Murió el músico uruguayo José «Pepe» Guerra, histórico integrante de Los Olimareños
Luvis H. Pareja
José Luis “Pepe” Guerera, una de las figuras más emblemáticas de la canción popular uruguaya, falleció este jueves a los 80 años. El artista, exmiembro del reconocido dúo Los Olimareños padecía de cáncer. Nacido en la ciudad de Treinta y Tres, a orillas del río Olimar, Guerra conformó desde 1960 y por tres décadas junto a Braulio López el dúo Los Olimareños, que llegó a editar cerca de 50 trabajos discográficos en todo el mundo, obteniendo en reconocimiento decenas de discos de Oro y Platino.
En su repertorio, que ofrece una mezcla de lo folclórico con ritmos autóctonos y también murga y crítica política y social, destacan entre otros temas «Los Orientales», «Orejano», «Nuestro camino» y «Cielo del ’69». Pero seguramente la canción que más los represente es «A Don José» (en homenaje al héroe nacional José Gervasio Artigas), compuesta por el poeta Rubén Lena y declarada himno popular y cultural del pueblo uruguayo por ley en 2003.
Fieles representantes de la cultura popular de Uruguay, Los Olimareños fueron prohibidos durante la dictadura (1973-1985) por alzar en sus letras voces de protesta contra la represión, y el dúo partió al exilio a Argentina, España y México. A su regreso a Uruguay en 1984 cientos de miles de personas les dieron la bienvenida en un icónico recital en el Estadio Centenario de Montevideo.
Al separarse en 1990 continuaron sus carreras como solistas, pero se reencontraron en 2009. «Nuestras canciones se han ido corriendo de generaciones: de abuelos a hijos y de hijos a nietos», dijo Guerra al diario El País en 2019, año en que el dúo regresó por última vez a los escenarios: siete años después de su vuelta más reciente, y a 35 años de su mítico espectáculo en el Estadio Centenario luego de su exilio político, con cuatro presentaciones en el Auditorio Adela Reta en marzo de 2019. El dúo había tocado por última vez en Atlántida en 2012.
Los dirigentes del centroizquierdista Frente Amplio (FA) fueron los primeros en lamentar la muerte del cantante José “Pepé” Guerra. La cuenta oficial del FA destacó que el cantante “fue la voz de una generación entera y faro de esperanza contra la dictadura cívico-militar. Su voz seguirá por siempre resonando en nuestros corazones. ¡Hasta siempre!”. El Movimiento de Participación Popular (MPP), que encabeza el expresidente José Mujica, señaló: Hoy nos dejó físicamente Pepe Guerra quien a lo largo de su trayectoria nos regaló canciones que se convirtieron en himnos de resistencia y esperanza. Con su guitarra como cómplice, supo narrar las historias del pueblo, dar voz a los desposeídos y celebrar la belleza de lo simple. Tu música seguirá siendo faro y refugio para muchos y muchas.
Por el lado del oficialismo, el legislador del Partido Nacional Sebastián Da Silva, también lamentó la muerte del cantante y aprovechó para recordar un momento con su madre.”Gracias vieja por aquella noche de lluvia en el Estadio Centenario cuando volvieron. Ahí nació mi admiración . Que descanse en paz. Seguiremos cantándole al Olimar querido”, escribió Da Silva en su cuenta de X.
Pepe Guerra desarrolló una carrera de más de sesenta años, publicó once álbumes como solista y más de veinte como integrante de Los Olimareños.“En estricto apego a su voluntad, no se realizará velatorio ni ceremonia fúnebre pública. Entendemos importante informar que Pepe desde hace un largo tiempo venía sosteniendo una dura y porfiada lucha contra el cáncer, al que de manera valiente enfrentó y venció. Tristemente su cuerpo no pudo tolerar el desgaste y finalmente se fue en paz, en su casa y rodeado de sus seres queridos”, dice el texto que en la noche del jueves emitió su familia. “De parte de sus familiares y amigos queremos agradecer las muestras de cariño brindadas en este momento y a lo largo de toda su vida. Tal y como Pepe lo expresaba, tanto sus restos como su guitarra serán ‘enmudecidas en la tierra musical donde él soñó’”, agrega el comunicado.
Carrera fecunda
Pepe Guerra nació el 31 de octubre de 1943 en la ciudad de Treinta y Tres, a orillas del río Olimar. Hijo de un empleado ferroviario y un ama de casa del barrio La Floresta, tuvo su primera guitarra cuando un vecino le fabricó una con una lata de aceite.Su primera presentación pública fue en la escuela, con ocho años. “La directora quería que yo cantara una zamba de Atahualpa Yupanqui, ‘Luna tucumana’”, recordó hace unos años entrevistado en el programa 33/56. “Fue mi primer encuentro con la gente de frente, cantando, y con tanta mala suerte que se me reventó una cuerda cuando estaba tocando. Hice el ridículo, pero seguí cantando”, señala ladiaria.
En la década del 50 en Treinta y Tres “había un movimiento cultural muy lindo, con mucha efervescencia”. De adolescente tocaba en los bailes, enfrentando así una dificultad que, decía, lo acompañó durante toda su vida: “Yo siempre fui un tipo muy vergonzoso, muy tímido. Exageradamente tímido y exageradamente vergonzoso. Repaso, sin embargo, los primeros pasos míos antes de Los Olimareños y tuve un grupo de música latina”. Pepe cantaba y tocaba las maracas. “Hice cosas increíbles para lo que yo era de vergonzoso”.
Un año mayor, Braulio López integraba el espectáculo Paisajes del mundo, que reunía a cantores y bailarines de la ciudad. “Por estas cosas de que uno es muy enamorado a esa edad, me metí. La culpa de Los Olimareños la tuvo una mujer. Ahí lo conocí a Braulio, los conocí a todos. Nos fuimos juntando y empezamos a cantar”, recordó Guerra. “Primero éramos unos cuantos, y creo que por un asunto de economía nos achicamos a dos”. López explicó que el nombre lo sugirió Óscar Laucha Prieto. “Teníamos que ponerle algo, para no ponerle Guerra-López o López-Guerra; no nos gustaba eso y no encontrábamos el nombre. Un día nos reunimos con el Laucha y nos dice: ‘Che, ¿por qué no se dejan de joder y se ponen Los Olimareños?’. Y ahí quedó. Ese es el nacimiento del dúo”.
Cantaron a dos voces por primera vez en la yerra de doña Catana, en un establecimiento cercano a Treinta y Tres. Guerra con guitarra y López con bombo legüero, interpretaron la chacarera “Vuelta juera y a las empanadas” y recibieron un aplauso cerrado de parte del público.
La necesidad de crear un cancionero nacional los unió a los poetas Rubén Lena y Víctor Lima, sumando los versos de unos con las voces armonizadas de otros. Gracias a una carta de recomendación de Lena para la radio El Espectador, desembarcaron en Montevideo y se volvieron un éxito de fonoplatea, cantando por radio pero también ante quienes iban a escucharlos en vivo.
Ese éxito no era suficiente para la supervivencia económica. “Éramos unos desconocidos totales”, contó Guerra en la mencionada entrevista. “Después de esos ciclos que hicimos, que se llenaba la platea y la gente nos llevaba pasteles, vino la brava”. La ayuda vino de gente de Treinta y Tres que se encontraba en la capital. “Nos acogían en su casa porque ellos extrañaban allá. Mucha cantidad de gente nos ayudó. Nos mantenían, nos tenían en la cuna”.
En 1963 grabaron su primer larga duración y muy pronto temas como “De cojinillo”, “A don José” y “Orejano” empezaron a volverse populares. “La gente se prendió. Tuvimos suerte. Claro, la gente estaba acostumbrada a la luna de Tucumán y de repente vienen unos y le cantan al gaucho de acá, al peón de acá, al hombre de acá. La gente evidentemente se sentía identificada con aquello. Y además cantábamos cosas cotidianas del barrio, pero del barrio de acá, no de San Isidro. Creo que por ahí fue prendiendo la cosa”.
Para Guerra, otro elemento importante era la letra. “Siempre creí que lo principal era el texto, la poesía en la canción. La música, si bien es importantísima, es más abstracta. Fuimos muy rigurosos siempre, sobre todo en las letras. Rubén Lena decía: ‘Tiene que haber un fogonazo, una cosa que pegue’, aunque después la letra siga así nomás”. Y no eran temas sencillos de componer. “Aquella gente no hacía canciones de un día para el otro. Una canción les demoraba años; estaban ahí escondidas y las seguían trabajando. Yo me acostumbré a ser así con mis canciones, tanto que dejé de hacerlas porque era demasiado laburo”.
Los Olimareños fueron punta de lanza de la canción popular de raíz folclórica uruguaya. Y al igual que les ocurrió a sus colegas, después del boom llegarían la censura y el exilio. “Una vuelta cayó un policía a mi casa con un decreto sin sello, sin nada, que decía: ‘Prohibido cantar en todo el territorio nacional’ a Los Olimareños. Ahí vino la brava”. López había sido deportado a España, pero Guerra todavía no quería irse. “Pero empezaron los comunicados aquellos de la Policía: ‘Se busca a Fulano’”. Ver que Numa Moraes era requerido por sedicioso lo llevó a decir: “Arreglá las maletas que nos vamos”.
A partir de su ida a España, junto a López cantaron por toda Europa. “Nos movimos muchísimo, el exilio fue muy movido”, recordó Guerra de aquella época. Alfredo Zitarrosa desde México llamó a El Sabalero y fueron con él. “Al estar en México ya parecía que estábamos cerquita de Uruguay, y quedaba lejísimo”. Y a la vez comenzaba el éxodo de Daniel Viglietti, de José Carbajal, El Sabalero y su “Chiquillada, de Jaime Roos y su Brndis por Pierrot… y tantos otros.
En 1984 llegaría el desexilio y el recital en el estadio Centenario. “No queríamos ser auspiciados por nadie, ni que nos organizara tal partido político, ni nada. Tampoco teníamos ni una lona para taparnos cuando se largó a llover. Por eso se volvió un recital muy emblemático, muy especial”. Se sorprendieron de que la gente supiera las canciones y de que la lluvia no la espantara”. Para Guerra era “muy difícil de explicar” lo ocurrido ese día, pero reflexionó: “Ya con eso me alcanza. Me río de la muerte”.
Fue en 1990 que decidieron separarse y continuar sus carreras como solistas, aunque se reencontraron en 2009 y comenzaron con una serie de despedidas que, para beneplácito de sus seguidores, no se terminaban más. En medio, Guerra consolidó un repertorio que combinaba nuevas canciones con viejos éxitos y se convirtió en atractivo principal de numerosos festivales folclóricos.
En charla con la diaria en ocasión de los 80 años de Guerra, Walter Serrano Abella reflexionó: “Para mí la guitarra del Pepe es profundamente identitaria, no sólo a nivel nacional sino a nivel de la región. Hay, según el Laucha Prieto, 19 ritmos de milonga diferentes de Treinta y Tres. El Pepe mamó eso, tomó eso; ese sabor a monte y a río que tiene la guitarra de Pepe no lo tiene cualquier guitarra. Toda la técnica que le pudo haber enseñado el Laucha muere en los dedos, la otra cosa que alimenta el latido ese del zucará, el pitanguero, el Yerbal y el Olimar viene de otro lado, es un duende misterioso, pero viene”.
**Periodista uruguayo, analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)