Panamá: nuevo presidente, viejos problemas
Pedro Brieger
El domingo 5 de mayo, José Raúl Mulino fue electo presidente con apenas el 35 por ciento de los votos es un país donde no hay balotaje. Es posible que una de sus primeras medidas sea beneficiar al expresidente Martinelli
En 1903 el presidente de los Estados Unidos, Theodore Roosevelt dejó la frase “I took Panamá” para la posteridad. “Yo tomé Panamá” dijo, y al año siguiente el artículo 136 de la constitución afirmaba que el “El Gobierno de los Estados Unidos podrá́ intervenir en cualquier parte de la República de Panamá́ para reestablecer la paz pública y el orden constitucional”. Desde entonces, cualquier proceso electoral en el pequeño país de América Central, está atravesado por lo que sucede en la Casa Blanca.
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El domingo 5 de mayo, José Raúl Mulino fue electo presidente con apenas el 35 por ciento de los votos es un país donde no hay balotaje. Mulino es el delfín del expresidente Ricardo Martinelli, condenado por casos de corrupción y hoy refugiado en la embajada de Nicaragua para evitar la cárcel.
Hasta pocos meses atrás el candidato era Martinelli, y Mulino lo secundaba en la fórmula presidencial. Su condena e inhabilitación fue lo que le abrió la puerta al presidente electo.
La baja votación de Mulino es aún más notable en la Asamblea Nacional donde consiguió apenas 13 de los 71 escaños y donde deberá lidiar con una gran fragmentación político partidaria.
En Panamá se repite la variable del desplome de los partidos políticos tradicionales, una constante desde que apareciera Hugo Chávez hace 30 años en Venezuela, que afecta por igual tanto a las fuerzas de derecha, como a las progresistas. El segundo lugar obtenido por Ricardo Lombana, con el estilo de Nayib Bukele en El Salvador o Javier Milei en la Argentina, es otro reflejo de la crisis de los partidos tradicionales.
La vida de este pequeño país estuvo y está atravesada por el famoso canal que estuvo durante cien años en manos de los Estados Unidos y por donde circula cerca del 3 por ciento del comercio marítimo internacional. Más del 72 por ciento del mismo tiene como origen o destino los Estados Unidos. No es casual que Nicaragua intenta —sin éxito— construir uno para competir con el panameño; el paso de los buques implica altos ingresos para el país.
La gran diferencia respecto del pasado es que ya no está en manos de Washington y fue desmantelada la tristemente célebre Escuela de las Américas donde se formaron numerosos militares que encabezaron dictaduras en la región. Hoy la gran disputa política y económica es entre la República Popular de China y Taiwán, mientras Estados Unidos observa.
Hasta 2017 Panamá mantenía relaciones diplomáticas con Taiwán, aunque la isla se vio desbordada por la magnitud de las inversiones de Pekín que incorporó a Panamá a “La Franja de La Ruta de la seda”, un megaproyecto que se extendió hacia América Latina. Para la República Popular de China, reconocida en Naciones Unidas desde 1971, la exclusión de Taiwán es parte de su estrategia económica y política y esto también tiene consecuencias en la relación entre Panamá y Estados Unidos.
En realidad, todos los problemas que deberá enfrentar el presidente electo están vinculados directa o indirectamente con Estados Unidos. Entre Panamá y Colombia existe una zona selvática. conocida como el Tapón de Darién, por donde han pasado en el año 2023 más de 100 mil personas provenientes de Colombia y Venezuela. La mayoría intenta llegar a los Estados Unidos. Para la Casa Blanca la cuestión de los migrantes “latinos” es parte de la batalla política entre republicanos y demócratas, más en un año electoral. Evitar que lleguen y contenerlos en Panamá es uno de los objetivos de Washington.
También hay que tomar en cuenta que, en los últimos meses, se han desarrollado importantes movilizaciones contra el proyecto de extracción de cobre más importante de América Central por parte de la empresa minera canadiense First Quantum. El tema excede lo ecológico, ya que se cuestiona la “generosidad” impositiva para la empresa en desmedro de las arcas nacionales. Y todo conflicto que involucre a Canadá involucra a los Estados Unidos donde suelen estar los tribunales que deben arbitrar ante un posible conflicto entre un país y una empresa.
Los desafíos de Mulino no son pocos. Es posible que una de sus primeras medidas sea beneficiar al expresidente Martinelli. Aunque en la constitución panameña ya no exista el artículo que le otorga a Estados Unidos la facultad de intervenir directamente, hoy interviene a través de su poder judicial, como si fuera la Corte Suprema del planeta. Habrá que ver qué dicen en Washington si Mulino mueve fichas a favor de Martinelli.
*Sociólogo y periodista argentino, director de Noticias de América Latina y el Caribe (Nodal)