Los retos de la izquierda democrática frente al proceso de paz en Colombia
CARLOS MEDINA GALLEGO| Ha comenzado a moverse la agenda política electoral que va ir demarcando los territorios del nuevo mapa político de país en las próximas elecciones de 2014. Seguramente todo este año y los primeros dos meses del siguiente comenzarán a aceitarse las maquinarias políticas de los partidos con las coaliciones, alianzas y refundaciones.
Éstas son necesarias para posesionar nombres de nuevos y viejos liderazgos en los imaginarios de los electores, generar agudos cuestionamientos al gobierno nacional sobre el plan de desarrollo y la política de paz desde los cuales se puedan poner a galopar las respectivas campañas.
El Gobierno Nacional y las FARC-Ep tienen que ir definiendo conjuntamente la defensa del proceso de conversaciones de la Habana y establecer las estrategias comunicativas y de confrontación a la avalancha critica de oportunismo electoral que pueda irse en contra del mismo. En la actual coyuntura un mensaje esperanzador y positivo de lo que acontece en la mesa en términos de avances en el tratamiento de los puntos de agenda constituye una buena herramienta para enfrentar la ofensiva de los enemigos del proceso encabezados por el Uribismo que busca refundarse al calor del proceso electoral que se avecina.
Mas allá de la cantidad de partidos y movimientos que se van a confrontar estos van a tender a agruparse en tres grandes bloques: el primero representado por el Uribismo que buscará recuperar el espacio perdido en el actual gobierno y posesionar el discurso autoritario de la seguridad de una derecha guerrerista opuesta a cualquier cambio por la vía democrática; su caballo de batalla seguramente será la improcedencia del proceso de paz y el retroceso de los avances de seguridad del gobierno Uribe; el segundo bloque lo representa el Santismo que buscará consolidarse superando todas las dificultades que se han venido generando al interior de la propuesta de la Unidad Nacional y dirigir el accionar político del gobierno hacia la reelección presidencial en la perspectiva de poder sacar adelante el plan de desarrollo de manera exitosa y, el tercer bloque, si logra constituirse, será un frente de izquierda democrática, que en el marco de una alianza política de la mayor amplitud genere un proceso unitario y una plataforma política que pueda dar cabida a todas las fuerzas, de izquierda y democráticas, con el mayor realismo político y con el mayor compromiso histórico con el país.
Aun la izquierda tradicional no ha avanzado mucho en el fortalecimiento de un enfoque y unas prácticas democráticas que se pongan al orden del día con los cambios que vienen ocurriendo en el mundo y en particular de los ejemplos que tiene a la mano en el continente. Es una izquierda que padece de todas las enfermedades de la derecha, y que no aprende de ella ni siquiera su capacidad para responder a los tiempos haciendo los ajustes a sus maquinarias y acomodamientos a sus prácticas políticas para permanecer en el poder.
Una izquierda ideologizada, que es distinto a tener una posición ideológica que defina con claridad su accionar político en un mundo cambiante que requiere de ingenio, osadía y pragmatismo político. ¿Cómo superar los vicios de una izquierda que ha hecho de ellos una particular forma de la cultura política?, ¿como cambiar las posturas dogmáticas, sectarias y vanguardistas?, ¿cómo transformar los liderazgos y las dirigencias anquilosadas para hacerse a nuevas, comprometidas, innovadoras, democráticas y modernas dirigencias capaces de ser auténticamente dialécticas?, ¿Cómo superar el caciquismo y manzanillismo de izquierda, los caudillos vitalicios, los radicalismos a ultranza, el señalamiento enfermizo, las prácticas vergonzosas de la instrumentalización personal del poder y la corrupción?… para solo preguntar por algunas de la vergüenzas de la izquierda tradicional que no le permiten convertirse en autentica alternativa de poder. Nuestra izquierda sigue siendo verbalista y de oposición, funcional al sistema si se quiere.
Lo peor de todo es que sin representar ningún riesgo para el poder tradicional ha pagado un altísimo costo en vidas y sacrificios, ha sido blanco de las políticas nacionales e internacionales de la doctrina de la seguridad, de las prácticas de terrorismo de Estado, del paramilitarismo y del crimen organizado y, más recientemente de las estrategias de lucha contra el terrorismo. Centenares de hombres y mujeres se fueron quedando en camino del sacrificio sin representar en la práctica un peligro para nadie más que para ellos mismos.
Pero tal vez el mayor problema lo constituye el hecho de que la izquierda no ha podido ser con ella misma, todos los procesos de unidad de las últimas tres décadas han terminado deshaciéndose en conflictos internos y en rupturas en las que son mas importantes los grupos y las personalidades, que el interés nacional y los propósitos colectivos de cambio. Si no se puede ser con uno mismo, mucho menos se puede ser con los otros y, en esas condiciones los caminos se hacen intransitables, los objetivos irrealizables y las metas inalcanzables.
Las dinámicas que vienen adquiriendo los movimientos sociales y sus esfuerzos por avanzar en nuevas rutas hacia el ejercicio del poder político, no pueden transitar por las mismas experiencias históricas que condujeron al fracaso; todos los esfuerzos que se vienen realizando desde distintos frentes deben confluir en un único, fuerte y vigoroso proceso de unidad y en una inteligente y decidida estrategia de acción política dirigida a participar sin temores, con autentica vocación de poder, en el periodo electoral que se ya ha comenzado a andar. El proceso de convergencia y unida debe darle cabida no solo a las fuerzas de la izquierda tradicional y la nueva izquierda, sino, igualmente a sectores democráticos que puedan ayudar a construir las etapas de cambios que requiere el país desde los distintos escenarios de elección popular.
Las conversaciones de la Habana requieren de un acompañamiento mayor y de la configuración de dinámicas sociales y políticas que no solamente las blinden de todas las fuerzas que pugnan por su fracaso, sino, de la construcción de escenarios políticos que posibiliten el desarrollo y el cumplimiento eficaz de los acuerdos que allí se alcancen. La construcción de un frente de izquierda democrática o como quiera llamarse, debe hacer parte de ese proceso y ser lo suficientemente fuerte y amplio como para permitir a su interior la llegada de quienes proviniendo de la lucha armada, deseen inscribirse en la lucha política democrática como ha ocurrido ya en Uruguay, Brasil, Nicaragua, Venezuela, España, Irlanda entre otros países que vivieron la experiencia de la lucha armada y se fueron a la lucha política. Un Frente que no le tenga temor a acompañar a sectores de la derecha en sus pretensiones reeleccionistas cuando ha ponderado la importancia que tienen para dinamizar procesos de acumulación frente a otras iniciativas mas reaccionarias, autoritarias y guerreristas.
Hoy quienes están a cargo de los procesos de conducción política de la izquierda tradicional y democrática, deben hacer lo que este a su alcance para que se aligere los procesos unitarios que conduzcan a la visibilización de una propuesta de unida política de la mayor proyección histórica posible y orientar a la militancia de sus organizaciones sociales y políticas hacia la predica electoral como camino hacia los escenarios de poder político y de las transformaciones democráticas que requiere urgentemente el país.
Este es el tiempo de subvertir y revolucionar la izquierda para hacerla exitosa en la lucha democrática por el poder.
*Docente – Investigador de laUniversidad Nacional de Colombia