Para un socialismo de verdad

Jose Manuel Rodriguez Rodriguez

Comenzaría aclarando que con la afirmación que pongo de título quiero enfatizar, no sólo que Marx nunca hizo distinción entre socialismo y comunismo, sino también que el de la URSS fue un fraude y el de Chávez quedó congelado con su muerte. Sin embargo, él nos dejó un proyecto político sin igual: organizar a la sociedad en comunidades responsables y mancomunadas para producir y gobernar. Fue esa su gran herencia.

Se trataba de conformar con miles y miles de comunas el nuevo modo de producir, y con ellas confederadas, la nueva geometría del poder territorial. Nos alertaba, para que este proceso no se revirtiera, que había que llevarlo adelante hasta lograr superar la barrera del no retorno. Pues bien, para llegar a esa barrera se requería poner a funcionar, articulados por el Estado, tres modos económicos:
      1. El estatal, limitado a las industrias y servicios estratégicos, asumiendo la coordinación planificada de los otros modos de producción.
      2. El mercantil en manos empresariales, eso sí, apoyados en sus propios esfuerzos.
      3. El comunal, con todo el apoyo que el Gobierno pueda darle para asegurar la estabilidad y su desarrollo económico a mediano plazo. De esa manera podrá confrontar su propio mercado con el de la producción mercantil.
De los dos primeros no hay nada nuevo que decir, el tercero es una asociación de hombres y mujeres libres, en unión voluntaria no mediada por el Partido, con control orgánico de los medios de producción. En esa asociación los productos no son mercancías, ni asalariados sus trabajadores. Se desmontaría la fantasiosa Ley del Valor.
Lo que ocurrirá es el libre intercambio de actividades acordadas según sus fines colectivos y, además, el tiempo de trabajo se fijaría en función de esos fines acordados. De igual forma cambiaría también el viejo modo de distribución. Cada trabajador obtendrá la cantidad de bienes y servicios que represente su trabajo aplicando el principio: “de cada uno según su capacidad, a cada uno según sus necesidades”.
La trascendencia de esto sólo se puede entender comprendiendo que el tiempo libre de trabajo, para disfrute de los saberes, del conocimiento y de la naturaleza; no sólo es riqueza, es fundamental para avanzar en el mayor logro que puede alcanzar una sociedad: la profundización de la democracia, es decir, la primacía del colectivo, de la justicia y la equidad. Ese es el Socialismo del Siglo XXI -en realidad el único socialismo de verdad-.

¡Para lograrlo comencemos por enmendar el artículo 16 de la Constitución!