Para entender Ecuador: Cara y Cruz de la Revolución Ciudadana, de Kintto Lucas

555

Antonio Salamanca|

La obra Cara y Cruz de la Revolución Ciudadana 2007-2017 es una nueva criatura en la actividad prolífica del autor Kintto Lucas, publicada por la editorial Eskeletra, en Quito, 2017. Como su título indica, es una valoración crítico política del proceso denominado Revolución Ciudadana, en Ecuador. Inicia en 2007 y concluye en 2017 con el cambio de presidente de la República, que marca el fin del periodo de estudio. Es continuación de trabajos del mismo autor como Rafael Correa: un extraño en Carondelet (2007) y parte de su trilogía Ecuador Cara y Cruz. Del levantamiento del noventa a la Revolución Ciudadana (2015).

El género escogido es la crónica política, enriquecida con entrevistas y análisis personales, así como el documento histórico. El estilo se inserta en la tradición de las cartas y artículos periodísticos de José Martí (1869-1892) sobre Política y Revolución.  Recuerda también el estilo periodístico del comunista estadounidense, John Reed, en su obra clásica Diez Días que Conmovieron al Mundo (1919), testigo ocular de la Revolución Rusa (Revolución de Octubre). Tomando el apropiado término de su editor, Ramiro Arias, Cara y Cruz de la Revolución Ciudadana es una “bitácora” política; bitácora casi diaria del pensador, analista político y activista revolucionario.

El texto regala a los lectores un relato objetivo, preciso, fecundo en datos relevantes, bien circunstanciado, cuidado, elegante, fluido y ameno. Esta calidad literaria le ha hecho merecedor al autor del aprecio de la comunidad internacional. Entre algunos de sus reconocimientos, en 1990 recibió el Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí. En 2004 fue galardonado con la Pluma de la Dignidad por parte de la Unión Nacional de Periodistas del Ecuador.

Las crónicas que se recogen en la obra arrancan en enero de 2007 y terminan en agosto de 2017. De las 408 páginas, 230 presentan una abundante información sobre los dos primeros años de la década estudiada. Algo más de las tres cuartas partes de contenido ocupan el análisis de los primeros cinco años.

El libro posibilita varios niveles o perspectivas en su lectura. Una de estas claves,  que ayuda a descubrir la urdimbre íntima del contenido, es el código axiológico implícito del autor. Tres valores morales o éticos movilizan el relato. El primero, en orden expositivo, es la humildad de la honestidad intelectual, el apego a la verdad histórica, la apuesta por la objetividad crítica; cuidadosa de no deslizarse por pendiente de la pasión irreflexiva. Meritoria profesión por la verdad y el rigor, diríamos que histórico y científico, cuando el autor ha sido parte, no solo espectador, de muchos de los acontecimiento que presenta. El segundo valor moral es su compromiso político revolucionario efectivo; partisano por la liberación de los pueblos en búsqueda del socialismo. El tercero es el decoro de la hermandad martiana, la coherencia personal, que hilvana los hechos y fluye la ilación argumentativa.  

De la mano de ese hilo axiológico, hay otro nivel de lectura que enriquece la ubicación y análisis de las luces y sombras, de la cara y cruz de la Revolución Ciudadana: la perspectiva político ideológica. Ello en la dialéctica de los tres momentos de su dinamismo histórico: a) la irrupción carismática del poder constituyente; b) la estabilización del  poder constituido; c) la nueva apelación al poder constituyente desfetichizante y regenerador. En los tres momentos, el autor ha sido actor. Esta circunstancia dota al libro de una especial riqueza testimonial histórica.

La irrupción carismática del poder constituyente

El autor dedica una gran parte del contenido del texto a dar cuenta y analizar las caras y cruces de la irrupción carismática del poder constituyente. Un poder, a su juicio, transformador, pero poder con un proyecto que no es revolucionario, en sentido estricto. El autor identifica algunas de las fuerzas que conforman el poder popular constituyente, insurgente: a) la lucha por la reforma agraria; b) la lucha por la reconstrucción de la industria; c) la lucha por la producción autogestionaria; d) la lucha por la construcción y hegemonía del poder popular; e) la lucha por la biodiversidad; f) la lucha por la democratización económica y mediática contra los monopolios mediáticos y económicos (vgr. Porta de Carlos Slim,  los Isaías, etc.); g) la lucha por superar el neoliberalismo económico del consenso de Washington; h) la lucha contra una deuda externa ilegítima; i) la lucha por la soberanía política y territorial; j) la lucha por la plurinacionalidad del Estado; k) la lucha por la autodeterminación y soberanía nacional; l) la lucha por la unidad latinoamericana y sudamericana.

Ese poder popular constituyente ha llevado, tras las elecciones de 26 de noviembre, a Rafael Correa, un líder extraño, a ser presidente en Carondelet (enero de 207). El segundo paso es el tránsito hacia una Asamblea Constituyente.

Sobre estos dos actores principales del poder constituyente en acción, el autor va haciendo sus observaciones y reflexiones en la bitácora. Es interesante mostrar que ya advierte algunos elementos que dan qué pensar sobre la fortaleza del poder constituyente popular en ese momento histórico. Si bien es cierto que hay un tremendo empuje del pueblo por un cambio y liberación del neoliberalismo, y que es el pueblo, como señala, “el único sujeto imprescindible siempre en un proceso revolucionario: a) en la elección para representantes a la Asamblea Constituyente, el 30% de los electores no sabía a quiénes votar, b) el horizonte, la utopía popular salida y presentada al pueblo había sido bautizada con el nombre de socialismo bolivariano del siglo XXI, sin embargo faltaba claridad y desarrollo teórico programático. En dos ocasiones recuerda el autor los versos de Antonio Machado para resumir y suplir esta situación con la fe en “caminante no hay camino, se hace camino al andar”;  c) el miedo a la audacia revolucionaria de algunos de los representantes del poder constituyente, diputados de la Asamblea Constituyente, para “trascender” (vg. derechos de los trabajadores, etc.); d) la intervenciones imperiales de la CIA a través de su articulaciones regionales con Colombia (Plan Victoria), e internas con la infiltración en las Fuerzas Armadas y Policía, debilita el poder constituyente; e) asimismo la agresión mediática orquestada, entre otros, por la Sociedad Interamericana intoxica el respirar diario del poder constituyente 

Sobre el otro actor importante del poder constituyente  insurgente, Rafael Correa (en su doble dimensión como poder constituido del sistema que muere y como líder carismático del poder constituyente que irrumpe), el autor entiende que el “extraño en Carondelet” en conjunto está cumpliendo su papel histórico en ese momento. Él y Alberto Acosta están exigidos por las historia, no pueden errar. Las contradicciones lógicas en las negociaciones políticas para conformar la hegemonía de cara a la Asamblea Constituyente son la inevitable consecuencia del principio o la ley de lo posible, de lo factible, del principio de factibilidad. El autor es consciente de ello, pero recuerda que hay líneas rojas que no se pueden pasar: los principios. Es esta etapa, camino a la Asamblea Constituyente, en la parte que le corresponde a Rafael Correa como miembro del poder constituyente, el balance general es que no ha traicionado los principios. Sin embargo se identifican ciertos riesgos que puede debilitar dicho poder constituyente por parte de quien ejerce el liderazgo: a) la falta de experiencia política para solventar algunos conflictos diplomáticos; b) las dificultades para el diálogo y desencuentros con movimiento sociales (vgr. movimiento indígena) que pueden impedir la consolidación de la hegemonía insurgente; c) cuidar la humildad en el ejercicio del liderazgo. Por cinco ocasiones insiste el autor en ello.  

Cerramos esta primera etapa indicando un aspecto que nos resulta especialmente importante. La Asamblea Constituyente cumple su función con la elaboración del texto constitucional. La criatura es la Constitución, en vigor desde el 20 de octubre de 2008. El documento jurídico político tiene en su articulado el derecho a la resistencia. El autor, asesor de la Mesa de Soberanía, Relaciones Internacionales e Integración Latinoamericana, de la Asamblea Constituyente, informa que sugirió la incorporación del derecho a la resistencia a Alberto Acosta y a la Comisión integrada por Virgilio Hernández. Este derecho históricamente había sido progresivamente expulsado por la nueva clase burguesa de las constituciones creadas desde el siglo XVIII, a pesar de que llegó al poder, como clase, amparándose en dicho derecho. F. Engels, en su Introducción (1895) a la Lucha de Clases en Francia, afirma que si hay algún derecho realmente histórico es el derecho a la revolución. El derecho al a revolución es mucho más que el derecho a la resistencia a la opresión o el derecho a la rebelión. Es el derecho que movió al poder constituyente insurgente del pueblo ecuatoriano. Siendo una parte del derecho a la revolución, fue una victoria el reconocimiento y la incorporación del derecho a la resistencia en el texto de la constitución.

La estabilización del poder constituido

La etapa de estabilización del poder constituido, la institucionalización del poder insurgente, ocupa en el texto lo acontecido desde el primer gobierno de Rafael Correa hasta la Asamblea Constituyente, así como lo que ocurrirá después de la entrada en vigencia de la Constitución de la República del Ecuador, en 2008.

El primer gobierno de Rafael Correa es un poder instituido del viejo orden que tiene la misión de abrir la puerta al poder constituyente, siempre en acción (E. Sieyès). Un gobierno que en su composición no refleja las clases sociales; más bien pareciera conformar “un club de amigos”. Ni en su seno ni en la Asamblea Constituyente la izquierda supo disputar su hegemonía en la correlación de fuerza con la derecha. En palabras del Ministro de Gobierno (Interior) de entonces, Gustavo Larrea, [l]a Constitución que proponemos no va a llamar al país socialista ni mucho menos”. Con la entrada en vigencia de la Constitución de 2008, transformadora aunque no revolucionaria, el poder insurgente comienza a estabilizarse en su institucionalización.

Algunas de las luces de esta fase que el autor subraya son: a) la declaración ilegítima de parte de la deuda externa y su renegociación; b) Odebrecht es expulsada del país por incumplimientos de sus obligaciones contractuales (luego volverá); c) expulsión del Jefe de la CIA, Marx Sullivan; d) la no renovación de la base militar de Manta a los Estados Unidos; e) la resistencia al golpe de Estado (en su doble expresión de apelación al poder popular constituyente y de intervención del poder constituido); f) avances hacia una integración regional antiimperialista y bolivariana (Unasur, Mercosur, Celac, Alba); g) política exterior antiimperialista (vgr. crítica con la intervención militar en Libia y Siria, y el reconocimiento del Estado Palestino); h) los intentos de consolidar con el IAEN el Instituto José Peralta, escuela diplomática para una formación menos elitista y más representativa del país plurinacional; i) resistencia a la firma de acuerdos de espionaje entre Estados Unidos y Ecuador; j) denuncia de la presencia militar de Estados Unidos en Ecuador (agregados militares de la embajada, en 2014); k) la protección de Julián Assange; l) la resistencia a la firma de los tratados de libre comercio.

Son relevantes también las sombras, las cruces, los riesgos que Kintto Lucas encuentra en este momento de institucionalización. Ellas son semilla y expresión del proceso que llevará luego a que el poder instituido pierda progresivamente la legitimidad y hegemonía originarias: a) la burocracia (de las comisiones que cambian los sentidos de las leyes, a veces a oscuras, con su propia lógica, no necesariamente de izquierda o derecha; del funcionariado administrativo, etc.); b) la perdida de “pueblo” en el ejercicio del poder (de participación popular); c) la dificultades para el diálogo horizontal con el pueblo; d) la cooptación de los cuadros, dirigentes, de movimientos como Alianza País por la burocracia del aparato administrativo; e) el oportunismo político que corrompe el servicio a los intereses comunes desviándolo a satisfacer intereses privados.   

También en esta etapa el autor fue actor. En su calidad de Vicecanciller del Ecuador estuvo detrás de muchas de las orientaciones y decisiones que se tomaron durante su gestión en política exterior. Precisamente la coherencia contra la firma del acuerdo de libre comercio con Europa le llevó a dejar su cargo en el Ejecutivo en 2012.

El regreso del poder constituyente

Es una ley histórica que la estabilización del poder constituido termina por distanciarse del carisma insurgente del poder constituyente. Una de las luchas históricas de los pueblos es para que la relación dialéctica (vivificante) entre ambos poderes se extienda lo más en el tiempo para evitar la pronta fetichización y muerte de las nuevas instituciones.

A lo largo de la obra, el autor reclama algunos senderos para mantener y poder recuperar esa dialéctica: a) el diálogo político del poder constituido en simetría con los movimientos sociales; b) la conversión de Alianza País en un movimiento y un frente, en un partido de cuadros y partido de masas; b) la conformación de verdaderos Comités populares de defensa de la revolución ciudadana (CDR); c) la muerte cruzada; d) la obligación de todo poder constituido de “llenarse de pueblo”.

La última crónica del libro, 24 de agosto de 2017, termina constatando dos realidades: a)  que el gobierno de Lenin Moreno nace debilitado para defender los intereses populares; b) que, entre otras cosas por las disputas internas de Alianza País, el proceso de la revolución ciudadana ha llegado a su fin. El libro termina aquí.

Está por ver qué depara históricamente para el Ecuador el derecho a la revolución del pueblo ecuatoriano, el poder constituyente en acción.

Estoy seguro que Cara y Cruz de la Revolución Ciudadana trascenderá como un documento histórico imprescindible para entender la década 2007-2017 en Ecuador. Es un honesto testimonio de que “hacer es la mejor forma de decir”, en palabras de José Martí. El texto permite llenar de carne y sangre, de testimonios en primera persona, de hechos y circunstancias, la dialéctica entre la irrupción carismática del poder constituyente y sus tensiones con el poder constituido. Desde la experiencia, el texto además deja abierta la discusión sobre importantes asuntos para la izquierda: a) qué se entiende por revolución; si es un momento o un proceso; si son posibles momentos revolucionarios en un proceso que no lo es; o qué hace revolucionario a un proceso de transformación social; b) qué es el socialismo del siglo XXI; c) cómo se crea un partido que sea frente y movimiento de masas y cuadros; d) cómo se llena de pueblo la praxis política.

* Docente de Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN). Texto de la Presentación del libro realizada el 14 de diciembre de 2017.