“No se negocia con el infierno”, afirma líder de la izquierda griega
EDUARDO FEBBRO| El dirigente que puso en jaque el programa de ajustes y austeridad que el Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea impusieron a Grecia envió desde París un mensaje muy claro: Alexis Tsipras, el líder de la izquierda radical griega, Syriza, dijo en la capital francesa que era urgente “refundar Europa y derrotar al poder financiero.
Página 12
Ese poder es el gran enemigo de los pueblos, no gobierna, pero decide sobre todas las cosas”. Alexis Tsipras vino a París a entrevistarse con Jean-Luc Mélenchon, el líder del Frente de izquierda francés, candidato en las pasadas elecciones presidenciales de abril y mayo y, hoy, adversario directo de la jefa de la extrema derecha, Marine Le Pen, en las elecciones legislativas el 10 y el 17 de junio. Tsipras llegó a Francia en posición de fuerza. Grecia vuelve a celebrar elecciones legislativas el próximo 17 de junio y los sondeos predicen la victoria de su partido, lo que haría de él el próximo primer ministro.
Dirigiéndose directamente a la canciller alemana Angela Merkel, el hombre que hace temblar Europa fustigó con pasión y virulencia la poción amarga austeridad-ajuste promovida por Berlín, al tiempo que descalificó a quienes no le dejan a Atenas más alternativa que la de negociar la austeridad o morir: “No se negocia con el infierno”, dijo el responsable de Syriza. En cuanto a Merkel, Alexis Tsipras acusó a la canciller alemana de “estar llevando a Europa a una suerte de suicidio colectivo”.
Para este político de 37 años, que surgió al primer plano en plena hecatombe, lo que está ocurriendo en Grecia no es una crisis pasajera acompañada por un enésimo plan de economías sino un test llamado a ampliarse: “No se trata de un simple programa de austeridad sino de una experimentación neoliberal de choque que conduce a Grecia a una crisis humanitaria y que, luego, debe ser exportada a toda Europa”. El diagnóstico que Tsipras formuló en París es claro y combativo: “Estamos viviendo una guerra entre las fuerzas del trabajo y las fuerzas invisibles de la finanza y los bancos”, dijo Tsipras junto a Mélenchon, quien completó el mensaje diciendo que “la cadena de resignación y de servidumbre que unía a los pueblos europeos se está rompiendo”. El panorama electoral del partido Syriza tiene contornos favorables para cambiar las reglas de juego impuestas por el mundo financiero. Ese “enemigo”, dijo Tsipras, puede “caer” gracias a las elecciones legislativas del 17 de junio. Según él, la consulta electoral no será “un seudodilema entre el euro y el dracma –la antigua moneda griega– sino una elección entre el memorando de austeridad y la esperanza”.
Lejos de ser un enemigo del euro, Tsipras se presentó en París como un “partidario” de la moneda única pero, al mismo tiempo, como un adversario del “chantaje que practican los partidarios de la austeridad”. Los argumentos de Syriza han ganado muchos votantes en Grecia. Los últimos sondeos de opinión le otorgan al partido de izquierda un 28 por ciento de los votos, justo delante de la derecha de Nueva Democracia, 24 por ciento. La progresión de Syriza ha sido espectacular. Desde las elecciones legislativas celebradas el pasado 6 de mayo, donde Syriza surgió como la segunda fuerza política del país, el partido ganó 16 puntos en intención de voto. En comparación, durante las elecciones de 2009 Syriza había obtenido sólo 4 por ciento. Alexis Tsipras dejó bien claro en París que, en caso de ganar las elecciones de junio, no aceptará ninguna negociación sobre el paquete de austeridad que la UE y el Fondo Monetario Internacional impusieron a Grecia a cambio de los 130.000 millones del rescate financiero.
En este sentido, Tsipras defendió los argumentos del presidente francés, el socialista François Hollande, a favor del crecimiento como estrategia para salir de la crisis: “Si seguimos como ahora, en seis meses hará falta aprobar un tercer plan de ayuda y una segunda reestructuración de la deuda. Los gobiernos europeos deben dejar de pedir a los contribuyentes que sigan poniendo su dinero en un pozo sin fondo. Sin crecimiento, jamás podremos pagar el dinero que nos den”. Los cerca de doscientos periodistas acreditados en la Asamblea Nacional nunca habían escuchado un requisitorio tan quirúrgico contra el sistema financiero pronunciado dentro del sacrosanto recinto parlamentario. Tsipras definió el plan de austeridad aplicado a Grecia como “un desastre humanitario”, como un “acto de barbarie ineficaz”. Tanto Tsipras como Mélenchon fustigaron a Europa por su conducta hacia Grecia y su culpabilización colectiva de Atenas en lo que atañe a la crisis. Ambos pidieron una “solución común a un problema común” porque, si no, la tragedia griega alcanzará inevitablemente otros países. “Amenazar a Grecia es amenazarnos a nosotros mismos”, dijo Mélenchon y, de paso, recordó que el 60 por ciento de la deuda griega está en cajas públicas.
Mélenchon está convencido de que las revoluciones ciudadanas que se vieron en el sur de América latina pronto se plasmarán en el Viejo Continente. Grecia es, en este caso, un ejemplo del “efecto espejo”. Apoyados por la brisa de un cambio, Tsipras y Mélenchon abogaron por una asociación completa de la izquierda europea destinada a una “refundación de Europa basada en la cohesión social y la solidaridad”. El lenguaje juvenil y combativo de Alexis Tsipras no incluye el angelismo. El líder de Syriza sabe que, incluso con la victoria política de las urnas, la ruta será ardua: “Formar un gobierno no es tener el poder. Si llegamos a ser mayoritarios en las urnas tendremos contra nosotros los bancos, los medios y una parte del Estado”, dijo Tsipras. El político griego se comprometió en París a tomar una serie de medidas inmediatas en caso de ganar las elecciones de junio: “Un gobierno de izquierda –explicó– pondrá fin inmediatamente a las medidas más insostenibles: el descenso de los salarios y de las jubilaciones”. Tsipras reconoció que para sacar a Grecia del marasmo sería preciso hacer “sacrificios” pero, también, aclaró que “al igual que todos los pueblos de Europa, los griegos quieren tener el sentimiento de que sus sacrificios son útiles y que los más pobres no son los únicos que pagan la cuenta”.