Nicolás y el presidente Maduro
TOBY VALDERRAMA | El Presidente Maduro no es simplemente un Presidente como abundan en el planeta, se trata de la figura que resume a esta Revolución, con sus males y sus bienes, con sus logros y sus derrotas, todos estamos representados allí. Aunque nos disgusten actitudes, rechacemos ideas o aprobemos otras, es allí, en el Presidente Maduro, que se compendia esta Revolución. Repetimos: el destino de este proceso será el destino del Presidente Maduro.
No hay forma de apoyar a la Revolución sin apoyar al Presidente Maduro, y no hay forma de apoyar al Presidente sin una fortísima crítica. Pero no se confundan, “Criticar es amar”, no es traicionar.
El 8 de diciembre, lo decimos con todas las letras, se decide el destino de esta Revolución. Es un acto igual de importante que el 4 de febrero, la derrota del sabotaje petrolero, o el triunfo de abril.
Ahora bien, el 8 requiere de una valentía superior a la del 4, se trata de tomar la decisión correcta, la revolucionaria, en un ambiente de dudas, de turbulencia, cuando -no hay por qué negarlo- el panorama no está claro, presenta giros y contragiros. El paisaje no es fácil de descifrar. Hay dudas, repetimos, pero la razón primera sigue vigente: ¡es necesario que la Revolución exista! Sólo existiendo podemos encontrar el camino cierto. Ninguna reserva justifica guillotinar a la Revolución.
Intentemos reflexionar con calma sobre la situación actual, de esa manera fortalezcamos la conducta futura.
Una Revolución ocurre, ya lo dijo el Che, en medio de una feroz lucha de clases. Siendo así, no es un camino recto, plácido. Se trata de caminar en medio de una tormenta, de un proceloso mar, es quizá la tarea más difícil de la Humanidad. Entonces, no es de extrañar los choques que allí ocurran. Los bamboleos, los errores, las represiones, son parte de la lucha de clases, de la lucha interna. Es cierto que son a veces sangrientos, exagerados, la cara de las Revoluciones está manchada por estos excesos. Las tentaciones son muchas, la costumbre se impone muchas veces sobre lo inédito.
Ahora bien, y aunque parezca paradójico, esta lucha interna es señal de la salud de la Revolución, ya sabemos que el silencio, la no discusión, la unanimidad, es suicida. La labor principalísima de la dirección es mantener el terreno, el equilibrio, para que la lucha interna de clases no se desborde, para que se realice en el cuerpo a cuerpo de los argumentos y no de las bayonetas caladas. Del éxito en la discusión dependerá que la Revolución encuentre su rumbo.
La tarea de los Revolucionarios es discutir por sobre cualquier dificultad e incomprensión, es criticar, prestigiar las ideas que dirigen la práctica, combatir las desviaciones con valentía.
Debemos recordar que el enemigo acecha. El fuego de Amuay nos alerta, pero más peligroso, más dañino, es no discutir, porque de esa manera seremos víctimas de las falsas teorías que nos llevarán al fracaso.