Otra vez el Líbano, patria de los fenicios y de las religiones
Fernando Ayala|
El gobierno sirio fue responsabilizado, y el jefe de los servicios de inteligencia de ese país en el Líbano, se suicidó. Los cinco inculpados pertenecen a la rama de Hezbollah. Conversando en estos días con un importante empresario cristiano maronita libanés, me señaló que el asesinato del ex jefe de gobierno se produjo porque “Hariri incomodaba a Estados Unidos, Israel, Siria y Hezbollah”.
El nitrato de amonio se usa como abono y para la fabricación de explosivos. La carga había sido requisada por las autoridades libanesas en 2013, a un barco con bandera moldava que se dirigía a Mozambique, de propiedad de un magnate ruso en bancarrota. La nave fue abandonada y pese las solicitudes de las autoridades portuarias de retirar el nitrato y transferirlo al ejército libanés, este se mantuvo por años en el puerto. La última solicitud fue hecha al gobierno el 20 de julio pasado, señalan las informaciones de prensa.
Una de las primeras reacciones a la tragedia fue la del presidente Donald Trump, en Washington, quien señaló que parecía “un terrible ataque”. Más tarde los periodistas le volvieron a consultar si estaba seguro de que había sido “un ataque y no un accidente”, y respondió que así se lo habían informado sus generales, que “parecía una bomba de algún tipo, un terrible ataque”.
La prensa occidental, hasta el cierre de este artículo, no ha entregado versiones orientadas a responsabilizar a un tercero en la explosión ocurrida en el puerto de Beirut. Tampoco lo hicieron los periodistas franceses que acompañaron al presidente Emmanuel Macron en su visita a Beirut, 24 horas después de la explosión. El Primer Ministro libanés señaló -citado por Le Figaro, tres días después de la explosión- “es posible que haya sido negligencia o por una acción exterior, con un misil o una bomba”.
Sin embargo, en el Líbano circula la noticia que un avión de guerra de la Fuerza Aérea de Israel habría lanzado un misil a un depósito de armas de Hezbollah ubicado muy cerca de donde se encontraba almacenado el nitrato de amonio.
El periódico digital progresista israelí Tikun Olam (expresión del Talmud que significa “reparar o mejorar el mundo”) fundado en 2003, especializado en denunciar los excesos de la política de seguridad de Israel, señala en su edición del 10 de agosto en un artículo titulado: Israel, Hezbollah, enemigos jurados, tienen intereses creados en mentir acerca del ataque en Beirut.
Citando altas fuentes de la inteligencia israelí, conocedoras del hecho, señala que se atacó un depósito de armas de Hezbollah y que los servicios de inteligencia no actuaron con la debida diligencia. Agrega que, “si sabían o no que había un depósito de nitrato de amonio, no les importó”.
Más adelante expresa que Israel no tiene ningún sentimiento de culpa ni de vergüenza por causar daños y dolor a sus vecinos. Así lo ha hecho innumerables veces en el Líbano, desde los bombardeos en 1982 que llevaron a la ocupación por 20 años del sur del país, hasta dos guerras que han provocado dolores enormes a su población. Las intervenciones han exacerbado los conflictos étnicos y las divisiones religiosas, lo que ha pasado a ser el modus operandi frente a los vecinos árabes, indica el artículo.
Es imposible no referirse a la existencia de las numerosas religiones existentes en el Líbano. Un país de algo más de 6 millones de habitantes, cruzado por 18 credos entre musulmanes sunitas, chiitas y alauitas; cristianos maronitas, ortodoxos griegos, católicos armenios, melquitas y protestantes junto a drusos, caldeos, asirios, coptos, entre muchos otros, conforman el país de solo 10.452 kms2, vale decir equivalente a Chipre o a la mitad de la superficie de Israel.
El Líbano fue la cuna de los fenicios y con ello del nacimiento de algunos de los dioses más antiguos que se tenga memoria y que se dispersaron por el Mediterráneo. Sus principales deidades supremas fueron El, principio masculino del universo, y Asherá, femenino, progenitores de los dioses terrenales Baal -o Crono para los griegos y Saturno para los romanos- junto a su mujer Tanit; el soberano del fuego Melkart y varios más.
Son frutos de la mitología, del huevo cósmico que al romperse separó el cielo de la tierra. Todos los demás dioses a lo largo de la historia del mundo occidental derivan, al menos en parte de estos, dejando en las religiones la impronta de la derivación de las adoraciones cananeas.
De la ciudad de Biblos, fundada hace 5 mil años y que es considerada la ciudad habitada más antigua del mundo, a la orilla del mar y a pocos kilómetros de Beirut, toma su nombre la primera Biblia impresa allí. “Mi dios es mejor que tu dios” es la frase que ha regado de sangre la historia de la humanidad y a la cual hoy tampoco podemos escapar. En el paso del politeísmo al monoteísmo pareciera estar la raíz que ha dado origen a que los seres humanos se enfrenten y mueran defendiendo a un dios.
Saltándonos un par de milenios en la historia hasta la edad moderna, lo que es hoy el Líbano estuvo 400 años bajo la dominación turca, hasta 1918, en que el imperio otomano es fragmentado, y pasó a ser un Protectorado de Francia para salvaguardar las minorías cristianas maronitas, musulmanas chiitas y drusos. En plena Segunda Guerra Mundial, en 1943, el gobierno francés de Vichy, colaboracionista del régimen nazi, puso término a ese mandato otorgado en 1920 por la Sociedad de la Naciones.
Era la hora de las potencias coloniales. Como dice el académico israelita Yuval N. Harari, fueron el Reino Unidos y Francia quienes diseñaron en la arena el mapa del Medio Oriente, decidiendo quién sería sirio y quién libanés. Ambas potencias pensaron y protegieron sus intereses coloniales, no la de los habitantes de esos territorios históricos.
Así nació la república libanesa compuesta por 18 congregaciones religiosas que han convivido en medio de confrontaciones internas, pero principalmente enfrentados por los intereses de los países vecinos y de las potencias. Dos guerras civiles (en 1958 y 1975-1990) con muertes cercanas a las 200 mil personas, ha sufrido un país donde los equilibrios religiosos han determinado el orden político, repartiéndose las principales funciones del Estado.
Así el presidente es maronita, el primer ministro musulmán suni y el presidente del parlamento, musulmán chiita. Los 128 parlamentarios se reparten en 64 cristianos y 64 musulmanes, con sus respectivas derivaciones. El Líbano ha recibido, desde 1948, a los refugiados palestinos que quedaron sin patria con la creación de Israel, sumando hoy alrededor de quinientos mil. Escapando de la guerra todavía en curso, han llegado cerca de un millón y medio de hombres, mujeres y niños, desde Siria.
Las cifras nunca serán exactas en un país donde el último censo se efectuó en 1932, debido a que se intenta mantener la idea que es un país con un equilibrio entre cristianos y musulmanes. Pero todos saben que esa idea ya no puede ser contrastada con la realidad. Las proyecciones demográficas indican que el 64% de la población es hoy musulmana y solo el 34% cristiana. Esa es la razón para no efectuar un nuevo censo.
La visita del presidente Macron y su compromiso de ayuda económica para la reconstrucción provocó nostalgias entre la población cristiana, y rápidamente se reunieron más de 50 mil firmas para que el país vuelva a ser un protectorado francés.
La crisis política que se arrastra por décadas, junto a la economía destruida, la deuda externa, el desempleo, la ocupación de una franja del territorio por parte de Israel, la violación de su soberanía, las milicias armadas chiitas apoyadas por Irán y otras, junto a la pandemia endémica de la corrupción que domina la vida pública, acercan al Líbano a la condición de un Estado fallido. Las protestas ciudadanas calificadas de “sin precedentes” y que comenzaron en octubre de 2019, a raíz de la intención del gobierno de tasar las llamadas por WhatsApp, no han cesado.
Los libaneses son orgullosos de sus historia y diversidad, pero a los escándalos de corrupción y mal uso de los recursos públicos, se sumó este año el coronavirus y ahora la explosión en el puerto de Beirut. El gobierno adelantará el llamado a elecciones para los próximos 60 días, probablemente, donde nuevamente veremos abrirse el arcoíris de intereses religiosos y políticos nacionales y foráneos que buscarán dibujar el mapa de un país maravilloso, rico en su historia, cultura y contribuciones a la civilización occidental.
*Economista de la Universidad de Zagreb y Máster en Ciencia Política de la Universidad Católica de Chile. Ha sido embajador de Chile en Vietnam, Portugal, Trinidad-Tobago, Italia y ante los Organismos Internacionales con sede en Roma. Trabajó dos años para FAO y actualmente es subdirector de desarrollo estratégico de la Universidad de Chile. Artículo publicado en la revista romana Triccani,