Luis Suárez: “Cuba es una isla, no una ínsula”
MARTÍN GRANOVSKY| Vive, investiga y enseña en La Habana, donde integra el Comité Académico de la Maestría de las Relaciones Internacionales que dicta el Instituto Superior de Relaciones Internacionales. Y al mismo tiempo el politólogo Luis Suárez Salazar disfruta no sólo de los intercambios en América latina sino también de los Estados Unidos.
Página 12
En Nueva York, Suárez Salazar participó de un seminario organizado por Clacso y el observatorio latinoamericano de la New School. Después voló a Chicago para el congreso de Asociación de Estudios Latinoamericanos. Allí, en el espacio de Clacso, accedió a dialogar con Página/12 sobre lo que Cuba llama desde 2011 “actualización”, que es el cambio económico pero no sólo eso.
–En los últimos años los cubanos con los que uno puede hablar –funcionarios o investigadores, o alguna vez ciudadanos de a pie en La Habana– parecen conjeturales, cercanos a los escenarios de ensayo-error y esperanzados en que las transformaciones sociales salgan bien. Dicen mucho “creo” y “ojalá”.
–Realmente hoy en diferentes sectores de la sociedad cubana uno encuentra muchos márgenes de incertidumbre relacionados con el impacto de la actualización. En la vida cotidiana, en la familia… En todo.
–¿Por qué justo ahora?
–Porque es el momento en que la actualización está afrontando uno de sus temas más complejos, que es la eliminación de la dualidad monetaria. No es un acto simplemente administrativo. No es una decisión abstracta sobre si la economía se queda con el peso cubano convertible o con el no convertible. Tiene que ver con un hecho real, y si la estructura económica del país no puede sustentar la decisión, al final podrían reproducirse fenómenos ya ocurridos en otros países.Podría pasar que se cambia la moneda, pero la inflación te la devora y te va quitando los ceros. Por eso es mejor no simplificar la realidad.
–No es un juego de letras entre el peso cubano, el CUP, y el peso cubano convertible, el CUC.
–No. Al final del camino de la eliminación de la dualidad en lo económico y social el problema mayor es saber cuál va a ser el poder adquisitivo real de la moneda, sea cual fuere. Cuántos bienes y servicios puedo adquirir para satisfacer las necesidades básicas y esenciales. Eso les genera incertidumbre a muchas personas. Ya hay una especie de acostumbramiento a la dualidad monetaria. Las personas y las familias vienen estableciendo estrategias frente a esa realidad. Sin considerar el mercado negro, que es otro asunto, un cubano domina el panorama de cuatro mercados, incluyendo el de los cuentapropistas.
–¿Cuál es el peor escenario?
–Que el impacto de la actualización sea muy adverso, y eso con independencia de la voluntad colectiva. Si es muy adverso puede crear costos sociales y políticos que la sociedad no esté dispuesta a absorber.
–¿Hay otro escenario menos crítico?
–Bueno, el proceso de actualización se basa en una secuencia política. Deberá ir creando a cada momento los consensos políticos necesarios para avanzar. Sin consensos no se puede construir un 40 por ciento de la economía que no esté en manos del Estado.
–No hay un consenso único, de una vez y para siempre.
–No existen los consensos ad eternum. Y agrego algo más, por si la complejidad no bastara. Algo que en mi análisis tiene que ver con un hecho real y objetivo: en Cuba estamos en una transición generacional. En estos momentos todavía están actuando cinco generaciones políticas. No hablo de demografía. Hablo de una generación determinada como tal por el momento en que cada uno entró a la vida política. Vuelvo al tema de los consensos. Cuando hablamos de un socialismo próspero y sustentable, ¿qué van a entender estas generaciones por prosperidad?
–¿Qué van a entender?
–Lo veremos. Insisto: no hablo con desconfianza, sino con la idea de que el futuro no está cerrado, entre otras cosas por el peso que tiene la participación. La participación es uno de los grandes consensos actuales de la sociedad cubana. Yo tengo confianza en que el escenario más probable sea que la revolución siga contando con el consenso y con el tiempo necesario para redefinir el futuro. En esa lógica elevar el nivel de la participación y la calidad de ella es importante.
–Y en una dinámica de ensayo-error, ¿quién tendrá la legitimidad de señalar qué es error y qué no?
–La calificación de cuál es el error tiene que ser colectiva. Esto lleva anexo un mayor proceso de descentralización. Creo que a la planificación y al plan hay que mantenerlos. Pero esa planificación tiene que tener un nivel mayor de descentralización y un mayor nivel de democratización para el debate.
–Y está el mundo, que sigue andando.
–La revolución es lo que es hoy (tal vez no lo que hubiéramos querido, pero así es) porque forma parte de una revolución inconclusa, en proceso o en desarrollo, de América latina y del Caribe. Como hoy el entorno es favorable a Cuba, toda la actualización se va desarrollando dentro de un contexto favorable.
–¿Qué es exactamente lo favorable?
–Acciones como las del nuevo gobierno mexicano, de reestructurar la deuda. La transformación de Brasil en el primer inversor privado. El entorno global importa mucho. Evidentemente uno de los problemas permanentes planteados a lo largo de la nación cubana –ahora hablo de la historia de la nación y no de la historia de la revolución– es cómo interactuar entre una pequeña isla que primero quiso ser independiente y después quiso ser socialista frente a una potencia que tiene un proyecto radicalmente opuesto: la dependencia, e incluso en algún momento la anexión.
Allí importan el nuevo papel de China, esta posición de Rusia en el mundo, la eventual ampliación del grupo Brics, de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. ¿Se sumarán la Argentina y otros países? Si ese grupo se amplía y profundiza su labor, mejor para Cuba. El país avanzó muchísimo en relación con América latina y el Caribe. Hoy mantiene dentro de la región las mejores relaciones históricas no sólo en la revolución, sino en toda su historia: Celac, Caricom, Alba, visita de Estado del presidente mexicano al comienzo del mandato. Cuba es una isla, pero no una ínsula.