Mercosur – Unión Europea: las negociaciones por el libre comercio en suspenso
JULIO GAMBINA | La tendencia contemporánea del orden capitalista mundial es hacia la liberalización de la economía. Es un proceso creciente, favorecido por la ruptura de la bipolaridad en los 90, que habilitó nuevas rondas de disputas de territorios para la dominación del capital más concentrado.
Estos capitales concentrados, con el apoyo de sus Estados nacionales, especialmente EEUU, Europa y Japón, avanzaron en un proceso de transnacionalización de la economía, intentando la construcción de una normativa global que sustentan e intentan dotar de legitimidad los organismos internacionales y variadas formas de tratados bi y multilaterales para sus objetivos.
Alguna vez definimos a estos tres actores (capitales transnacionalizados; Estados nacionales; organismos internacionales) como los sujetos de la acumulación y la dominación capitalista mundial, con independencia de su origen territorial. Son actores que establecieron un programa (sus objetivos) para el desarrollo, que se concentra en la histórica reivindicación, fundacional, del orden capitalista: el libre cambio.
La libre circulación de mercancías y capitales constituyen el núcleo central del objetivo del modelo productivo hegemónico, el capitalismo. Por ello es que eliminada la traba que suponía el orden bipolar, capitalismo versus socialismo, en 1995 surge la Organización Mundial de Comercio, que era la asignatura pendiente del orden gestado en 1945. En Bretton Woods se gestó el FMI y el BM, restando la organización para el libre comercio, que emergió cuatro décadas después.
Ofensiva por el libre comercio
Es en la década del 90 que se presentan en sociedad diversos proyectos para la rearticulación de las relaciones económicas y políticas entre la América Latina y el Caribe con los países hegemónicos del orden capitalista. Remito a la Iniciativa de las Américas del año 1990, luego configurada como proyecto ALCA entre 1994 y 2005 en el marco de las cumbres presidenciales de América (excluida Cuba); como la estrategia en contrapartida entre parte de Europa y la región mediante las cumbres iberoamericanas desde 1991; potenciadas por crecientes inversiones, especialmente españolas, inducidas por los procesos de privatización generalizados en esos años de ofensiva neoliberal.
Así como las negociaciones por el ALCA comienzan en 1994, es en 1995 donde comienzan las primeras conversaciones por formalizar acuerdos de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea. Y así como en el 2005, en la Ciudad de Mar del Plata, Argentina, se impide la inclusión del ALCA en la agenda de las negociaciones de las cumbres americanas de presidentes; se renuevan las intenciones de formalizar similares mecanismos de liberalización con Europa, que sufre diferentes procesos de interrupciones, hasta que en mayo del 2010 y en Madrid, se renueva el proceso de negociación.
Europa disputó en los ’90 la dominación en nuestros territorios, ganando espacio desde la penetración de inversiones externas directas en el marco de las privatizaciones. Supo también diferenciar el proceso de negociación comercial, adicionando clausulas de referencia a la dimensión política y cultural, que ocultaba la agresión que suponía el libre comercio ofertado a la región por EEUU. El objetivo pasaba por favorecer los intereses de los capitales más concentrados del viejo continente.
Queda claro que las negociaciones comerciales con nuestramérica han sido dinamizadas principalmente por EEUU y Europa desde los ’90, en una disputa por conquistar el territorio (sus bienes comunes, demandados como recursos naturales apropiables), sus mercados (para la circulación de sus producciones locales subsidiadas), y una fuerza de trabajo calificada con bajo costo salarial y con límites de las organizaciones populares, principalmente de trabajadores, en la capacidad de ofrecer resistencia ante la desestructuración organizativa, política, social y cultural construida desde regímenes terroristas de Estado, especialmente en Sudamérica.
Cabe reconocer que en los últimos años resulta creciente la presencia China, como nuevo actor en las negociaciones económicas, financieras y comerciales, no solo con la región nuestramericana, sino en el ámbito mundial. Si Europa desplazó a EEUU por el volumen de inversiones en los ’90 y motivó la aceleración de las negociaciones estadounidenses en ese periodo; contrarrestadas por la intencionalidad europea para competir en esos pactos o acuerdos comerciales; China emergió en estos años con capacidad de disputar un lugar como socio privilegiado, que crece recurrentemente.
Contratendencias
Junto a la tendencia descrita de ofensiva del capital y la liberalización, al mismo tiempo se verifica el accionar de otros sujetos, que soportan la ofensiva del capital, pero que también la resisten, y en simultáneo, construyen programa propio, alternativo, emancipador.
Son tres niveles a considerar: uno es la tendencia a generalizar las políticas hegemónicas, las que se abrieron paso bajo el lema del Consenso de Washington, más allá de matices según fuera la correlación de fuerzas en cada país. Nuestros países, y en especial nuestros pueblos sufren esas consecuencias desde el empobrecimiento, la superexplotación y la creciente desigualdad. Un segundo nivel parte de reconocer que ese fue y es el marco para múltiples resistencias que obstaculizaron el programa liberalizador de los sujetos de la dominación, siendo el más resonante el No al ALCA iniciado con las campañas populares a comienzos del Siglo XXI, potenciada a mediados del decenio con decisiones de gobiernos (Mercosur más Venezuela), base político social para pensar, finalmente y como tercer ámbito, en el cambio político que describe la situación de nuestramérica en estos años recientes.
EEUU retomó el rumbo de las negociaciones bajo la modalidad bilateral; mientras que Europa relanzó, especialmente desde el 2010, el camino del acuerdo multilateral, no sin entusiasmo crédulo de varios procesos en nuestramérica. Entre otros vale mencionar el papel de la Argentina, a cargo de la representación regional ante la socialdemocracia española gobernante por entonces y expresión de la representación europea. Ambos liderazgos, compartiendo espacios como el G20 e imaginando procesos de salida rápida de la crisis mundial, se ilusionaban con unas negociaciones virtuosas para el relanzamiento de la producción capitalista. El problema de esa estrategia de reanimación de las negociaciones comerciales chocó, en primer lugar, con la crisis capitalista mundial, con inocultable visibilidad en los países del capitalismo desarrollado, especialmente europeos, que los indujo a la promoción de políticas proteccionistas y de intervención de sus estados para el salvataje de las empresas en crisis. Es justo también incorporar que los procesos en nuestra región también se encontraron con el impacto de una crisis que algunos consideraban externa, pero que indujo procesos de repliegue de un aperturismo empujado por las necesidades de los capitales.
Es cierto que también y como parte de la nueva realidad, la estrategia imperialista chocó contra los procesos de cambio político y la nueva experiencia por otorgar nuevo contenido a la integración regional en nuestramérica, aún con las contradicciones que suponen proyectos que nuestros países promueven un rumbo por el socialismo, o por el capitalismo.
Imaginaron los negociadores europeos que la crisis del 2007 llegaba a su fin con la recesión mundial del 2009 y que el 2010 recuperaría ritmos de crecimiento que favorecerían las inversiones, por ende la producción y con ello la circulación, el intercambio. La expectativa apuntaba a un nuevo ciclo de expansión económica y del modelo productivo sustentando la liberalización. La realidad puso en evidencia lo erróneo del diagnóstico, y transcurrido ya medio año del 2012 somos conscientes de la profundidad y duración de la crisis capitalista.
Se trata de un fenómeno que dificulta la instalación de premisas materiales y subjetivas de la integración subordinada que impone el libre comercio. Es que la propia Unión Europea está en discusión, y especialmente el euro, incluso el dólar, expresiones monetarias de la riqueza y el poder están en discusión. La crisis es integral y junto al programa de la liberalización se desarrolla una contra tendencia, que no es solo el cambio político en nuestramérica, sino el movimiento de indignación que recorre la experiencia del levantamiento de los pueblos del norte de África; en los principales países capitalistas, e incluso en Israel.
Nuestra realidad supone también la nueva experiencia de integración, que incluye proyectos contradictorios en CELAC o UNASUR, pero con capacidad de suspender la participación paraguaya en el Mercosur motivado en el reciente golpe institucional; que a su vez habilitó el demorado ingreso de Venezuela a la experiencia con más desarrollo en la integración regional. Es una nueva situación que nos permite interrogarnos sobre las negociaciones entre el Mercosur y la Unión Europea. ¿Cómo ven las autoridades de la UE las negociaciones en curso por el libre comercio con el nuevo Mercosur? Vale interrogarse ante la incorporación de un país que promueve un objetivo socialista, que construye un proceso de integración alternativo con Cuba, Bolivia, Nicaragua, Ecuador y otros países en el ALBA; donde se sustentan iniciativas económicas, políticas y culturales a contra corriente de la hegemonía mercantil capitalista.
No solo preocupa la formulación de una orientación socialista con un pie en el Mercosur, sino también algunas señales soberanas que empuja la propia crisis. Remito a la expropiación parcial de YPF en Argentina, o a las nacionalizaciones continuadas en Bolivia; e incluso otras manifestaciones soberanas en ámbitos de debate global, con propuestas que difunden un orden mundial regido por un programa de soberanías, alimentaria, energética, financiera, medio ambiental.
El problema es construir nuestro programa integrador
Si la década del 90 fue la que definió el programa de la liberalización y condicionó las negociaciones, con EEUU y con Europa; y esta década materializó un cambio político que desordenó la hegemonía neoliberal de las negociaciones comerciales; el desafío a construir para el sujeto popular son las premisas de otro orden social superador de la crisis y del capitalismo.
Las negociaciones comerciales son el terreno propicio para la estrategia del capital, por donde se agigantan las asimetrías del norte con el sur; donde se esconden las trampas de los subsidios a la producción o a las exportaciones del capitalismo desarrollado; donde se habilita la hegemonía de patentes y la propiedad intelectual; todo subordinado a la lógica de la ganancia, la acumulación y la dominación capitalista.
Hace falta recrear las condiciones subjetivas para pensar una lógica de des-mercantilización, donde más que “negociaciones comerciales”, se gesten premisas para una construcción colectiva de un modelo productivo que coloque el centro de sus objetivos en la satisfacción de las necesidades sociales.
Las negociaciones prometen inversiones, que tienen como fin último las ganancias. Europa o EEUU necesitan negociar el consenso de nuestramérica para el proyecto del capital. Es cierto que otros aspiran a ocupar ese lugar, crecientemente visibilizado con las inversiones y acuerdos con que avanza China en la región. El problema es si podemos retomar el mandato del 2001 por otro mundo posible, lo que supone una profunda crítica al orden contemporáneo, al capitalismo y a su crisis, para construir el nuevo orden.
* Julio C. Gambina es Doctor en Ciencias Sociales de la UBA. Profesor de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina. Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y políticas, FISYP. Miembro del Comité Directivo de CLACSO. Integra el equipo de Formación, Investigación y Asistencia Técnica del Encuentro Sindical Nuestra América, ESNA. Este texto es parte de la revista América Latina en Movimiento No.478, sobre el tema en “La ruleta de los TLCs” (http://alainet.org/publica/478.phtml)