proyecto, que lo sientan propio y lo llenen de contenidos. Por otro lado, ha habido también un proceso específico en los diversos países, con sus propios ritmos, que ha dado lugar a casos muy particulares como el de Argentina, que tiene una particular decantación de posibilidades al mismo tiempo que hay una acumulación de fuerzas no solo electoral sino política.
Lo que pasa con Argentina es que tiene una gravitación muy especial en el escenario latinoamericano, con respecto a lo que puede ser solo los países del ALBA o solo los países del MERCOSUR. Y tiene una relación además geoestratégica con respecto a Brasil. Es decir, en la cuestión de los pesos políticos, la presencia de Argentina será mucho más importante respaldada por el resto de la América hispana frente a Brasil; así como la presencia de Brasil en el escenario internacional no tiene mucho sentido si no es como proyección del conjunto de América Latina. Entonces, todos estos elementos van contribuyendo a que poco a poco los frentes que logramos abrir en su momento empiecen a tomar un ritmo propio, empiecen a calar en la conciencia de la gente y la gente empiece a exigirnos, lo que estamos viendo ahorita es el hecho de que esa exigencia social va marcando el terreno ya no solamente a nivel de los presidentes, que desde el principio mostraron una vocación muy clara, sino a nivel de la segunda y tercera línea de los negociadores que cada vez se veían con mayor presión no solo para sacar adelante la iniciativa sino para llenarla de contenidos transformadores.
– ¿Y la crisis en Europea, la amenaza de ataques especulativos, no han gravitado también para que se muevan las frutas?
Sin duda. Esto es parte de la discusión que hemos tenido. Cuando nace esta iniciativa poderosa lanzada por el presidente Chávez, al principio es manejada desde algunos sectores como un fondo más de reciclaje de las divisas petroleras, pero nosotros creíamos que era muy importante hablar no únicamente de un Banco del Sur sino de una nueva arquitectura financiera ante la necesidad de crear premisas fundamentales para dar un salto cualitativo en el proceso de integración.
De modo que por eso hablamos de un Banco del Sur que tenga otro tipo de prioridades pero que también tenga otro tipo de funcionamiento bancario, de modalidades de operación en la que la utilización de la moneda extranjera sea limitada a lo mínimamente indispensable y que más bien haya una posibilidad de proyectar la utilización de las monedas nacionales y la eventualidad de una moneda regional. De ahí viene el segundo pilar que es precisamente la moneda regional, una moneda que no sea esa restricción neoliberal que plantea el euro sobre el resto de las políticas; al contrario, que se convierta en un elemento facilitador para que hayan más grados de libertad en el manejo de las otras políticas y por tanto permita avanzar hacia un proceso de integración mucho más fluido.
Y en tercer lugar creemos que es indispensable tener una red de seguridad financiera frente a la obscuridad per se de los mercados financieros en crisis, pero también porque hay poderosos intereses políticos oligárquicos empeñados en parar este proceso o desnaturalizarlo, que de pronto es la solución más sofisticada.
– ¿Desnaturalizarlo en qué sentido?
Como estos planteamientos han llegado a la conciencia de la gente, va ser muy difícil desconocer palabras como nueva arquitectura financiera, Banco del Sur, Fondo del Sur, economía popular, la necesidad de crear nuevas condiciones para transformaciones ulteriores, en fin, pero lo que si pueden hacer es que a último rato las instituciones de la vieja arquitectura financiera como el BID, la CAF, el Banco Mundial, el FMI, el FLAR, la ALADI, todas estas siglas que han lucrando de estos 30, 40 años de dificultades para América Latina, ahora quieran secuestrar este proceso de construcción institucional tan participativo y llevar el agua a su molino.
Por cierto, nosotros no estamos en contra de que estos organismos se alineen con las necesidades del nuevo horizonte de integración pero lastimosamente hay poca evidencia de que eso pase. Es decir, el BID hace un par de años fue obligado a reconocer que había perdido un quinto de su capital social en inversiones especulativas. ¿Cómo es posible que un banco de desarrollo dedicado a América Latina ponga la plata en activos tóxicos en Estados Unidos? ¿Cómo es posible que una institución pública haya tenido que reconocer cuando eso debió haber sido absolutamente transparente, y que haya tenido que ser un senador norteamericano republicano el que obligue a reconocer eso?
Esto ameritaría que las organizaciones sociales, por ejemplo, estén permanentemente exigiendo una auditoría ciudadana sobre todas las instituciones porque no es un caso único. Tenemos el Fondo Latinoamericano de Reservas que año tras año viene perdiendo plata en inversiones especulativas y que además está pidiendo para el plan de negocios del próximo año, en el que invita a incorporarse a Brasil, Argentina, Chile, para seguir especulando y esta vez inclusive en los mercados de alimentos. La Corporación Andina de Fomento que inició con tan buenos augurios en el marco de la propuesta inicial del Pacto Andino, hace años que ha dejado de tener como principal rubro la inversión en infraestructura y aparece en un rubro muy dinámico como es el combate a la pobreza, que es deuda externa para gasto corriente contratando consultores extranjeros en probretología, y lo propio pasó con el BID que dio un crédito externo muy fuerte, creo que a todos los países de América Latina, para entrenar funcionarios y empresarios en la negociación del ALCA, luego del TLC con Estados Unidos, y luego con el de Europa.
El propio FMI prohíbe que haya deuda externa para gasto corriente pero si es permitido cuando se trata de gasto corriente de los funcionarios internacionales de la lista corta de estos organismos que vienen con consignas. Esto no puede ser posible, necesitamos cambiar las cosas. La gravedad y velocidad con la que se está desplegando la crisis, exigen que América Latina ponga en orden a sus instituciones tanto multilaterales como subregionales, como subnacionales, con la ayuda de estas nuevas instituciones que estamos proyectando y definiendo también otro tipo de circulación de los recursos.
El problema es que hasta ahora no solamente no estamos aprovechando los recursos que tenemos y seguimos con el mito de la desesperación por el ahorro externo, sino que adicionalmente el lugar que ocupa América Latina en los mecanismos globales de financiamiento es el de ser la caja chica. Es decir, tenemos 720 mil millones de dólares en reservas monetarias internacionales, cientos de miles de millones en fondos de estabilización, fondos parafiscales, fondos pensionales, recursos del sector público y en las distintas empresas del sector público que están fuera, recursos de los latinoamericanos que los bancos privados nos ponen afuera, de las corporaciones no financieras, y todos esos recursos están ganando casi cero por ciento y con riesgo que se pierdan los capitales.
Por lo mismo, nos urge crear las condiciones institucionales, la estructura de incentivos que permitan que estos recursos se reciclen localmente con toda la tranquilidad del caso, precisamente, para mejorar las condiciones de producción y de vida de la gente, y que esa misma dinámica permita también cambiar las expectativas de los distintos actores. Es una oportunidad que la tenemos ahí presente en el contexto de una crisis que parece derivar hacia un escenario de desestabilización, rentismo, especulación y guerras, en plural, como una nueva normalidad.
El único antídoto real contra la especulación, esto dijo la presidenta Cristina Fernández en la reunión última del G20, es la inversión productiva. Aquí tenemos la oportunidad de hacerlo, el tema de la soberanía alimentaria, la soberanía en salud, la soberanía energética, la red de ferrocarriles, la soberanía en la producción de conocimiento, en recursos naturales, en las enormes posibilidades que se abren con otro diseño de las obras de infraestructura que realmente organice la sociedad de una manera distinta a la del modelo primario extractivista. El financiamiento de la economía popular entendiendo y atendiendo las necesidades de la gente que crea, que tiene iniciativas, y que ahora esas iniciativas y esa creatividad están bloqueadas por los filtros del capital financiero trasnacional, el corto placismo, las altísimas tasas de interés, las comisiones altas, que prácticamente hacen inviable una gran cantidad de emprendimientos de la gente. Necesitamos crear un mecanismo de financiamiento que respalde las posibilidades para que todo el mundo pueda desplegar esa energía productiva. No dejemos que una oligarquía decida que se puede producir y que no se puede producir, y que nos impida al resto de la gente trabajar cuando estamos con ganas de trabajar y aportar al país, a la sociedad, a la familia.
– ¿Pero como mismo podrían ser capturados estos nuevos mecanismos por la lógica que precisamente quieren superar?
No es una cuestión nueva. El tema clarísimo de eso es el microcrédito. Desde las organizaciones populares cuando uno habla de finanzas populares, de microcréditos, no hay términos apropiados, todos vienen de alguna manera viciados de otro tipo de prácticas, desde la necesidad de las organizaciones populares, desde la organización de la economía popular. Es claro que hacen falta una serie de instrumentos financieros y no financieros que permitan justamente auspiciar esa creatividad de la gente. Frente a eso lo que tienes en el BM y en el BID, por ejemplo, son propuestas de microcrédito que se basan en el crédito del mercado con tasas de interés efectivas tan altas que en los hechos solamente en nichos de mercados muy específicos pueden cumplir los requisitos para acceder al crédito, y si acceden al crédito se da en condiciones predatorias que terminan asfixiando las posibilidades no solamente de sobrevivencia, sino de eventual réplica o viabilidad de ese tipo de propuestas.
Nosotros no creemos que vayamos por ahí. Son otras opciones que estamos planteando, como el SUCRE (Sistema Único de Compensación Regional) que incluye la posibilidad de trabajar con medios de pago alternativos basados en la disciplina y el rigor de los sistemas electrónicos de pago, con la versatilidad que te otorga ahora la tecnología de los teléfonos celulares y los pagos móviles, por ejemplo. Podríamos trabajar con circuitos de pago locales en los que la gente empieza a organizar sistemas de créditos mutuo, recíproco, con la misma filosofía que tiene el Sucre con los Bancos Centrales, pero ahora entre los actores de la economía comunitaria, del pequeño municipio, de la parroquia, generando una capacidad de movilizar recursos, movilizar fuerzas productivas que hoy por hoy están bloqueadas porque siempre se espera que sea el usurero el que adelante la plata para echar andar el circuito de la economía, o de pronto alguna ONG o algún intermediario o algún cacique del pueblo.
Aquí lo que estamos haciendo es crear herramientas muy concretas que permitan que la gente se empodere, que la gente pueda recuperar lo humano en las relaciones sociales y pueda construir su destino, desde lo local, desde la parroquia, desde los barrios periféricos de las ciudades ir armando otro tipo de sociedad con otro tipo de prioridades, con otro tipo de validaciones que hoy por hoy están absolutamente sancionadas negativamente por este mercado controlado por las transnacionales, los oligopolios, esta lógica especulativa.
Se necesita crear herramientas que cambien a la economía del Estado, a la economía capitalista privada y a la economía popular en sí mismas, para luego ir a la articulación entre ellas. Eso no surge espontáneamente en el mercado. Estos mercados son instituciones creadas por una correlación de fuerzas específica, por una normativa legal específica, por una tecnología específica, en la que la presencia masiva de los oligopolios y las transnacionales definen condiciones, jerarquías, formación de precios, formación de rentas, formación de márgenes de venta, abusos de unos sectores, situaciones de permanente lesión económica a los sectores más vulnerables.
De manera que lo que estamos creando con esto son las condiciones para que la gente pueda establecer otro tipo de lógicas y que éstas puedan ser viables, replicables, sostenibles y para ello tenemos ahora la tecnología disponible. El sistema electrónico de pagos que ya lo tiene el Banco Central, que originalmente fue diseñado para los bancos transnacionales con todo lo mejor de la telemática en hardware y software y que permite justamente la seguridad, la versatilidad, la agilidad de todo ese tipo de transparencias. Ahora, si se pone eso al servicio de las cooperativas, de los bancos comunales, de las cajas de ahorro, pero también de los municipios, de las instituciones públicas que están en provincia, lo que se va estableciendo es una red de redes que da espacio para que la gente del lugar se organice y empiece a hacer negocio día a día de una manera distinta.
Si nos podemos conectar entre nosotros y podemos trabajar a crédito unos con otros, con toda la confianza de que cada transacción va a quedar registrada y se va a poder rastrear hasta el último céntimo, entonces no solamente vamos a poder hacer nuestros negocios con mucha mayor tranquilidad sino que ese dinero físico que antes apenas lo recibíamos lo gastábamos y desaparecía de la comunidad, ahora se quede.
Al crear estos mecanismos ya no hace falta que esté de por medio el usurero, ni el político de turno, es la gente organizándose y una vez que se tiene esos mecanismos la gente mismo podría ir avanzando hacia otros tipo de mecanismos que son muy fáciles de irlos acoplando modularmente, por ejemplo el tema del crédito, y eso se puede ir articulando con otros programas del Estado como lo que en su momento fue el sistema nacional de microfinanzas, o con el tema de trabajar con las facturas con las que puede tener la gente y con las que puede pagar créditos, o la posibilidad de utilizar la misma red del sistema electrónico de pagos y acceder a mercados externos, tanto de fuera de la comunidad como también de fuera del país, ya que eventualmente van a ser los mercados de toda América del Sur los que van a estar involucrados con esto. Con todo el respaldo que significa que los bancos centrales estén ahí vigilando, tranquilizando a la gente que esa plata no va a desaparecerse.
– ¿Cómo miras el hecho de que en diversos países hay un creciente reconocimiento de la economía social y solidaria, superando el paradigma dual economía estatal-privada?
Creo que tiene muchos aspectos positivos porque venimos de una lucha ideológica en la cual estábamos perdiendo, en la que el único criterio de lo eficiente era lo que venía dicho por los gringos, por el FMI, por el BM, por lo que decían los banqueros. Uno iba al banco y decían no le podemos dar el crédito porque ese proyecto no es viable, no es eficiente, o porque Ud. no trabaja lo suficiente, no gana lo suficiente, entonces es culpa de uno el que se esté en situación de pobreza. Pero los multimillonarios como los que han creado la crisis actual, los Goldman Sachs, Morgan Bank, Bank of America, los banqueros de todo el mundo que han hecho fraude, ellos si se merecen ganar los millones y millones de dólares porque ellos son productivos y eficientes. La gente, no porque es improductiva, ineficiente, vaga, tonta y por eso es pobre.
Esa racionalidad corresponde a este proceso de lavado del mate del que somos objeto. Esta situación en la que el sentido común que es asumido como algo natural tiene que ser criticado como un producto social, como una construcción social en la que están de por medio los poderes establecidos. En el que los monopolios de los medios de comunicación y el sesgo que tienen inclusive los libros de texto en las escuelas, los colegios, van formando ciertos dispositivos internos en nuestra cabeza que nos hacen pensar automáticamente de cierta manera aunque esté en contra de nuestros intereses, y lo que es más grave aunque esté en contra de nuestra experiencia cotidiana.
Entonces, parte de lo que estamos planteando aquí entra en este proceso de otro tipo de participación de la gente. Es decir, toda la convocatoria a la construcción de la nueva arquitectura financiera rompe con los esquemas porque en lugar de que se resuelva entre cuatro paredes a nivel de negociaciones diplomáticas lo que se ha hecho es decir: no, esto es un tema de todos, si dejamos que los banqueros y los economistas sean los únicos que pueden hablar de moneda y banca estamos fritos, porque es como dejar a los pedófilos a cargo del jardín de infantes. Lo que necesitamos es asumir, no dejarnos apantallar, si toca tomar un poquito de tiempo para comprender las cosas, hay que tomar y se ha de entender nomás.
Lo que estamos planteando tiene también este horizonte de pedagogía social, este horizonte de politizar el proceso de construcción institucional, de hacer que la gente esté adentro exigiendo lo que quiere. Si no es así puede suceder que al final del camino todo este esfuerzo que ha hecho la sociedad civil, las organizaciones populares, los intelectuales progresistas de Latinoamérica y la solidaridad de otras partes del mundo para armar esta nueva arquitectura financiera, termine secuestrado. Es muy fácil comprar un edificio y nombrar un gerente, pero ¿qué ganamos si la nueva institución resulta una réplica del BM? No pues, necesitamos estar ahí de manera permanente, independientemente del nombre de la persona que se designe ahí, porque necesitamos garantizar que este sea un banco distinto, que opere de una manera distinta, que financie otro tipo de prioridades, que atienda las necesidades de la gente, las necesidades estratégicas de nuestros países.
Pero a la vez necesitamos tener otro tipo de moneda, una moneda que no sea el instrumento de la exclusión de la gente, como la que estamos trabajando con el Sucre que funciona sobre la base de la compensación de pagos que permite precisamente un proceso de comunicación, que permite viabilizar y validar el trabajo de la gente, que otro tipo de iniciativas que hasta ahora han estado al margen puedan contribuir a la creación de riqueza de las comunidades. Para eso finalmente necesitamos defender nuestros procesos, no podemos ser ingenuos, ya que para los poderes establecidos aunque los avances han sido modestos, llenos de dubitaciones, son avances que están estorbando a lógica de esa oligarquía minúscula que nos quieren ver sometidos, porque para podernos sacar la plusvalia necesitan minusválidos, y lo que necesitamos es precisamente romper con esas imposibilidades que nos han puesto adentro y que nos van creando en el sistema, en las instituciones, en las leyes, en la TV, en el imaginario, y hacer valer lo que hacemos, valernos por nosotros mismos, eso es lo que estamos planteando con la nueva arquitectura financiera.