Más gasto militar no garantiza más seguridad
Por contra, EEUU (132), Rusia (155) e Israel (156) ocupan la zona negra del Índice Global de Paz pese a que los tres figuran entre los diez países del mundo que gastan uno de los más altos porcentajes de su presupuesto en defensa. Rusia, con un 5,9% de su PIB, es el cuarto Estado del planeta que más dinero destina a armamento, mientras que Israel (5,3%) ocupa la sexta posición y EEUU (3,4%), la novena.
El Índice Global de Paz, que edita desde 2007 el Institute for Economics and Peace, no explica de forma automática la exposición bélica de los estados ya que deja fuera variables geográficas y de otra naturaleza, según puntualizan los expertos. Pero cuestiona con claridad que un mayor gasto militar garantice más seguridad, como argumenta la UE para su política de rearme frente a la amenaza de Rusia y el viraje estratégico de Donald Trump. El IGP examina tanto variables internas (violencia y criminalidad) como externas (presupuesto militar y conflictos armados).
Gasto militar se triplicó
Jordi Calvo, experto en relaciones internacionales y coordinador del Centro Delàs de Estudios por la Paz, ha investigado detalladamente media docena de indicadores globales sobre seguridad, gasto militar, terrorismo y desarrollo humano. Y ha llegado a una esclarecedora conclusión: «Los países con mayores índices de militarización no aparecen entre los que muestran más paz, seguridad y desarrollo, y sí en los índices con mayores amenazas a su propia seguridad».
El especialista pone en duda el axioma dominante según el cual los países militarizados presentan mejores indicadores de paz y seguridad. Los datos que maneja Calvo reflejan que el gasto militar se triplicó entre 1949 y 2018, al pasar de 500.000 millones de dólares a 1,7 billones. La curva de exportación de armas en ese periodo también se multiplicó por tres. Y, sin embargo, el número de conflictos armados no disminuyó ni quedó congelado sino que se disparó. Mientras que en 1946, el planeta registró 20 guerras, en el año 2018 ya se produjeron 50 y hoy ese número negro alcanza las 56.
Todos estos datos, según el experto del Centro Delàs, demuestran que el argumento empleado por la UE para incrementar el gasto militar de forma exponencial es “engañoso”. «No existe una relación directa entre más rearme y más seguridad», sostiene Jordi Calvo. «Ese argumento nos lleva a la lógica que basa la seguridad en la disuasión militar. Y esa es la estrategia que ha seguido Europa en los últimos 30 años».
La UE dispone hoy de un presupuesto militar tres veces superior al de Rusia, recuerda el especialista en conflictos armados y cultura de paz. «Y esa estrategia de disuasión militar no ha evitado que Putin intervenga en este tipo de acciones militares, que, por supuesto hay que rechazar», asegura, en relación a la invasión de Ucrania. En opinión de Jordi Calvo, el rearme incide en la misma lógica que ha aplicado la OTAN en las últimas décadas y que ha perjudicado las perspectivas de seguridad en el continente.
El gasto militar agregado de todos los países de la UE supera los 300.000 millones de euros, aunque se encuentra en clara curva ascendente. Rusia, por contra, destina unos 100.000 millones de euros al año a defensa. Todo indica, sin embargo, que esa cifra se duplicará este mismo año. Algunos cálculos señalan que si aplicamos el corrector de la capacidad de compra rusa la distancia presupuestaria entre la UE y Moscú se acorta considerablemente.
«La responsabilidad de los conflictos armados no suele ser solo de una parte sino que responde a factores más complejos», reflexiona. «Tenemos que identificar aquello que podíamos haber hecho mejor para pensar en cómo hacerlo a partir de ahora». Jordi Calvo propone una estrategia de seguridad compartida, en la línea sugerida por la Comisión Olof Palme, que conlleve acuerdos de desarme de todas las partes y la implementación de políticas de distensión y no de disuasión militar.
Calvo juzga «consistente y bien construido» el Índice Global de Paz. «Cada año vemos que en la parte alta del listado aparecen países con un índice de militarización muy bajo. Son países que no han optado por gestionar su seguridad con ejércitos bien armados ni más recursos en defensa. No están en organizaciones militares, llegan a acuerdos con otros países y usan otras herramientas en política internacional. De manera que consiguen desarrollarse mejor y logran mayores cuotas de seguridad. A mí me hace pensar que están en lo cierto».
Matizaciones
Otros expertos matizan la fiabilidad del Índice Global de Paz para examinar el grado de seguridad o exposición a las amenazas de los países. «Ojalá fuera tan simple», puntualiza José Ángel Ruiz, director del Instituto de la Paz y los Conflictos de la Universidad de Granada. «La seguridad también depende de dónde estés geográficamente. Georgia no es Islandia. Tiene una población de habla rusa y la amenaza continua de Moscú», aduce. «Mi reflexión obvia, no obstante, es que se puede estar seguro y pacífico sin ejército o con uno pequeño».
El director del IPAZ discute también el argumento mayoritario que sostiene que para evitar la guerra hay que armarse. «Eso tiene muchos inconvenientes», asegura. Y pone como ejemplo la «paz armada» que prevalecía en Europa antes de la Primera Guerra Mundial como estrategia para apuntalar la seguridad. «Se hipertrofiaron los ejércitos», recuerda José Ángel Ruiz, como medida de disuasión militar. «El resultado fue la peor guerra de todos los tiempos», lamenta.
El desastre militar provocó la creación de la Sociedad de Naciones como instrumento para esquivar la guerra. «Esta historia, que es conocida por todos, no está en el debate de hoy. Y creo que es una lección muy importante», argumenta José Ángel Ruiz. En su opinión, la invasión de Ucrania es consecuencia de decisiones anteriores que se centraron en la «mentalidad de la seguridad militar» obviando la seguridad humana, la diplomacia y el respeto al derecho internacional. «Se debería haber actuado mucho antes», asegura.
En el Acuerdo de Minsk había bases «razonables», a su juicio, para distender las tensiones entre Occidente, Ucrania y Rusia, que se sentía «estrangulada» y su territorio «amenazado». «Comprender no es justificar», puntualiza el experto de la Universidad de Granada.
José Ángel Ruiz afirma «tener motivos» para no creer en la teoría de la disuasión militar. La carrera armamentística requiere una inversión «permanente y altísima» para actualizar la tecnología bélica, lo que obliga a detraer recursos de otros sectores fundamentales para la sociedad. «Ese es un motivo para no creer en un sistema que obliga a invertir tantos recursos en algo que tarde o temprano se convierte en chatarra».
*Pweriodista de Público.es. Escribe sobre ecología, derechos humanos, laicidad, educación, patrimonio histórico y memoria democrática.