Maradona, Malvinas, los dos goles a los ingleses, 35 años después
Rubén Armendariz
Si bien desde hace 35 años cada 22 de junio se vive de una manera especial, cuando la nostalgia y la emoción se abren paso para revivir la tarde en que Diego Armando Maradona dibujó el mejor gol de todos los tiempos, después de haber convertido uno con la mano, en los cuartos de final del Mundial de México, nada menos que ante Inglaterra, este año tuvo el condimento que él ya no está.
Los argentinos lograron ponerse de acuerdo en algo: gritar un gol acontecido 35 años antes, a la hora exacta, las 16.09 (de la Argentina). Porque no era solo rememorar el gol sino evocar en aquel grito desaforado el rostro de aquellos muchachos que en 1982 murieron en las islas Malvinas, defendiendo la soberanía de su país, esos pibes –muchos de ellos de la misma generación de los jugadores- que no pudieron gritar esa victoria.
El grito fue como un gran abrazo que esta pandemia niega, y de la que participaron jóvenes y niños que ni siquiera habían nacido, pero también aquellos que vivieron en carne propia la guerra contra los colonialistas ingleses. ¿Se puede separar el fútbol del sentimiento nacional, el juego de la guerra?
«La guerra no tiene nada que ver con el fútbol, no mezclemos las cosas, decíamos y pontificábamos. Pero la realidad es que teníamos la guerra clavada como una enorme espina y que el partido en algún lugar impreciso y metafórico tenía que ver con la guerra, con aquel dolor», reflexionó el entonces relator Víctor Hugo Morales.
«Y era Diego Maradona el que se iba a hacer cargo junto con sus compañeros. Fue Maradona el que entrando a la cancha les fue diciendo ‘estos nos mataron a nuestros pibes’. No era así, era injusto, los jugadores no tenían nada que ver, pero Diego trataba de hacer entender quiénes eran aquellos a los que necesariamente tenían que vencer», agregó.
«No hay un momento más unánime y más perfecto para los argentinos que el gol de Diego. Nunca todos gritaron tanto al mismo tiempo. Los goles también tienen sus divisiones, también tienen gente que puede celebrarlo o no. En aquella ocasión, prácticamente dejando fuera algún sector periodístico que estaba mortificado porque la Argentina podía ganar el Campeonato del Mundo, hay que decir que todo el pueblo lo festejó», destacó Morales.
Y más allá de ver por televisión cientos de veces en el día ese maravilloso segundo gol a Inglaterra, quedó patente el recuerdo emocionado de los “pibes de Malvinas”.
Ya no importa si se lo nombre como el «de todos los tiempos» o el «del siglo», es para el corazón de los argentinos y el análisis de los expertos también, el mejor gol de la historia. Y este martes 22, a la hora exacta en que la pelota cruzó el arco hace 35 años las gargantas de argentinos y de otras nacionalidades también, volvieron a unirse en el grito de emoción.
¿En qué momento decidió enfilar hacia el arco? ¿Por qué no se la pasó a Burruchaga o a Valdano, que lo acompañaban y distrajeron a algunos marcadores? Maradona avanzó mirando la pelota. ¿Cuántas piernas, cuántos metros cuadrados de terreno, abarca su visión periférica? ¿De qué billones de otras formas pudo ser la jugada más grande de todos los tiempos, la única, definitiva y eterna? Se preguntan 35 años después analistas deportivos.
La Conmebol, máxima autoridad del fútbol sudamericano, recordó en sus redes sociales el inolvidable segundo gol de Maradona a Inglaterra: «Han pasado 35 años de esta obra de arte, pero aún nos sigue emocionando como si fuera la primera vez. Gracias Diego, por tan hermoso legado».
Estadios bonaerenses como el de San Lorenzo, Independiente, Argentinos Juniors, Huracán y Ferro, conmovieron al barrio con su grito de cemento, monumental, y la mágica postal del relato de Víctor Hugo colándose desde el pasto a los tablones vacíos, y de allí hasta los edificios linderos y de ahí hasta el cielo, señala Página12.
Las redes sociales permitieron que lo recordara hasta el estadio Azteca, escenario del título argentino en México ’86, y también Nápoles, donde Maradona -que sembró allí dos Scudettos, una Copa UEFA y una Copa y Supercopa de Italia- fue amado como un héroe. En las redes oficiales del club escribieron «Arranca por la derecha el genio del fútbol mundial», recordando el gol. Y anadió «Y todo el pueblo cantó… Maradó, Maradó».
Y se repitió mil veces el inolvidable relato del uruguayo Víctor Hugo Morales, que le puso más brillo al gol, con la metáfora de “Barrilete cósmico ¿de qué planeta viniste para dejar en el camino a tanto inglés?” Pero la referencia venía de una sentencia del exentrenador de la selección Argentina, César Luis Menotti, con quien Morales estaba enfrentado. Menotti, campeón del mundo en 1978, había dicho que “si Maradona deja de vivir como un barrilete, que si voy o no voy, puede ser la figura del Mundial”.
La televisión pasó un reportaje donde distintas personas -algunos compañeros, un juez de línea y hasta el exfutbolista inglés Gary Lineker- recuerdan qué estaban haciendo cuando Diego convirtió el segundo tanto. Y se coló una definición de Maradona: “¿Donde estaba yo? Yo en ese momento estaba caído entre dos ingleses levantando a un pueblo”.
Cuentan que en una de las visitas de Diego a la redacción de El Gráfico, la revista deportiva más prestigiosa que hubo en la Argentina, le mostraron una foto enorme del momento exacto en que toca la pelota desde el piso con la zurda ante el cierre de Butcher. Cuando le preguntaron qué le generaba ver la foto en un tamaño tan grande y con tanta calidad Maradona respondió: “¡El cocacolero! ¡El cocacolero se perdió el gol!”. El vendedor de gaseosas quedó de espaldas a la jugada y no pudo gritarlo.
Esa misma camiseta con el 10, con la que Diego convirtió los dos goles, ahora está exhibida en el Museo Nacional del Fútbol en Manchester, Inglaterra. En medio del festejo final por el triunfo, Diego se cruzó con el mediocampista Steve Hodge e intercambió las camisetas. A Hodge lo criticaron por haber cambiado camisetas con quien había convertido un gol con la mano. Y en 2003, después de 17 años de tenerlo escondido en el armario de su casa, decidió donarla al museo.
El escritor uruguayo Eduardo Galeano le puso letra a, quizá, la más increíble anécdota en Los hijos de los días. Galeano describe la escena del colombiano Manuel Alba Olivares, que tenía 11 años para el Mundial de 1986, que fue uno de sus últimos recuerdos visuales ya que el 20 de octubre perdió la vista.
“Desde entonces para ver fútbol y otras cosas no tan importantes, Manuel pide prestados los ojos de sus amigos. Gracias a ellos, este colombiano ciego fundó y preside un club de fútbol, fue y sigue siendo director técnico del equipo, comenta los partidos en su programa de radio, canta para divertir a la audiencia y en los ratos libres trabaja de abogado”. Eso sí: “Ha guardado el gol intacto en su memoria, y lo relata mejor que los mejores locutores”.
Periodista y politólogo, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)