Lula: Si me matan, seré mártir; si me dejan libre, presidente otra vez/ Porqué me quieren condenar

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br-lula-apesadumbradoEric Nepomuceno-La Jornada

El jueves 27 de octubre el ciudadano brasileño Luiz Inacio Lula da Silva cumplirá 75 años de vida. Uno menos que Pelé, que habrá cumplido 76 cuatro días antes. Tres más que Chico Buarque, que cumplió 72 el pasado 19 de junio. Treinta y uno más que su más cruel verdugo y perseguidor, el juez provincial de primera instancia Sergio Moro, que anda por sus verdes 44 años sintiéndose una especie de dios vengador designado para impartir el castigo divino a su presa favorita.

Pero la verdad es que Luiz Inacio Lula da Silva, ex presidente, fundador y creador del Partido de los Trabajadores (PT), principal líder político del país más habitado y más rico de América Latina, no anda con espíritu de celebrar nada. Hace un tiempo le pregunté, en un almuerzo con otros dos amigos, si él no se cansaba nunca. Quise saber de dónde sacaba semejante energía. A veces sí me siento cansado, pero no puedo regalarme siquiera ese lujo, el cansancio, me dijo.br lula fotografo

Su arresto es inminente; la imagen del ex presidente preso será la gloria de los golpistas. ¿El crímen?, no importa, por ser obrero, apenas alfabetizado y por alcanzar el poder

Hablamos de lo que pasa en Brasil, y él quiso saber cómo me sentía. Indignado, irritado, impotente y triste, contesté. Y Lula comentó: “Yo también me siento triste. Al fin y al cabo, hice lo que hice, empecé lo que empecé, y ahora me pasa lo que pasa…”

¿Y qué es lo que le pasa? Pues le toca asistir a la demolición implacable del PT, partido nacido para reformular la política y airear un ambiente históricamente plagado de vicios e inmoralidades, y que terminó por aliarse a los enemigos y se dejó salpicar por el lodo.

Un ataque implacable de los mismos medios hegemónicos de comunicación que él creyó haber seducido, pero que a la hora de verdad se pusieron, como una sola y única voz, en su contra.

Por esos días Lula da Silva trataba de buscar una salida para el PT. En las elecciones municipales del domingo 2 de octubre masacraron a su partido. Era algo esperado, pero no en tal dimensión. Ha sido el peor desempeño del Partido de los Trabajadores en los pasados 20 años o más.

Era esperado, admite Lula. Pero volveremos a ser lo que fuimos y seremos, agrega, con la mirada fulminante puesta en algún espacio vacío y perdido.

Cuando conocí a Lula, hace como 30 y pico de años, era un hombre con mirada inquieta y feroz. Su voz ronca anunciaba cambios radicales. Ese Lula fue drásticamente transformado en la campaña electoral de 2002, cuando un publicista de mucho talento y escaso carácter –que vendía personas como si fuesen jabones, a tipos de extrema derecha igual que de izquierda– creó la imagen de Luliña paz y amor.br-lula-serio-y-viejo

Aquel Lula, el de 2002, se comprometió en una carta a los brasileños a preservar puntos cruciales de la política económica de su antecesor, el neoliberal Fernando Henrique Cardoso, y lo hizo.

Pero a la vez promovió cambios radicales en el panorama socioeconómico brasileño.

Los números no permiten dudas: el obrero que cometía errores básicos de gramática, que eliminaba el plural en sus frases, que tenía un discurso tosco y directo, montó un gobierno que eliminó a Brasil del mapa del hambre de Naciones Unidas.

En su gobierno, 42 millones 800 mil brasileños abrieron, por primera vez en sus vida, una cuenta corriente en los bancos.

La libreta de ahorro, único instrumento de que disponían, quedó en la memoria. Se vendieron, como nunca, refrigeradores, cocinas, motos, coches. Ha sido como si una Argentina entera entrase en el mercado de consumo: 42 millones 800 mil tipos por siempre ninguneados.

Pasados los años, Lula sigue creyendo que hizo lo que tenía que hacer. El presupuesto del Estado tiene que contemplar a los pobres, no se debe hablar en gasto, en presupuesto, para educación y salud públicas: es inversión. Inversión en el futuro de la gente, dice.

El problema es que, en el sistema político brasileño existen 35 partidos políticos activos y en el Congreso hay como 28. Así que ningún presidente es electo contando con mayoría en diputados y senadores. En consecuencia, es imperioso armar alianzas políticas. Y las alianzas que armó el PT fueron con lo más sucio que existe en la vida política brasileña. A tiempo: exactamente la misma alianza que ahora sostiene a Michel Temer, quien no se eligió, llegó a la presidencia a raíz de un golpe institucional.

lula_y_chavez1-400x401–¿Qué dice Lula da Silva de esa experiencia?
–Lo importante era tener una base para gobernar.

Su partido, otrora una especie de vestal contra la corrupción dominante en el escenario político brasileño, se mezcló en el lodo.

–¿Y ahora?
–Bueno, ahora hay que empezar todo otra vez.

Lula es convocado para volver a presidir su partido, el PT. Pero resiste. Sus interlocutores más cercanos, sus amigos, dicen que más urgente es preparar su defensa contra el acoso irremediable de una justicia injusta, que entre otras cosas es capaz de mantener en prisión a su ex ministro de Hacienda, Antonio Palocci, mientras se buscan pruebas en su contra. Esa historia de presunción de inocencia, y que le toca a los fiscales probar la culpa, quedó definitivamente eliminada del escenario judicial brasileño.

Aquí en Brasil, primero se acusa, luego se detiene al sospechoso y después ven cómo probar sus crímenes.

Lula da Silva anda un tanto tristón. Su mirada pasea por un horizonte invisible. Está cansado. El hombre que dice no cansarse nunca está cansado. Está visiblemente cansado. Mastica despacio y con cuidado cada parte del asado de cordero que eligió. Es un almuerzo entre amigos.

De repente, le pregunto: ¿Es que no se cansa nunca? Y él me mira, con una mirada de mil fuegos, y dispara: Es que no tengo tiempo para cansarme.

Miente. Es evidente que miente. La mentira está estampada en su pelo, cada vez más ralo, en la mirada, cada vez más opaca, en la voz, cada vez más ronca. Mañana o pasado o en unos días más lo detendrán.

La imagen de Lula preso es, será, la gloria máxima del golpe de Estado, golpe institucional que se dio en mi país, el país de Lula.

–¿Ha sido el suyo un gobierno corrupto?
–No.

–¿Hubo corrupción en su gobierno?
–Claro que sí.

–¿Ha sido complaciente con esa corrupción?
–Quizá. Muy probablemente sí. En países como el mío es eso o la nada.

Me doy cuenta de que Lula tiene una coronita de perlas en la frente. De sudor, pues.

Terminamos de almorzar, nos despedimos, nos abrazamos.br lula dops

Nunca fui y jamás seré del PT. Mis críticas al partido creado por Lula da Silva desbordarían el espacio que me concede este diario. Pero salgo de este almuerzo largo y tardío con las palabras que dijo Lula cuando, de manera absolutamente ilegal, lo llevaron a prestar testimonio en la Policía Federal, hace como cinco, quizá seis meses.

Dijo Lula da Silva: Si me matan, seré mártir. Si me detienen, seré héroe. Si me dejan libre, seré presidente otra vez.

Estoy seguro de que lo detendrán. Mañana, o el miércoles o la semana que viene.

-¿El crimen?

No importa.

Por ser obrero, apenas alfabetizado y haber cometido lo mismo que hicieron sus antecesores.

Lo detendrán y condenarán por haber sido el primer obrero en alcanzar el poder, y que por intuición –mucho más que ideología– cambió el mapa social de mi país.

Es decir: que no robó nada.

Y por eso


Anexo:

Luiz Inácio Lula da Silva: Por que querem me condenar

br lula con intelectualesEm mais de 40 anos de atuação pública, minha vida pessoal foi permanentemente vasculhada -pelos órgãos de segurança, pelos adversários políticos, pela imprensa. Por lutar pela liberdade de organização dos trabalhadores, cheguei a ser preso, condenado como subversivo pela infame Lei de Segurança Nacional da ditadura. Mas jamais encontraram um ato desonesto de minha parte.

Sei o que fiz antes, durante e depois de ter sido presidente. Nunca fiz nada ilegal, nada que pudesse manchar a minha história. Governei o Brasil com seriedade e dedicação, porque sabia que um trabalhador não podia falhar na Presidência. As falsas acusações que me lançaram não visavam exatamente a minha pessoa, mas o projeto político que sempre representei: de um Brasil mais justo, com oportunidades para todos.

Às vésperas de completar 71 anos, vejo meu nome no centro de uma verdadeira caçada judicial. Devassaram minhas contas pessoais, as de minha esposa e de meus filhos; grampearam meus telefonemas e divulgaram o conteúdo; invadiram minha casa e conduziram-me à força para depor, sem motivo razoável e sem base legal. Estão à procura de um crime, para me acusar, mas não encontraram e nem vão encontrar.

Desde que essa caçada começou, na campanha presidencial de 2014, percorro os caminhos da Justiça sem abrir mão de minha agenda. Continuo viajando pelo país, ao encontro dos sindicatos, dos movimentos sociais, dos partidos, para debater e defender o projeto de transformação do Brasil. Não parei para me lamentar e nem desisti da luta por igualdade e justiça social.

Nestes encontros renovo minha fé no povo brasileiro e no futuro do país. Constato que está viva na memória de nossa gente cada conquista alcançada nos governos do PT: o Bolsa Família, o Luz Para Todos, o Minha Casa, Minha Vida, o novo Pronaf (Programa Nacional de Fortalecimento da Agricultura Familiar), o Programa de Aquisição de Alimentos, a valorização dos salários -em conjunto, proporcionaram a maior ascensão social de todos os tempos.

Nossa gente não esquecerá dos milhões de jovens pobres e negros que tiveram acesso ao ensino superior. Vai resistir aos retrocessos porque o Brasil quer mais, e não menos direitos.

Não posso me calar, porém, diante dos abusos cometidos por agentes do Estado que usam a lei como instrumento de perseguição política. Basta observar a reta final das eleições municipais para constatar a caçada ao PT: a aceitação de uma denúncia contra mim, cinco dias depois de apresentada, e a prisão de dois ex-ministros de meu governo foram episódios espetaculosos que certamente interferiram no resultado do pleito.

Jamais pratiquei, autorizei ou me beneficiei de atos ilícitos na Petrobras ou em qualquer outro setor do governo. Desde a campanha eleitoral de 2014, trabalha-se a narrativa de ser o PT não mais partido, mas uma “organização criminosa”, e eu o chefe dessa organização. Essa ideia foi martelada sem descanso por manchetes, capas de revista, rádio e televisão. Precisa ser provada à força, já que “não há fatos, mas convicções”.

Não descarto que meus acusadores acreditem nessa tese maliciosa, talvez julgando os demais por seu próprio código moral. Mas salta aos olhos até mesmo a desproporção entre os bilionários desvios investigados e o que apontam como suposto butim do “chefe”, evidenciando a falácia do enredo.

Percebo, também, uma perigosa ignorância de agentes da lei quanto ao funcionamento do governo e das instituições. Cheguei a essa conclusão nos depoimentos que prestei a delegados e promotores que não sabiam como funciona um governo de coalizão, como tramita uma medida provisória, como se procede numa licitação, como se dá a análise e aprovação, colegiada e técnica, de financiamentos em um banco público, como o BNDES.

De resto, nesses depoimentos, nada se perguntou de objetivo sobre as hipóteses da acusação. Tenho mesmo a impressão de que não passaram de ritos burocráticos vazios, para cumprir etapas e atender às formalidades do processo. Definitivamente, não serviram ao exercício concreto do direito de defesa.

Passados dois anos de operações, sempre vazadas com estardalhaço, não conseguiram encontrar nada capaz de vincular meu nome aos desvios investigados. Nenhum centavo não declarado em minhas contas, nenhuma empresa de fachada, nenhuma conta secreta.

Há 20 anos moro no mesmo apartamento em São Bernardo. Entre as dezenas de réus delatores, nenhum disse que tratou de algo ilegal ou desonesto comigo, a despeito da insistência dos agentes públicos para que o façam, até mesmo como condição para obter benefícios.

A leviandade, a desproporção e a falta de base legal das denúncias surpreendem e causam indignação, bem como a sofreguidão com que são processadas em juízo. Não mais se importam com fatos, provas, normas do processo. Denunciam e processam por mera convicção -é grave que as instâncias superiores e os órgãos de controle funcional não tomem providências contra os abusos.

Acusam-me, por exemplo, de ter ganho ilicitamente um apartamento que nunca me pertenceu -e não pertenceu pela simples razão de que não quis comprá-lo quando me foi oferecida a oportunidade, nem mesmo depois das reformas que, obviamente, seriam acrescentadas ao preço. Como é impossível demonstrar que a propriedade seria minha, pois nunca foi, acusam-me então de ocultá-la, num enredo surreal.

Acusam-me de corrupção por ter proferido palestras para empresas investigadas na Operação Lava Jato. Como posso ser acusado de corrupção, se não sou mais agente público desde 2011, quando comecei a dar palestras? E que relação pode haver entre os desvios da Petrobras e as apresentações, todas documentadas, que fiz para 42 empresas e organizações de diversos setores, não apenas as cinco investigadas, cobrando preço fixo e recolhendo impostos?

Meus acusadores sabem que não roubei, não fui corrompido nem tentei obstruir a Justiça, mas não podem admitir. Não podem recuar depois do massacre que promoveram na mídia. Tornaram-se prisioneiros das mentiras que criaram, na maioria das vezes a partir de reportagens facciosas e mal apuradas. Estão condenados a condenar e devem avaliar que, se não me prenderem, serão eles os desmoralizados perante a opinião pública.

Tento compreender esta caçada como parte da disputa política, muito embora seja um método repugnante de luta. Não é o Lula que pretendem condenar: é o projeto político que represento junto com milhões de brasileiros. Na tentativa de destruir uma corrente de pensamento, estão destruindo os fundamentos da democracia no Brasil.

É necessário frisar que nós, do PT, sempre apoiamos a investigação, o julgamento e a punição de quem desvia dinheiro do povo. Não é uma afirmação retórica: nós combatemos a corrupção na prática.

Ninguém atuou tanto para criar mecanismos de transparência e controle de verbas públicas, para fortalecer a Polícia Federal, a Receita e o Ministério Público, para aprovar no Congresso leis mais eficazes contra a corrupção e o crime organizado. Isso é reconhecido até mesmo pelos procuradores que nos acusam.

Tenho a consciência tranquila e o reconhecimento do povo. Confio que cedo ou tarde a Justiça e a verdade prevalecerão, nem que seja nos livros de história. O que me preocupa, e a todos os democratas, são as contínuas violações ao Estado de Direito. É a sombra do estado de exceção que vem se erguendo sobre o país.