Migrantes secuestrados: Se derrumba la estrategia de Bukele para condicionar a Maduro
Marcos Salgado
El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, está cada día más complicado por la situación de los más de 250 venezolanos que le entregó Donald Trump y que permanecen desde hace 40 días en un centro de confinamiento contra el terrorismo, sin que se les defina su estatus legal en El Salvador ni en Estados Unidos.
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Inmediatamente después del 14 de marzo, cuando se produjo el infame traslado del grueso de los deportados al CECOT, comenzaron en Caracas las protestas públicas. Así, los detenidos ya no eran un número, sujetos sin rostros acusados de criminales en el guiso mediático y político de la ultraderecha. Por el contrario, pasaron a tener nombre, rostros, historia y dolientes.
Tan fuerte fue (es) la movida de los familiares y especialmente de las madres -siempre las madres- que ni los medios de comunicación asociados al discurso hegemónico pudieron ocultarla. “Si mi hijo fuera del Tren de Aragua, yo estaría acá dando la cara y pidiendo por su libertad?”, repetían, con lógica inapelable.
Así, la bandera principal que esgrimió la oposición de ultraderecha durante la campaña electoral del año pasado se vaporizó. Quedó claro que el pregonado “regreso de nuestros hijos” no era para todos los migrantes. Los pobres son del Tren de Aragua hasta que alguien demuestre lo contrario. Y las madres lo demostraron y -sin buscarlo- le dieron el golpe de gracia a los Machados, Urrutías y afines.

Un secuestro
Así las cosas, quedó claro que se trata de un secuestro. Liso y llano. Y Bukele lo sabe. Por eso intentó escapar hacia adelante, y el domingo pasado propuso vía redes un insólito intercambio: los 252 venezolanos por 252 “presos políticos” en Venezuela. Lo que claramente pretendía ser un golpe de efecto para condicionar al presidente venezolano, Nicolás Maduro, se derrumbó en cuatro días.
Es que la movida bukelista tiene una falla de origen: al inventar un intercambio Bukele reconoció que es él y ya no Estados Unidos quien tiene el control de la situación de los deportados. Ni lerdo ni perezoso, el Fiscal General venezolano, Tarek William Saab, recogió el guante y aprovechó el error no forzado: le reclamó a Bukele la lista de los 252 venezolanos que este dice tener en su megacárcel. Le reclamó, dicho de otra forma, que se termine de hacer cargo de la suerte de los migrantes en su poder.
Al día siguiente, desde El Salvador llegó una notificación formal a la cancillería venezolana, donde se profundizó ya a nivel de documento oficial, la responsabilidad del Estado salvadoreño. De nuevo, Venezuela contestó la nota dejando claro que, antes que nada, El Salvador debe regularizar la situación procesal de los 252. Esto no es solo un contrapunto diplomático. Son documentos oficiales, de lado y lado, que sirven para elevar el pleito a tribunales internacionales.

Mientras se daba el intercambio epistolar, Bukele mensajeaba en público a Maduro con argumentos infantiles y de lado y lado del virtual intercambio aparecían voces en contra. Sí, de lado y lado. En un plantón frente a las oficinas de las Naciones Unidas, familiares de los secuestrados dijeron que ellos no son criminales y que no son pasibles de un intercambio. Exigieron la libertad inmediata.
Bukele, mal asesorado
Del otro lado, la esposa de Rafael Tudares e hija del ex candidato presidencial de la ultraderecha Edmundo González, Mariana González, advertía que su esposo “no es ficha de cambio para nadie”. Tudares es uno de los dizque presos políticos que Bukele señaló con nombre y apellido. Así, queda claro el desastre: la movida de Bukele es tan desesperada como unilateral, y desprovista de toda épica: ni quienes pretende “liberar” lo respaldan.
El desplante de la esposa de Tudares da mucha tela para cortar. Primero, muestra lo que ya se sabe: la oposición venezolana de ultraderecha no se puede poner de acuerdo en nada. Ahora, en desbandada, menos. Después, la mención directa al yerno de Edmundo en el primer mensaje de Bukele a Maduro parece ser más un intento (¿de María Corina?) de dejar pegado al ex candidato presidencial y su familia. Un apriete de cabotaje que, está claro, fracasó.
Sin respaldo afuera
Bukele tampoco logró nada con la mención a los extranjeros detenidos en Venezuela, y que también pretende intercambiar. Por caso, habla de un argentino: se entiende que se trata del gendarme Nahuel Gallo, detenido en diciembre pasado en Venezuela y acusado de conspirar. Ni siquiera la ministra de Seguridad de Argentina, Patricia Bullrich (quien recorrió el CECOT el año pasado), se subió a la movida.

Solo queda pensar que Bukele dio un paso en falso mal asesorado (en sus equipos de gobierno figuran varios venezolanos ligados a la oposición de ultraderecha y ninguno es una lumbrera política) y apremiado por las circunstancias. Recordemos: el Washington Post reveló que la “comunidad de inteligencia” de los Estados Unidos no tiene ningún indicio de vínculos entre el Tren de Aragua y Nicolás Maduro. Tampoco de que EE.UU. esté en guerra con Venezuela o que sufran algún tipo de invasión, como la que sostiene la Casa Blanca.
No pasaron ni tres meses desde la reunión del secretario de Estado Marco Rubio con Bukele, recordada por las bucólicas (y ridículas) fotos de ambos en un atardecer frente al lago Coatepeque. Fue cuando el salvadoreño ofreció su megacárcel para recibir “presos condenados en Estados Unidos”. Eso fue lo que se dijo en ese momento. Pero ya sabemos que la realidad es otra. Y los 252 venezolanos son una papa caliente en las manos de Bukele.