Luis Britto García: La invsión paramilitar a Venezuela
María Fernanda Barreto|
Luis Britto García, narrador, ensayista, dramaturgo, dibujante, explorador submarino, autor de más de 60 títulos, uno de los intelectuales más destacados de Venezuela, analiza en esta entrevista el fenómeno desestabilizador del paramilitarismo.
-¿Cómo defines el paramilitarismo en su versión latinoamericana?
-Ante todo el paramilitarismo es un eufemismo para la simple delincuencia. Paramilitar suena “muy bonito”, militar es un término latino. Pero el paramilitar es un delincuente que ejerce el terrorismo, el asesinato, el robo y todos los tipos de violencia contra los seres humanos. Lamentablemente, en América Latina esas actividades son realizadas con fines políticos, con el objetivo de apuntalar los intereses de gobiernos conservadores aniquilando a la oposición. Yo diría que son grupos armados -usualmente apoyados de manera clandestina por un gobierno conservador- que ejercen las tareas de terror y de exterminio que les están vetados legalmente a los ejércitos constituidos.
En ese sentido son una especie de ejército no declarado, así como hay un mercado paralelo, hay un ejército paralelo y por eso le dicen paramilitar. El problema, es que esas fuerzas a la larga se convierten en poderes políticos y pueden determinar la posición de importantes fuerzas políticas. En Colombia por ejemplo, hubo un debate sobre la “parapolítica” porque estas fuerzas paramilitares, con los intereses económicos que reunían habían logrado colocar en el poder legislativo colombiano una gran cantidad de parlamentarios y entonces, naturalmente se podía decir que muchas de las decisiones de ese poder legislativo estaban fuertemente influidas por una organización delincuencial que actuaba fuera de la ley, que cometía violaciones de DDHH y ejercía asesinatos y robos a gran escala. En otras palabras: el crimen era quien hacía las leyes. Esa una situación muy problemática para un país.
-Hace poco citaba en uno de mis artículos, el libro que publicaste junto a Miguel Ángel Pérez Pirela “Operación Daktari”, en torno a la importancia de recordar que el paramilitarismo se vincula a una parapolítica que acabas de mencionar, pero además, a una paraeconomía. ¿Qué puedes decirnos al respecto?
-Sí, el paramilitarismo tiene que ver con actividades claramente delincuenciales como el narcotráfico, pero se va implantando poco a poco en una sociedad a través de una serie de mixturas abusivas de operaciones económicas. Por ejemplo, en los estados donde comienza a manifestarse el paramilitarismo aparecen primero una cantidad de organizaciones de supuesta vigilancia contra el hampa que son en realidad paramilitares. Dos, estas organizaciones empiezan a cobrarle por su vigilancia a los ciudadanos, a las empresas, y llega un momento en que se atreven a “cobrar vacuna”, bajo el pretexto de que se están recaudando gastos para la seguridad, y que por tanto no puede ser considerado más que como extorsión. Literalmente se le está imponiendo un tributo a la ciudadanía, impuesto que no es sancionado por un poder legislativo sino por una autoridad que no existe como tal.
Luego se establecen alcabalas, toques de queda, y así empiezan a moverse dentro del ámbito de imposición de la autoridad ejerciendo actividades que son propias de los poderes legítimos y suplantándolos progresivamente. Paralelamente con esas actividades comienza la injerencia en el sistema económico. En la revista Semana de Colombia, se denunciaba que los paramilitares estaban migrando a países vecinos porque tenían cuentas pendientes con la justicia y se habían llevado sus capitales y los estaban invirtiendo entre otras cosas en industrias del juego, casas de juego, maquinitas, etc. Esa es una industria que da fabulosos réditos. Por otro lado, están involucrados en el narcotráfico. Se van asentando en territorios populares, comienzan a relacionarse con la delincuencia común o a suplantarla para crear nuevas redes de distribución de la droga que son sumamente difíciles de detectar y combatir. De ahí pasan a la “economía legal”, fondos del narcotráfico comienzan por ejemplo, a comprar fundos agrícolas.
Los trabajadores de esos fundos son controlados por el paramilitarismo con el objetivo de que no exijan reivindicaciones sociales o laborales. Si hay algún trabajador que tiene problemas con los dueños, desaparece misteriosamente. Hay que señalar además que, según informaciones que me han llegado, muchas de las personas que compraron fundos en la frontera con Colombia tienen trabajadores colombianos y para controlar a esos trabajadores traen paramilitares colombianos. También he sabido de la participación de paramilitares en empresas de supuesta vigilancia, empresas de transporte (lo que les da un poder tremendo en caso de generar por ejemplo, paros de transporte o cortes viales), ciertas empresas de cultivos vitales: me han llegado informes de que tienen inversiones y casi dominan por ejemplo, el cultivo de la papa y el plátano en los estados andinos. Y así se van convirtiendo en un poder económico fundado en el poder paramilitar. Que en determinado momento puede sabotear competidores, amenazar de muerte y ejecutar esas amenazas para irse posicionando poco a poco como una fuerza económico terrorista en las zonas donde se van implantando.
-Según tus investigaciones, ¿En qué momento comienza a entrar el paramilitarismo colombiano a Venezuela?
-Para mí una de las primeras intervenciones visibles del paramiltarismo colombiano en Venezuela fue la masacre de Cararabo ya a finales del siglo XX en Venezuela, un puesto fronterizo que fue atacado de un modo muy peculiar. Se atormentó a los soldados de una manera bárbara que tendía más a dejar un mensaje de terror que a lograr un objetivo estratégico. Esa masacre causó una gran conmoción porque era un simple puesto de vigilancia venezolano, y el ejército regular colombiano no debió haberlo hecho porque pues no había una situación de guerra, eran ejércitos que convivían con cierta paz. Evidentemente allí hubo una situación aviesa que se le atribuyó a la guerrilla colombiana, la cual tampoco tenía ningún motivo para ejecutar una acción de esa índole en Venezuela, ni en ningún sitio. De ahí en adelante comenzaron a menudear señales de la presencia paramilitar. Entre otras, la expansión extraordinaria de casas de juego y casinos en Venezuela.
Como dije, la revista Semana señaló que una de las principales inversiones de los paramilitares en el exterior está en la industria del juego. Venezuela en un lapso muy breve llega a tener más de 60 casinos. Entonces, uno se pregunta por qué esa industria recibe un impulso tan poderoso a pesar de que en el Código Penal venezolano está prohibido abrir una casa de juego al público, tú puedes jugar juegos de azar en tu casa cerrada, pero no abrirlos al público, eso es ilegal. Tiene como sanción la confiscación de los implementos de esa casa y una multa que con los años ha devenido en irrisoria. Pero es una actividad ilegal. ¿Cómo es que una actividad ilegal se expande de una manera tan extraordinaria, cómo es que se crea una comisión de casinos en el poder legislativo y cómo es que esa comisión ocupa hoy ni más ni menos que la antigua embajada de los Estados Unidos, un edificio lujoso en la Campiña que quizás tiene más oficinas que la propia Asamblea Nacional?
-¿No se cerraron ya los Casinos en Venezuela?
-No, los casinos siguen funcionando, ha habido esfuerzos de algunas autoridades con el objetivo de cerrarlos. Por ejemplo, Jorge Rodríguez en algún momento cerraba casinos como uno que se encuentra en San Bernardino, y sin embargo, al poco tiempo venían sentencias del Tribunal Supremo de Justicia concediéndoles medidas de amparo. Una cuestión que crea asombro y sin embargo sucedía así. Jorge Rodríguez cerraba el casino, 24 horas después llegaba el recurso de amparo y entonces había que volver a abrirlo hasta que Jorge Rodríguez volvía a cerrarlo, y así sucedió con muchos garitos. Fuera de eso hay que señalar una proliferación de juegos de maquinitas y casas de apuestas, también una serie de juegos internacionales por internet para hacer apuestas sobre carreras que se corren en el exterior, en los que se apuesta en divisas. Lo grave de eso, en mi concepto, es toda la maquinaria de sobornos que implica. Mi posición personal, el que quiera jugar que se encierre en su casa y si quiere jugar ruleta rusa pues allá él, pero los casinos implican una superestructura que está vinculada a una actividad ilegal en Venezuela y para ejercerla debe comprar la benevolencia de autoridades municipales, estadales, nacionales y tribunales, con lo cual se va instalando un mecanismo de corrupción para que esas autoridades pasen a obedecer a los casinos y no a los ciudadanos que las eligieron.
-En un casino se capturó a Carlos Ortega si mal no recuerdo…
-Claro, Carlos Ortega fue capturado en uno de esos casinos, lo que demuestra la selecta concurrencia que hay en esos sitios. Y además, para establecer esta actividad ilegal viene gente que sabe manejar este tipo de empresas, con sus guardaespaldas que generalmente son delincuentes, por lo cual la instalación de esos casinos es siempre negativa.
Pero ese no es el único negocio vinculado al blanqueo de capitales. Tú mismo hablaste de la compra de tierras y ahora tenemos otras actividades ilícitas muy rentables que son el contrabando de extracción y ese juego con el precio del bolívar en Cúcuta (Colombia), que sustenta el llamado “dólar paralelo”, que aunque pueda tener un objetivo político, también sirve para este blanqueo de capitales. ¿Estás de acuerdo?
Sí. Es que lo que explica la misteriosa proliferación de casinos, es justamente que es fundamental para el blanqueo de capitales. Si un casino dice que hizo tal cantidad en una noche, quién va a decir que no. Por cierto, se hizo una Ley de Casinos sumamente paradójica, que les fija unas tazas de tributación ridículas y que para colmo de ironía, establece que los directivos de los casinos deben ser personas de elevada reputación moral. En definitiva, esta es una de las múltiples actividades para el lavado de capitales de origen ilegítimo.
Pero por otra parte ha habido importantísimas compras de propiedades de toda índole por capitales del narcotráfico, uno ve repentinamente que aparecen edificios de lujo cuyos apartamentos al parecer no se venden, pasa el tiempo y los apartamentos permanecen vacíos; hoteles con ocupación mínima. Evidentemente son actividades de lavado de capitales, esto se ve sobre todo en Margarita pero también en otras zonas turísticas. Con razón la ley relativa a los casinos prevé la instalación de esta plaga en zonas a las que denomina “turísticas”, que con ello se convierten de facto en zonas rojas.
-¿Y el contrabando de extracción y el dólar paralelo?
-Por supuesto. Una actividad donde tiene incidencia el paramilitarismo colombiano es en ese contrabando de extracción. Venezuela subsidia gran cantidad de los bienes que pone en manos de sus ciudadanos, empezando por la gasolina cuyo precio es irrisorio y no tiene nada que ver con los precios internacionales. Entonces sacar de Venezuela una gasolina que casi no cuesta nada y venderla en otro país por hasta diez o veinte veces lo que se pagó en Venezuela es un negocio fabuloso, superior al del narcotráfico. Igual sucede con las medicinas, los alimentos y productos de limpieza para los que el gobierno da dólares subsidiados a los importadores y exige su venta a precios subsidiados, los contrabandistas los compran masivamente y los venden en otros países vecinos a precios muy superiores.
-Pero además de la ganancia que dan estas ventas, hay leyes colombianas que legalizan estos productos y entonces convierten esas ganancias en capitales legales y con ello favorecen el lavado de capitales, ¿no?
-Claro, se convierten en capitales legales y suponen una sangría tremenda para la economía venezolana. El presidente Maduro decía que por la frontera de Venezuela se iba alrededor del 40 por ciento de que Venezuela produce o importa. Ningún ser humano que se esté desangrando podría aguantar una sangría de esa cuantía, y tampoco la puede soportar una economía. Lamentablemente, allí tiene que haber connivencias en diversos niveles. Eso refleja lo inquietante del paramilitarismo, porque cuando se montan empresas de ese tamaño es porque los ilegales han logrado ciertos acuerdos con los legales. No hay otra explicación para que exista esta masiva fuga de bienes y de productos por la frontera: ello implica que hay una connivencia que hay que investigar y atacar.
-Volviendo al tema de la penetración del paramilitarismo colombiano a Venezuela, en el libro que escribiste junto con Miguel Ángel Pérez Pirela, denuncias que esa invasión paramilitar desde Colombia, tiene como momento cumbre la “Operación Daktari” en el año 2004 que da pie al título del libro. Podrías decirnos con más exactitud ¿cuándo comienza esa invasión? y ¿Por qué la llamas de ese modo?
-Yo diría que esa invasión comienza ya en las últimas décadas del siglo pasado. Hay toda una cantidad de información sobre compras masivas de tierras por capitales presuntamente colombianos, hay leyendas urbanas de gente con maletas llenas de dólares que llegaban a las tierras a ofrecer el doble, el triple del valor de las tierras para convencer a la gente de vender. Naturalmente esos intereses, traían gente para defenderlos y protegerlos. Hubo incidentes aislados que daban cuenta de ello, como esa masacre de Cararabo, pero ya en publicaciones colombianas denunciaban en ese momento, el flujo de paramilitares hacia naciones vecinas de Colombia.
Finalmente se transparentó esa presencia paramilitar en Venezuela con la llamada Operación Daktari. Centenar y pico de paramilitares colombianos se situaron en una finca del contrarrevolucionario Robert Alonso, con falsos uniformes del Ejército venezolano. Lo que detectó el Sebin es que esos paramilitares tenían un plan de magnicidio contra el presidente Chávez y que iba a ser acompañado de ataques de esos delincuentes disfrazados contra unidades militares venezolanas, para hacer aparecer en el exterior que había un enfrentamiento entre fracciones militares, para asemejar una guerra civil y culminar el magnicidio con una invasión. Desde entonces, a pesar de que ese plan fue develado, esa invasión paramilitar ha continuado teniendo ese objetivo fundamental. Vamos a explicarnos, las guerras de cuarta generación que llenan el panorama de los conflictos de este siglo, no son guerras que un estado declara a otro y en el cuál ejércitos formales se enfrentan en un campo de batalla.
Las guerras actuales no se declaran. Se empiezan las hostilidades sin declararlas y no se pelean con las fuerzas legítimas del país que las emprende, sino a través de intermediarios o, como le dicen los estadounidenses, “proxys”, fuerzas que no tienen una vinculación reconocida con el estado agresor, que se hacen pasar por fuerzas vernáculas o internas y que crean perturbaciones dentro del país, ejerciendo actividades terroristas, de represión política, asesinatos selectivos, de destrucción de bienes y propiedades sin ningún parapeto legal. El paramilitarismo, en este sentido, es el ejército ideal para llevar a cabo una guerra de cuarta generación.
Mi impresión es que el paramilitarismo – y esto me lo han confirmado una serie de fuentes- ha ido instalándose en Venezuela hasta cubrir toda la geografía nacional. Cuando Chávez en el 2006 decía “ya están en la capital”, ya estaban en San Juan de las Galdonas, en el oriente del país. Porque van insertándose en los sectores populares, suplantando al hampa criolla. Nosotros teníamos un hampa muy mal intencionada pero que podríamos llamar “ingenua”. Llegan estos en cambio con su armamento militar, disciplina militar, organización militar y relación con grandes negocios como el de la droga y además de eso intentan establecer relaciones sociales en el territorio donde se establecen.
Cuenta Iraida Vargas, por ejemplo, que los paramilitares colombianos llegaban a sitios en Colombia y casaban a sus efectivos con muchachas del pueblo para establecer relaciones familiares. Así una persona que no estaba de acuerdo con sus acciones, de todos modos se inhibía de denunciar a su cuñado o a su yerno. Entonces fundan relaciones basadas en el parentesco, el terror o la corrupción, que poco a poco van penetrando en el tejido social, e incluso pueden también plantearse como vanguardia de falsos procesos insurreccionales internos, que no son tales, sino que son procesos planeados, financiados, lanzados y dirigidos desde el exterior. En las últimas décadas a nivel internacional, ha habido varios de esos procesos. Supuestas insurrecciones internas, a veces con tintes muy bonitos como “revoluciones de colores” que buscan la “libertad” que en realidad eran la acción de bandas paramilitares.
En Venezuela esto se declaró de manera absoluta desde que el presidente Nicolás Maduro gana las elecciones y el candidato perdedor llama a una oleada terrorista que causa gran cantidad de muertes. Posteriormente el otro dirigente del partido “Voluntad Popular”, López, llama a otra oleada de terrorismo y se dan de nuevo manifestaciones en los municipios que están en manos de la oposición, donde las policías municipales protegen a estos terroristas. En el caso del municipio donde vivo, he visto cómo seis muchachos de la oposición trancaban una calle y ocho policías municipales los protegían. Si bien a veces hay ciudadanos en las manifestaciones, hay también una fuerza de choque que es paramilitar. Cuando algún ciudadano trata de limpiar los obstáculos que ha puesto la oposición en la vía, le disparan con armas largas, desde larga distancia y le dan un tiro en la cabeza. Eso sólo lo hace un individuo bien entrenado. Atacan coordinadamente vehículos militares, instalaciones militares, pero también escuelas, centros de salud, se destruyen unidades de transporte público de forma masiva.
-Entonces ¿Podemos decir que el paramilitarismo colombiano se ha imbricado con las bandas delincuenciales venezolanas hasta el punto que se ha formado ya un paramilitarismo binacional?
-Sí, así es.
-Y ¿cuál es la vinculación entre ese paramilitarismo y los planes del imperialismo en la región y específicamente en Venezuela?
-La relación es total. Los eslabones son los siguientes: Estados Unidos mantiene vínculos sumamente estrechos con la oposición venezolana a la que financia, a veces con donativos directos y a veces a través de unas ONG que son en realidad, agencias de influencia de los Estados Unidos. La oposición, que ha tenido una veintena de fracasos electorales desde que ganaron el poder el bolivarianismo y Hugo Chávez Frías, ha optado por la vía de la violencia, y esa vía tiene los siguientes pasos: fingir que hay una sublevación social y a través de esta mentira abrirle el paso a una intervención extranjera con tintes “humanitarios”. Últimamente se han inventado un “imperialismo humanitario” que destruye los países para luego salvarlos de ellos mismos. Entonces la idea es plantear que hay un conflicto local y que los países imperiales se ven obligados a intervenir en él para supuestamente proteger los derechos humanos. Así pasó en Libia. Se inventó que Gadaffi había bombardeado una movilización de protesta y en virtud de eso se invadió.
El país fue asaltado por bandas de mercenarios financiados desde el exterior y lograron dividirlo en varias porciones. El plan es el mismo en Venezuela. Estas puntas de lanza instaladas en el país son los agentes perfectos para fingir que hay una sublevación social, y de hecho tú veías esto en las últimas oleadas terroristas de este año en Venezuela. Había una gran cantidad de personas enmascaradas con pertrechos militares (armas, escudos, a veces armas artesanales, a veces convencionales) que actuaban coordinadamente contra la fuerza pública, la cual además tenía prohibido disparar y utilizar fuerza mortal. Esta gente era fotografiada masivamente por los medios internacionales tratando de representar que acá había una sublevación contra el gobierno tiránico. Todos los venezolanos sabemos que no era así. Esto ocurría apenas en 19 de los 365 municipios que tiene el país.
-¿Crees que los objetivos político-económicos y militares de esta invasión paramilitar a Venezuela se han ido cumpliendo o hemos logrado ponerle algún freno a sus intensiones?
-Lamentablemente en gran parte se han ido cumpliendo. En primer lugar, por el mero hecho de haber logrado implantarse y permanecer. El paramilitarismo es indeseable en cualquier país. En el nuestro ha adquirido poder económico y poder político, creando una especie de parapolítica a través de sus vínculos con la oposición, que se vale de ellos para el asesinato, el terrorismo, para prácticas como prenderle fuego a compatriotas vivos. Yo creo que no se han tomado acciones contundentes para derrotar esta infiltración y las pruebas de que está viva y operativa están en la última oleada terrorista que tuvimos durante más de tres meses, que costó la vida de más de un centenar de venezolanos y cuyos objetivos eran tan claramente políticos que cuando se lograron las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente -que demostró palmariamente que esa supuesta insurrección no tenía base popular-, de manera abrupta, un país que parecía que estaba en una guerra civil, amaneció repentinamente pacificado tan solo un día después de esa elección.
-¿Consideras que hay alguna relación entre los planes de esas acciones paramilitares en Venezuela y la ley que hace poco se aprobó en Estados Unidos que ampliaría los poderes del presidente norteamericano para que ordene una intervención donde quiera que considere que hay una presencia terrorista que puede poner en riesgo la seguridad de su país sin pasar por la aprobación del congreso?
-Obviamente, sí la hay. Lo primero que se debe señalar es que en realidad el presidente de los Estados Unidos nunca necesitó realmente la aprobación para iniciar conflictos. La guerra de Vietnam por ejemplo, nunca existió, nunca fue declarada por el congreso de los Estados Unidos ni por nadie, simplemente de pronto estaban ahí. Y después de eso el resto de las guerras nunca han sido declaradas de manera legal por las autoridades de los Estados Unidos. Esta nueva ley es simplemente un quitarse la máscara. “Llevamos más de medio siglo cometiendo ilegalidades, en lugar de corregirlo, vamos a declarar que la ilegalidad es legal”: que un presidente estadounidense puede meter al país en un conflicto bélico sin pedirle permiso a nadie. Esas son atribuciones dictatoriales, es decir, una sola persona puede someter a un estado de guerra a un país completo sin consultarle a nadie.
-¿Y eso tiene alguna relación con Venezuela?
-Sí, la tiene. Fíjate, ¿qué ha impedido que en Venezuela estén lloviendo bombas desde hace varios años? Yo me doy una explicación que es la siguiente, el bolivarianismo ha tenido una muy inteligente política internacional de sur-sur, multipolar y esa política le ha traído una relativa alianza con China y de Rusia, que son miembros permanentes del Consejo de Seguridad, y cualquier iniciativa abierta de guerra contra Venezuela recibiría muy posiblemente un veto de China y Rusia en el Consejo de Seguridad. Lamentablemente eso no pasó con la Libia de Gadaffi y ya vemos la tragedia que ocurrió en ese país. Aparentemente no están dispuestos a repetir ese error, por ejemplo en Siria, Rusia ha intervenido abiertamente para impedir que inmolen otro país. Entonces, al ocurrir esa situación que puede paralizar una operación abierta pues las potencias enemigas de Venezuela, lo que quieren es fingir que hay una situación interna, porque contra eso si ya no puede vetar el Consejo de Seguridad. Necesitan decir que es un enfrentamiento del pueblo contra el pueblo, una cosa espontánea. Y por esto todo este coordinado esfuerzo para fingir que hay una rebelión popular en Venezuela que no existe, contando para ello con una vanguardia paramilitar que acompañan a veces a grupos de manifestantes de la oposición de buena fe que no andan prendiéndole fuego a la gente, ni aterrorizando.
-¿El triunfo electoral de la oposición en los gobiernos regionales de estados fronterizos puede ser un agravante para esta situación?
-Sí claro, es sumamente grave. A pesar de que en estas elecciones hubo un resonante triunfo del bolivarianismo, aún en medio de una situación económica bastante difícil pero la oposición logró ganar estados claves, bastante estratégicos, como en el caso del Zulia, donde luego se repitieron las elecciones y ganó el bolivarianismo , en un estado tiene la segunda ciudad del país y además es una de las grandes fuentes de hidrocarburos. Táchira y Mérida son estados fronterizos con una densa población en los que hay gente de la derecha en connivencia con los paramilitares y muy vinculados al contrabando de extracción, el cual también sucede en el Zulia. La isla de Margarita, es parte del estado Nueva Esparta, donde hace unas décadas ha surgido un enorme flujo de capitales foráneos vinculados al área turística y a la multiplicación de casinos. Según informantes míos también hay una presencia paramilitar. Han acabado con lo que era la tradición cultural popular de Margarita que era muy rica. A mí por ejemplo me invitaron a dar unas conferencias en un hotel donde el único huésped era yo ¿Cómo es posible mantener una estructura tan grande, con todo y personal, vacía?
-Ah, pensaba que Roberto Malaver te brindaba alojamiento en Margarita.
-No, uno tiene que alojarse con gente seria como son los lavadores de capitales. Entonces uno se pregunta, cómo proliferan en ese estado esa cantidad de tiendas de lujo que no tienen que ver con las necesidades del venezolano. Y Anzoátegui, que hasta ahora había votado consecutivamente por el proceso bolivariano y está en una zona centro-costera por donde podría venir una invasión naval.
-Y ahora que mencionas esos otros dos estados fronterizos que quedaron en manos de la oposición, no hay que olvidar el contrabando de combustible venezolano hacia el Caribe…
-Claro, hay evidencias de barcos que salen cargados de combustible disque a pescar, y la pesca consiste en que le transfieren el combustible en alta mar a otras embarcaciones, ganan con eso una fortuna y le compran pescado a alguna otra embarcación. Además del contrabando de droga y otras especies. Yo he sido navegante deportivo muchos años y he visto con gran frecuencia en los puertos turísticos venezolanos, unas lanchas que son unos torpedos que llaman “Cigarettas”, son una especie de proyectiles llenos de combustible que alcanzan velocidades de 20 o 30 nudos. Es decir, altas velocidades. Esas lanchas son evidentemente muy buenas para contrabandistas. Mientras practicaba el submarinismo y el velerismo me encontré en alta mar con embarcaciones amenazadoras. Supuestos buques pesqueros pero con un par de motores de 75 o 100 caballos de fuerza, cosas muy sospechosas…
-Y hay que destacar que hay muchos más kilómetros de frontera hacia el Caribe que hacia Colombia.
-Exactamente, ahí hay una panorámica bastante compleja.
-O sea que en conclusión, sí vez una relación entre este avance de la derecha en estados fronterizos, el avance paramilitar y los planes imperiales. ¿También lo ves con el Plan Balboa?
-Evidentemente todo está ahí preparado para intentos de secesión como el que fracasó en Bolivia. Nuestra oposición por cierto ha tenido siempre vínculos muy fuertes con la derecha colombiana. Capriles por ejemplo hizo su campaña en la frontera con un sombrero típico de Colombia. Y los dirigentes de la derecha venezolana le han rendido mucha pleitesía a Uribe, un gobernante bastante conservador que según parece está muy vinculado al paramilitarismo.
Vivimos una situación estratégica delicada. Estados Unidos a pesar de ese mecanismo legal, va a preferir siempre una guerra a través de intermediarios y en ese tipo de guerra el instrumento paramilitar es el más adecuado. Esa guerra puede generar una situación interna de ingobernabilidad que sirva de falso pretexto para una intervención “humanitaria” de potencias imperiales, quizás vehiculadas a través de países vecinos con el objetivo de dividir a Venezuela o colocarla bajo un gobierno de extrema derecha que entregue los recursos naturales al extranjero.
-¿La ley de fronteras es un buen instrumento para protegernos?
-Sí, pero es una ley todavía insuficiente, y sobre todo muy mal aplicada. Siempre que hago este tipo de reflexiones me preocupo por diferenciar al Pueblo colombiano de la oligarquía colombiana, porque la xenofobia es una herramienta para el enemigo, por ello vinculo esta situación al enfrentamiento histórico entre el proyecto santaderísta y el proyecto bolivariano. En ese proyecto bolivariano estamos unidos el Pueblo colombiano y el Pueblo venezolano contra la oligarquía santanderísta y paecista de ambos lados
-¿Estás de acuerdo con esta afirmación?
-Sí como no, en el transcurso de la entrevista estuve pensando hacer esa aclaratoria en cualquier momento: estos son proyectos de un sector de la oligarquía colombiana vinculada a fuerzas paramilitares que ella misma ha desarrollado e incoado, el pueblo colombiano nada tiene que ver con esto y es más bien, víctima. Hay que señalar que en Venezuela, en un momento en que teníamos aproximadamente 27 millones de habitantes, el presidente Maduro reconoció una presencia de 5.600.000 habitantes de origen colombiano, eso implica que 1de cada 5 o 6 habitantes de Venezuela sería de origen colombiano próximo. Esa no es una situación reversible, no entra ni en la tradición generosa del pueblo venezolana de acogida a todos los pueblos que vengan a establecerse, ni en nuestra legislación, la posibilidad de hacer deportaciones masivas, y además algo así sería complicadísimos.
Venezuela en los años cincuenta, cuando tenía apenas 5 0 6 millones de habitantes ingresó más de 800.000 inmigrantes mayoritariamente de origen europeo. Y eso transcurrió sin que hubiera incidentes xenófobos de ninguna índole. Yo creo que ante esta realidad, la política venezolana debe ser de incluir y asimilar a todos estos nuevos habitantes de Venezuela porque no hay vuelta atrás. Venezuela no puede ni deportar ni rechazar a toda esta cantidad de personas que han venido a buscar cobijo, en algunos casos por razones políticas y en otros casos porque la situación económica era mejor. Es importante disipar una falsedad que se difunde de que Venezuela sería un país del que la gente está huyendo, no. Venezuela sigue teniendo un saldo demográfico migratorio positivo, es muchísimo mayor la cantidad de personas que ingresan al país que la de los que salen. Curiosamente hace poco leí la información de que la mayoría de la gente que sale hacia Colombia, serían colombianos que ingresaron a nuestro país y ahora regresan. Y nada de extraño tiene que alguien quiera regresar al país en que nació.
-Entonces ¿la xenofobia no tiene cabida en la lucha contra esta invasión paramilitar a Venezuela?
-No, en absoluto. Y además sería muy erróneo. También por ejemplo, 5.600.000 personas de las cuales ya a muchos se les ha concedido la nacionalidad y cuando han vivido cierto tiempo en el país tienen derecho al voto aun sin tener la nacionalidad, son una fuerza electoral muy poderosa. En fin, yo creo que afortunadamente esto no entra en el pensamiento ni del pueblo ni del gobierno venezolano. Venezuela debe siempre integrar estos contingentes humanos como lo ha hecho con otros inmigrantes.
-Y además muchas de las personas nacidas en Colombia que viven en Venezuela, están dispuestas a defender la revolución hasta las últimas consecuencias, como tu entrevistadora.
-¡Claro! y no solo eso. Por ejemplo, gran parte de los llaneros, los campesinos en general venezolanos por las condiciones de nuestra economía migraron durante años a la ciudad y gran parte de los campesinos de los fundos en Venezuela son colombianos ¿Quien arrearía ganado, quién sembraría si hubiera una política de exclusión a estos trabajadores? Pero también muchas de las actividades profesionales y culturales de Venezuela tienen que ver con ese flujo migratorio. Es decir, erradicar a la migración no está ni en la cultura, ni en el pensamiento, ni en la legislación venezolana.
-¿Cuál es tu conclusión sobre este tema?
-Bueno, que lamentablemente sí hay una infiltración paramilitar desde Colombia hacia Venezuela, que sí ha actuado activamente en la política venezolana de oposición hasta el punto de comenzar a desarrollar una parapolítica y sí ha participado activamente en las oleadas terroristas de los últimos años; por lo tanto tenemos que tomar conciencia de eso y desarrollar una política para anular esa agresión contra nuestro país.
*Publicdo en Resumen LLatinoamericano