Un aluvión de votos lleva a López Obrador a la Presidencia/ Los mexicanos confiaron en su “primero los pobres”

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Gerardo Villagrán del Corral-CLAE|

Los pronósticos esta vez se cumplieron y un aluvión de votos catapultó al centroizquierdista Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de México, sumido en una grave crisis social, económica y de seguridad por décadas de gobiernos antipopulares, sumisos a los mandatos de su vecino del norte.

Candidato de una alianza de centro-centroizquierda, Juntos Haremos Historia, formada por el Movimiento Regeneración Nacional (Morena), el Encuentro Social (Pes) y el Partido del Trabajo (PT), logró en una larga y dura campaña llena de noticias falsas y mentiras (las ya célebres fake news) y la oposición de las instituciones en manos del Partido Revolucionario Institucional (PRI), de los once grandes empresarios y de la prensa hegemónica (lo que él llamó la mafia del poder), llegar a la presidencia de México. Aún le resta asumirla.

Condujo con pragmatismo y tino la esperanza de cambio y el deseo de transformación social por la vía institucional y pacífica, en unas elecciones generales –marcadas por la violencia- donde 88 millones de personas estaban habilitadas para renovar ocho mil 299 cargos, desde la Presidencia, el Congreso y nueve gubernaturas, en 156 mil 830 puestos en todo el país.

Tres coaliciones se disputaron los cargos. Todos por México, que postuló a Juan Antonio Meade, estuvo formada por el Partido Revolucionario Institucional, Nueva Alianza y el Partido Verde. El Frente por México, integrado por los partidos Acción Nacional (Pan) y de la Revolución Democrática (Prd) y el Movimiento Ciudadano, impulsó a Ricardo Anaya. Juntos Haremos Historia, la alianza que encabeza Andrés Manuel López Obrador, agrupó al Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), al Partido del Trabajo (PT) y a Encuentro Social (Pes).

No será fácil gobernar este México desolado por las diversas violencias que asolan a su gente: la del narcotráfico, los asesinatos de periodistas, los feminicidios, la reciente violencia política. A ello se suma la enorme violencia económica que ha sumergido a más de 53 millones de mexicanos en la pobreza, entre ellos casi 10 millones en la indigencia más absoluta.

México vive una profunda degeneración del aparato político, en el que el federalismo formal se ha convertido en feudalismo real, en el que campea el soborno, el tráfico de influencias, la evasión fiscal consentida y, cuándo no, el poder omnímodo en la formación de la opinión ciudadana de los cárteles de comunicación monopólicos, resalta Javier Tolcachier.

El enorme enojo acumulado, la acuciante necesidad de transformaciones sociales profundas serán un factor de presión popular insustituible para acometer un nuevo rumbo. López Obrador deberá demostrar que no es una continuidad de la mentira política, revirtiendo la orientación y los efectos del Pacto por México, sellado en 2012, para poder detener la reforma educativa mercantilista, recuperar la soberanía energética, arremeter contra la financiarización de la economía, democratizar las comunicaciones,

Su mayor desafío será poner en marcha un programa de reformas económicas que saque a México de la sumisión a EEUU, país al que envía 73% del total de sus exportaciones.

Para poder gobernar deberá desarmar progresivamente los aparatos delictivos y de represión estatal cómplice de aquellos, y cimentar una cultura de derechos humanos junto al proceso de reconocimiento efectivo de los derechos de la pluriculturalidad de México y la reivindicación cultural de sus raíces.

Nada será posible de un día para el otro, y quizá tampoco en un sexenio, pero será más fácil si logra seguir entusiasmado a la ciudadanía y logra su acompañamiento y participación.

López Obrador ha sabido interpretar correctamente la necesidad imperante y es la razón de su triunfo, que debe significar la regeneración de México. Una inmensa mayoría de la población está harta de lo que pasa y culpa de sus males a un “sistema” del que López Obrador no formaría parte.

Pero no hay nada en su proyecto alternativo de nación que implique una ruptura estructural con el actual sistema de dominación. Su programa es recuperar por la vía electoral al Estado, refundarlo, democratizarlo y convertirlo en promotor del desarrollo económico, político y social.

Los cambios que anunció durante la campaña tienen que ver con la revisión de los contratos de obra pública y las concesiones gubernamentales al sector privado, como la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, y las concesiones gubernamentales para la explotación de campos petroleros y en el sector minero, que despertaron la alarma unánime de los principales empresarios del país.

La alianza

La alianza del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) con el Partido Encuentro Social, evangélico, movió políticamente a López Obrador hacia la derecha, señala Ileana Gilet. Tras este acuerdo, otras figuras conservadoras empezaron a sumarse a la coalición, como el exfutbolista Cuauhtémoc Blanco, quien se convirtió en el candidato único al gobierno del estado de Morelos, Manuel Espino, que fue presidente del PAN y vinculado  a un grupo de ultraderecha llamado El Yunque.

Luego se sumó el militar retirado Julián Leyzaola, que, según la periodista Marcela Turati, “tiene en su historial 19 recomendaciones por violaciones de derechos humanos y 25 averiguaciones previas y actas circunstanciadas ante autoridades estatales y una por la Procuraduría General de la República por delitos como tortura y homicidio”

Desde hace dos décadas Andrés Manuel López Obrador (conocido como AMLO) ha generado odios y amores, pero nunca indiferencia, señala el analista Carlos Fazio. Ha sido capaz de transformar el miedo, la paranoia y la angustia de la gente en alegría y eso, frente a un pueblo hastiado, indignado, enojado, crítico contra el sistema centenario ha impuesto el imaginario colectivo de un necesario cambio.

Durante la campaña el establishment se puso nervioso. El nacional y el trasnacional. Los grandes inversores y financistas trasnacionales (Black Rock y Citibanamex) trataron de enlodarlo, al igual que las campañas negras de la derecha (PRI y PAN) y los medios oligopólicos, que lo acusaban de populistas, autoritario, promotor del estatismo fracasado, castrochavista que quiere venezolanizar el país, con influencia rusa.

AMLO fue un excelente administrador de la bronca popular, de la ira general hasta ahora contenida (y brutalmente reprimida) por la creciente pobreza, desigualdad, violencia, inseguridad, corrupción, impunidad.

A las campañas negras del PRI y el PAN se sumaron sendos representantes deñ liberalismo oligárquico, como el peruano-español Mario Vargas Llosa y el mexicano Enrique Krauze. Vargas preguntó si van a ser tan insensatos los mexicanos, teniendo el ejemplo dramático de Venezuela, de votar algo semejante.

Krauze publicó en The New York Times un artículo (¿Adiós a la democracia mexicana?) donde señaló que si una vez en la presidencia López Obrador decide apelar a las movilizaciones populares y los plebiscitos, podría convocar a un congreso constituyente, anular la división de poderes, subordinar a la Suprema Corte, restringir a los medios y silenciar las voces críticas. “México sería otra vez una monarquía, pero caudillista y mesiánica, sin ropajes republicanos: el país de un hombre”, escribió.

Para estos intelectuales oligárquicos López Obrador es un “naco” (persona mal educada y/o con mal gusto), que simboliza al populacho que pretende igualarse y la posibilidad de un cambio social. Y esa “acusación” tiene sus bases en la facilidad con que AMLO, con lenguaje simple y entendible por todos, se comunica con los mexicanos de a pie

Ricardo Anaya, el candidato del PAN, apareció en campaña como un robot programado, dice Carlos Fazio. Maestro de la teatralidad señalado como un nerd, nunca entendió el contexto ni el país al que aspira gobernar; analizó a México, pero nunca pareció sufrir por y con él. Según el analista Jesús Silva Herzog, más que presidente, Anaya –cómplice de las contrarreformas neoliberales de los últimos años- podría ser un gran promotor de i-phones.

Estas elecciones generales son las más violentas de la historia contemporánea de México, con 48 candidatos y 85 políticos asesinados en 26 estados. Las amenazas de un nuevo fraude desde las instituciones en manos del PRI hizo temer que pudiera ser la chispa de una revuelta social y el descontento ya no sería pacífico. Desde hoy, una leve esperanza ha renacido entre los mexicanos: se sacudieron al PRI y al PAN y confían en un sexenio de un gobierno nacionalista y popular con AMLO.

Los mexicanos confiaron en el “primero los pobres” de AMLO

En su primer mensaje tras el arrollador triunfo, AMLO reiteró su compromiso de respetar todas las libertades y envió un mensaje de confianza a los mercados al sostener que respetará la autonomía del Banco de México, mantendrá la disciplina financiera y fiscal, y no actuará de manera arbitraria ni habrá confiscación de bienes.

Anunció que se reunirá con el actual presiente Peña Nieto el próximo martes en Palacio Nacional, con la finalidad de comenzar el proceso de transición. “Vamos a actuar de forma respetuosa. La transición va a ser ordenada para que se mantenga la estabilidad económica y financiera, y que no haya sobresaltos.

Entre aplausos de los integrantes del futuro gabinete presidencial y de simpatizantes, reiteró que su gobierno reconocerá los compromisos contraídos con empresas y bancos extranjeros. Acerca de los contratos petroleros y otros acuerdos del sector energético suscritos con particulares, explicó que serán revisados para prevenir actos de corrupción o de ilegalidad.

Si encontramos anomalías que afecten el interés nacional, se acudirá al Congreso de la Unión y a tribunales nacionales e internacionales, advirtió. Es decir, siempre nos conduciremos por la vía legal. No actuaremos de manera arbitraria.

Reiteró que erradicar la corrupción será la misión principal del nuevo gobierno. Afirmó que bajo ninguna circunstancia el próximo presidente permitirá actos de corrupción, y como el buen juez por su casa empieza, impedirá que incurran en corruptelas compañeros de lucha, funcionarios, amigos y familiares.

Al final de su intervención, López Obrador repitió la frase que, dijo, sintetiza su pensamiento: Por el bien de todos, primero los pobres. Anunció entonces que se atenderá sobre todo a los más humildes y a los olvidados; de forma especial a los pueblos indígenas de México.

Ante miles de simpatizantes que llenaron la Plaza de la Constitución, afirmó que trabajará respetando a la autoridad constituida. No vamos a faltarle al respeto a las actuales autoridades, vamos a esperar nuestro tiempo en el proceso de transición para que el país siga su marcha sin crisis de ninguna índole.

Los principales ministros

Resultado de imagen para carlos urzua y alfonso romoAMLO anunció a su equipo de transición: en materia económica y financiera, Carlos Urzúa, quien será secretario de Hacienda; y Alfonso Romo, coordinador de la Oficina de la Presidencia. Héctor Vasconcelos será canciller, que trabajará en el equipo de transición con Marcelo Ebrard, Olga Sánchez Cordero y Tatiana Clouthier, en asuntos políticos internos, y el encargado de medios de comunicación, César Yáñez.

Anunció que dedicará los próximos dos meses y medio a definir acciones y llevar a cabo una gira a mediados de septiembre y octubre, ya como presidente electo, por todo el país. Cerró su intervención en el Zócalo con el ofrecimiento de que no habrá divorcio con la sociedad y encabezará un gobierno del pueblo, para el pueblo y con el pueblo.

“Hoy –destacó– se termina una etapa y se inicia otra”. Desde este día hasta el primero de diciembre, cuando tome posesión, se dedicará a trabajar con los miembros de su gabinete con la finalidad de no perder tiempo y elaborar los proyectos que le permitan, desde el primer día de su gobierno, comenzar a cumplir los compromisos de campaña.

Cerca de la media noche, en el Zócalo capitalino colmado de simpatizantes que no ocultaban la enorme alegría que les produjo el triunfo, López Obrador aseveró que aplicará los criterios básicos que rigen su vida: No mentir, no robar y no traicionar al pueblo, tras lo cual recibió un estruendoso aplauso entre gritos de ¡Presidente, Presidente!

Felicitaciones a granel, incluyendo la de Trump

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, felicitó a Andrés Manuel López Obrador por su virtual triunfo. De igual forma otros mandatarios y líderes se sumaron a los saludos: los de izquierda exaltaron la oportunidad que tiene su mandato para México, mientras los de otras posiciones políticas confiaron en que las relaciones bilaterales y regionales mejoren. Todo a través de Twitter.

Trump señaló: Espero realmente trabajar con él, juntos. Hay mucho por hacer que beneficiará a ambos: Estados Unidos y México.

El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, fue más explícito: “Canadá y México son amigos cercanos y socios desde hace mucho tiempo. Compartimos objetivos comunes, personas fuertes con lazos también fuertes y una relación comercial mutuamente benéfica que es la envidia del mundo, reflejada en nuestro esfuerzo conjunto por actualizar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte para el siglo XXI (…). Juntos podemos profundizar nuestra sólida relación y dar forma a un futuro mejor para mexicanos y canadienses por igual”.

Por su parte, el presidente de Bolivia, Evo Morales, apuntó: Estamos seguros que su gobierno escribirá una nueva página en la historia de dignidad y soberanía latinoamericana. Desde Ecuador, el mandatario Lenin Moreno tuiteó: “Mis mejores augurios para el hermano pueblo azteca. Seguiremos estrechando lazos y aunando esperanzas”.

Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, aseveró: “Que se abran las anchas alamedas de soberanía y amistad de nuestros pueblos. Con él triunfa la verdad por encima de la mentira y se renueva la esperanza de la Patria Grande”.

Rafael Correa, ex mandatario de Ecuador, señaló que fue “una victoria arrasadora. La Patria Grande está de fiesta. Duro golpe a la restauración conservadora y a los vientos de entreguismo que vivía la región. ¡Mucha suerte AMLO!”

El presidente colombiano Juan Manuel Santos confió en que con el triunfo de López Obrador, México y Colombia mantengan las excelentes relaciones que hemos tenido entre nuestros dos países. Su par salvadoreño

Una mujer gobernará la capital

Claudia Sheinbaum Pardo, ganadora de la elección para la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México por la coalición Juntos Haremos Historia, aseveró que encabezará un gobierno democrático, de frente a la ciudadanía, que promueva y fomente las garantías sociales, así como los derechos y la dignidad humanos, con inclusión, reconociendo la pluralidad que existe en la capital del país.

No les vamos a fallar, prometió. En un breve mensaje, Sheinbaum Pardo se comprometió a encabezar un gobierno para todos, honesto, que acabe con la corrupción y establezca la austeridad republicana.Aseguró que rescatará la seguridad de la ciudad con responsabilidad y para ello establecerá el mando único, respetando el estado de derecho y atendiendo las causas.

Anunció que habrá una gran inversión en agua y transporte público: Vamos a mejorar la forma en cómo se recibe el líquido y cómo nos movemos por esta urbe. Igualmente señaló que impulsar la cultura, el deporte, la educación y el empleo para los jóvenes de esta ciudad.

 

*Antropólogo y economista mexicano, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

Patria agrandada

Santiago O’Donnell | 

Y lo precede un debate sobre el lugar que debe ocupar México en la región dada su cercanía geográfica con Estados Unidos y su afinidad cultural con Latinoamérica.

El momento es clave porque en Estados Unidos gobierna Donald Trump, quien ha hecho del desprecio y del insulto a los mexicanos un emblema de su pólítica exterior. Las señales de ninguneo incluyen, por supuesto, el culebrón del muro que terminará siendo alguna foto y mucho bla bla bla. Pero, significativamente, incluye también la cancelación unilateral por parte de Washington del Nafta, o Tratado de Libre Comercio de Norteamérica. Aunque poco después de asumir Trump le dijo a su colega Peña Nieto que estaba dispuesto a renegociar el acuerdo, en septiembre del año pasado Estados Unidos se retiró de la negociación y el posible futuro acuerdo quedó en la nada. Mas alá de las ventajas y desventajas del tratado para cada país, que aún hoy se discute, lo innegable es que el Nafta ataba la economía mexicana a la suerte de sus socios norteamericanos y esa dependencia no le dejaba mucho margen para explorar vías alternativas de desarrollo.

Poco más de una década atrás, bajo el liderazgo de Lula y Chávez, una generación de líderes latinoamericanos convergieron en un proyecto de integración regional invocando la visión de Patria Grande de Bolívar y San Martín. Lo hicieron a través de una arquitectura de instituciones que cumplen al menos tres fun. Iones. Primero, funcionan como garantes de la autonomía del bloque ante actores externos. Segundo, actúan como mecanismos de resolución de conflictos entre paises miembro. Tercero, operan como guardianes de los regímenes democráticos post dictatoriales ante amenazas internas y externas. Unasur, Celac, Mercosur, ALBA, OEA, Aladi, CAF, CIDH, Corte IDH, hicieron su parte para que esto sucediera en mayor o menor medida, con éxito y también con algunos fracasos.

Entonces el bloque ocupó su lugar en el mundo, en la ONU, el G20, los Brics, entre otros foros, asumiendo posturas comunes, por ejemplo, en temas como el asilo a Julian Assange, el terrorismo islamista en Europa, el conflicto de Medio Oriente y los tratados internacionales sobre el calentamiento global.

Pero como todo proyecto de integración la Patria Grande tenía sus límites, empezado por su geografía. ¿Hasta dónde llegaba? Para Chávez llegaba hasta el Río Grande y además de México abarcaba a Centroamérica y las islas del Caribe. De ahí sus generosas ayudas de petróleo subsidiado a los países más pobres de esa subregión. En cambio Lula, apoyado por Néstor Kirchner, sostenía que el bloque terminaba en el límite entre Colombia y Panamá. No había integración latinoamericana posible con países que además de compartir tratados de libre comercio con Estados Unidos, dependen de remesas de dinero desde ese país para subsidiar a sus economías y a la inversa, alimentan a Estados Unidos de mano de obra barata a traves de un flujo migratorio constante y sostenido. El golpe contra el presidente de Honduras Mel Zelaya en 2009 reafirmó ese límite ante el flamante bloque sudamericano. Brasil, Argentina y sus aliados apostaron fuerte por el retorno del mandatario depuesto pero Estados Unidos ejerció su hegemonía para imponer una rápida salida electoral a través del gobierno de facto.

Ahora el escenario vuelve a dar señales de volatilidad. Con el primer presidente de México inclinado a la izquierda por lo menos desde el sexenio de Lázaro Cárdenas (1934-40), con el proyecto de la derecha mexicana agotado primero desde adentro y luego por fuera del PRI, con un bloque sudamericano golpeado pero todavía vivo, con la perspectiva realista de un triunfo de Lula o del PT en octubre en Brasil, con un Trump que no quiere saber nada con la región mientras no se convierta en un semillero de terroristas islamistas, el mapa político de las Américas podría reconfigurarse.

Por peso propio y también por geografía, un México desafiante y en busca de nuevos socios rápidamente podría posicionarse como el eje norte de una Patria Grande agrandada, que mantiene vínculos innegables con la industria cultural y tecnológica norteamericana pero que ya tiene a China y no a Estados Unidos como principal socio comercial, y que mira a Europa y Asia en busca de nuevos mercados e inversores. Así, en este momento tan particular de debilidad relativa de Estados Unidos en la región (moral, política, económica), la elección mexicana, bien aprovechada, podría ser el disparador de un novedoso proceso de integración entre centroamérica y sudamérica. Pero claro, dicho proceso solo será posible si el eje México-Brasil logra romper con las barreras sociales, culturales, políticas y económicas que lo venían impidiendo y que por lo tanto no se pueden subestimar.


Una oportunidad “bien chingona” para México y América Latina

Javier Tolcachier|

México es, junto a Brasil, uno de los “hermanos mayores” de América Latina y el Caribe. No solamente por su peso demográfico – sus 128 millones de habitantes representan un quinto del total poblacional de la región – o por el tamaño de su economía, cuyo PIB equivale aproximadamente a un 20% del total regional.

México ha jalonado la historia latinoamericana con huellas que marcaron profundamente el devenir político y social colectivo. La Revolución de 1910 – aquella gesta del México profundo contra la desposesión campesina, la expoliación de recursos y territorio, la dictadura porfirista, la modernización forzada y un sistema excluyente – alumbró heroicos caminos de justicia social por los que luego transitaron, entre otros, Sandino y Farabundo Martí.

La Constitución de 1917 fue la primera en establecer derechos sociales, la separación entre Estado e Iglesia, la mejora de las condiciones de vida de los trabajadores con el nacimiento de las jornadas laborales de ocho horas, la garantía de un salario mínimo mensual y el reconocimiento de la personalidad jurídica de los sindicatos. Asimismo  incluyó el reparto de tierras, el federalismo y la división de poderes como sistema político.

Algo después, en la década del 30’, el general Lázaro Cárdenas sería nuevamente un pionero con la nacionalización del petróleo y la red ferroviaria, la producción ejidal comunitaria y la Reforma Agraria y la amplia acogida de exiliados de la Guerra Civil española.

Años más tarde, ya en tiempos de oscurantismo neoliberal, el levantamiento zapatista daría visibilidad al reclamo indígena, que luego se extendería como llamarada dando impulso a los movimientos indigenistas, siendo decisivos una década después en la política ecuatoriana y con la llegada de Evo Morales a la presidencia en Bolivia.

Por ello, en el contexto actual, la elección de Andrés Manuel López Obrador se inscribe como posibilidad de constituirse en señal de arranque de un renovado avance de las reivindicaciones populares en el continente.

Regeneración de México

México vive una situación de severa degeneración. Degeneración producto de las diversas violencias que asolan a su gente. La generalizada violencia del narcotráfico, los asesinatos de periodistas, los feminicidios, la reciente violencia política configuran un cuadro que, de alguna manera, sugiere el recuerdo de cierta tradición sacrificial azteca, que en su tiempo facilitó la invasión colonial por la colaboración con ésta de las etnias sometidas.

A ello se suma la enorme violencia económica que ha sumergido a más de 53 millones de mexicanos en la pobreza, entre ellos casi 10 millones en la indigencia más absoluta.

Degeneración social a la que se corresponde una profunda degeneración del aparato político, en el que el federalismo formal se ha convertido en feudalismo real, en el que campea el soborno, el tráfico de influencias, la evasión fiscal consentida y, cuándo no, el poder omnímodo en la formación de la opinión ciudadana de los cárteles de comunicación monopólicos.

Por esto es que a través de su nombre, el Movimiento Regeneración Nacional (MORENA) y su líder López Obrador, han sabido interpretar correctamente la necesidad imperante y es la razón por la que es mayoritariamente correspondido por la población. México – sin duda alguna – necesita regenerarse.

Ni todo, ni ya, ni solo

El enorme enojo acumulado, la acuciante necesidad de transformaciones sociales profundas serán un factor de presión popular insustituible para acometer un nuevo rumbo. Sin embargo, la impaciencia y las justas exigencias derivadas de ello podrían constituirse paradójicamente, junto a las resistencias que colocará el poder concentrado establecido, en los principales escollos para el gobierno morenista.

La obligación de López Obrador será demostrar que no es una continuidad de la mentira política. Esto deberá manifestarse en revertir con la mayor rapidez posible la orientación y los efectos del Pacto por México, sellado en 2012. Dar un vuelco a la reforma educativa mercantilista, recuperar la soberanía energética, arremeter contra la financiarización de la economía, democratizar las telecomunicaciones, son en ello desafíos centrales. Pero sobre todo, emprender un programa de reformas económicas que independice a México del brutal sometimiento a los EEUU, país al que envía un 73% del total de sus exportaciones.

Del mismo modo, el inicio de un desarme progresivo de aparatos delictivos y de represión estatal cómplice de aquellos, la emergencia de una cultura de derechos humanos y la recuperación de la virtud en la esfera pública estarán entre sus retos más difíciles.

Aún más lento, aunque igualmente imperioso, será el proceso de reconocimiento efectivo de los derechos de la pluriculturalidad de México y la reivindicación cultural de sus raíces, proceso de reconciliación y autovaloración que está pendiente también en vastas regiones de la América mestiza, negra y originaria.

Nada de todo ello será viable de un día para el otro. Tampoco podrá hacerse (o deshacerse) por completo en apenas un sexenio. Acaso lo más importante sea que el pueblo mexicano asuma, más allá de voluntarismos y personalismos, que el acompañamiento ciudadano organizado será vital para cumplir con este programa.

Las esperanzas de integración de América Latina y el Caribe están con AMLO

En un mundo en el que las tendencias retrógradas y los neofascismos han tomado momentáneamente la delantera – en parte, como respuesta a una globalización económica y cultural asfixiante – la victoria del lopezobradorismo representa una suerte de “nacionalismo benigno”, un intento de retomar la idea soberana de Estado, de insertar sus relaciones en sentido multilateral y volver a colocar a México en la esfera de la integración regional.

Las fuerzas progresistas celebran la victoria de López Obrador porque ésta implica el debilitamiento de uno de los principales gobiernos satélites del intervencionismo foráneo en América Latina y el Caribe, propulsado sobre todo por los Estados Unidos de América pero también por algunos gobiernos europeos.

De particular importancia será la defensa de la Paz en la región. El nuevo gobierno en México, en oposición a la postura tomada durante el sexenio que ahora llega a su fin, podría convertirse en una suerte de mediador regional, amortiguando la andanada de acciones y sanciones del Norte, por ejemplo hacia Venezuela, Cuba o Nicaragua.

Una postura mexicana de tales características sería no solamente solidaria con las naciones hermanas del Sur, sino también consistente con su tradición diplomática, de la cual emergieron tratados señeros como el de Tlatelolco – vigente hasta la actualidad – a través del cual América Latina y el Caribe se convirtieron en la primera zona libre de armas nucleares del mundo.

De esa postura de diálogo y concertación surgieron también las eficaces mediaciones del Grupo de Contadora, en el que México, junto a Panamá, Colombia y Venezuela tuvieron un rol central en el logro de los acuerdos de Paz que pusieron fin a la guerra en América Central.

Aquel grupo se transformó posteriormente en el Grupo de Río, que fuera el antecedente inmediato de la creación en 2011 de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Retomando aquella senda, López Obrador podría contribuir enormemente a vigorizar la hoy paralizada CELAC como contrapeso al instrumento de hegemonía controlado por EEUU que encarna la OEA.

Por todo ello, la elección de Andrés Manuel Obrador como presidente es una oportunidad “bien chingona” para México y los pueblos hermanos de la América Latina y el Caribe.

*Investigador del Centro Humanista de Córdoba, investigador asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)