Maradona relata el juicio a sus (¿asesinos?) y narra a la Argentina misma

107

Víctor Ego Ducrot

Los grandes narradores nunca mueren, aunque hayan sido asesinados. Porque sus relatos atraviesan los tiempos. Suelen contar sus propios mundos y el de los otros, los más anchos pero siempre ajenos; amores y dolores, tristezas y alegrías de individuos anónimos pero también de pueblos, de aldeas.

Y no sólo se trata de poetas, cuentistas y novelistas, de intelectuales y de gentes del arte. De las sociedades y los ámbitos colectivos surgen narradores que relatan y explican su época, y sin proponérselo.

Diego Armando Maradona fue y es uno de ellos, de esa familia de aquí y de allá, de rapsodas y juglares de la acción, casi siempre con palabras que parten como flechas, como cuando dijo “yo crecí en un barrio privado de Buenos Aires. Privado de luz, de agua, de teléfono…».

El más grande de todos los futbolistas, quizás el primer ídolo global, falleció el 25 de noviembre del 2020. Durante los últimos días de mayo de este año se hizo presente, como sólo saben volver desde el pasado algunas voces y letras, para hablar de quiénes y cómo somos los argentinos, tal cual lo hiciera tantas veces en vida.

Y lo hizo, una vez más, en el centro mismo de una escena trágica: El juicio oral y público a médicos y otros personajes acusados de haberlo asesinado.

Juicio que debió volver casi a fojas cero debido a que una de las magistradas- una tal Julieta Makintach-, convertida en vedete sin marquesinas, se lanzó a filmar una serie documental sobre los hechos de fondo y las mismas audiencias, violando todas las leyes que rigen en los procedimientos penales.

Se trataba de una producción en seis capítulos, pensada como un gran negocio privado para la TV y los “streamings”.

La jueza de Dios: soñaba con ser famosa a costa de Maradona y podría tirar abajo el juicioSu título era “La jueza de dios”, pero el proyecto sucumbió y el tribunal todo voló por los aires cuando el fiscal puso en evidencia la maniobra disparatada de la “flamante actriz”, primero en sala del juicio e inmediatamente ante los medios de prensa.

Nunca antes había sucedido algo parecido en Argentina y eso que el sistema judicial en su conjunto está infectado por la peor de las corrupciones, hasta sus tuétanos.

Sonó a espectacular y lo fue, y las voces públicas se hicieron presentes a paso veloz y dijeron: Ese juicio tenía que terminar como fue la vida de Maradona, de escándalo en escándalo.

Algo de razón tuvieron, pero nuestro narrador, que nació entre la mugre de un barrio miserable y trepó hasta el cielo que le dibujaron millones de almas en todo el planeta, será quien, finalmente, nos explique lo sucedido y por suceder.

Porque un nuevo tribunal tendrá lugar en los próximos meses y, bajo la mirada atenta de Maradona, sus jueces deberán decidir si los acusados son o no culpables, aunque todo indica que sí.

Donde esté, Maradona es nuestro narrador

No hay ninguna descripción de la foto disponible.
Mural monumental en el barrio de Constitución, sobre la medianera de un edificio de doce pisos.

Fue su magia en las canchas y su vida turbulenta fuera de ellas la que convirtió a Maradona en interlocutor, intérprete y relator de su propio pueblo, que es exorbitante, tumultuoso y trágico, tan dramático como la mejor de las creaciones líricas.

¡Y en cuántos senderos se bifurcan las escrituras! El Maradona narrador nos recuerda a Caravaggio (1571- 1610) el italiano que recreó la luz sobre los lienzos y que, como él, se hizo pleno en Nápoles, ciudad en la que, suceda lo que suceda, el Mediterráneo ancestral siempre tuvo, tiene y tendrá sobre ella la última palabra.

 

Con diferencia de centurias, Nápoles fue escenario de esas dos vidas rumbosas, la de Caravaggio y la de Maradona; y a los dos, la ciudad los marcó para siempre.

El artista plástico del XVI y el futbolista y héroe trágico en el XX gozaron y sufrieron los mismos claroscuros, similares pendencias, y borracheras; trifulcas, curdas, flipes y amoríos entre las tinieblas. Fueron protagonistas privilegiados y cronistas de la gran comedia humana.

Maradona, jubilados y un video que hoy es consigna: “Hay que ser muy cagón” - Nueva Ciudad«Cuando entré al Vaticano y vi todo ese oro me convertí en una bola de fuego», dijo el astro de las gramillas; el anotador de un gol sobre el cual él mismo dijo: “Fue la mano de Dios. Les ofrezco mil disculpas a los ingleses, de verdad, pero volvería a hacerlo una y mil veces. Les robé la billetera sin que se dieran cuenta, sin que pestañearan».

El mismo que hace 30 años salía en defensa de los jubilados con ingresos de hambre y soltó: “hay que ser muy cagón para no defenderlos…”; y se movilizó con ellos. El mismo que desde el anonimato bancó a cientos de ollas y comedores populares. El mismo que trató de “cartonero” (ciruja) al empresario lumpen y de derechas que fue presidente, Mauricio Macri.

El mismo que en el ’86 quiso crear un sindicato internacional de futbolistas y que un año después, durante su primer viaje a La Habana, le pidió a Fidel Castro que le cambiara su gorra de comandante por una camiseta argentina con el 10 en la espalda.

El mismo que en el 2005 se subió a un tren con dirigentes políticos y militantes sociales para abuchear al entonces presidente George W. Bush durante una Cumbre de las Américas, en Mar del Plata. Y podríamos continuar con la enumeración de sus intervenciones, pero fueron demasiadas.

Ahora recordemos a Caravaggio, el hacedor de «La cabeza de Medusa”, con algunas de sus palabras: “Todas las obras, no importa qué sean o quién las haya pintado, no son más que bagatelas y nimiedades infantiles… a menos que estén hechas y pintadas a partir de la vida…Todo cuadro es una cabeza de Medusa; es posible vencer al terror a través de la propia imagen del terror”.

Entonces, y como Caravaggio en el óleo de 1597, pero sin pinceles ni libros, tan solo con sus decires y con un estar entre su gente, Maradona nos presentó y presenta a la Medusa con su propio rostro, que puede ser el de cualquiera de nosotros. Entre las luces, las sombras y la oscuridad.

Libros que nos entendieron y explicaron

Pero dejemos al autor del gol con “la mano de Dios” y protagonista permanente de su grandeza y tragedia, y de la tragedia colectiva de los millones que siguen escuchándolo; y cedámosle la palabra a otras narraciones sobre la Argentina y su gente, tal vez más convencionales: a las de la literatura.

A saber…

Esteban Echeverría (1805-1851) y Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) en el XIX. Jorge Luis Borges (1899-1986) y Robert Arlt (1900-1942) en el XX. Silvia Maldonado y Ernesto Espeche en este XXI.

El primero inaugura la literatura nacional con “El Matadero” y cuenta el origen de nuestra crisis del ser: una violación. Con su magistral e inclasificable “Facundo”, Sarmiento pone al país patas para arriba, a la razón emancipadora la llama barbarie y a la cerrazón oligárquica imperial, civilización. Borges, sus ficciones y su “idioma de los argentinos” son imprescindibles y Arlt nos descubrió la culpa, la prepotencia y la humillación.

Maldonado y Espeche nos lanzan rectos a la mandíbula al contarnos acerca de nuestros abismos y de la urgencia de la memoria para sobrevivir, pese a todo.

En su novela “La Bienaventuranza” (2009), Maldonado nos hace dialogar con un grupo de sobrevivientes al terrorismo de Estado que se conjuran ante la falta de justicia reparadora, descubren que los restos ecuestres de una patria fósil se esconden bajo un manto de mierda de palomas y otros pájaros que, sobrevuelan la plaza, logran que una santa de las tierras oligárquicas se eleve al cielo de la nada envuelta en una nube de flatos y eructos, y que el asesino y torturador alcance su muerte.

En la primera novela de Espeche, “Treinta y nueve metros” (2020), el hijo sobreviviente de un médico y guerrillero asesinado y desaparecido por los esbirros de la dictadura de los ’70, yacente en un pozo de la muerte, desciende al infierno pero no por castigo divino, sino con un objetivo urgente: reencontrarse con su memoria.

Algunas conclusiones, y finales

A todas estas invocaciones nos condujo la desfachatez judicial que sólo es concebible en una sociedad como la argentina actual, con profunda fatiga moral y pulsiones de suicidio colectivo; una caso testigo de las causas y a la vez efectos de la oleada de ultraderecha sufrida por estas (y otras) latitudes.

Y por supuesto, con Maradona como intérprete. Porque quizá haya sido él, mejor dicho su sino narrador, el que terminó poniendo en tensión a un tribunal como tantos otros en este país (casi todos), al servicio del poder político de turno, pero funcionando como una corporación gentilicia, de “familia judicial”, como se la designa (al respecto existen innumerables archivos periodísticos).

A sus integrantes nadie los elige, son designados entre cabildeos y camarillas. Ganan salarios millonarios. No pagan impuestos.

Reparten sentencias, perdones y mercedes a políticos y gobernantes acusados de corrupción, con o sin fundamentos. Son guardias pretorianas de las empresas más poderosas, los equilibristas y cancerberos finales del poder burgués y oligárquico.

La tensión que tuvo nombre y apellido, los de la jueza Makintach, en bikini y con intenciones de divaLAS FOTOS DE LA POLÉMICA: el ALTO PERFIL de Julieta Makintach, la jueza del caso Maradona en el centro del ESCÁNDALO – Santa Fe Deportivo cinematográfica, será empleada por la propia “familia judicial” para utilizar el escándalo y las culpas, para lavarse las caras o levantar un cortina de humo que cubra sus ignominias.

Pero para lamentaciones de jueces y juezas, fiscales y policías, por otra parte castigadores de los tantos pobres e indefensos, delincuentes o no los unos y los otros, detrás del juicio que quiso ser serie para la TV, se esconde el fantasma de Maradona, con su palabra siempre pronta.

Palabra y relato que ojalá puedan algún día frustrar aquellas aviesas intenciones encubridoras de la tanta basura que esconden los pasillos y las poltronas de usías y magistraturas.

Y el burlador de Fiorito, el arrabal barroso y pobre en el que nació, y de la Nápoles eterna también nos interpela a quienes solemos bucear en textos y hasta en teorías acerca de la violencia que nos condena y que no es metafísica, sino tangible.

En la universidad pública argentina peroro en un maestría sobre medios y criminología acerca de cuáles son y cómo se conforman los discursos mediáticos sobre violencia y delito; y uno de los paradigmas más usuales es que los mismos abordan los hechos para establecer víctimas y victimarios, devenidos en héroes o villanos según sea el posicionamiento de clase del emisor.

En pocas palabras, la dialéctica histórica entre explotados y explotadores desde la cual los dispositivos mediático-culturales crean “realidades” de dominio y sometimiento.

La mano de Dios - Wikipedia, la enciclopedia librePero el fallido, por escandaloso, juicio a quienes seguramente acabaron con la vida de Maradona y él mismo desde su ubicuidad por fuera del tiempo y espacio, hicieron estallar por los aires la tan presuntuosa teoría que a veces nos obnubila…Esta vez los discursos no crearon una “realidad”, sino que un hecho (el juicio estallado) creó una película (discurso), o al menos estuvo a un paso de hacerlo.

Es que sucedió lo inesperado. Otra vez, en un salto en el área, NO fue el diablo quien metió la cola, SÍ un dios que alzó su mano encubierta…

* Periodista, escritor y docente universitario argentino. Doctor en Comunicación de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), Argentina; profesor titular de Historia del Siglo. Colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)