Macri, la devaluación y la doctrina del shock

346

Esteban Mercatante – La Izquierda Diario

Las expectativas de los dueños en el gobierno de sus CEOs, han sido verdaderamente superadas. Descartando siquiera el mínimo gradualismo, la administración de Mauricio Macri se lanzó desde este lunes bien temprano a producir una serie de medidas que sólo pueden calificarse como un shock. Una verdadera cirugía mayor que apunta a producir hondas transformaciones en los lineamientos de la política económica en muy poco tiempo, generando así un notorio incremento de los beneficios para sus verdaderos representados, los dueños.

La catarata de anuncios comenzó el lunes bien temprano, cuando Macri se dirigió a Pergamino para anunciar el fin de las retenciones para las exportaciones de mercancías agropecuarias, excepto para la soja que las verá reducidas en 5 puntos porcentuales. Por la noche anunciaría que también se eliminarían los derechos de exportación para las exportaciones industriales. Durante ese mismo lunes, el ministro de Producción Francisco Cabrera, anunciaría que se liberan las importaciones, poniendo fin a la exigencia de presentar la Declaración Jurada Anticipada de Importación (DJAI), festejada por buena parte de los industriales que utilizan insumos importados aunque en algunos sectores que temen la competencia extranjera generara reparos. Cabrera también les dio a los empresarios la buena noticia de que los relevaría de la exigencia de presentar estimaciones de costos y rentabilidad que venía exigiendo Kicillof. También durante el primer día de la semana, el ministro de Energía Juan José Aranguren anticipó que en enero se iniciaría la quita de subsidios y ajuste tarifario en la distribución eléctrica para la zona metropolitana, mientras que el martes el mismo funcionario declaró la emergencia del sistema eléctrico.

Durante el segundo día de la semana, Macri pudo mostrar que a las empresas les interesa el país, posando en la foto junto a los gerentes de Dow Chemical, que firmaron con YPF un acuerdo para meterse en Vaca Muerta. Al mismo tiempo, el presidente del Banco Central Federico Sturzenegger, cerraba el litigio en puertas por los contratos de dólar futuro que había pactado Vanoli entre septiembre y noviembre, asumiendo un costo de nada menos que 17 mil millones de pesos. El mismo funcionario decidió ese martes un aumento de más de 8 puntos en lo que paga el banco central por los títulos que emite, las Lebac, que pasaron a tener una tasa anual de 38 %. Una señal de que se aceleraba la salida del cepo cambiario, y que se preparaban para pagar una tasa de interés que hiciera atractivos los activos en pesos, evitando la fuga al dólar.

Finalmente el día miércoles llegó el plato fuerte, el más esperado por los dueños, para los que el lema de la patria es “libertad (de dólares), (des)igualdad y rentabilidad”: la liberación del cepo, es decir la rehabilitación de la capacidad para ingresar y sacar dólares sin restricciones, excepto el límites de 2 millones de dólares para atesoramiento, que sólo para alguna ínfima minoría podría ser considerado restrictivo. Esta medida preparó el terreno para que ayer se concretara finalmente la devaluación más anunciada de la historia argentina, que llegó la moneda de 9,80 a 14 pesos. Una medida que de tan anticipada, un mes y medio viene generando trastornos de todo tipo: remarcación de precios en previsión al nuevo tipo de cambio, acaparamiento de insumos, parálisis productiva. La medida vino acompañada de la afirmación por parte del ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay, de que buscarán retrotraer los precios a los valores que tenían noviembre. Una promesa que se sigue repitiendo con el correr de los días sin evidencias de que podría cumplirse.

Para que ganen unos pocos, perdemos los trabajadores

La devaluación que produjo la unificación cambiaria que con tanta felicidad anunció Prat Gay el miércoles, es una medida que genera beneficios extraordinarios para unos pocos. Como afirmaron ayer Martín Schorr y Andrés Wainer en este diario, la devaluación produce una fenomenal transferencia de ingresos desde los asalariados y jubilados hacia el sector financiero y los grandes exportadores.

Cuando hablamos de grandes exportadores, estamos hablando de menos de 30 empresas que concentran el grueso (el 65 % aproximadamente) de las ventas al exterior. Estamos hablando de Cargill, Louis Dreyfus, YPF S. A., Pan American Energy, Bunge, Alfred C. Toepfer International, Chevron, Minera Alumbrera, Vintage Oil, Vicentin S.A.I.C., A.D.M. Argentina S.A., Aceitera General Deheza S.A.I.C.A., Nidera S.A., La Plata Cereal S.A., Siderca, Esso, Molinos Río de la Plata, Pecom Energía, Shell, Siderar, Tecpetrol. Estas empresas y algunas pocas más (como es el caso de las automotrices) podrán embolsar una formidable ganancia extraordinaria, al igual que ocurrió en el año 2002. Al mismo tiempo que suben sus precios en pesos en igual medida que aumenta la cotización del dólar (casi todos estos productos tienen precios fijados internacionalmente en dólares que por lo tanto aumentan en pesos en igual medida que el ajuste cambiario), los costos se mueven mucho menos en lo inmediato, generando así de forma instancia un beneficio extraordinario. Presionar para que los costos se muevan poco para sostener en el tiempo este salto en la rentabilidad, es una pata central de su estrategia.

¿Cuál será la contrapartida? Un formidable aumento de los precios. En el caso de los alimentos, por la combinación entre la devaluación y la eliminación de retenciones, que tiene como consecuencia remover la diferencia que había entre el precio internacional y el del mercado interno, que era más bajo, podemos prever en los próximos meses un aumento que podría llegar al 100 %.

Los pronósticos de varios economistas anticipan que la devaluación traerá una nueva suba de los precios minoristas, por lo que prevén que la inflación se ubique cerca del 4 % este mes y el 5 % en enero. En febrero podría tener un nivel similar al de enero. A esto hay que sumar el impacto del tarifazo, cuyo alcance es todavía desconocido.

Salir del shock y pelear contra la carestía

La estrategia del shock tiene una clara racionalidad. Actuar rápido e imponer cambios profundos sin dar tiempo a responder. Tiene varios antecedentes en la historia argentina. Nos recuerda al recetario de los tristemente célebres Chicago Boys, corriente inspirada por el economista ultra liberal Milton Friedman, que orientó a Pinochet y otros contrarreformadores durante las últimas décadas.

Este “plan de guerra” lanzado por Macri en sus primeros días de gobierno, hace necesaria una respuesta urgente de la clase trabajadora, empezando por pelear contra la carestía de vida exigiendo un bono de fin de año, enfrentando la colaboración de la burocracia sindical que a cambio recuperar el control de las obras sociales no pasa de algunas protestas verbales ante el salvaje plan del gobierno, y peleando por desplegar un programa contra la administración de los CEOs para impedir que impongan el ajuste sobre nuestras espaldas.