Normalizar, el nuevo nombre del ajuste

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Carlos Heller – Tiempo Argentino

El verbo normalizar fue uno de los más utilizadas por el ministro Alfonso Prat-Gay en su conferencia de prensa del pasado miércoles. Pero no se trata de una normalización, sino de la “crónica de una devaluación anunciada”. No bien Mauricio Macri prometió durante su campaña que levantaría el “cepo” el primer día, en esta columna se sostuvo que había cometido un sincericidio, pues en realidad estaba anunciando una devaluación del 45 o 50 por ciento. Aquel anuncio de Macri y el de Prat-Gay del miércoles también son la crónica de un ajuste que ya comenzó. El inicio puede remontarse a la campaña electoral, cuando instalaron que el dólar valía $ 15. Estas definiciones, y el posterior triunfo de Macri, tuvieron un fuerte impacto sobre las expectativas, ocasionando todo tipo de comportamientos especulativos, en especial sobre la suba de precios y la menor liquidación de divisas por exportaciones.

Son casi inexistentes los países que anticipan las devaluaciones. Esta no fue una decisión al azar, tuvo un objetivo preciso: trasladar los primeros costos de la devaluación al período presidencial de Cristina. Prat-Gay fue categórico en su exposición del miércoles: “Los aumentos de precios de noviembre son parte de la herencia”, sin dar mayores razones de tamaña aseveración.

Hay varios motivos por los cuales las medidas del Gabinete de Macri pueden considerarse un ajuste. En principio, es sabido que para que una devaluación sea efectiva tiene que producir un cambio en los precios relativos, más específicamente una caída del salario en términos reales junto con una suba en la rentabilidad de los sectores exportadores, fundamentalmente el agrícola. Hasta el momento, todas las medidas que se anunciaron van en ese sentido.

Los temas de las paritarias han quedado para la discusión de un acuerdo social, aunque se han dado algunas definiciones preocupantes, como que deben seguir a la productividad (postura típica de los noventa) o enfocarse en la inflación futura. Hasta ahora, sólo se ha decidido exceptuar el actual aguinaldo del pago de Impuesto a las Ganancias para quienes perciban menos de $ 30 mil mensuales. Cabe recordar que en diciembre de 2014 se exceptuó a aquellos que ganaban menos de $ 35mil, que significan, a valores de hoy, unos $ 45 mil considerando los aumentos salariales producidos. Una diferencia importante con lo ofrecido por Macri, que llega a muchos menos beneficiarios que un año atrás.

En sus anuncios, Prat-Gay comentó que no podían levantar el “cepo” sin antes eliminar las retenciones, una postura que no tiene un sustento económico: entre 2008 y 2011 había retenciones y no había administración de divisas, y las reservas crecían generosamente. Pero la observación del ministro de Hacienda deja en claro los acuerdos alcanzados: la modificación de las retenciones como condición indispensable para vender los granos y liquidar las divisas, por supuesto, previa devaluación. Estas medidas, sumadas a la “emergencia energética” con el ya confirmado aumento de las tarifas de electricidad y gas, aunque sin detallar la cuantía y la oportunidad, presionarán sobre los precios de la economía, en especial los de la canasta básica.

Sobre los planes para calmar la inflación, Prat-Gay comentó: “Vamos con la estrategia del diálogo y con todas las herramientas que nos da la ley para evitar los abusos.” Pero, si en una de sus primeras declaraciones sostuvo “no vamos a aplicar la Ley de Abastecimiento”, ¿con qué herramientas piensan evitar los abusos? Más aún, ¿cómo van a detectar los abusos si el Ministerio de la Producción, por Resolución 3/2015, dejó sin efecto la obligación, a cargo de las grandes empresas productoras de insumos y bienes finales y de sus distribuidoras y comercializadoras, de informar mensualmente los precios vigentes de todos sus productos? Quizá intenten guiarse por la estrategia sugerida por Orlando Ferreres: “Los empresarios tienen que moderar la suba de precios, porque este gobierno está visto como el gobierno de ellos”. (La Nación, 17.12.15).

Preocupante es la actitud del titular del Indec, al decidir suspender por varios meses la información de precios y cuentas nacionales. ¿Estará disponible antes de las paritarias? Una cuestión relevante. No deja de ser sugerente que aquellos que tenían los datos de la supuesta “inflación verdadera”, que publicaban con un cartelito todos los meses, hoy no se animen a dar datos de inflación.

El ajuste ortodoxo también puede observarse en la liberalización de las importaciones, con la eliminación de las Declaraciones Juradas Anticipadas de Importación (DJAI), reduciendo a sólo 1000 posiciones arancelarias las licencias no automáticas (de las 19 mil alcanzadas anteriormente con las DJAI). Esta noticia, anunciada por el ministro de la Producción en un seminario de la UIA, fue recibida con cierta indiferencia por el auditorio. Para las PyMEs está mucho más claro: es una gran amenaza a la producción local de sus empresas.

Paolo Rocca, CEO y presidente de Techint, dijo que ve “con mucho optimismo” el cambio de ciclo político. Declaración realizada horas después de que Siderca, propiedad de Techint, enviara los telegramas de despido a 190 operarios. ¿Será esta la normalidad de la que nos hablan los funcionarios macristas?

Tasas externas e internas

Otra de las características del ajuste ortodoxo es el elevado endeudamiento externo que conlleva. El miércoles pasado, Prat-Gay se ufanó de conseguir “entre U$S 15 mil y U$S 20 mil millones” para sostener la salida del “cepo”. Gran parte de estos fondos serían obtenidos a través de endeudamiento internacional. Por un lado, del swap de monedas con China se convertirán yuanes a dólares por U$S 3100 millones (otrora eran papelitos pintados). También cerca de unos U$S 9000 millones provenientes de endeudamiento con bancos extranjeros, a una tasa cercana al 7% anual, según reconoció el ministro, tratando de explicar que no significaba nueva deuda, algo muy difícil de entender.

En el plano interno, la devaluación vino asociada a una fuerte suba de tasas de interés, que comenzó con las letras del Banco Central (38% anual a 35 días), se extendió a los plazos fijos, para impactar también en las tasas de los préstamos. Este nivel de rendimientos, más la liberación del encaje para los capitales externos de corto plazo dispuesta recientemente y la posibilidad de realizar contratos de moneda extranjera a futuro, generaría la posibilidad de obtener tasas de inversión cercanas al 30% en dólares, un “paraíso rentístico” que nos hace recordar a las anteriores gestiones neoliberales en nuestro país.

Adicionalmente, el BCRA derogó las tasas de interés máximas que podían cobrar los bancos en créditos personales, medida que afecta también a los rendimientos de las financiaciones con tarjetas de crédito. Los nuevos valores quedarán al exclusivo arbitrio de los bancos. Una situación preocupante, puesto que tiene un efecto disuasivo sobre el consumo (aunque se decidió prolongar el programa Ahora 12 por tres meses) y, especialmente, sobre la producción e inversión de las empresas.

Lo expuesto en esta columna nos lleva a preguntarnos: ¿Será el freno productivo y al consumo la estrategia para aminorar la inflación? Así lo dice el manual ortodoxo. Esperemos que en los futuros acuerdos se le preste la debida atención a las PyMEs y a los trabajadores, los sectores que históricamente han sido más dañados por las devaluaciones, y cuyo bienestar es esencial para garantizar un crecimiento con equidad y lograr la pobreza cero, como lo prometió el presidente el día de su asunción. «